10
Mientras tanto, Sally y Watch estaban muy ocupados. Cuando el reflector se encendió, los dos comenzaron a tambalearse deslumbrados, haciendo exactamente lo que Watch les había dicho que no debían hacer. Esta vez fue Sally la que estuvo a punto de precipitarse a través de la primera trampilla.
—¿Qué está pasando? —repitió Sally—. ¿Qué es ese horrible sonido?
—Me parece que el fantasma se ha despertado-dijo Watch, haciendo visera con la mano para bloquear la luz que lo deslumbraba.
Oyeron gritos que venían de arriba, pero no entendían las palabras.
—¡Debemos rescatar a Adam! —exclamó Sally.
—¿Y qué me dices de Cindy? —preguntó Watch.
—Podemos salvarla a ella también. Deprisa, tenemos que subir al escritorio y luego a la silla.
—No-la detuvo Watch. —Es evidente que él fantasma está allá arriba. Adam y Cindy están atrapados. Si subimos, nos cojera a nosotros también.
—Eres un cobarde-dijo Sally. —No podemos abandonarlos.
No estoy diciendo que tengamos que abandonarlos-dijo Watch. —Pero creo que es un fantasma con grandes poderes. Fue capaz de coger a Neil y llevárselo del espigón. Debemos inutilizar su fuente de energía, su fuente de poder.
—¿Y cuál es? —preguntó Sally.
Watch señalo hacia el cegador haz de luz que provenía del reflector.
—Ahí. Cada vez que se enciende el reflector, aparece el fantasma.
—¡Tienes razón! Debemos romper las lámparas.
Parecía bastante sencillo. El problema fue que cuando Watch levantó la silla para arrojarla contra el reflector el mueble ni siquiera pudo acercarse a él, ya que choco contra el haz de luz como si hubiese golpeado contra un campo de fuerza. La madera se hizo pedazos y las astillas salieron volando en todas las direcciones. Watch retrocedió tambaleándose y hubiese caído al suelo si Sally no lo hubiera cogido de un brazo.
—Creó que el reflector también está embrujado-dijo ella.
Watch se irguió y asintió gravemente.
—Pero sigo creyendo que podemos inutilizarlo. ¿Recuerdas que Adam dijo que abajo había latas de queroseno? Yo no entre, pero estoy convencido de que el reflector funciona mediante un generador que hay dentro del faro. Quizás éste en el almacén. Es probable que el generador funcione con queroseno. Los cables deben pasar casi a ras del suelo. Estoy seguro de que el viejo tendido eléctrico de la ciudad no basta para darle energía a este reflector. Los cables están demasiado gastados.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Sally.
—Iré abajo e inutilizaré el generador. Espero que eso deje sin luz al reflector y haga desaparecer al fantasma.
—Jo, qué ideas tienes-dijo Sally. —Y yo, ¿cómo puedo ayudar?
Watch miró hacia arriba. Se oían muchos ruidos; todo hacía suponer que Adam y Cindy no lo estaban pasando muy bien.
—Tal vez haya algo que puedes hacer para detener al fantasma mientras yo llego al generador.
—¡Qué!
—He estado pensando en ese artículo que leímos en la biblioteca. Decía que el nombre de la encargada del faro era Evelyn Maey. Y también sabemos que su hijo se llamaba Rick.
—¿Y qué?
—Ya conoces al personal del desastre diario. Son muy poco cuidadosos. ¿Y si accidentalmente olvidaron la letra «K»? ¿Y si su apellido era en realidad Makey?
Sally parpadeo.
—¿Makey, cómo Cindy?
—Sí. Cuando fuimos a buscar los equipos de submarinismo, Cindy me comentó que el nombre de su padre era Frederick, pero que su madre siempre lo llamaba Fred. ¿Pero, y si la abuela de Cindy lo hubiese llamado Rick?
Sally se quedó boquiabierta.
—¿Estás diciendo que el padre de Cindy podría haber sido el niño que fue arrastrado mar adentro hace treinta años?
—Sí. Recuerda dónde vive Cindy ahora. En la casa de su padre, que no está muy lejos del faro.
—¡Es verdad! ¡Cindy debe ser la nieta del fantasma! ¡Watch eres un genio!
—Lo he sabido desde los cuatro años.
—Espera-dijo Sally. —El periódico decía que no lograron encontrar al pequeño Rick.
