4
El camino hacia el faro fue agotador. La ata columna blanca no solo se alzaba al final del espigón, si no que el estrecho puente de madera que unía el rompeolas con el torreón estaba muy viejo. Parecía que iba a venirse abajo en cuanto pusieran un pie en sus podridas tablillas. Adam deseó haber cogido el bañador.
Afortunadamente, el mar estaba en calma. Las olas que rompían contra las piedras del espigón sólo tenían dos palmos de altura. Adam pensaba que si caía al mar, no tendría problemas para salir del agua. Pero entonces Sally comenzó a contar otra de sus famosas historias sobre Fantasville.
—Fue muy cerca de este lugar donde Spielberg perdió la pierna dijo Sally.
—¿Quién? —preguntó Adam dando un respingo.
—David Green, ese chico al que todos llaman Spielberg-dijo Sally. —Ya te lo conté. Estaba haciendo surf cuando apareció un enorme tiburón blanco y le arrancó la pierna derecha. De hecho, creo que precisamente todo pasó por aquí.
—Pensaba que habías dicho que estaba cerca de la playa-dijo Adam, volviendo la vista hacia el trecho que habían recorrido. No era muy difícil ir saltando de piedra en piedra. Ahora ya estaban bastante lejos de la playa. A Adam no le gustaría encontrarse en el espigón cuando subiera la marea. En ese momento las olas podían sepultarles.
—No puedo recordar cada detalle-contestó Sally. —Lo único que sé es que si te metes en estas aguas, sales más ligero de peso.
Adam se volvió hacia Watch.
—El puente parece que vaya a hundirse en cualquier momento. Creo que no deberíamos arriesgarnos a cruzarlo.
—Las chicas pesan menos dijo Watch. Ellas podrían cruzar primero, para ver si resiste.
¡Watch! —gritó Sally—. ¡Eres un miedica miserable!
—Solo estaba haciendo una sugerencia completamente lógica-repuso Watch.
—Yo iré primero-propuso Cindy. —Si mi hermano ésta en el faro, soy yo quien debería correr los mayores riesgos.
Sally le dio unas palmaditas en la espalda.
—Ya me gustaría tener una hermana como tú.
Adam se interpuso entre ellas.
—No señor. Yo creo que uno de los chicos debe ir primero.
—¿Te has olvidado de que sólo hay dos chicos aquí? —preguntó Watch.
—¿Por qué eres tan gallina? —le acusó Adam—. No es propio de ti.
Watch se encogió de hombros.
—No quiero herir los sentimientos de Cindy, pero opino que las posibilidades de que su hermano éste en el faro son nulas. Y no quiero perder un brazo o una pierna por nada.-hizo una pausa y miró a Cindy, quien había bajado la cabeza a oír sus palabras. —Bueno, vale, yo iré primero.
Watch dio un paso hacia el desvencijado puente de madera. Adam lo detuvo.
—Yo peso menos-dijo. —Iré primero.
Watch echó un vistazo hacia las aguas azules del estrecho que salvaba el puente; habían comenzado a encresparse.
—De acuerdo —accedió—. Si el puente se cae, sal del agua lo más rápido que puedas.
Adam asintió, pero coma el corazón le martilleaba en el pecho. Estaba a punto de dar el primer paso cuando una mano e tocó el brazo. Era Cindy. Su rostro mostraba preocupación. Por segunda vez en ese día encontró sus ojos azules, muy bellos, tanto como su brillante pelo rubio iluminado por el sol.
—Adam, ten cuidado-le recomendó.
El muchacho sonrió.
—Estoy acostumbrado al peligro. No te preocupes.
—Sí-dijo Sally sarcásticamente. —El montañés éste creció luchando contra enormes tiburones blancos en la piscina de su casa.
Adam ignoro el comentario de Sally y se volvió hacia el puente. Los pasamanos de cuerda parecían tan viejos y gastados como las tablillas. Adam apoyó con sumo cuidado el pie sobre el primer travesaño de madera y dio un paso. Tenía que hacer un gran esfuerzo para no mirar el oleaje que se agitaba bajo sus pies. Aquel estrecho de agua parecía espantosamente profundo y frío. Si miraba fijamente creía ver extrañas formas casi a ras de la superficie.
