6
Tardaron más de una hora en llevar todo el equipo de submarinismo hasta el extremo del espigón. Adam no imaginaba que las botellas de oxígeno pesaran tanto. Acabaron pidiendo prestado un carrito en el supermercado para llevar todos los trastos. Pero no podían llevar el carrito por las piedras del espigón. Adam acabó rendido.
—Necesito descansar un rato-dijo mientras dejaba una botella sobre la superficie plana de una de las rocas que remataban el espigón. El equipo de submarinismo parecía enormemente complicado. Adam no creía que aprendiera a utilizarlo. En unos pocos minutos. Además, no podía dejar de pensar en los tiburones. No quería pasarse el resto de su vida llevando un apodo como Spielberg.
—Tal vez no sea una buena idea-dijo Watch.
Se está haciendo tarde. Conviene sumergirse cuando hay buena luz. Cuanto antes nos metamos en el agua, mejor. Adam hizo un gesto hacia el equipo.
—¿De verdad crees que podrás enseñarme a utilizar todos esos chismes?
—No te estarás echando atrás, ¿verdad? —preguntó Sally con fingida dulzura.
Adam comenzó a defenderse, pero Cindy se adelantó y habló por él:
—Adam no es ningún gallina. Fue el primero en cruzar hasta el faro, por si lo habéis olvidado. A Sally no le gustaba que otra chica le llevase la contraria, ni siquiera a una a quien se suponía deseaba ayudar. Agitó un dedo ante las narices de Cindy.
—No olvides que fui yo quien decidió rescatar a tu hermano-dijo Sally. —Además, Adam y yo somos muy amigos desde hace mucho tiempo. Y puedo llamarle «gallina» cuando quiera. No se molesta.
—Yo no diría tanto-replicó Adam.
—Y hace sólo un par de semanas que vive en el pueblo-agregó Watch.
—Tengo la impresión de que estás celosa o algo por el estilo-dijo Cindy.
Sally lanzó una risita despectiva.
—¿Por qué habría de sentir celos de ti?
—Creo que es Cindy quien debería hacerte esa pregunta-dijo Adam.
Sally estalló.
—¿Por qué te pones siempre de su parte?
—Te recuerdo que debemos meternos cuanto antes en el agua-dijo Watch.
—No me pongo siempre de su parte contestó Adam a Sally. —Deberías tranquilizarte un poco. No te lo tomes todo como algo personal.
Sally estaba furiosa.
—Ya veremos lo tranquilo que estarás tú cuando aparezca uno de esos tiburones asesinos.
Adam no hizo ni caso.
Mientras se colocaba el equipo de submarinismo, Adam no dejaba de preguntar por cada una de las piezas.
—Sólo tienes que recordar que debes respirar por la boca. Y cuando subas a la superficie, no vayas demasiado deprisa.-le explicó Watch. —Si notas que te ahogas, escupe en tu regulador.
—¿Qué es eso?
—La boquilla. Además, si te entra agua en la máscara, sujétala con una mano y sopla por la nariz. La presión de aire expulsará el agua que se haya acumulado.
Adam se estaba poniendo nervioso.
—¿Es normal qué esta especie de gafas se llene de agua?
—A veces pasa-dijo Watch.
—Entonces no puedes ver quién o qué se acerca a ti-intervino Sally.
Watch levantó una de las botellas y la colocó a la espalda de su compañero. Adam tuvo la sensación de encontrarse en Júpiter, donde la gravedad es cuatro veces superior a la de la Tierra. Apenas si podía moverse.
—Tan pronto como te sumerjas, ya no sentirás el peso-dijo Watch. Señaló hacia un punto situado a unos cincuenta metros de la costa. —¿Ves la línea dónde el agua cambia de color?
—Si -contestó Adam. En el sitio donde señalaba Watch el color del agua era de un azul más claro.
—Hasta allí llega el arrecife-le indicó Watch. —Es probable que el barco se hundiera cerca. Peo el arrecife se extiende a lo largo de medio kilómetro. Tendremos que buscar durante un buen rato.
