CIENCIAS NATURALES
—¡TÚ has follado!
Sí, ese era Jorge. Dani y sus colegas decidieron ir el domingo a tomar un café en la cafetería del barrio. Lo único que le faltaba a Dani es que le recordaran cualquier cosa que tuviera que ver con la noche del viernes. Mientras intentaba eludir la afirmación de Jorge y las expectantes caras de sus otros amigos esperando una respuesta, Dani se dirigió a la barra de la cafetería para recoger su café.
«¿Qué si he follado? ¡Ja! Más bien me han taladrado».
Tras intentar recuperarse de todo lo que había tenido lugar en aquella habitación, Dani arregló como pudo sus pantalones que, visto lo visto, al final sí que los utilizó en plan gogó. Bajó a la planta baja de la casa de Marta, se puso su chaqueta (menos mal que le cubría la desnudez parcial de su culo) y buscó a Pedro para decirle que se iba.
Aquella noche no pensó. Al tumbarse en su cama, enseguida sus ojos se cerraron. Pero el sábado tuvo tiempo para estrujarse el cerebro:
«¿Qué coño ha pasado? Vamos por partes: primero, empezamos con mal pie porque machaqué a sus amiguitos. Segundo, me enfrenté a él diciéndole que si se ponía tonto, básicamente me lo follaría. Tercero, me pegó una paliza por pasarme de listo. Cuarto, le pegué un sobeteo por pasarse de listo. Quinto, básicamente, fue él quien me folló. Viéndolo desde este escueto resumen, se diría que hasta me lo estaba buscando. Pero entonces, ¿por qué un macho alfa heterosexual se dignaría a darle una lección a un puto maricón de mierda? Además, ¡Coño! Ahora que lo pienso, ¡El cabrón no usó condón! ¡Pero será mamón! A saber a cuántas zorras se habrá tirado».
Dani seguía y seguía dándole vueltas al asunto. En caliente, pensaba que el hijo de puta esencialmente lo había violado. Pero luego en frío, recordaba sus roncos jadeos, aquella mano en su garganta, embestidas profundas y suaves. Desde luego, si permanecías todas las horas de un día y su noche empalmado al recordar cómo “supuestamente te habían violado”, definitivamente no debería definirse como violación.
«¿Y ahora… qué?». ¡Joder! Con otros tíos no era tan difícil. Se acostaba con ellos, si les gustaba volvían a verse un par de veces más, y si no, pues no los volvía a llamar, incluso aunque hubiesen estado en su mismo instituto. Pero Ray tenía algo, esa aura peligrosa, esa voz profunda, esa sonrisa con hoyuelos.
Volviendo a la mesa con su café, Dani había olvidado por qué todos lo miraban.
—¿Y bien? —Ahora era Edu el que hablaba—: Vamos, Dani, que nos conocemos. Esa cara que tienes lleva el nombre de “polvo” escrita. Aunque… diría que hay algo raro… No sé… ¿No terminó del todo bien? ¿Volviste a encontrar un coño tras los pantalones?
El estruendo de risas por parte de sus colegas hizo que algunos clientes de la cafetería se volvieran hacia ellos. Dani calmó a las tres implacables hienas diciéndoles que sólo fue un revolcón más, y que lo raro que Edu veía es que aún estaba haciéndose a su nuevo instituto. Tuvo que inventarse un estudiante imaginario al cual se tiró en la fiesta del viernes. Menos mal que no fueron demasiado insistentes para que les contara todos los detalles.
Y el lunes llegó. Por suerte, aquella semana sólo tendrían clases lunes y martes, ya que las fiestas de la ciudad comenzarían el miércoles. «Mejor —pensó Dani—. Así no tendré que soportar su mirada durante muchas horas».