Adam avanzó otro paso. El puente crujió y se estremeció bajo su peso. Ahora sólo se apoyaba en las endebles tablillas. Un tercer paso hizo que el puente te hundiese un poco. Desde el extremo del espigón hasta el faro sólo había unos diez metros, pero al paso que iba no llegaría nunca. Se le ocurrió que si se apresuraba, el puente no notaría tanto su peso. Era una idea arriesgada, y decididamente estúpida.
No obstante, Adam echó a correr por el puente.
Estaba llegando al final cuando la estructura cedió.
Todo el puente se vino abajo estrepitosamente.
En un momento Adam estaba corriendo y un segundo más tarde luchaba por su vida. Al golpear contra el agua se había hecho daño. Como consecuencia de ello, a sus movimientos les faltaba coordinación y, además, había tragado agua. Emergió tosiendo, luchando desesperadamente por tomar aire. Oía a sus amigos que le gritaban desde el espigón, pero no podía contestarles. Por si fuera poco, el agua le escocía los ojos. Y tiritaba agitando los brazos. ¡El agua estaba helada!
—¡Nada! —gritó Sally—. ¡Se acerca un tiburón!
En ese momento estuvo a punto de sufrir un infarto. El día que se mudó a Fantasville, un árbol casi lo había partido en dos. Pero la idea de ser devorado por un tiburón era mil veces peor. Pese a las dificultades, intentó orientarse. No sabía si se encontraba más cerca del espigón o del faro, aunque en ese momento no le importaba. Solo quería salir del agua.
—¡Yo no veo ningún tiburón! —oyó gritar a Cindy.
—¡Cuando los ves ya es demasiado tarde! —contestó Sally. ¡Adam! ¡Ponte a salvo!
Adam dejó de toser y consiguió mirar hacia donde estaban sus amigos.
—¿De verdad has visto un tiburón? —gritó, y trago agua.
Watch sacudió la cabeza.
—Yo no veo nada.
—Sí, pero tú estás casi ciego-exclamó Adam.
—Yo tampoco veo nada-intervino Cindy.
—El océano es muy grande, en alguna parte habrá un tiburón-dijo Sally con creciente impaciencia. Si no te das prisa y sales pronto del agua, no pasará mucho tiempo antes de que veas uno.
—¡Por favor! —exclamó Adam, cansado de las tonterías de Sally.
Vio que estaba más cerca del faro que del espigón decidió nadar hacía allí. Segundos más tarde estaba fuera del agua y temblando junto a la puerta del faro. Ahora sabía por qué la policía no se había molestado en comprobar la historia de Cindy. Los restos del puente golpeaban contra el espigón mientras el oleaje jugaba con los travesaños desprendido. En cierto sentido estaba atrapado, a menos que quisiera volver a correr el riesgo de que Sally viera otro tiburón.
—¿Te sientes as piernas? —preguntó Sally desde la distancia.
—Sí-respondió Adam. —Aún las tengo gracias.
—Intenta abrir la puerta del faro-le indicó Watch. —Tal vez encuentres una cuerda que puedas arrojarnos.
La puerta, obviamente, estaba cerrada. Adam miró a su alrededor buscando una piedra grande para romper el pomo. No creía que el fantasma le demandase por allanamiento de morada.
Pero esto era Fantasville. Debería haber pensado mejor lo que iba a hacer. Pero tenía frío; estaba empapado. Solo quería entrar en el faro y secarse con lo que fuera. Cogió una piedra del tamaño de su cabeza y golpeó con fuerza el pomo de la puerta. Tras el impacto la puerta se abrió de par en par.
