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NUNCA ES TARDE

ENTRENAMIENTOS Y PLANES

No existen los límites. Por eso te animo a que cuando tengas objetivos pienses que no terminan nunca. Cada vez hay que autoimponerse otro propósito más complejo, aunque siempre seguros de nuestras posibilidades. En el mundo de los ultras, el escenario varía totalmente. Deja de ser importante el ritmo, el reloj, y empiezas a conocerte a ti mismo. Interiorizas más porque vives momentos de absoluta soledad, de total concentración, de vivencias extremas, de grandes esfuerzos…

Se necesita un plan específico para cada carrera. En las etapas de montaña, por ejemplo, hay que aumentar la ingesta de proteínas porque las subidas y bajadas provocan fatiga en la musculatura. Otro inconveniente
—otra vez el mismo lastre que en el desierto—: la mochila. Al correr con ella los puntos de apoyo varían, así como el centro de gravedad y la técnica de carrera. De igual modo, hay que fortalecer los pies para que sean capaces de aplicar una zancada. No debes olvidar el trabajo de propiocepción, que se refiere a la capacidad del cuerpo para detectar el movimiento y la posición de nuestras articulaciones. Se trata de una coordinación especial con juegos y equilibrios. Uno de los entrenamientos consiste en trabajar descalzo, con desequilibrios, hasta encontrar los puntos sobre los que apoyar el pie. También es importante el trabajo excéntrico.

Pero sobre todo, hay que vencer los miedos en las bajadas. Hay que entrenar en la montaña porque es el lugar más específico para aplicar la mejor técnica de nuestra carrera según la forma en que se requiere. La pauta vendrá dada trabajando poco a poco, haciendo todo tipo de trabajos repetitivos en descenso para que la velocidad de crucero vaya siendo cada vez mayor. Lo que importa es tener el control y trabajar aquellos desniveles en los que nos sintamos cómodos y seguros. Solo la repetición nos conduce al dominio. Esto se traducirá en una mejora de la musculatura excéntrica: el músculo se alarga venciendo la gravedad. Es como cuando bebes de un refresco, mientras lo llevas a los labios, el bíceps se acorta en un esfuerzo concéntrico; cuando lo dejas sobre la mesa, estás trabajando de forma excéntrica, ya que el bíceps se elonga controlando el efecto de la gravedad.

Alguien que se lance al mundo de la montaña necesita adaptación, prudencia y hacer salidas al monte para ir incorporando las bajadas en forma de «series», y así optimizar el control. Es importante acostumbrar al cuerpo a la fatiga. Podemos añadir una sesión de gimnasio, suave, después de haber realizado el entrenamiento.

Ya he hablado de los desiertos. Si correr una maratón es un milagro, ¿qué voy a decir de una carrera de doscientos cincuenta kilómetros en una semana? Es un milagro multiplicado por diez; una prueba de fondo. Ya he dicho, también, que primero tenemos que ver cuáles son nuestras limitaciones y qué objetivo nos marcamos. Para muchos solo consiste en terminar y, no en vano, la mayoría alcanza la meta caminando. Tratar de terminar el reto de la mejor manera posible es lo primordial. Si a los profesionales les cuesta, imagina a una persona que solo entrena tres días por semana. Son experiencias vitales porque comportan mucho esfuerzo y suceden más imponderables que en una prueba normal. La recompensa es que la soledad hace que te conozcas bien y veas que eres capaz de superar las dificultades que se puedan presentar.

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El entrenamiento exige llevar mochila y hay que tener cuidado de no cargarla en exceso. Entre diez y doce kilos sería el peso lógico. Pero debemos hacerlo de forma paulatina, aumentando de dos en dos kilos, porque, al variar la forma de correr, así como nuestra posición, puede acarrearnos alguna lesión. Cuando falten dos meses para la competición deberíamos incorporar, puntualmente, agua o algún gel. También hay que prestar especial atención a las molestias que pudieran aparecer para poderlas subsanar a tiempo. Es necesario saber identificar el más mínimo dolor. También será muy importante la comida, así como la hidratación.