—¿Cuánto tiempo dura el oxígeno de la botella? —preguntó Adam mirando el indicador de presión. Marcaba «3000». No tenía ni la más remota idea de lo que podía significar eso.
—Una hora, si no nos sumergimos demasiado-dijo Watch. —Cuando marca «0» es que te has quedado sin aire.
—¿Y qué haremos si aparece un tiburón? —soltó Adam.
—Rezar -intervino Sally.
—Ir hacia el fondo-la contradijo Watch. —Y rezar.
Justo antes de que Adam saltara al agua, Cindy se acercó a él y le estampó un beso en la mejilla. Nunca le había besado una chica, salvo su madre, pero eso no contaba. No sabía qué hacer. Estaba demasiado atemorizado para devolverle el beso, además Sally estaba delante. Su boca parecía ahora la de un tiburón. Adam se limito a sonreír y darle ánimos.
—Vamos a encontrar a tu hermano.
Cindy le habló, mirándolo a los ojos.
—Sé que lo encontrarás, Adam.
—Jo-musito Sally. —Tendrá suerte si vuelve entero.—
Pero al momento se enterneció y apoyó la mano en el brazo de Adam. —Era broma. Sed prudentes.
—Si de verdad fuéramos prudentes no nos meteríamos en el agua-dijo Watch.
Watch abrió la válvula de oxígeno de la botella de Adam y ambos saltaron al agua. Adam comenzó a hundirse casi de inmediato. Jamás se había sumergido en el mar y le maravillaba todo lo que veía. A su alrededor nadaban cientos de peces de múltiples colores. Los rayos de sol se filtraban a través de la superficie del agua creando una luz como la de un sol extraterrestre.
Los dos descendieron poco a poco hasta llegar a diez metros. Adam leyó el indicador de presión. Lamentablemente a esa profundidad estaba mucho más obscuro que en la superficie. Apenas si alcanzaba a ver un par de metros en cualquier dirección. Watch dejaba escapar un collar de burbujas junto a él mientras le hacía un gesto con el pulgar indicándole que todo marchaba bien. Adam repitió el signo.
Watch tenía razón en una cosa. Adam se sentía completamente ingrávido, era como si estuviese en el espacio exterior. Era una sensación maravillosa e indescriptible y decidió que había sido una gran idea participar en esta aventura.
Watch señaló hacia el fondo quería que Adam lo siguiera. Adam asintió con la cabeza. Era curiosa esa forma de comunicarse mediante gestos. Avanzaron lentamente y Adam descubrió que nadaba a mayor velocidad si no empleaba los brazos, utilizando solo las aletas. Se sentía muy cómodo bajo el agua y su temor a los tiburones casi se había esfumado.
Observó cómo sus burbujas ascendían hacia la superficie. Se preguntó si Cindy y Sally podrían verlas.
Dos minutos después se encontraban en el arrecife. Habían bajado a unos quince metros de profundidad y estaba tan obscuro como media hora después del ocaso. El arrecife no era de coral, si no de rocas dentadas. Watch le había explicado que el coral sólo crece en aguas cálidas. Mientras lo recorrían, buscando alguna seña del barco, Adam se imaginó que estaba flotando en la superficie de alguna luna remota. Pese a la obscuridad todo estaba teñido de un hermoso colorido. Le hubiese gustado tener una cámara y tomar fotos para enseñaras en casa. Sabía que no creerían una sola palabra de su historia si no les llevaba una prueba.
Él tampoco lo hubiese creído.
Watch le dio una linterna. Adam no sabía por qué no se la había dado cuando estaban en la superficie; imaginó que Watch debió de temer que la perdería antes de acostumbrarse a estar bajo el agua. Las linternas eran pequeñas y su luz no era muy potente pero alcanzaba para iluminar las rocas. Adam movió el haz de luz en todas direcciones buscando algún resto del Halifax.