El interior del faro estaba oscuro. No habían previsto llevar linternas. Adam avanzó unos pasos y sintió que se le aceleraba el corazón. El lugar había estado cerrado un montón de tiempo y el ambiente olía a humedad. Sus zapatos dejaban huellas en el polvo que cubría el suelo de madera. El agua le chorreaba e iba dejando un rastro de charquitos. A la luz que entraba por la puerta distinguió una escalera de hierro que seguramente llevaba a la torreta. La escalera estaba envuelta en sombras y parecía ascender por una noche irreal.
—Hola, ¿hay alguien aquí?
Sólo le contestó el eco de su voz:
Hola ¿hay alguien aquí?… aquí… aquí…
Cada repetición era más estridente que la anterior más fantasmal.
… Aquí… aquí… aquí …
De hecho, sonaba como si un fantasma le respondiera. Y no e estaba dando la bienvenida a su morada; no era un fantasma amistoso.
Vete de aquí. Vete de aquí.
Adam sintió un escalofrío.
Vete de aquí. Vete de aquí.
A su izquierda había un pequeño cuarto que debía de haber servido de almacén. En su interior había una pala, una carretilla, varios recipientes que olían a queroseno que olían a queroseno y una cuerda. La cuerda, sorprendentemente era bastante nueva y estaba en mejor estado que el resto de equipo. Volvió al exterior del faro y alzó la cuerda para que sus amigos la viesen. Watch habló por todos ellos:
—¿Quieres usarla para volver? ¿O prefieres que nosotros vayamos allí?
Cindy se adelantó.
—Quiero inspeccionar el faro-dijo. —Tengo que hacerlo.
Sally miró el agua con expresión dubitativa.
—Si la cuerda se rompe, todos acabaremos en la tripa del tiburón.
—¿Has encontrado un sitio donde atarla? —le preguntó Watch.
Adam volvió la vista hacia la escalera de hierro. En sus manos tenía una cuerda que medía sus buenos cincuenta metros. Llegaría hasta el otro lado.
—Sí; pero tendremos que balancearnos justo por encima del agua.
—Me pregunto a que atura puede llegar un tiburón de un salto-dijo Sally.
Adam arrojó un extremo de la cuerda a Watch, quien la ató a una gran piedra. Antes de que Watch completara la tarea, Adam entró de nuevo en el faro y aseguró el extremo de un barrote de la escalera. Sabía que era ridículo, pero le pareció oír aún el eco de su saludo. Aunque sólo era un débil gemido.
Vete de aquí …
Adam volvió a salir. Watch había hecho un buen nudo. La cuerda se extendía a menos de un metro por encima del agua.
—¿Quién cruzara primero? —preguntó Adam.
Cindy cogió la cuerda.
—Yo iré delante… Oye, ¿y cómo lo hago?
—Debes coger la cuerda-le explicó Watch.
Avanzas un poco y, cuando puedas, tomas impulso hasta enlazar la cuerda con las piernas. Luego sigues adelante. Ve con cuidado, no te caigas. Cindy siguió exactamente las instrucciones de Watch. Muy pronto estaba moviéndose en dirección hacia Adam. Las puntas de su rubia cabellera rozaban las pequeñas olas. Adam quería alentarla, pero no se le ocurría nada que decirle… sobre todo con Sally mirándole enfurruñada.
Adam no entendía a Sally. Había sido ella la que había decidido ayudar a Cindy. El hecho de que él hubieshe dicho un par de cosas amables sobre su nueva amiga no era razón suficiente para que Sally estuviese celosa. Eran unos críos. No era el momento de mantener relaciones amorosas. Ni siquiera sabía muy bien lo que significaba esa expresión.
—Solo unos centímetros más-dijo Adam cuando Cindy estaba llegando al otro lado. Cuando sus pies se apoyaron en las piedras, extendió el brazo y la ayudó. Cindy jadeaba, intentando recobrar el aliento.
—He pasado mucho miedo.
—¿Cuánto hace que vives en Fantasville? —preguntó Adam.
—Dos meses. ¿Y tú?
Dos semanas. Nos mudamos por el trabajo de mi padre.
Una expresión de dolor ensombreció el rostro de Cindy.
—Nosotros nos mudamos porque mi padre se murió.
—Lo siento.
