17

Pasaron el resto de la semana turnándose para hacer noche con Diego. Lucía no permitió que Ángel se quedara solo con él porque no le conocía y quería que si despertara, la primera persona que viera fuera o ella o su hermana. Ángel tampoco consintió dejar sola a Lucía en ningún momento así que lo pasaron juntos a toda hora.

El lunes por la mañana, Lucía le dio las llaves del coche a Eva para que dispusiera de él todo el tiempo y cogió un vuelo a Valencia con Ángel para recibir esa noche a sus hijos. Le sabía mal dejar a su hermana sola, entre otras cosas porque le había pillado aquello en plena época de exámenes y había tenido que dejar los estudios para estar con su padre.

—No te preocupes, pasa por mi casa y tráeme los apuntes e intentaré examinarme de algo cuando pueda volver a Valencia, aunque no creo que pueda estudiar mucho. Si no, el año que viene intentaré remontar. —dijo Eva al despedirse de su hermana.

Lucía le dio un tierno abrazo y le aseguró que pasaría por su casa a por todo lo que necesitara.

Ángel, que había dejado su coche en Barcelona, tuvo que mandar a su chófer, Gregorio, en avión, para que lo recogiera y lo devolviera a Valencia. No pensaban tardar mucho en volver a Murcia, y aunque Lucía insistió en que él se quedara en Valencia porque tenía una empresa que no podía dejar sola, él tenía muy claro que no la dejaría sola ni a sol ni a sombra.

“Esta noche te llevo a los niños o sigues en Murcia?”, decía un whastapp de Miguel.

“Tráemelos”

“Has hablado con mi abogada?”

“Sí”

“Me gustaría empezar a compartir el piso ya, así que si has de volver a Murcia, me quedaré yo en él”

“De eso nada, primero tenemos que llegar a un acuerdo y por escrito”

“Sabes que no puedes hacer nada.”

“Lo que pueda o no hacer, se hará todo por escrito. Mientras tanto, no tienes derecho a quedarte con el piso que se me otorgó a mí cuando yo tenía la custodia de los niños”

“Pues habrá que hacer una revisión de convenio”

“Ok, que se haga”

—Uuuurrrrgggghhhh, ¡este hombre saca lo peor de mí!! —exclamó Lucía en el taxi mientras iban hacia su casa.

—¿Qué es lo que te ha dicho? —preguntó Ángel, preocupado.

—Que quiere empezar a compartir el piso ya. ¿Pero de qué va? ¡Solo quiere fastidiarme!

—Pues no lo va a conseguir.

—Por supuesto que no. No pienso dejar que entre en el piso hasta que todo esté por escrito.

—No me refería a eso.

—¿A qué te referías si no? —preguntó Lucía mirándolo extrañada.

—A que por mucho que te diga o haga, yo estaré contigo para que nada te pueda hacer daño. Si quiere el piso, pues que lo tenga, tú tienes donde vivir, tienes mi casa a tu disposición y podemos buscar otra más grande.

Lucía lo miró y arrugó la nariz. Era muy difícil que entendiera por lo que estaba pasando. En ese momento ella era incapaz de pensar en buscar un piso con él y la presión de Miguel al respecto no la beneficiaba en nada. Cogió el móvil y buscó el número de su abogada.

—¿Sara? Hola, soy Lucía.

—Hola Lucía, ¿cómo estás? ¿cómo sigue tu padre?

—Mi padre igual y yo... bueno... te llamo porque me está diciendo Miguel que quiere empezar a compartir el piso ya, ¿eso lo puede hacer?

—Ni pensarlo. En el convenio que se hizo cuando os separasteis se te otorgó el piso a ti porque tenías la custodia de tus hijos. Para que cambie hay que hacer una revisión de convenio y cuando lo tengáis, entonces se empezará a cumplir lo que hayáis acordado.

—Uff, menos mal.

—No te preocupes por eso, ¿vale? Él no puede obligarte a nada hasta que todo esté por escrito.

—Eso le he dicho yo, pero como no estaba segura...

—Pues si te vuelve a decir algo dile que hable con su abogada que le dirá lo mismo. ¿Querías algo más?

—No, gracias Sara.

—De nada, guapa.

Ángel la miró con empatía. Le dolía que su chica lo pasara mal y la verdad que no entendía por qué tanto problema con el piso si pronto ella tendría que dejarlo para vivir con él, ¿acaso no era lo que los dos querían?

Se separaron para que cada uno fuera a su casa. Lucía quería preparar una buena maleta para volver a Murcia cuanto antes. Esta vez la haría con calma pensando en que lo más probable sería que pasara muchos días allí. Ángel pasó por su casa, se duchó, se cambió de ropa y acudió a Ángelus porque tenía mucho trabajo atrasado.

Esa tarde cuando Miguel llevó a los niños, Lucía se echó encima de ellos para abrazarlos fuertemente. Era tan reconfortante besuquear y apretujar a esas cositas tan lindas, los había echado tanto de menos...