Llevaban recorriendo el arrecife treinta minutos cuando, de pronto, Adam notó que algo se le deslizaba por su cuerpo. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que Watch no le había ajustado el cinturón de lastre. Estaba a punto de soltarse. Adam sabía que los lastres servían para mantenerse sumergido. Y no había olvidado que sus pulmones estallarían si ascendía a la superficie demasiado deprisa. Una punzada de pánico recorrió todo su cuerpo. En lugar de coger el cinturón aferro el brazo de Watch y le mostró desesperadamente lo que estaba sucediendo. Watch miró hacia donde Adam le señalaba.
En ese instante, el cinturón de lastre de Adam se soltó definitivamente.
El cinturón cayó como una piedra y desapareció en una grieta.
Adam sintió que comenzaba a ascender. Muy deprisa.
«Oh, no», pensó. Sus pulmones iban a estallar como si fuesen de cristal.
Muy pronto podría ver su propia sangre invadiendo la mascarilla.
Moriría. Su cuerpo serviría de pasto para los peces. Pero Watch le cogió con fuerza las piernas y trató de sujetarlo, sacudiendo la cabeza. Adam no necesitaba que su amigo se lo recordase. Sabía perfectamente que debía ascender despacio. Pero sin el cinturón de lastre, era imposible. Watch tiró de él hasta acercarse a un palmo del arrecife. Una vez allí, y sin soltarlo, cogió una piedra y la metió en uno de los bolsillos del traje de Adam. Un instante después, Adam dejó de ascender y Watch pudo soltarlo sin que corriera peligro. Watch señaló hacia el lugar donde había caído el cinturón de su compañero y luego se señaló a sí mismo. Iría a buscar el cinturón de lastre. Adam asintió.
Watch desapareció.
Adam se sentó en una roca del arrecife y se preguntó si era lógico que estuviesen buscando un fantasma en unas aguas infestadas de tiburones. Ahora que Watch se había marchado, le resultaba difícil no pensar en ellos. Había oído que los grandes tiburones blancos pueden llegar a pesar más de una tonelada. Para un tiburón así Adam solo sería un aperitivo. Ojalá Watch se diera prisa y regresara con su cinturón de lastre.
Pasaron diez minutos. Quince.
Y Watch no aparecía.
Adam comprobó el indicador de presión: «500».
Supuso que eso significaba que quedaba muy poco oxígeno. Pronto tendría que subir a la superficie. ¿Pero cómo iba a hacerlo sin Watch? Sally empezaría a gritarle y a decirle que era un gallina. Además, apreciaba a Watch y no pensaba que su amigo le hubiese abandonado allí.
El indicador de presión descendió a «400» y luego a «300».
Necesitaría hasta la última gota del poco aire que le quedaba para regresar a la superficie.
Tal vez a Watch le había atacado un tiburón. Adam no sabía qué decisión tomar.
Fue entonces cuando descubrió los restos del naufragio.
Al principio no estaba muy seguro de qué era aquel leve resplandor blanco sobre un inquietante fondo negro azulado. Estaba a su izquierda casi detrás de él, por eso no lo había visto antes. Se preguntó si Watch también lo abría visto al regresar con su cinturón de lastre. Tal vez Watch se encontraba en el interior del barco hundido. Eso explicaría porque no aparecía.
Adam tomó una decisión. Iría a examinar los restos del barco un par de minutos. Luego tendría que regresar a la superficie, con Watch o sin él.
Adam comenzó a nadar lentamente hacia el barco hundido. A medida que se acercaba, el barco aumentaba de tamaño. La nave había sido un velero a motor de unos veinte metros de eslora. Adam vio claramente en la proa la grieta producida por la colisión contra el escarpado arrecife. Imaginó que mar adentro las rocas del arrecife estaban más próximas a la superficie. Incluso distinguió unas letras borrosas en el casco. Treinta años no habían bastado para borrar el nombre del barco. No había ninguna duda se encontraba ante el Halifax.
Adam comprobó el medidor de presión «200».
Tenía que volver a la superficie.