Y no se equivocaba, pues en ninguno de esos dos días le vio el pelo a Ray. Parecía que el chaval se había tomado las vacaciones por adelantado. En la cafetería, mientras bebía su café junto a Pedro, Raquel se sentó tan sigilosamente a su lado que, hasta que no le habló, ni se percató que se encontraba allí.
—Oye, Mark Lenders[6], ¿qué le hiciste el viernes a Albertito? —preguntó Raquel mientras mascaba un palo de regaliz desinteresadamente.
«¿Mark Lenders?». ¡Dios! No sabía por qué, pero cada vez que la chica hablaba, en la mente de Dani se dibujaban escenas de Jorge y ella. Ya incluso los veía en plan familia feliz con una bonita casa, dos críos y un perro. «¡Mierda! ¡Alberto!». Se había olvidado completamente de él.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Dani, temeroso por la respuesta.
—Bueeenooo…, el pobrecito salió despavorido de la fiesta justo después de que te lo llevaras para hacer quién sabe qué —contestó la chica, mordisqueando tranquilamente su caramelo.
—¿Por qué no se lo preguntas a él? —dijo Dani, esperando que Alberto le hubiera contado que era Ray el que tuvo la culpa y no él.
—No ha venido y tampoco me contesta al móvil.
—El gilipollas de Ray lo amenazó con no sé qué de hacerle una visita a su hermana por lo ma… —Dani se calló enseguida. Tanto Raquel como Pedro lo miraron con los ojos muy abiertos y llenos de espanto.
—¡¿Qué?! —exclamaron los dos al unísono.
—Pues… que… —Tampoco pudo terminar esa frase.
—Hijo de puta —masculló Raquel entre dientes.
—¿Qué…, qué pasa con su hermana? —preguntó Dani cauteloso.
Raquel lo miró por varios segundos antes de contestar, sopesando si contárselo o no.
—Fue violada —sentenció la chica. Dani no daba crédito a lo que escuchaba. Tras otros segundos, siguió—: Por su padre. —Silencio—. Sólo tenía doce años. —Más silencio—. Alberto es muy susceptible con ese tema.
«¿Y quién no?», pensó Dani. Pues sí que iba a ser verdad la reputación del instituto. Aquella historia era diga de los más bajos fondos. Y vaya hijo de puta que estaba hecho “el machote”, recurriendo a algo tan mezquino para conseguir lo que quería.
—En fin, hablemos de otra cosa. Esta noche: ¡Moraga![7] —exclamó Raquel, dando varias palmadas de felicidad—. Tenéis que venir. Vamos a estar unos cuantos del instituto, en realidad, bastantes. Así que id cogiendo los trajes de baño y unas cuantas toallas para la fiesta en la playa. No os hará falta nada más.
* * *
Dani les preguntó a sus colegas si les apetecía ir a la moraga, pero todos iban a estar ese primer día de las fiestas de la ciudad con sus familias. De todos modos, quedaban cinco días por delante antes del lunes y se verían el fin de semana para pasarlo juntos.
Volvió a recoger a Pedro para dirigirse hacia la fiesta en la playa. Cada día que pasaba se encariñaba más con él. Podría decirse que era como el hermano menor que nunca tuvo. A pesar de que era un chico bastante dicharachero, en ocasiones, Dani lo observaba y veía que fijaba la vista en un punto, quedándose varios minutos mirando al vacío con la mirada perdida. No conocía cómo era su vida fuera del instituto, ya que tampoco hablaba demasiado de ella, pero Dani podría jurar que había algo que lo inquietaba.
Llegaron a la zona de la playa donde el grupo de estudiantes había montado todos los bártulos. Tenían una carpa con varias sillas y mesas, una barbacoa y un generador para las luces y la música. Dani pensó que aquella gente se lo montaba bien. El lugar estaba bastante abarrotado. Alrededor de tres cuartas partes del instituto se había congregado allí.
