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Adam ya no gritaba. Aquel esqueleto se había precipitado hacia nuestro amigo porque, el mismo, Adam en su ataque de pánico, había movido el agua y creado una corriente y creado una pequeña corriente dentro del camarote.
Era una verdadera lástima que el señor Spiney no estuviese allí para examinarlo, pensó Adam. Al excéntrico bibliotecario del pueblo le hubiesen encantado los blancos y fuerte huesos del viejo marinero. Adam no sabía si alguien iría a rescatarlo, pero esperaba que lo hicieran. No le gustaba nada imaginar el aspecto que tendría su esqueleto de un montón de años en aquel barco. Y no se le ocurría que hacer para ayudar a que sus amigos le encontraran. Si Watch le hubiese dado una pistola de señales… Una cosa estaba clara: no podría nadar hasta la superficie sin otra botella de oxígeno. Tendría que ser paciente.
Mientras esperaba, Adam se dedicó a inspeccionar el contenido del camarote, tratando de hacerse una idea de qué clase de hombre había sido el capitán Pillar. Su esqueleto no le decía mucho. En el camarote flotaba lo que era de esperar: libros, sillas y latas de comida. Pero lo que más había eran botellas. Parecía que el capitán Pillar se había hecho a la mar con una buena provisión de bebida. Y cuando examinó el esqueleto con más atención descubrió que el capitán se había ido a su tumba de agua aferrado a una botella de whisky. No había podido abandonar su vicio ni siquiera a las puertas de la muerte.
Y eso hizo que Adam dudara de que el fallo en el faro hubiera tenido que ver con el hundimiento del barco. Adam estaba convencido de que aquella noche, hacía más de treinta años, el capitán había estado tan borracho que no tenía ni idea de a donde se dirigía. Si el fantasma del capitán Pillar se había llevado a Neil, había sido doblemente injusto.
Pero Adam estaba casi completamente seguro de que Neil no se encontraba allí. Y tenía la sensación de que jamás lo había estado. Sally se había precipitado. Es más, Adam ya dudaba de que el capitán Pillar tuviese que ver con la desaparición del hermano de Cindy. Al menos directamente.
Adam sólo deseaba poder vivir para contarles a sus amigos sus importantes descubrimientos.
El tiempo pasaba y Adam empezaba a tener frío. Pese a llevar el traje de buzo, como había dejado de nadar perdía calor rápidamente. Y tampoco podía moverse demasiado porque consumiría el poco aire que había en el camarote.
Por si fuera poco, las pilas de la linterna se estaban agotando. En un par de minutos se quedaría a obscuras. A la escasa luz de aquel trasto, el barco hundido tenía un aspecto realmente fantasmal. Adam no sabía si podría soportar quedarse completamente a obscuras.
Estaba aterido. Se le iba a helar la sangre y ni siquiera tendría fuerzas para gritar pidiendo ayuda. Reconsideró su decisión anterior. Tal vez debería intentar llegar a la superficie. Si sus pulmones estallaban, al menos el final sería rápido.
Pero Adam permaneció donde estaba.
No quería que le estallaran los pulmones.
El dolor debía de ser horrible.
La luz de la linterna volvió a parpadear, se apagó y no volvió a encenderse.
—Oh, no-murmuró mientras la sacudía.
Pulsó una y otra vez el interruptor. Pero era inútil. Estaba solo, en la obscuridad. En el fondo del mar, con la única compañía de un esqueleto.
—Esto es peor que la senda secreta musitó Adam mientras comenzaba a temblar.
Nunca antes había estado en un lugar tan frío y obscuro. Hizo un esfuerzo para saber cómo había comenzado todo. La única emoción que prometía el día eran unos donuts y un vaso de leche.
—Pero había que hacerse el héroe-murmuro.
Ése era el problema de algunas películas y libros, decidió. No hablan de las historias de todos aquellos héroes que no habían vivido para contarlas. Incluso dudaba que en el desastre diario apareciera un artículo que hablase de su valeroso intento para salvar a Neil.
—En cualquier caso, es un nombre estúpido para un periódico —se dijo Adam sin poder evitar que le castañearan los dientes.
El tiempo continúo pasando. Adam comenzó a perder sensibilidad en manos y pies. Su temblor se vio lentamente remplazado por una extraña y cálida sensación de somnolencia. Sabía que era una mala señal. Estaba empezando a experimentar los primeros síntomas de hipotermia; lo había leído en una de las revistas de su madre. Pronto perdería el conocimiento, se ahogaría y los peces se comerían su cuerpo. El mundo es cruel. Y aquél pueblo más.
Entonces vio una luz amarilla. Se preguntó si eso significaría que estaba muerto, que un ángel llegaba para llevárselo al cielo. Pensó que era el lugar al que merecía ir, ya que había muerto como un valiente. La luz llegaba desde abajo y era cada vez más intensa. Se preguntó si su ángel guardián sería rechoncho y estaría desnudo como los que se veían en las pinturas antiguas. Aunque no era tiquismiquis, esperaba que el ángel tuviese un aspecto agradable.
Pero no era un ángel.
Una cabeza emergió del agua.
—¡Watch! —dijo Adam con voz queda.
Watch se quitó el regulador y la máscara.
—He venido a rescatarte.
—Pues has tardado un buen rato dijo Adam, aunque estaba feliz de ver a su amigo.
—Lo siento. Envié a buscar a las chicas otra botella de oxígeno pero trajeron una de gas hilarante. La tienda de submarinismo de Fantasville también provee al dentista del pueblo. A menudo se confunden. Tuve que ir personalmente a la tienda.-Watch echó un vistazo a su alrededor iluminándose con la linterna e hizo un gesto en dirección al capitán Pillar, quién aún sostenía la botella de whisky entre los huesos de la mano derecha. —¿Es ése el fantasma que se llevó a Neil?
—No lo creo-dijo Adam. —Estoy convencido de que el fantasma está en el faro. ¿Recuerdas esa especie de aullido que oímos? Además, es imposible que el reflector se encendiera solo.
Adam le explicó a Watch su teoría de que el barco había chocado contra el arrecife porque el capitán Pillar estaba borracho perdido y no porque el reflector se hubiese averiado. Watch pensó que la teoría tenía lógica. Además, quería llevarse el esqueleto a la superficie.
—¿Por qué? —quiso saber Adam.
—Nunca se sabe-dijo Watch. —Tal vez al fantasma del faro le gustaría hablar con él.
Adam se echó a reír.
—Los esqueletos no hablan.
—Ya, y en principio los fantasmas no existen. No olvides en que pueblo vives. No me sorprendería nada que el fantasma y el esqueleto se enfrascaran en una dura discusión. No sería la primera vez que pasa algo así en este pueblo.
—Podemos llevarlo con nosotros si quieres, aunque sólo sea para regalárselo al señor Spiney.
—Señaló la botella de oxígeno de Watch. —¿Has traído una para mí?
—No. Pero no la necesitas. Podemos regresar los dos respirando por la boquilla alternativamente.
—¿Es peligroso?
—No, con dos personas no hay ningún riesgo. Watch miró al esqueleto. —No creo que él necesite aire.