Pero justo cuando iba a ascender, le pareció ver una delgada columna de burbujas que salía del agujero que había en el casco. La abertura tenía aproximadamente un metro de ancho. Se pregunto si Watch habría entrado en el barco y se habría quedado atascado en el interior. En ese caso Watch se estaba quedando sin aire.
Adam tomó otra difícil decisión.
Entraría en el barco.
Solo echaría un vistazo y luego saldría a toda velocidad. Pero Adam tenía que sumergirse aún más para alcanzar la hendidura que había en el casco del Halifax. Ahora se encontraba a quince metros y recordaba que Watch le había dicho que a esa profundidad debía tres minutos antes de regresar a la superficie. No disponía de ese tiempo. Tal vez sus pulmones estallarían después de todo. Sin embargo, ya no estaba tan asustado como antes. Tenía que salvar a su amigo. Era su deber.
Adam pasó a través de la abertura en el casco del barco.
El haz de luz de la linterna iluminaba el espacio por donde avanzaba. Entró en una especie de cuarto trastero. Una fregona y un cubo flotaban en medio del cuarto. La paredes se habían estrechado y la luz era más débil. Esperaba que Watch hubiese comprobado las pilas antes de que se sumergieran. Y también esperaba encontrarlo pronto. El minúsculo cuarto trastero estaba todo revuelto. Adam imaginó lo fácil que sería quedarse atrapado allí. Algo saltó delante de él.
Tenía dientes afilados. Unos ojos enormes. Un rostro espeluznante… Adam dejo caer la linterna aterrorizado. Todo se volvió obscuro a su alrededor. Completamente negro.
En ese momento, Adam supo que estaba perdido. La horrible criatura se acercaría hacia él; le pegaría una dentellada y lo destrozaría. Durante unos angustiosos e interminables segundos, Adam permaneció paralizado, esperando ser devorado por el monstruo de las profundidades. Sin embargo, el tiempo pasaba y nada le mordía. Además, cuando volvió a abrir los ojos descubrió que la linterna flotaba junto a él. Pero la luz apuntaba hacia abajo. Todo se había vuelto negro porque había estado a punto de desmayarse.
Adam recuperó la linterna.
Volvió a ver a la espantosa criatura.
Y volvió a asustarse. Intentó huir de allí. Pero se detuvo, confuso.
La criatura era asquerosa, pero no muy grande. Comprendió que estaba mirando una anguila eléctrica de cincuenta centímetros de largo, que parecía una serpiente de agua. De hecho, la anguila parecía estar más asustada que él. Adam agitó una mano y la criatura desapareció. Adam decidió que había llegado el momento de regresar a la superficie. Si Watch había entrado en el barco era evidente que ya no se encontraba allí. Adam se volvió y comenzó a nadar hacia la grieta.
Creía que estaba desandando el camino que había recorrido al entrar.
Pero no regresó al océano.
Fue a dar a un camarote.
El agua no lo cubría por completo. Adam iluminó a su alrededor con la linterna. Se había equivocado de dirección.
Probablemente cuando se asustó.
Entonces Adam se dio cuenta. Entre el agua y el techo debía de haber aire. Ésa era una buena noticia.
Comprobó su reserva de oxígeno. Nuevamente estuvo a punto de desmayarse. Su ataque de pánico al encontrarse con la anguila eléctrica había vaciado la botella.
El indicador marcaba «0».
Adam inspiró por la boquilla.
Ya no salía aire.
Se quitó el tubo de la boca y aspiró profundamente. El aire del camarote era rancio y olía a pescado. Pero al menos llenó sus pulmones. No podía quejarse… aunque, bien mirado, menuda situación. Se encontraba a casi veinte metros bajo el agua y su botella de oxígeno estaba vacía. Y para colmo, nadie sabía dónde estaba.
Adam examinó el camarote a la luz de la linterna.
Entonces descubrió algo mucho peor que la anguila.
Un millón de veces peor.
Era un cráneo, horrible… Un esqueleto.
Flotaba hacia él.
Adam gritó, pero nadie podía oírle.
Y el esqueleto continuaba acercándose.