Llevaba ya un rato acomodado en varias toallas expandidas sobre la arena junto a algunos estudiantes, cuando vio acercarse a un grupo de personas. Mientras la tenue luz de las bombillas colocadas a lo largo de la carpa dejaba ver las caras de los nuevos visitantes, a Dani le dio un vuelco el corazón. Ray caminaba con ese aire de superioridad que siempre emanaba, seguido de unos cuatros tíos más y de la chica rubia que estaba con él el primer día que lo vio.
«Pero, ¿qué coño hace aquí? —pensó Dani, aunque antes de terminar el pensamiento se contestó él mismo—: Joder, Dani, eres idiota. ¿Y por qué no estaría aquí? Es una fiesta del instituto, ¿no? Diría que hasta tiene más derecho de estar aquí que yo. —Fijó su vista en él—. ¡Mierda! ¡Qué bueno está!».
Con la oscuridad de la noche, y con la poca luz que las bombillas reflejaban, Dani estudió su cara: el azul de sus ojos se distinguía a leguas por el brillo que proyectaban, mientras que su frondoso pelo negro en punta estaba perfecto para meter los dedos y tirar de él. Alguien le dijo algo y aquellos perfectos hoyuelos se dibujaron en su cara. A Dani casi se la cae el cubalibre que sostenía cuando Ray giró su cara y lo miró. No tuvo el tiempo suficiente para analizar la mirada, ya que la chica rubia lo cogió del brazo llevándoselo para ponerse una bebida.
La noche pasaba y los estudiantes cada vez estaban más doblados y ruidosos debido a la gran cantidad de alcohol. Dani pensó que había poca comida en comparación a los litros y litros de sangría, ron y derivados que podías servirte. Los matones de Ray le dirigían miradas asesinas de vez en cuando, pero menos mal que no decidieron tomarse la revancha, porque no tenía muchas ganas de pelear.
En un momento de la noche, Ray se puso en su campo de visión. Sonreía tontamente y la chica rubia no paraba de sobetearlo. Juraría que “el machote” se había servido una buena porción de aquellos litros de alcohol. Dani seguía sentado sobre las toallas con Pedro, Raquel y algunos chicos y chicas más, pero sólo tenía ojos para la pareja que se encontraba a unos cinco metros de distancia.
Ray puso a la chica entre él y la visión de Dani. La cogió por la cintura, apoyó su mentón sobre el hombro de la rubia y alzó la vista lentamente hacia Dani. ¡Joder! Aquel levantamiento de ojos había sido la cosa más erótica que había visto nunca. Fue igual que una dulce caída de párpados pero al revés. Aunque lo peor vino después. Bueno, lo peor según se mirase, porque Dani creyó que podría correrse allí mismo sobre la toalla.
Sin dejar de mirarlo, Ray fue levantando sus labios poco a poco hasta formar la sonrisa lasciva ganadora del Óscar al erotismo en estado puro. Apartó suavemente el cabello del hombro de la muchacha, sacó su lengua y recorrió el cuello de la chica desde la base hasta la mandíbula. El tiempo se paró, o por lo menos para Dani. Seguía sin poder apartar la vista del recorrido de aquella sinuosa lengua, y para colmo, la intensa mirada que Ray le dirigía mientras lamía lo dejó estático en la toalla.
«¡¿Qué pasa conmigo?!». Tendría que estar pensando en las mil y una formas de machacar al tío por haber hecho aquello el viernes, y allí estaba: sentado en la playa, con la polla más dura que el cemento, y más caliente que el palo de un churrero. «¡¿Y de qué va el cabrón?! ¿Acaso está intentando ponerme cachondo?». Eso fue lo que pensó Dani cuando, nada más acabar con la exasperante lamida, Ray terminó pasándose la lengua por sus labios y dándose un pequeño mordisco en el inferior. Aquello lo mató. No entendía exactamente a qué jugaba el chaval, pero para juegos, los suyos. «¿Buscas pelea? Pues vas a tenerla».
