9

Sally y Cindy se alegraron muchísimo al saber que Adam estaba vivo. Y ése te sorprendió al comprobar la felicidad que embargaba a sus dos amigas. Ambas tenían los ojos arrasadas en lagrimas cuando él subió por las rocas del espigón, aunque Sally se las enjugo rápidamente con la mano.

A Adam le agrado saber que le hubiesen echado de menos si hubiera muerto. Esto de ser un héroe tenía sus compensaciones. No es que él buscase un beso o algo por el estilo…

—Si no hubiera sido por mí aún estarías con los peces-dijo Sally. —Fui yo quien imagino donde estarías. Nunca perdí las esperanzas, a pesar de que Cindy y Watch ya estaban organizando tu funeral.

—Eso no es verdad-protestó Cindy. —En el fondo de mi corazón yo sabía que Adam conseguiría salvarse.

—Sí, por eso cogiste una botella de gas hilarante-replicó Sally.

Cindy se mordió la lengua. Y tu elegiste una que llevaba una calavera y dos tibias cruzadas.

—Hablando de huesos-interrumpió Watch, seguido del capitán Pillar. —Esto es lo que Adam encontró en el barco. No te preocupes, Cindy, no es tu hermano.

—Ya veo, murmuro Cindy, que se estaba poniendo enferma. El esqueleto estaba cubierto de algas y de una de sus órbitas oculares salía un pequeño cangrejo. —¿No encontrasteis ningún rastro de mi hermano?

—No -dijo Adam pero creo que hemos estado buscando al fantasma equivocado. Debemos volver al faro e inspeccionarlo a fondo.

—Pero ya lo hemos hecho-protestó Sally. —Neil no estaba allí apostaría…

—… mi reputación de caza fantasmas.-Watch acabó la frase por ella.

—No lo examinamos detenidamente-dijo Adam. —¿Y si hubiese otro piso encima de aquella habitación?

Watch asintió mientras miraba a la parte superior del faro.

—Es muy posible. Al menos eso parece desde aquí.-Watch comenzó a temblar. —Pero se está haciendo tarde y tengo hambre. Tal vez deberíamos intentar el rescate de Neil mañana, después de una buena noche de descanso.

Cindy se inquietó.

—¿Pero realmente crees que mi hermano puede estar encerrado en el faro con ese fantasma malvado-le preguntó a Adam. Si eso es verdad no puedo dejarlo allí otra noche.

—Los fantasmas a veces son una compañía agradable-dijo Watch. —Recuerda a Casper. Era un tío muy majo.

—Casper era un quejica-dijo Sally. —Siempre se estaba lamentando de estar muerto. Tendría que haber vivido un par de semanas en Fantasville y ver por lo que nosotros estamos pasando. Ya verías que pronto dejaba de quejarse.

Adam sacudió la cabeza.

—Debemos volver al faro ahora mismo. Antes de que obscurezca del todo.

—¿Os parece que llevemos el esqueleto con nosotros? —preguntó Watch.

No desentonará con las telarañas -soltó Sally.

—Por mí… vale-Adam se encogió de hombros. —Pero primero quítame ese dichoso tanque.

La chicas cruzaron hacia el faro utilizando la cuerda que había quedado tendida y sujeta a la escalera de caracol. Watch y Adam, llevando aún sus trajes de submarinista cruzaron a nado. Esta vez se habían acordado de coger una linterna. Una buena idea porque era última hora de la tarde. Cuando Sally les recordó que todas las cosas extrañas y terribles que habían sucedido hasta entonces se habían producido exactamente en ese momento del día.

—En este pueblo no tienes que esperar a la media noche para ver un fantasma-dijo Sally.