—Su familia tenía una casa aquí y no pagamos nada por ella.-Cindy se encogió de hombros. —No teníamos otro lugar donde ir.
—¿No tienes más hermanos aparte de Neil?
—No.
—¡Eh! —gritó Sally desde el otro lado, con las manos en la cuerda—. Dejad de enrollaros y preparaos para rescatarme si me caigo al agua.
—Pues no tengo yo ganas de volverte a rescatar… gritó Adam.
Sally tardó más tiempo que Cindy en cruzar al otro lado. Se quejó tanto durante todo el trayecto que era un milagro que le quedaran fuerzas para sujetarse a la cuerda. Pero, finalmente, llegó junto a Adam y Cindy.
—Espero que no haya que volver con prisas-dijo Sally.
Watch se reunió con sus amigos un momento después. La cuerda había superado la prueba. Decidieron que si no había tiburones blancos en la zona, el regreso no tendría mayores complicaciones.
Entraron en el faro desierto. La planta baja estaba prácticamente vacía. Excepto por el cuarto donde se guardaban aquellos trastos y un puñado de telarañas, sólo encontraron polvo. La escalera de caracol parecía esperarles, desafiándoles a subir por sus escalones, por la obscuridad. Adam hizo un gesto hacia lo alto.-Ojalá tuviésemos una linterna.
—Cuando salimos de casa sólo íbamos a comer unos donuts-dijo Watch. Probó los escalones de hierro con un pie-La escalera parece bastante fuerte. El problema será la puerta.
—¿Por qué dices eso? —inquirió Sally.
—Aquí está obscuro-dijo Watch. —Pero la torreta del faro está tapiada. Seguramente hay algún obstáculo que impide que pase la luz; una plataforma o algo así—. Comenzó a subir la escalera. —Enseguida lo descubriremos.
—¿Vamos a subir todos? —preguntó Sally, visiblemente nerviosa.
—Puedes quedarte aquí sola si quieres-dijo Adam, siguiendo a Watch. —Pero has visto suficientes películas de miedo para saber lo que ocurre cuando uno se queda solo en un lugar oscuro.
—Yo crecí en este pueblo-dijo Sally. —Todas las noches antes de acostarme veo una película de miedo. Me relaja.-Puso el pie en el primer escalón—. Solo espero que esta escalera no se termine de golpe.
—Sería una caída muy larga-comentó Watch, que iba en primer lugar.
—Y yo sólo espero que mi hermano esté allí arriba-dijo Cindy con voz queda.
La ascensión era agotadora. En pocos minutos los cuatro estaban jadeando. Y el suelo se veía muy abajo. Adam sintió que se mareaba al mirar hacia el pie de la escalera. Además era angustioso ascender en medio de aquella obscuridad. De vez en cuando se topaban con enormes telarañas. Adam deseó tener un encendedor o algo con que alumbrarse. Cuanto más ascendían, más negra era la obscuridad, y más calor hacía. Adam estaba a punto de decirle a Watch que descansaran un momento cuando éste lanzó un grito.
—¡Ayyy! Hemos llegado-dijo Watch frotándose la cabeza.
—¿Hay alguna puerta?, le preguntó Sally, abriéndose paso entre Adam y Cindy.
—Me he dado un golpe en la cabeza… debe de haber una trampilla-dijo Watch. —No os mováis, intentaré abrirla.
Watch dio varios golpes en lo que parecía un techo de madera, pero no sirvió de nada.
—Deberías volver a usar la cabeza-sugirió Sally. —Es lo tuyo.
—Tal vez haya un pestillo-apuntó Cindy adelantándose.
Watch y Cindy recorrieron con los dedos aquel techo de madera que les impedía el paso. De pronto se oyó un clic y un rayo de luz los iluminó. Venía de los ventanales de la torreta.