Ray se separó de la chica y fue a por más bebida. Pasó largo rato mientras conversaba con sus lacayos, pero Dani no apartaba la vista de él. Estaba dispuesto a enseñarle cómo de verdad se ponía cachondo a un tío nada más surgiera la oportunidad. Y la ocasión llegó más pronto que tarde.
Vio que se apartaba del grupo y se dirigía hacia unas rocas en la arena. Disculpándose ante los chicos con los que estaba, Dani dijo que iba a mear y siguió a Ray. Éste no caminaba demasiado recto, pero se apoyó en una de las rocas y despareció tras ella. Sigilosamente, Dani fue tras él, y una vez que pasó las piedras, lo observó mientras orinaba de espaldas a unos tres metros, con la cintura del pantalón dejando ver la parte superior de los cachetes de su culo. La sonrisa de triunfo que apareció en la cara de Dani brillaba. Se situó justo detrás de Ray y, en un susurro junto a su oído, murmuró:
—Te dije que vigilaras tu espalda.
El respingo que dio, aparte de cortarle la meada, hizo que se volviera rápidamente hacia Dani. Los ojos de Ray se abrieron como platos, pero enseguida la rabia apareció en ellos.
—Puto maricón de mier… —Ray no pudo terminar el insulto, porque sin mediar palabra, Dani lo empujó por los hombros haciendo que cayera sobre la arena.
—¿Sabes? Ya estoy harto de tu puta chulería —gruñó Dani, mientras se ponía a horcajadas sobre las caderas de Ray y aprisionaba los brazos del chaval con sus manos. Acercándose a su cara, prosiguió—: ¿Quieres jugar? —Dani agarró las muñecas de Ray y las elevó sobre su cabeza—. Pues vamos a hacerlo, machote, pero a mi manera.
Ray intentaba forcejear con el agarre en sus muñecas, aunque estaba claro que el entumecimiento que su cuerpo sentía por la ingesta de alcohol no lo ayudaba en su intento. Dani también pudo notarlo y, acercándose a su oído, le susurró:
—Esta vez no quiero atarte, Roberto.
Dani lamió el lóbulo suavemente. Sujetó las muñecas de Ray con una sola mano y la otra la dirigió al flácido miembro que asomaba por la cremallera del pantalón, ya que al chico no le dio tiempo a subírselo mientras orinaba. Un sonido ahogado llegó a través de la garganta de Ray cuando aquellos dedos cosquillearon la punta de su pene. Dani no sabía si era debido al shock que el muchacho tenía porque un tío le estaba tocando la polla o porque el alcohol dejaba su cuerpo totalmente laxo, pero Ray ni siquiera intentó moverse ante aquel toque.
Acarició el eje, primero con la palma de la mano y luego con la parte posterior. Ray seguía sin decir ni pío, cerrando los ojos fuertemente cuando sintió la caricia. A escasos centímetros de sus labios y, ahora sí, empuñando el miembro en sus manos, Dani le dijo:
—Voy a follarte…, Ray. —Los ojos del muchacho se abrieron rápidamente. Dani le apretó más el pene y, sin darle mucho tiempo de reacción, volvió a hablar—: Voy a meter mi gorda polla en ese culo virgen.
Masajeó de arriba abajo el miembro de forma tranquila, pausada, al igual que sus palabras, haciendo que empezara a ganar grosor. Entre dientes, Ray contestó:
—Hazlo, cabrón, y estás muerto.
Dani sonrió. Apretó fuerte las muñecas del chico y empezó a masturbarlo un poco más rápido. Ray hundió su cabeza en la arena mordiéndose el labio inferior, consiguiendo que ningún sonido escapara de su boca. El cuello de Ray quedó al descubierto y, sin pensárselo dos veces, Dani comenzó a besar aquella vena que tanto llamó su atención el primer día que lo vio. Un jadeo interno agitó la garganta del muchacho, y Dani pudo sentir cómo vibraba entre sus labios mientras le besaba la piel.
