A mi madre, por quererme sin importar lo que pase, incluso cuando te seguía por el supermercado con un paquete de pañales para adultos hasta que me comprabas una bolsa de patatas fritas. ¡Te quiero!
A mi marido, por creer en mi más que yo misma. Nunca me he reído tanto con nadie. Puede que a veces no estemos de acuerdo en algo, pero no hay nadie más con quien querría pasar mi vida discutiendo.
A R. Robinson que ha leído esta historia en sus muchas encarnaciones y ha continuado con sed de más. No hay duda de que eres mi fan número uno. Gracias por ser siempre tan abierta y honesta —y por nunca disculparte.
A K. Ekvall y A. Mennie quienes me condujeron a través de la Oscuridad (jajajaja) para así poder emerger al otro lado. Sin vuestras sabías palabras, observaciones críticas, agudeza editorial, plétoras de emails y metafóricas patadas en el culo nunca habría terminado esto. Gracias por no permitir que me rindiera.
A S. Davis por leer mi trabajo cuando era horrible y todavía seguir creyendo en mi talento.
A A. Simpson por su increíble talento en diseño. Calidad asegurada, siempre. Equipo Justin.
A mis Chicas (ya sabéis quienes sois), encontraros conmigo en la planta 13 con una botella de vino; tengo historias.
¡Os quiero!