—Y Cindy dijo que su padre se crió en un orfanato. Es probable que fuese arrastrado mar adentro y el oleaje lo devolviera días después a otra playa, tal vez por San Francisco. No es extraño que nunca encontrase el camino de regreso a su casa.
—Y la señora Makey murió sin saber que su hijo no había muerto-dijo Sally. —Por eso se convirtió en un fantasma amargado y cruel.
—Por eso y por vivir en éste pueblo-añadió Watch.
Sally tenía una última duda.
—Pero el padre de Cindy volvió a Fantasville cuando ya era adulto para reclamar la casa de su madre. Sabía dónde estaba.
—Tal vez el recuerdo de Fantasville solo apareció cuando se hizo mayor-convino Watch.
Sally asintió.
—Quizá sus padres adoptivos eran mucho más agradables que esa vieja bruja. Y, claro, no querría regresar a su casa natal.
Fantasville es un pueblo demasiado cruel ara querer regresar al hogar -agregó Watch.
Oyeron un fuerte ruido arriba.
Sonó como si un cuerpo se hubiese estampando contra el suelo.
—Tu vete a buscar ése generador-decidió Sally. —Yo me encargare del fantasma. Watch bajó las escaleras corriendo. Sally buscó otra entrada para subir a la buhardilla. En la parte exterior de la torreta, había un balcón de madera. Sally ya lo había visto desde el espigón, pero lo había olvidado. Se preguntó si subiéndose a la barandilla del balcón podría entrar en el ático. Decidió que merecía la pena intentarlo.
Cogió la silla y la estrelló contra uno de los ventanales. Los cristales se rompieron y pudo salir al balcón sin hacerse un rasguño. En ese momento descubrió una puerta que daba al balcón. No había necesidad de romper la ventana. Bueno, pensó, que le pasaran la factura a Cindy. Sally estaba en el balcón exterior examinando la alta pared que remataba la torreta para saber si sería capaz de soportar su peso, cuando una lluvia de yeso y madera comenzó a caer sobre ella. Al volverse se sorprendió ver a Adam colgando en el aire.
Sally extendió el brazo y consiguió coger milagrosamente a Adam de un brazo. Adam quedó con los pies meciéndose a cincuenta metros de las rocas donde rompía el mar.
—¡Adam! —gritó, haciendo un enorme esfuerzo para sostenerlo—. Pero ¿qué has hecho?
Adam alzó la vista con los ojos desorbitados.
—Pensé que había llegado mi última hora-dijo con dificultad. —Súbeme. Deprisa.
—¡Lo intento! —pesas mucho.
—Ya sabes, es por mi alta densidad.
Sally consiguió elevar a Adam lo bastante como para permitirle apoyar un pie en el balcón.
Desde allí no tuvo mayores problemas en salvar la barandilla y aterrizar sano y salvo juntó a Sally.
Adam se tomó un momento para recobrar el aliento y orientarse. Sally le explicó la teoría de Watch sobre el parentesco de Cindy con el fantasma del faro. En realidad, Sally se atribuyó todo el mérito de establecer la conexión entre ambos.
Las noticias intrigaron a Adam. Sally también le explicó el plan de Watch. Adam hizo un gesto hacia el agujero de la pared que había por encima de sus cabezas. El mismo agujero por el que el fantasma acababa de lanzarlo al vacío.
—Tenemos que volver allí-dijo. —El fantasma intentara matar a Cindy.
Cindy es una chica muy fuerte. Puede cuidar de sí misma.
—¡Sally!
—Era sólo una broma. ¿Habéis visto alguna señal de Neil allá arriba?
—Sí. Encima de la buhardilla hay otra habitación. Pero ayúdame a mantener el equilibrio en la barandilla. Ahora no hay tiempo para charlas. Sally sostuvo a Adam mientras él se izaba sobre la barandilla. Desde allí no tuvo dificultad para alcanzar el agujero que el fantasma había abierto en la pared. El único problema era que Sally no podía seguirle. Ella no tenía a nadie que la sostuviera sobre la barandilla para subir hasta el ático.
—Tendrás que vértelas solo con el fantasma-gritó ella desde abajo mientras Adam desaparecía por el agujero. Permaneció en el balcón, Casi esperando que Adam volviese a caer por los aires. Era un chico muy dinámico.