Estas pruebas nos conceden una capacidad de lucha tremenda, hasta el punto de lograr que la zona de confort quede en el olvido gracias al instinto de superación y la exploración de nuestros límites. Es positivo proyectarnos, para ver si somos capaces de dar nuestro cien por cien, y una vez visualizado, buscar el ciento uno. Intentar dar un poco más.

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NADIE DECIDE POR NOSOTROS

Los objetivos y el esfuerzo para lograrlos dependen solo y únicamente de ti. Los retos y los desafíos tienen algo increíble que te hacen superarte día a día. Nunca debes pensar que un objetivo no es realizable; no hay sueño que no se pueda conseguir. Lo único que hay que elegir es el más acorde a tu momento.

No olvides que nunca es tarde y que no existe ningún tipo de limitación que te impida tener metas. Ninguno. Esto lo voy a repetir tantas veces que no te va a quedar más remedio que creértelo. Eres tú mismo el que va a marcar el objetivo. No dependes de nadie, eres tú el que quiere superarse. Se trata de una lucha interior que hace que quieras cada día optimizar tu esfuerzo. La vida tiene que ir ligada a esos anhelos tan importantes.

A veces nos empeñamos en poner tiempo al tiempo. En muchas ocasiones oigo cosas como:

—Dentro de cuatro meses voy a…

No pronuncies jamás nada parecido. Yo siempre digo que es necesario dar ese primer paso. Empieza a vivir cada segundo, no lo dejes para mañana. Comienza hoy, sueña, vive, busca energía y aprovecha cada segundo. Utilizamos excusas para no vivir, cuando deberíamos disfrutar cada mínima cosa que tengamos delante.

Ser osado tiene mucha relación con los objetivos. No podemos marcarnos una meta que esté al alcance de nuestra mano. Hay que atreverse con desafíos distintos, en los que tengas que dar mucho de ti y en los que te impliques cada vez más. Y hay que saber atreverse. Pasa, desde luego, por ciertas dosis de riesgo. La medición es sencilla: hacer un balance de resultados en función de dar un paso más allá. Ese «algo más» es lo que debemos intentar. Ya he dicho que a veces no lo hacemos porque no somos conscientes de nuestro potencial y nos quedamos pequeños. ¿Por qué no somos conscientes? Porque no nos conocemos. Este descubrimiento se hace viviendo cada día, proponiéndonos metas y esforzándonos por rebasar los límites. Es un trabajo individual y cada uno decide hasta dónde quiere llegar.

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SIEMPRE HAY UN PASO MÁS.
LA ACTITUD

Cada uno es lo que es en función de cómo afronta la vida. Hacerlo con energía o saber dónde cargar las pilas determina todo. La manera de encarar la cotidianidad es lo que aporta ese ardor. Si lo haces en la convicción de que saldrá bien, se te dibujará una sonrisa y serás capaz de conseguirlo. Me preguntan de dónde saco las fuerzas para salir a entrenar, cada día, como si no me costara. Y ¡claro que supone un esfuerzo!, pero quiero hacerlo. La fuerza la obtengo de un lema que quizá reconozcas: «No pienses, corre». Además del título de mi libro, es un modo de vida. Una actitud positiva que recarga el depósito de energía. De ahí sale la gasolina para estar en este camino y superarme día tras día.

Existe también la energía física que radica en tu cuerpo. Si te cuidas, entrenas y superas tus límites, adquieres una fuerza que te lleva a cumplir lo que desees… Pero necesitas un plus que solo tú puedes añadir: la actitud. Ponerle pasión. Tener un objetivo en mente me energiza, me ayuda a cumplir cada etapa, me colma de satisfacción. Me gusta hacer las cosas implicándome al cien por cien, porque soy de la opinión que algo se hace o no se hace. Solo si lo culminas, creces como persona.

Mi amigo David Muñoz —el chef de DiverXo— siempre me repite que no hay que dejar de hacer cosas, que no existe gente con suerte, sino personas que se lo curran. La vida no deja de ser una carrera de obstáculos que tienes que superar y, aunque rebases algunos, no deja de haber piedras en el camino. Lo importante es no chocarte con un canto lo suficientemente grande como para que consiga apartarte de tu meta. El conseguir sortear esos baches no es el resultado de la casualidad, sino de tu esfuerzo en aprender a negociar con ellos.