Adam tuvo una sensación de alivio cuando entró en el faro. En el interior de la torre la temperatura era mucho más agradable que en el espigón y en seguida dejó de temblar. Adam se sentía animado, y no solo por la sensación de bienestar. Intuía que se estaba acercando a Neil. El episodio que habían vivido los cuatro en el faro los había asustado. Quizá por eso no habían regresado inmediatamente. Pero después del terror que había experimentado en el fondo del mar, Adam estaba preparado para enfrentarse a cualquier cosa. Los cuatro amigos comenzaron a subir la larga escalera de caracol. Igual que la última vez, la ascensión era agotadora. Al poco ya estaban sudando. Pero nadie propuso detenerse y descansar un momento. Watch, que encabezaba la marcha, llevaba el esqueleto. Aunque pareciera increíble, el capitán se las ingeniaba para seguir aferrando su botella de whisky.

Unos diez minutos después llegaron a la trampilla de la torre. Watch alzó la mano para que se detuvieran.

—Recordad-insistió, —si el reflector se enciende de pronto, cerrad los ojos. Si no, Podríamos tropezar y caernos por la escalera.

—Eso no volverá a ocurrirme-dijo Cindy, que estaba ansiosa por continuar adelante. Subieron a la torreta. Watch dejó el esqueleto apoyado contra una pared y volvió a inspeccionar los cables del reflector. Los demás se dedicaron a inspeccionar el techo de madera, algo que no se les había ocurrido la vez anterior. Adam enfocó la luz de la linterna hacia unas grietas que se advertían en la madera.

—Esas líneas podrían ser el perfil de una puerta-dijo Adam, señalando hacia arriba.

—¿Pero cómo subiremos hasta allí? —preguntó Sally—. ¿Y cómo abriremos la puerta?, no tiene ni pomo ni cerradura.

—Yo subiré primero y echaré un vistazo —dijo Adam. Dio unos golpecitos a la espalda de Watch—. Ayúdame a acercar el escritorio y luego colocaremos la silla encima.

Watch estudió el techo.

—Aún así no podrás llegar.

—Lo conseguiré si me apoyo sobre tus hombros-le explicó Adam.

—Si te caes te romperás el cuello. —Y añadió—: Y podrías arrastrarme contigo.

Es un riesgo que debemos correr dijo Adam con decisión.

—Ya está intentando impresionar a Cindy otra vez-musitó Sally.

—Yo te acompañaré al cuarto que parece haber allá arriba Adam,-dijo Cindy quién miró a Sally con una expresión de desagrado.

Entre todos acercaron el escritorio y los dos chicos se encaramaron. Sally y Cindy les alcanzaron la silla. Watch la coloco en la mesa y se subió sobre ella. Empleó unos segundos para asegurarse de que mantenía el equilibrio.

—¿Cuánto pesas? —le preguntó a Adam.

Adam se encogió de hombros.

—No se… Menos que tu.

—Si te caes no te cojas de mi pelo —le recordó Watch—. Y métete la linterna por dentro del cinturón. Pero no la apagues.

Adam hizo lo que le decía su amigo. Luego alzo la vista hacia Watch.

—¿Cómo voy a subirme sobre tus hombros?

Es tu plan -murmuró Sally.

—Sube a la silla, junto a mí-dijo Watch. Adam así lo hizo. —Bien ahora me darás tu pie, Te izaré. Recuerda lo que te he dicho de mi pelo.

—Si pierdo el equilibrio, ¿podré cogerme de tus orejas?

—Bueno-dijo Watch. —Pero no tires con fuerza. No quiero tener que ir al hospital para que me las cosan.

—El hospital de Fantasville se encuentra a solo una manzana del cementerio-añadió Sally. —Tiene su motivo en el hospital trabaja un cirujano obsesionado con el bisturí. Cada vez que opera a alguien, intenta quitarle todo lo que le sobra. Conozco a un chico, Craig, que ingreso para que le operasen de las amígdalas. Y el cirujano ese aprovecho para quitarle uno de sus pulmones. Ahora le llamamos El Asfixiado—. Y continuó: —Pero al menos ya no tiene que seguir tomando antibióticos.

—¿Cómo se llama ese cirujano? —preguntó Adam, pensando en que si alguna vez se ponía enfermo se aseguraría de que sus padres escogieran otro.

—Jonathan Smith-dijo Sally. —Pero el personal del hospital le ha dado un apodo, El destripador.