El lugar estaba lleno de polvo y había telarañas por todas partes. La capa de polvo era particularmente espesa en el enorme espejo que se curvaba detrás del gigantesco reflector que había en el centro de la habitación. Watch pasó los dedos sobre el espejo y Adam se sorprendió por el brillo del metal debajo del polvo. Las dos lámparas que formaban el núcleo del reflector no estaban protegidas con cristal; ambas sobresalían cerca del centro del espejo como dos ojos al acecho. Watch examinó el reflector durante unos momentos, y comprobó los cables.
—Este chisme no ha estado en funcionamiento desde hace un porrón de años-dedujo finalmente.
Cindy estaba confundida.
Pues funcionaba perfectamente hace dos días.
—¿Estás segura de que la luz venía de aquí? —preguntó Adam.
—Del todo-dijo Cindy.
Watch no parecía estar muy convencido.
—Estos cables están hechos polvo. No creo que puedan transmitir la corriente.
—Yo sé muy bien lo que vi-dijo Cindy.
Echó un vistazo al resto de la habitación. —Neil tiene que estar en alguna parte-añadió con una nota de desesperación en la voz.
Adam trató de animarla.
—Si un fantasma secuestró a tu hermano, ha debido llevárselo a cualquier otro sitio.
Cindy suspiró.
—O sea, me estás diciendo que Neil podría estar en cualquier parte, que es como suponer que no lo encontraremos jamás.
—No-negó Adam rápidamente. —Quería decir que la búsqueda no ha hecho más que comenzar. Vamos a inspeccionar esto detenidamente. Allí no había mucho que inspeccionar. Además del reflector, había un escritorio de madera y una silla, un catre y un cuarto de baño que parecía no haber sido utilizado en siglos. El grifo no funcionaba. Cuando intentaron abrirlo, en lugar de agua salió un ligero olor a gas.
Pero, en uno de los laterales del escritorio, Sally encontró algo. Talladas en la vieja madera, a ambos lados de un corazón torpemente grabado, podían leerse dos palabras: «Mamá» y «Rick». Parecía haberlo hecho un niño. Adam miró a Sally y Watch.
—¿Sabéis quién fue el último farero?
—He oído que fue un vampiro-dijo Sally.
Watch sacudió la cabeza.
—No. El vampiro era el tío de la tienda de cebos que había en el muelle. Bum me dijo que la última persona que estuvo a cargo del faro fue una mujer… una mujer mayor.
—¿Está muerta? —preguntó Cindy.
—En Fantasville, la mayoría de los mayores se muere-dijo Sally.
Watch asintió.
—Estamos hablando de hace más de treinta años, Seguro que a mujer murió hace tiempo.
—Para ser fantasma uno tiene que morirse primero dijo Sally.
—¿Y de ese Rick sabéis algo? —les interrogó Adam.
Watch les indicó que no.
—No sé lo que pudo haberle pasado. Tal vez Bum pueda decirnos algo, si podemos encontrarle. También podríamos ir a la biblioteca y mirar en los archivos o en los periódicos viejos.
Sally hizo una mueca.
—¿Tenemos que ir a la biblioteca?
—¿Qué tienes contra la biblioteca? —preguntó Adam.
—El bibliotecario es un poco raro-le dijo Watch.
—¿Un poco? —dijo Sally—. Cuando vas a sacarte la foto para el carné de la biblioteca, es como si te sometiera a una sesión de rayos X. Cuando buscas un libro le gusta mirarte los huesos para asegurarse de que estás sano. Y a veces te deja encerrado en las salas de lectura. Por si se te ocurre robar algo. La última vez que fui a la biblioteca estuve prisionera dos noches antes de que me dejara salir. Me leí todos los números de Time y Fangoria de los últimos diez años.
—Al menos aprovechaste el tiempo-dijo Watch.
—El señor Spiney también te obliga a beber leche cuando vas-explicó Sally. —». No quiero que se rompan los huesos antes de tiempo»… suele decir. Y juro que una vez le vi cavando en el cementerio. He oído decir que en su casa tiene un armario lleno de esqueletos.
—Vale, lo tendremos en cuenta-dijo Adam, quien no deseaba soportar la paliza de otro diálogo entre Sally y Watch. —Vamos a la biblioteca—. Se detuvo y se volvió hacia Cindy. —Si a ti te parece bien.