En el interior del ático, Adam se encontró con un espectáculo aterrador. El fantasma había cogido a Cindy y la estaba arrastrando por la escalerilla que conducía al desván, probablemente para encerrarla junto a su hermano. Pero Cindy se debatía con furia para impedírselo. Tenía un mechón del pelo del fantasma en su mano y tiraba con fuerza de él. Algo que obviamente, al fantasma no le gustaba en absoluto. El aullido de la horrible criatura se tiño de rabia y dolor. Adam tuvo que gritar con todas sus fuerzas para que lo oyera.
—¡Señora Makey! —gritó—. ¡Esta chica es Cindy Makey, su nieta!
El fantasma se detuvo y miró a Adam. Cindy hizo lo mismo.
—Yo no tengo nada que ver con esta horrible criatura-afirmó Cindy.
Adam avanzó un paso.
—¿Cómo se llamaba tu padre?
—Frederick Makey. ¿Por qué?
Adam se acercó un poco más y le habló al fantasma.
—¿Cómo se llamaba su hijo señora Makey?
El fantasma soltó a Cindy y se quedó inmóvil, mirando fijamente a Adam. El fuego que ardía en sus ojos pareció debilitarse y, de pronto, su rostro perdió su aspecto aterrador. El halo de luz que lo rodeaba se atenuó hasta convertirse en un pálido resplandor.
—Su hijo se llamaba Frederick Makey-prosiguió Adam. —El fantasma del barco que se hundió junto al arrecife no se llevó a su hijo. Tenemos su esqueleto en el faro y puede hablar con el si lo desea. El barco chocó contra el arrecife porque el capitán estaba borracho, no porque la luz del faro se hubiese apagado. A Rick se lo llevó una ola mar adentro. Debió de aparecer lejos de aquí y ya no supo regresar a casa. No murió aquella noche de hace treinta años. Con el tiempo se casó y formó una familia—. Adam hizo una pausa. —De verdad, señora Makey, Cindy es su nieta.
El fantasma se volvió hacia Cindy y extendió una mano para acariciarle el pelo. Pero una sombra de duda cruzó por su rostro y se detuvo. Adam sabía que debía actuar deprisa.
—Cindy-dijo. —Dile a la señora Makey algo que sólo ella y su hijo podían saber.
—No comprendo-musitó Cindy, aún de pie en la escalera, muy cerca del fantasma.
—Algo que su madre le enseñó de pequeño-dijo Adam. —Cualquier cosa que él luego te enseñara a ti.
Cindy reflexionó un instante.
—Mi padre me enseñó una canción. Él la sabía desde que era un crío, pero no sé quien pudo habérsela enseñado.
—Venga, recita la letra —la instó Adam.
Cindy recitó el poema:
El océano es una dama,
amable con todas las personas.
Pero si olvidas su terrible humor,
sus aguas frías, las montañas que forman sus olas,
entonces puedes caer
en una tumba de heladas sombras,
donde de alimento a los peces servirás.
El océano es una princesa
amable y hermosa.
Pero si te aventuras en las profundidades,
en los dominios de las sombras
Entonces te despertarás
en una tumba horrorosa,
donde de alimento a los tiburones servirás.
—Es un poema horroroso-dijo Cindy cuando hubo terminado.
—Por favor, deja de emplear palabras como «feo» u «horroroso» delante de la señora Makey-dijo Adam. El rostro del fantasma tenía una expresión pensativa. Adam le habló con voz tenue: —¿le enseñó usted ese poema a su hijo?
El fantasma asintió lentamente y, mientras lo hacía, una lágrima resbalo por su mejilla. La lágrima no parecía agua, si no un pequeño diamante. La gotita destellaba bajo la poderosa luz del reflector.
Una vez más el fantasma se volvió hacia Cindy. Adam supo que quería saber la señora Makey. Y Cindy también. La niña extendió la mano y toco el hombro del fantasma.
—Mi padre era muy bueno-susurró. —Tuvo una vida muy feliz. Se casó con una mujer maravillosa y tuvo dos hijos—. Luego bajo la cabeza y por sus mejillas también corrían lágrimas. —Murió hace un par de meses en un incendio.-Cindy sollozó—. Lo siento. Sé que lo echa de menos. Yo también.
Entonces el fantasma hizo algo verdaderamente asombroso. Abrazó a Cindy. No, más que eso, la consoló, y Cindy hizo lo propio con el fantasma de su abuela. Ambas lloraron abrazadas durante varios segundos, aunque Adam no oía el llanto del fantasma. Entonces la intensa luz que se filtraba a través de las tablas del suelo se hizo más débil.