—Podríamos dejarnos de tantas historias… —se impacientó Cindy.

Sally se ofendió.

—Eres nueva en el pueblo. En momentos como éste, saber cosas sobre Fantasville podría salvarte la vida. Recuerdo una ocasión en la que un trol estaba…

—Voy a subirla interrumpió Adam. —¿Preparado Watch?

Watch unió las manos para que Adam se impulsara.

—Preparado. Primero apoya el pie en mis manos, luego súbete a mis hombros y sujétate con las palmas en el techo. A si no te caerás.

Adam dudó un momento.

—¿No tienes ganas de estornudar o algo por el estilo?

—No.

—Perfecto.

Adam apoyó el pie derecho en las manos entrelazadas de Watch y éste lo impulso hacia arriba. Adam llevó el pie izquierdo hacia el hombro de Watch. Por un instante tambaleo y pensó que se caería. El suelo parecía encontrarse muy abajo. «Sería realmente curioso estar a punto de ahogarse y luego caerse y romperse el cuello en el mismo día» pensó Adam.

—¡Apoya las manos en el techo! —le gritó Watch.

Adam levanto la mano derecha y siguió las instrucciones de su amigo.

No había ningún lugar donde pudiese cogerse, ya que la superficie de madera era prácticamente lisa. Pero, tal como Watch le había dicho, pudo sujetarse apoyando las palmas contra el techo. Enseguida recuperó el equilibrio.

Adam jadeaba.

—Por poco.

—Pesas mucho-se quejó Watch.

—Pero ¿qué dices?

—Pues debes de ser muy denso-contestó Watch. —No podre sostenerte mucho rato. Busca alguna forma de entrar a ese cuarto. Adam no tardo en encontrar la entrada. Cuando tanteó el techo, se abrió un panel de unos noventa centímetros. Cogiéndose al borde con una mano, Adam buscó la linterna que llevaba sujeta a la cintura y dirigió la luz hacia la abertura.

—¿Ves algo? —preguntó Cindy sobre ascuas.

—Solo obscuridad-dijo Adam. —Tendré que subir.

—Éste no es momento para ser prudentes-sentenció Sally.

Adam volvió a colocarse la linterna por dentro del pantalón para tener las manos libres. Le dijo a Watch que permaneciera quieto y se cogió con ambas manos a los bordes de la abertura. Contó hasta tres y se impulso hacia arriba haciendo fuerza con los brazos. Pero solo pudo izar medio cuerpo. Sus piernas se balanceaban en el aire, sin ningún punto de apoyo. Watch había bajado de la silla y estaba de pie sobre el escritorio.

—¿Por qué has bajado-preguntó Adam con un hilo de voz.

—Tenía miedo de que me dieses una patada en la cabeza-dijo Watch.

—No te sueltes-gritó Cindy.

—Esta chica sabe dar consejos-dijo Sally sarcásticamente.

Adam comprendió que no podía quedarse colgado toda la noche. Se le estaban cansando los brazos. Respiró hondo y trató de impulsarse otra vez. En esta ocasión consiguió apoyar uno de los pies en un extremo de la abertura. No necesitaba más. Un momento después estaba sentado en el suelo de la tenebrosa buhardilla. No había ninguna ventana, la luz de la luna o de las estrellas no podía entrar en el cuarto. Sus amigos miraban hacia arriba. —¿Está mi hermano ahí?— preguntó Cindy.

—Deja que eche un vistazo-dijo Adam, moviendo el haz de la linterna a su alrededor. Apenas había comenzado a examinar el ático cuando descubrió un esqueleto sentado en una mecedora. La visión hizo que lanzara un grito y dejara caer la linterna.

¡ahhh!

La linterna cayo a través de la abertura del techo.

Afortunadamente Watch logró cogerla antes de que se estrellara contra el suelo.

—¿Has visto algo interesante? —preguntó Sally haciéndose la indiferente.