—Mis niñooooos.

—Hola mamáaaaaa.—gritaron los dos a la vez.

Miguel, permanecía en el rellano viendo cómo madre e hijos se reencontraban después de dos semanas.

—¿Cómo está tu padre? —preguntó Miguel más por educación que porque realmente le importara.

—Igual, gracias.

Los niños se metieron en el piso directos a sus habitaciones y Lucía aprovechó para contarle a su ex lo que había hablado con su abogada.

—Ya lo sé, me lo ha dicho también la mía. —dijo Miguel.

—Tendremos que llegar a un acuerdo, por mal que nos pese.

—Yo te daría tu parte y me quedaría con el piso pero como no tengo el dinero prefiero la opción de que lo compartamos.

—¿Pero no te das cuenta de que eso va a ser un jaleo para los dos? ¿Qué hemos de estar haciendo maletas todas las semanas?

—¿Tienes tú tu parte para dármela a mí y te quedas tú aquí?

—De sobra sabes que no.

—Pues ¿qué propones entonces?

—Poner el piso en venta.

—Sí, claro, como si fuera tan fácil vender un piso con la crisis.

—Es lo más sensato. Se vende y con lo que saquemos, lo repartimos entre los dos.

—Muy bien, pero mientras no se venda tendremos que compartirlo.

—Y dale, ¿qué quieres? Joderme la vida, ¿verdad?

—Todo esto no tendría que ser necesario. —dijo Miguel levantando una ceja.

—Prefiero dormir bajo un puente que volver a tenerte dentro de mí. —dijo Lucía cerrando la puerta en sus narices.

Lucía se quedó apoyada en la puerta tratando de reponerse. Ese tipo de actos no iban con ella y se le había acelerado el corazón. Tenía que tranquilizarse para poder disfrutar de sus hijos el poco tiempo que estaría con ellos.

Ángel, esa noche recogió a sus hijos, que estaban en casa de los abuelos desde que salió hacia Barcelona, y pasó la noche con ellos. Les estuvo explicando lo que le había pasado al padre de Lucía y que quería estar con ella todo el tiempo posible porque lo necesitaba. Los niños lo entendieron, aunque les dio pena porque no acababan de verse con su padre. Cada vez que iba a por ellos y creían que estarían con él para siempre, surgía algún problema y los volvía a llevar con los abuelos.

—Papá, recuerda que el miércoles me quitan la escayola, ¿me llevarás tú? —preguntó Javi.

Ángel se sintió mal padre por no haberse acordado. Esos días no había dejado de pensar en Lucía y se le había pasado el tiempo de tal manera que no sabía ni en el día en que vivía.

—Claro que te llevaré yo, cariño.

—Gracias, papá.

Ángel pensó que tendría que convencer a Lucía para quedarse unos días más en Valencia. Seguro que ella quería disfrutar de sus hijos también así que no creyó que supusiera un gran problema.

Al día siguiente, Ángel llegó a la empresa con la energía renovada, y eso sus empleados lo notaban. Había acordado con Lucía que le contaría desde la semana anterior por vacaciones, para que pudiera estar con los mellizos, ya que en breve volvería a separarse de ellos, así como para poder seguir ocupándose de su padre.

Lucía, llamó a su hermana para preguntar por su padre y ésta le dijo que seguía todo igual.

—Eva, en cuanto yo llegue, me quedaré con él todas las noches para que tú puedas descansar y estudiar.

—No importa, de verdad. No sabemos si algún día despertará o si lo perderemos para siempre y siento que el tiempo que estoy aquí puede ser el último.

—No digas eso. —dijo Lucía con lágrimas en los ojos —Papá despertará, ya lo verás.

Esa mañana Lucía llevó a sus hijos a la playa y estuvieron jugando juntos con la arena y en el mar. Les encantaba hacer castillos con túneles y ríos que se entrecruzaban entre torre y torre. No podía quitarse a su padre de la cabeza y lo desilusionada que estaba su hermana. Tenía que darle ánimos, debían tener esperanza porque si la perdían, sería como si su padre ya no estuviera, y eso no pensaba consentirlo.

Por la tarde, después de que se ducharan y comieran una ensalada de pasta en el balcón, madre e hijos estaban tirados en el sofá, bien pegaditos pese al calor que hacía, cuando Ángel llegó.

—Hola Ángeeeeeel. —gritaron los niños cuando lo vieron, haciendo que a Lucía se le cogiera un nudo en el estómago.

—Holaa, mirad lo que os he traído. —dijo mostrándoles unas bolsas para la playa que llevaban cubos con formas de castillos y piezas con formas de animales, además de distintas palas y rastrillos.

—¡Cómo mola, mamá! Mira, y un camión. —dijo Leandro.

Lucía sonrió mirando a su ángel, que la observaba con ojos enamorados.

—Hola, mi vida. —le dijo dándole un beso en los labios que hizo que se estremeciera a la vez que sintió un poco de miedo porque sus hijos vieran esa muestra de cariño que hasta el momento siempre habían tratado de ocultar delante de ellos.