—Te voy… a… destrozar —dijo Ray, emitiendo un pequeño jadeo cuando Dani dio un mordisco a la vena.
Sinceramente, Dani no pensaba que el muchacho lo dijera muy enserio, pues parecía que los besos y caricias que estaba recibiendo no le eran demasiado desagradables. En vista de ello, Dani probó algo. Empezó a bajar por el cuello hacia el pecho cubierto con una ligera camisa, sin dejar de masajear su eje y manteniendo el agarre en sus muñecas. Al llegar a los pezones, hizo círculos con la lengua en uno de ellos, humedeciendo la camisa y dándole un ligero mordisco. Ray levantó su cabeza y lo miró, pero Dani siguió lamiendo su caramelo.
Empezó a masturbarlo más en serio, y Ray volvió a enterrar su cabello en la arena. Los brazos del chico perdieron la tensión que hasta ahora tenían, por lo que Dani decidió actuar. Poco a poco, fue dejando las muñecas libres mientras bajaba por el abdomen, dando pequeños besos y mordiscos. Como muy bien había supuesto, Ray no lo atacó al verse liberado. Sus brazos se quedaron quietos sobre su cabeza, y por si al muchacho se le ocurría cambiar de opinión, Dani empuñó hacia arriba el pene de Ray y lamió la punta, que ya estaba cubierta con una pequeña capa de pre-semen.
Ray soltó un jadeo entreabriendo sus labios mientras volvía a mirar a Dani. Éste no apartó sus ojos del chico y se introdujo el miembro hasta su garganta. Eso era, literalmente, pan comido para él. Siempre le gustaba decir que tenía un “Máster en mamar pollas”.
Dani se estremeció al ver que los brazos de Ray bajaban hacia él. Pero sólo quedó en un pequeño susto cuando los dejó a ambos lados de su cuerpo y agarró un puñado de arena en cada una de sus manos como si fueran unas sábanas.
Dani comenzó a subir y bajar por el caliente eje mientras le sacaba los pantalones y calzoncillos. Se situó entre las piernas del chico una vez que se hubo deshecho de ellos, haciendo que los muslos se abrieran más a su paso. Al parecer, aquel hecho le gustó al chaval, porque Dani empezó a escuchar pequeños gemidos de Ray cada vez que su boca cubría la polla.
Se deleitó chupando, lamiendo, escupiendo, masajeando y mordiendo todo el ancho miembro. Los jadeos de Ray eran más cortos en el tiempo, sus manos arañaban la arena, y un fuerte gemido gutural indicó a Dani que su recompensa por “el duro trabajo” estaba por llegar.
Arqueando la espalda y embistiendo en la boca de Dani, Ray empezó a correrse. Empezó, porque Dani juraría que estuvo tragando semen por varios minutos. El medio jadeo, medio grito que soltó el chico, seguramente se escuchó a varios metros a la redonda.
Dani alzó su vista para encontrar a Ray abierto de piernas, con su pecho subiendo y bajando mientras intentaba calmarse, y con uno de sus brazos tapando sus ojos. Se cernió sobre él y le quitó suavemente el brazo que cubría su cara. Ray abrió sus ojos. Se observaron por varios segundos con caras carentes de expresiones. Dani acercó su cabeza, quedando nariz con nariz, y susurró:
—Mi turno.
—¡Raaayyy! ¿Andas por ahiii?
Tanto Dani como Ray se miraron con ojos llenos de espanto al escuchar aquel grito. Sin mucho tacto, el chico empujó a Dani, cogió sus pantalones y comenzó a ponérselos tan rápido que se cayó de bruces contra la arena. Dani lo observaba con sus rodillas hincadas en la playa. En un abrir y cerrar de ojos, había desaparecido tras la roca y Dani se la quedó mirando, como si ésta tuviera la solución al torrente de pensamientos que taladraban su mente.