Adam se colocó tras la trampilla para utilizarla a modo de barricada. Aguzó el oído para descubrir por donde le iba a atacar el esqueleto. Por experiencia en la Senda Secreta sabía que había personas muertas-los buenos —que seguían muertas, y personas muertas-los malos— a las que les gustaba jugar con los vivos. Pero resultaba muy difícil oír nada porque su corazón le retumbaba en el pecho.

—¿Qué ocurre? —preguntó Cindy con preocupación.

—Aquí hay un muerto-dijo Adam.

—¿Eso es todo? —exclamó Sally.

—¿El muero ése va con malas intenciones? —preguntó Watch.

—No lo sé.

A Adam le faltaba el aliento. Se hubiese dejado caer por el hueco del techo si no hubiera estado seguro de que se rompería el cuello. Sus manos seguían aferradas a la trampilla, esperando que una mano huesuda se posara sobre su hombro y le desgarrara la piel. Pero pasaron un par de minutos y nada sucedió.

Finalmente comenzó a respirar con normalidad. El esqueleto no se movía.

—¿Te están atacando? —preguntó Sally.

—No tranquila. No me pasa nada-dijo Adam.

—No le pasa nada-le dijo Sally a los otros. —Se ha meado en los pantalones, pero no le pasa nada.

—¿Puedes tirarme la linterna? —le preguntó a Watch.

—Clar o-contestó su compañero.

Apuntó con cuidado y lanzo la linterna hacia arriba. Adam la cogió a la primera. Después de un momento de duda, Adam iluminó el esqueleto. Era repugnante, incluso para ser un esqueleto. El pelo era largo y fino. Parecían descoloridas briznas de paja mojadas. Aún llevaba puesto jirones de lo que había sido un vestido violeta… que las polillas se habían ido comiendo durante los últimos treinta años. La silla de madera en la que parecía sentado parecía a punto de desintegrarse.

Pero lo más espantoso era su rostro, o lo que quedaba de él. La boca estaba abierta. Los pocos dientes que aún quedaban se veían podridos y amarillentos. El esqueleto lo miraba desde las órbitas vacías. Los huecos donde se habían alojado sus ojos parecían particularmente profundos y obscuros. Adam tuvo que hacer un enorme esfuerzo para apartar la vista. Se sentía hipnotizado. Adam comprendió que estaba mirando el esqueleto de Evelyn Maey.

La encargada del faro de Fantasville. La madre del desaparecido Rick.

—¿Esta mi hermano hay? —preguntó Cindy de nuevo.

—No lo veo-contestó Adam. —Pero…

—¿Pero qué? —quiso saber Sally.

Adam inclinó la cabeza hacia un lado.

—Creo que oigo algo.

—¿Qué? —preguntaron todos al mismo tiempo.

—No estoy seguro-dijo Adam.

El sonido era débil y parecía provenir de un lugar cercano. No era un ruido estridente pero de todos modos resultaba de lo más inquietante, sobre si procedía de un monstruo hambriento. Parecían pasos. Pero esa impresión solo duro un instante.

Adam movió la linterna para iluminar todo el espacio de la buhardilla.

Pero no vio nada excepto a la señora Maey.

Y el sonido había desaparecido.

—¿Qué está pasando? —preguntó Sally.

—Nada -murmuró Adam, confuso.

—No pasa nada, no pasa nada-refunfuño Sally. —Si nos tiene con el corazón en un puño…

—Quiero subir-dijo Cindy.

—¿Cuánto pesas? —preguntó Watch frotándose un hombro.

—No sé si es buena idea que te molestes en subir, Cindy-comentó Adam. —Hay un esqueleto bastante feo.

—Como si el de aquí abajo fuese muy guapo-dijo Sally.

Tengo que subir -insistió Cindy.

Watch suspiró.

—Solo te pido que no tires con fuerza de mis orejas si pierdes el equilibrio.

Watch y Cindy subieron a la silla y luego Watch la alzó para que alcanzara la trampilla que se abría en el techo. Como Adam extendió un brazo para ayudarla a subir, Cindy no tuvo demasiados problemas de llegar al ático. Un momento después Cindy estaba sentada en el suelo cubierto de polvo junto a Adam. Éste iluminó a la señora Maey con la linterna. Cindy se quedó sin aliento.

