Primera parte
Y del otro collado descendían
Los querubines en espectacular
Ordenación hacia sus puestos fijos;
Se deslizan como meteoros
Sobre el suelo, como la vespertina
Niebla del río sobre el pantanal
Se desliza y abate con presteza
Tras los pasos del labrador que vuelve
Camino del hogar. Blandida en alto,
Avanzaba ante ellos fulminante
Como un cometa la espada de Dios;
Que con el tórrido ardor que desprendía,
Y el vapor que exhalaba cual si fuera
El aire polvoriento de la Libia,
Empezó a agostar este templado
Clima; entonces el Ángel diligente
De la mano cogió a nuestros padres
Que lentos caminaban, y llevólos
Directamente a la puerta oriental,
Y risco abajo con toda presteza
Hasta el llano que a su pie yacía,
Y desapareció…
JOHN MILTON, El paraíso perdido, libro XII
[Esteban Pujals, trad., Cátedra, Madrid 1986.]