Cindy y el fantasma se separaron.
Adam dio un paso hacia ellas.
—Watch ha cortado la corriente.-Lo siento. No sé si esto le hará daño. Nuestro amigo sólo trataba de salvarnos la vida.
Para sorpresa de Adam, el fantasma sonrió y movió la cabeza, como si quisiera decir que lo entendía. Cindy tuvo la misma impresión.
—No creo que le preocupe demasiado-dijo Cindy. —Me parece que ahora quiere irse—. Cogió la mano del fantasma y le dijo con gran emoción: —¡Podrá ver a mi padre! ¡A su hijo!
El fantasma sonrió aún más. Abrazó a Cindy por última vez e hizo un gesto con la cabeza en dirección a Adam. Como si le estuviera dando las gracias por lo que había hecho.
Luego la luz se apago y quedaron sumidos en una profunda obscuridad.
Al principio pareció que todo estaba en tinieblas. Luego Adam vio que su linterna estaba encendida. La recogió del suelo. Su luz parecía sumamente débil después de la intensa luminosidad del reflector.
El fantasma se había ido.
Cindy se dirigió hacia el desván.
Un momento más tarde volvió a aparecer con un niño de cinco años cogido de la mano.
—¡Neil! —exclamó entre sollozos.
—¡Cindy! —Su hermano estaba radiante de felicidad—. ¿Has matado al fantasma?
—No-dijo Adam. —Solo le indicamos el camino hacia su casa.
Pero sus aventuras aún no habían terminado.
Los tres olieron el humo de inmediato.
Adam corrió hacia la trampilla y la abrió fácilmente. Lo que vio abajo aún le inquieto más. A través de la abertura que conducía a la escalera de caracol se veían unas enormes llamas anaranjadas. Sally había entrado en el faro y también miraba hacia la planta baja. Antes de que Adam pudiera decir nada, Watch asomó la cabeza por la trampilla que se abría a la torreta. Tenía una radiante sonrisa en los labios.
—He destruido el generador-le comunicó a su amiga.
—¿Qué has hecho? —gritó Sally—. ¿Volarlo en mil pedazos?
—Pues sí, ni más ni menos-dijo Watch, subiendo al cuarto del reflector. Echó un vistazo hacia las llamas que invadían rápidamente el interior del faro. La sonrisa desapareció de su rostro. Cuando añadió: —Es una lástima que en este lugar no haya un extintor de incendios.
—¡Estamos atrapados! —gritó Sally—. ¡Vamos a morir!
—¡Yo no quiero morir quemada! —susurró Cindy junto a Adam, con el miedo temblando en su voz.
—No vamos a morir-aseguró Adam. —Hemos llegado demasiado lejos como para que eso ocurra…Se dirigió a todos ellos—: Tendremos que saltar al mar desde el balcón.
—Tú alucinas-dijo Sally. —Una caía desde esa altura nos matará.
—No necesariamente-apuntó Watch. —Es la tensión superficial del agua la que produce el choque. Pero si esa tensión puede romperse justo antes de que saltemos al agua, no nos pasará nada.
—¿Qué es la tensión superficial? —le preguntó el pequeño Neil a su hermana.
Ella le acarició la espalda.
—Te lo explicaré más tarde, cuando Watch me lo haya aclarado a mí.
—¿Quieres decir que podríamos salvarnos si tiramos antes una tabla o algo parecido? —dijo Adam.
—Exacto-asintió Watch. —Bajad aquí. Quitaremos algunas maderas de la barandilla del balcón.
Adam ayudó primero a Neil y Cindy a bajar por la escalerilla extensible y luego los tres se descolgaron hasta la habitación del reflector. Todos salieron al balcón. Se había levantado un viento fuerte y helado. Las ráfagas les agitaban el pelo. Varias decenas de metros más abajo se levantaban grandes olas que chocaban contra las piedras del espigón. La marea había subido mucho en los últimos minutos. No les costó mucho romper la barandilla para conseguir las tablas que necesitaban. Muy pronto, cada uno de ellos contaba con un par de tablones.
Pero se les estaba agotando el tiempo. Las llamas irrumpieron vorazmente en la torreta. Las lámparas estallaron con una lluvia de cristales y chispas. Una luz anaranjada bañaba todo el faro.