—Es asqueroso.

—La muerte hace ésas cosas-señaló Adam mientras se levantaba.

En ese momento empezaron a suceder varios hechos escalofriantes. La trampilla de madera que daba acceso al ático se cerró de golpe.

Cindy trató de abrirla, pero estaba herméticamente cerrada.

En el cuarto de la torre, donde se encontraban Watch y Sally, el enorme reflector comenzó a moverse hasta quedar orientado hacia arriba, en dirección al techo.

—¿Qué está sucediendo? —gritó Sally.

El reflector se encendió.

La luz era cegadora. Sally y Watch retrocedieron protegiéndose los ojos con las manos. La luz era tan potente que atravesaba las junturas del techo de madera. Como consecuencia, Adam y Cindy-separados ahora de sus amigos —también quedaron cegados por la intensa luminosidad. Era como si el sol hubiese nacido bajo sus pies. Adam cogió a Cindy y la estrechó contra su cuerpo.

—¡La trampilla no se abre! —exclamó Cindy.

—¿No la habrás cerrado tú? —gritó Adam.

Tenía que gritar para que Cindy le oyera.

Porque, súbitamente, el aire se lleno de un estridente aullido.

Como si el viento del océano hubiese entrado en el faro.

O como si un fantasma estuviese llegando al mundo de los vivos.

—¡No! —dijo Cindy—. Se cerró sola.

—¡Watch! —llamó Adam, arrodillándose y tratando de abrir la trampilla. Pero estaba más que cerrada. No se movió; como si la hubiesen clavado al suelo—. ¡Sally!

Sus amigos no respondieron. O, si lo hicieron, sus voces quedaron ahogadas por el terrible aullido que resonaba en el faro. Sin embargo, mientras se levantaba y entornaba los párpados para ver mejor, Adam supo que no era el viento el que producía ese horrible sonido. El polvo que cubría el suelo del ático estaba inmóvil. Del exterior no entraba ni la más leve brisa. El sonido tenía un origen sobrenatural. Habían encontrado al fantasma y probablemente era un error que Cindy hubiese dicho que el esqueleto era asqueroso.

Porque estaba cobrando vida.

Allí donde los cegadores rayos del reflector iluminaban el esqueleto, Adam vio que algo extraño empezaba a tomar forma. Parecía estar hecho de luz y polvo, como si atrajera hacia si toda la materia que lo ayudaba a corporeizarse. Cuando el ruido se hizo ensordecedor y las paredes de la buhardilla comenzaron a temblar, Adam y Cindy vieron que el fantasma de una anciana se materializaba en el lugar donde estaba sentado el esqueleto.

El esqueleto no desapareció. Los dos aún podían verlo, pero a través del espectral fantasma que había ocupado su lugar era un millón de veces peor. Los extraños ojos de color violeta del espectro refulgían como el fuego. Alzó los brazos y sus manos eran como garras. Y las uñas, afiladas como navajas de afeitar, hicieron estremecer a Cindy. Había visto antes esas manos.

—¡Es el fantasma que se llevó a mi hermano!

—No me sorprende —dijo Adam boquiabierto.

Pasó un brazo por los hombros de Cindy y, lentamente, la hizo retroceder, alejándose del fantasma, que se había puesto de pie. Por un momento, aquella extraña criatura escudriñó el ático. Luego, sus amenazadores ojos volvieron a posarse sobre ellos y el fantasma avanzó en su dirección. Cindy temblaba como una hoja en los brazos de Adam y él tampoco se sentía con mucho ánimo.

—¿Qué crees que está buscando? —preguntó Cindy con un hilo de voz.

—A uno de nosotros-susurró Adam. —O a los dos.

En ese instante, oyeron los gritos de un niño.

El sonido procedía de arriba.

El ático tenía un desván.