Se puede tener mala estrella, pero la buena suerte está para el que se la trabaja. A mí siempre me recuerdan que nunca me lesioné, como si hubiera sido algo fortuito… No. Cuando entrenaba, me cuidaba. No consumía bebidas con gas, ni alcohol, tampoco ingería comidas con salsas; mis sesiones de fisioterapia después de cada entrenamiento eran obligatorias, los baños de agua fría, imprescindibles… Mis articulaciones y la circulación sanguínea lo agradecían. Nunca hubo suerte, sino esfuerzo y precaución. Nadie te regala nada.

A tenor de todo lo dicho, recuerda que la energía que no es fisiológica se extrae de nuestra actitud, que no se puede plasmar ni cuantificar y que depende de cuánto queramos implicarnos.

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¿Y AHORA QUÉ?

En un principio, cuando empezamos a entrenar, no tenemos ni idea de cómo se hace. Cuando me preguntan qué opino de quienes se inician en el running sin ningún tipo de instrucción, sonrío. ¡Solo faltaría que una persona tuviera que leer un manual antes de salir a correr! Lo que importa es querer hacerlo. Ese es el primer paso. Pero bien es cierto que, ahora que ya lo has dado y has sentido cómo tus músculos se han tonificado, percibes cómo te cansas, sabes hasta dónde quieres llegar y aquello que quieres vencer… Ahora, digo, estás empezando a conocer tu cuerpo y a descubrir partes de él que ignorabas que existieran. Entonces, ¿puedes mejorar? Por supuesto. ¿Cómo? Te lo iré desvelando poco a poco, pero, en principio, quédate con estas ideas: vas a poder correr de manera más elegante, más fluida, vas a ser capaz de correr más, mejor y cansándote menos. Cada uno decidirá que aspecto es el que tiene que mejorar; todos sirven. También me preguntan qué es lo mejor del running. Quizá es difícil de entender para alguien que no lo ha practicado nunca, pero es tan sencillo como decir: «Simplemente, lo que sientes».

El runner es una persona que no solo corre, sino que quiere llevar un estilo de vida diferente, se quiere sentir bien, no le importa su edad, desea huir de dietas, de ayunos radicales… Empieza a cuidarse corriendo, aunque sabe que va a ser un camino sin atajos. Solo quiere sentirse bien con su cuerpo, saberse vivo y cumplir metas asumibles. Este fenómeno engloba toda una filosofía de vida que lo diferencia del jogging o el footing. Dan igual los kilómetros y la periodicidad con la que se practique. No es una lucha, sino la superación constante en la búsqueda de nuestros límites.

Antes de empezar ni siquiera éramos conscientes de la respiración, mientras que ahora sabemos que debemos hacerlo de forma correcta en tanto que condiciona nuestro rendimiento. Si no respiramos bien, y la sangre deja de captar ese oxígeno, no hay forma de que llegue a los músculos y nos quedaremos sin energía.

Hemos cubierto una etapa y ahora queremos más. ¿Pero cuánto más? ¿Tres o cuatro días a la semana? Eso compete a cada uno. Solo así iremos viendo hasta dónde seremos capaces de llegar. Todo depende del estilo de vida. Hay que hacer deporte. ¿Por qué? Porque te vas a sentir bien. ¿Por qué? Porque vas a rejuvenecer. ¿Por qué? Porque vas a conseguir que tu sistema muscular se torne más fuerte, vas a vivir más y mejor, y vas a tener más posibilidades de hacer cosas nuevas. ¿No te parecen razones suficientemente importantes?

Hay estudios que argumentan que las empresas con trabajadores aficionados a hacer deporte tienen un índice mayor de productividad. De ahí que no solo hayan terminado fomentándolo, sino, también, incorporando objetivos tal y como hacemos en el mundo del running. Porque hay una relación clarísima entre el deporte y la vida profesional. Todo lo aprendido en el deporte puede ser extrapolable a nuestra vida diaria.

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