Cindy asintió tristemente.
—Tenía tantas esperanzas de encontrar a Neil aquí…
Adam le palmeó la espalda.
—Estamos haciendo progresos. Eso es lo importante.
Comenzaron a bajar por la escalera. Watch encabezaba la marcha.
Entonces se encendió la luz.
Por alguna misteriosa razón, la luz no estaba dirigida hacia el mar si no que enfocaba la escalera. Ya habían descendido unos cuantos escalones cuando el rayo de luz cobró vida. Cindy, que apenas sí había dado un paso, se giró y quedó cegada al igual que todos ellos. Tropezó y cayó por la barandilla. Adam alcanzó a ver un bulto que se precipitaba y oyó el grito de Cindy. Sin estar muy seguro de lo que hacía, se asomó por la escalera y extendió el brazo.
El reflector se apagó.
Adam sólo veía estrellas y poco más. Pero unos segundos después se dio cuenta de que aferraba una de las manos de Cindy y que ella se debatía desesperadamente en el vacío. Si se soltaba o si él no podía soportar el peso, Cindy caería desde una altura de cuarenta metros. Adam gritó a Watch:
—¡Ayúdame!
—¡No la veo! —grito Watch, limpiando las gafas con su camisa. Watch tenía la peor vista de todos ellos.
¡Estoy aquí! —chilló Cindy. La trampilla que daba acceso a la torreta estaba abierta. Cindy había caído por el lado opuesto de la escalera. Cuando Adam recuperó la visión, descubrió los pies de Cindy agitándose en el vacío. Sally se arrodillo junto a él y empezó a buscar la otra mano de Cindy.
—¡No te soltaremos! —gritó Sally.
—¡Me haces daño en la mano!, se quejó Cindy.
—Lo siento-dijo Sally.
—Watch-llamó Adam alarmado, al sentir que la mano de Cindy se deslizaba de la suya, —ponte las gafas y cógela de los pies. Voy a perderla.
Watch se frotó los ojos.
—No veo nada. Cindy, sigue hablando. Yo haré lo mimo.
—Vale-contestó Cindy respirando entrecortadamente. —No sé… Siempre me han dado miedo las alturas… Tampoco me gustan los fantasmas. Pero me gustan los helados. Y el colegio. También me gusta cantar. Y algunos chicos.
—¿Qué chicos? —inquirió Sally.
—¡Ya te tengo! —exclamó Watch cogiendo a Cindy por los pies.
—¿Seguro? —preguntó Adam.
—No la sueltes todavía si es eso lo que quieres saber-dijo Watch empujado a Cindy hacia arriba.
—¿Tú qué crees que quiere saber? —preguntó Cindy indignada. Pero en ese momento sus pies se apoyaron en algo sólido—. ¡Por fin! ¿Es la escalera lo que estoy pisando?
—Espero que sí-dijo Watch sosteniéndola. —Aún no veo nada. Ahora sube una pierna y luego otra… Estás a salvo.
Adam soltó a mano de Cindy.
—Vaya-exclamo. —Por un pelo—. Se volvió hacia Watch y le soltó: —Habías dicho que el reflector no podía encenderse.
Watch subió los escalones seguido de Cindy.
Luego examinaron los cables. Watch sacudió la cabeza.
—¿Habéis tocado algo? —preguntó.
—No -contestaron Adam y Sally.
—No entiendo cómo puede haberse encendido —dijo Watch—. Estos cables están gastados.
—¿Es posible que exista otra fuente de energía? —le planteó Cindy.
Los cuatro se miraron.
Entonces oyeron un sonido.
Un sonido débil, semejante a un gemido.
Parecía venir de muy lejos. De algún lugar del océano. Pero no estaba tan lejos como para meterles miedo en el cuerpo. Echaron a correr escaleras abajo y salieron del faro a toda prisa.
En un suspiro, pasaron por la cuerda y se plantaron en el espigón. Decidieron que ya averiguarían más tarde qué había sido aquel gemido.