—¡Neil! —gritó Cindy—. Es mi hermano.-Se apartó de Adam y se lanzó con furia hacia el fantasma. —¡Eres un fantasma viejo y horrible!— le insultó. —¡Devuélveme a mi hermano!

—Sería mejor que no le ofendieras-sugirió Adam. —Trata de pedírselo educadamente…

Pero Cindy estaba furiosa. Por encima de sus cabezas, Neil seguía gritando y aporreando el techo. Entonces Adam descubrió una escalerilla extensible que llegaba hasta arriba. Obviamente servía para alcanzar el desván. Si es que podía llegar hasta allí. Entre él y la escalera se encontraba el fantasma y aquella criatura no parecía estar de muy buen humor. Cindy alzó un dedo y lo agitó ante las narices del fantasma.

—No tenía ningún derecho a llevárselo-espetó Cindy. —No le había hecho nada.-Cindy hizo una pausa y levanto la vista hacia el techo.

v

¡Ahora vamos a buscarte, Neil!

—Trata de desplazarte hacia el otro lado del fantasma-dijo Adam.

Cindy se giró.

—¿Por qué?

Haz lo que te digo-dijo Adam. —Te lo explicaré más tarde. Debes distraerlo.

Cindy asintió y se volvió hacia el fantasma, quien parecía estar rabioso, pero indeciso. Cindy se movió hacia la derecha de Adam. El fantasma la siguió. Adam fue hacia la izquierda.

—Deje que Neil se marche y no le diré nada a la policía-dijo Cindy. —Podemos olvidar todo esto, como si nunca hubiese ocurrido.

El fantasma concentró su atención en Cindy.

Se movía cada vez que ella lo hacía. Adam dio un brinco y cogió la escalerilla. Ésta se extendió sin hacer apenas ruido. Adam sintió el hormigueo que produce el triunfo. Sí podía llegar hasta el desván y rescatar a Neil, podrían largarse del faro, y estar en casa para cenar. Comenzó a subir la escalera. En el techo había otra trampilla con un pestillo. La abrió con dificultad.

Adam estaba a punto de conseguirlo. Otro par de peldaños y rescataría a Neil. Pero el fantasma no era ciego. Adam sintió que una mano de acero lo asía por el tobillo.

Miró hacia abajo, pero hubiera deseado no ver el ente fantasmal que lo tenía cogido.

El fantasma lo estaba mirando. El fuego ardía en sus ojos color violeta. Y gruñía. El espectro le cogió el otro tobillo. Luego sintió que caía. El fantasma había tirado de él.

Adam se golpeó contra el suelo. El dolor se extendió por todo su cuerpo y se le cortó la respiración. Antes de que pudiese recuperarse, el fantasma estaba encima de él. Para tratarse de una mujer, era increíblemente fuerte, todo si se tenía en cuenta que llevaba muerta más de treinta años.

El fantasma lo cogió por los brazos y lo levantó del suelo sin el menor esfuerzo. Por un instante, Adam lo observó. Aún podía ver a través de él pero, a cada segundo que pasaba, parecía volverse más sólido. Y su aliento era espantoso. El fantasma lo miró con expresión maligna y luego echó la cabeza hacia atrás, abriendo mucho la boca. El aullido volvió a sacudir las paredes del ático.

—Tal vez podríamos discutirlo y llegar a algún acuerdo-balbuceo Adam.

Pero el fantasma no parecía muy dispuesto. Se dirigió con Adam en alto hacia una pared y, de un puñetazo, abrió un agujero. Adam sintió que entraba una corriente de aire helado. La espeluznante criatura volvió a golpear la pared y una gran parte de ella se derrumbó. El fantasma empujó a Adam a través del orificio que acababa de abrir en la pared. Allá abajo -a unos cincuenta metros-Adam vio que las olas rompían contra las rocas. El viento le agitaba el pelo. El fantasma empezó a aflojar lentamente la presión de sus dedos. Había llegado su hora, iba a morir. No podría sobrevivir a semejante caída.

—¡Adam! —gritó Cindy.

El fantasma lo dejó caer.