—Mi mamá y Ángel son noovios, mi mamá y Ángel son noovios. —empezó a canturrear Noa.

Lucía agachó la cabeza avergonzada.

—¿Qué pasa, cariño? —le preguntó Ángel.

—No deberías haberme besado delante de ellos. —le susurró —No quiero hacerles daño.

—¿Por qué habías de hacerlo?

—Si me dejas y ellos se encariñan contigo... yo no me perdonaría verlos sufrir.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no pienso dejarte por nada del mundo?

Lucía lo miró incrédula. Sabía que tarde o temprano tendría que decirle lo ocurrido en Deséame y cuánto más tiempo pasaba, más duro se le hacía.

Bajaron a los niños al parque y mientras jugaban en los columpios Ángel aprovechó para hablar con Lucía.

—Sé que habías pensado volver a Murcia mañana y que yo te prometí que te acompañaría, pero no recordaba que mañana le quitan la escayola a Javi y tengo que estar con él. ¿Podrías esperar un par de días más?

—Ángel, esperar supone dos días más con mis hijos y estar con ellos es lo que más deseo, pero mi hermana está allí sola y me siento culpable de estar yo aquí sin hacer nada.

—No estás sin hacer nada, estás cumpliendo con tu obligación de madre. Tus hijos también te necesitan y no creo que a tu hermana le importe ya que si no estás allí no es porque no quieras ¿me equivoco?

—Claro que no, pero... mi hermana va a perder el año por no presentarse a los exámenes que tenía esta semana y me gustaría llegar a Murcia cuanto antes para llevarle los apuntes que me ha pedido e intentar hacerle el relevo para que pueda venir a examinarse de lo que pueda.

—Entonces volveremos mañana.

—No, Ángel, tú tienes que estar con tu hijo porque él también te necesita y tiene una edad como para darse cuenta de cuándo está su padre en las cosas importantes y cuándo no. Yo puedo volver sola y cuando compruebes que Javi está bien, que se apaña sin la escayola y que no necesita tu ayuda, entonces te estaré esperando.

—Pero yo no quiero dejarte sola.

—Lo sé, pero cada uno hemos de cumplir con nuestra obligación. Es lo mejor, cariño.

—Tienes razón, estaré pensando en ti en todo momento. Quiero que me tengas informado ¿vale?

—Y tú a mí. Javi se ha acostumbrado a no mover el pie y ahora lo tendrá engarrotado. Lo más seguro es que tenga que hacer rehabilitación.

—Seguramente. Hablaré con Amparo a ver si se puede hacer cargo de llevarlo.

Esa noche, la última que pasarían juntos antes de despedirse, Lucía acostó pronto a sus hijos porque quería disfrutar del cuerpo de su ángel por los días que estarían separados.

—Mi vida, me tienes completamente enamorado, lo sabes ¿verdad?

—¿Eres un ángel enamorado?

—Soy un ángel loco por su luz.

Ángel se puso de rodillas en la cama, entre las piernas abiertas de Lucía, se introdujo dentro de ella y levantó su trasero para profundizar más y más. Ella meneó las caderas formando un círculo, sintiendo su clítoris pegado a su pubis y apretando fuerte para sentir placer por dentro y por fuera. Era tan intenso lo que sentía cuando tenía a su ángel dentro de ella... Se sentía la mujer más dichosa del mundo entero, y eso producía un hormigueo por todo su cuerpo y una sensación de felicidad infinita que en cierto modo la aterraba. ¿Cómo podría vivir sin eso?

Ángel pasó una pierna de ella por delante y la colocó a cuatro patas, metiendo la mano por delante de ella hasta llegar a su clítoris hinchado. Las embestidas eran tan fuertes que Lucía cayó sobre la cama y una vez tumbada, como Ángel no podía acceder bien hasta ella, metió su propia mano y empezó a restregar su clítoris al ritmo de cada embestida hasta que llegó al orgasmo. Él agarró su pelo haciendo que levantara la cabeza y la besó en la boca tragando de ella hasta que se corrió y cayó sobre su cuerpo. Ambos tenían la respiración entrecortada y no querían separarse. Terminar sería poner fin a lo que tanto les gustaba hasta dentro de unos días y eso, aunque entendieran que era lo correcto, les martirizaba. Al final tuvieron que levantarse para ir a la ducha, pero Ángel no pudo resistir la tentación de follar a su novia en el plato, así que la levantó y la empotró contra la pared, haciendo que resbalara su cuerpo por la humedad a cada embestida.

Una vez duchados, durmieron como angelitos, abrazados, sin que a Lucía le importara que sus hijos despertaran y lo vieran allí. No sabía lo que pasaría más adelante, si Ángel la perdonaría o no, pero en ese momento quería estar junto a él el mayor tiempo posible y si después tenía que explicarlo, pues lo haría, ¿qué más daba todo si se trataba de su felicidad?