El calor se hacía insoportable.
—¿Debemos tirar las maderas antes de saltar nosotros? —preguntó Sally.
—No-dijo Watch. —No podríamos caer junto con ellas. Debemos soltar las tablas justo después de saltar. Las maderas deberían golpear el agua un segundo antes que nosotros.
—¿Y qué pasa si me doy un golpe con una? —preguntó Sally.
—Entonces morirás-sentenció Watch.
Después de eso ya no hubo nada más que decir. De todas formas tampoco había tiempo para seguir hablando. El fuego comenzaba a invadir el balcón. Una densa nube de humo llenaba el aire. Resultaba casi imposible respirar. Todos tosían. Los cinco se apartaron de la abertura que acababan de practicar en la barandilla. Necesitaban tomar impulso para caer en el agua, más allá de las rocas. Cindy cogió a Neil en brazos y se negó a separarse de él, aunque Adam se había ofrecido a hacerse cargo del niño. Adam comprendió que debería lanzar las maderas de Cindy por ella. Todos se hicieron una señal con la cabeza y para saltar al abismo que se abría bajo sus pies.
Saltaron hacia el vacío.
Era más aterrador de lo que habían imaginado.
Adam sintió que caía y caía… El viento helado le golpeaba el rostro y le agitaba el pelo. Las rocas y las olas parecían formar una espiral y la tierra ocupar el lugar del cielo. Ya ni sabía cuál era la parte de arriba y cuál la de abajo. Pero recordó lanzar los tablones.
Entonces oyó un estrépito increíble. Adam sintió como si hubiese caído dentro de una trituradora.
Todo se volvió negro y frío. Comprendió que estaba bajo el agua. No veía a sus amigos y, por el momento, tampoco pudo preocuparse por ellos. Nadó hacia la superficie, esperando orientarse en la dirección correcta. Unos segundos después su cabeza emergió al aire de la noche. Era una sensación maravillosa respirar aire puro. Fue el primero en salir a la superficie. Pero los demás no tardaron en hacer lo mismo; sus cabezas fueron asomando en medio del oleaje.
—¿Sabes nadar? —le gritó a Neil.
—Soy un campeón-le dijo el niño con orgullo.
Todos comenzaron a nadar hacia el espigón, donde habían sujetado el extremo de la cuerda. Tuvieron que calcular muy bien el momento de subir al espigón para que las olas no los aplastaran contra las rocas. Pero, finalmente, la noche les dio un respiro. Las olas se calmaron y muy pronto llegaron a su destino: alcanzaron unas rocas desde donde pudieron saltar a tierra firme. Cindy estaba feliz y emocionada por haber encontrado a su hermano con vida. Lo abrazaba con fuerza y lo cubría de besos. Adam se alegraba por los dos. Tu madre se llevará una enorme sorpresa al ver a tu hermano -le dijo a Cindy.
—Eso es decir poco-dijo Cindy. —Por cierto, te presentaré a mi madre. Le gusta conocer a todos los chicos con los que salgo.
Aún no está claro si tú y Adam vais a mantener ésa relación -soltó Sally.
Cindy sonrió.
—Creo que todos vamos a ser muy amigos.
Incluso tú y yo Sally.
—Ya veremos-repuso esta última. Pero luego sonrió y dio unas palmadas a Watch y Adam en la espalda. —Otra misión heroica coronada por el éxito. Buen trabajo, colegas.
—Pero fuiste tú quien descubrió el misterio.-dijo Adam, —de no ser por ti, el fantasma hubiese acabado con todos nosotros.
—¿De qué estás hablando? —intervino Watch.
—Nada, nada-zanjó Sally. —Te lo explicaré más tarde.-Señaló hacia el mar—. Es asombroso que no veamos ningún tiburón. A lo mejor estas aguas no son tan peligrosas como había imaginado.
Pero Sally había hablado antes de tiempo.
Una enorme aleta pasó en aquel momento a unos metros de ellos.
Los cinco saltaron a la roca más grande que encontraron y se abrazaron con fuerza.
—Nunca olvides dónde vivimos-susurró Adam.
—Y que lo digas-suspiró Sally.
De regreso a casa se detuvieron a comer unos donuts. Excepto Neil, todos pidieron café. Necesitaban tranquilizarse. El día había sido bastante movido.