Veinticinco
—¡Papá! —Rachel se abalanzó sobre su padre. Desprevenido, el hombre la abrazó instintivamente mientras trataba de mantener el equilibrio—. ¿Dónde te habías metido? Te hemos buscado por todas partes.
Ante aquella explosión de alivio, la expresión del jefe de seguridad se suavizó.
—Lo siento, cielo. Están pasando muchas cosas.
Allie notó una sensación de vacío. Hacía un tiempo, ella también estaba muy unida a su padre. Él se alegraba tanto de volver a verla como el padre de Rachel de reencontrarse con su hija. Le sorprendió lo mucho que le dolía estar pensando en eso precisamente ahora, cuando llevaba varias semanas sin hablar con él.
La voz de su amiga la devolvió al presente.
—Ya sabemos que están pasando muchas cosas. Por eso necesitamos hablar contigo —despegándose de su padre, Rachel regresó a su sitio—. ¿Podemos ir a otra parte?
El hombre los miró con expresión dubitativa.
—No tengo mucho tiempo ahora mismo… —empezó a decir.
—Por favor, papá —le suplicó Rachel—. Es importante.
Al ver lo serios que estaban todos, Patel cedió.
—Muy bien —dijo con un suspiro de resignación—. Venid conmigo.
Con paso vivo, salió de la sala común y los condujo a un aula vacía. Encendió la luz de uno de los laboratorios y aguardó a que todos hubieran entrado.
Un débil tufo a formaldehído impregnaba el ambiente. Allie empezó a respirar por la boca.
La calefacción llevaba horas apagada en la zona de las aulas; hacía tanto frío que Allie se estremeció mientras intentaba no mirar la réplica de esqueleto humano que se erguía en un rincón. No le gustaba cómo les sonreía, como si morirse fuera la bomba.
Raj se apoyó contra el escritorio del profesor y se cruzó de brazos. La dura luz del fluorescente destacaba su palidez. Allie no recordaba haberlo visto nunca tan cansado. Tenía ojeras, oscuras y profundas, y nuevas arrugas surcaban su frente.
—Y bien —dijo—. ¿A qué viene todo esto?
Durante unos instantes, el grupo al completo guardó silencio. Allie tenía la sensación de que todos esperaban a que Rachel llevara la voz cantante porque era su padre el que estaba allí, pero saltaba a la vista que su amiga no quería ser la portavoz; captando la mirada de Allie, le pidió por gestos que hablara ella.
—Queríamos hablarle de… Eloise —empezó a decir Allie.
Antes de que acabara de pronunciar el nombre de la bibliotecaria, Raj ya estaba negando con la cabeza.
—Ya sabéis que no puedo hablar de eso.
—No queremos que nos diga nada —lo interrumpió Carter—. Queremos contarle lo que nosotros hemos descubierto. Pensamos que… a lo mejor lo que sabemos les hace cambiar de idea.
Raj pareció extrañado, pero tras un instante de vacilación le indicó por gestos que siguiera hablando.
Entre todos, lo pusieron al corriente de lo que habían descubierto. Cuando llegaron al final del relato, Carter se volvió hacia Rachel.
—Enséñale lo que encontramos en el dormitorio de Zelazny.
Rachel levantó la mano; la llave le colgaba de los dedos, brillante como una joya.
Raj puso cara de escepticismo pero Carter siguió hablando con calma.
—Encaja en la cerradura del despacho de Isabelle.
—¿Habéis entrado en las dependencias privadas de Zelazny? —el padre de Rachel los miraba como si se hubieran vuelto locos—. ¿Tenéis idea del lío en el que os habéis metido?
—Teníamos que hacer algo —replicó Rachel a la defensiva—. Todos habíais desaparecido y el colegio se desintegraba por momentos.
—Rachel… —Raj habló en tono brusco, pero ella no le dejó acabar la frase. Se había sonrojado de la emoción.
—Tú no sabes lo que está pasando, papá. Os habéis quedado en el bosque, dándoos palmaditas por ser tan listos —alzó la voz—. ¿No os habéis parado a pensar que todo resultaba demasiado fácil? ¿Habéis considerado siquiera quién sale ganando si culpáis a la persona equivocada? —le tendió la llave—. Compruébalo tú mismo, papá. Abre la puerta de Isabelle.
Rachel y su padre se miraron a los ojos durante unos instantes; él con expresión de advertencia, ella impertérrita.
Fue Sylvain quien rompió el tenso silencio.
—Por favor, considera un momento lo que te estamos diciendo, Raj. Recuerda que fuiste tú quien nos enseñó a preguntarnos este tipo de cosas. Y hazte la misma pregunta que nos hicimos nosotros: ¿en qué cabeza cabe que fuera Eloise?
—Pudo ser cualquiera —bramó Raj, cerrándoles la boca—. Vosotros no tenéis toda la información. ¿Y qué os hizo sospechar de Zelazny, por cierto?
Recordando las palabras que Eloise les había susurrado a través de la ventana, Allie bajó la vista hacia el pupitre que tenía delante.
—Solo fue un comentario que oímos —soltó Carter como si no tuviera importancia.
—Decidme una cosa: ¿habéis entrado en las habitaciones de algún otro profesor? —preguntó Raj.
Todos intercambiaron una mirada.
—En las de Eloise —confesó Rachel.
Su padre se pasó los dedos por el pelo.
—Me gustaría saber qué os indujo a pensar que teníais derecho a hacer algo así.
Hablaba en tono mesurado, pero Allie sabía que estaba furioso.
Aquello tenía mala pinta. Los argumentos de los alumnos no lo convencían, ni mucho menos. Si acaso, estaba aún más seguro que antes de que no sabían de lo que hablaban.
De repente, Allie tuvo una idea y se echó hacia delante.
—Hace mucho que conoce a Eloise, ¿verdad, señor Patel? Desde que ella era alumna del colegio.
Raj asintió sin cambiar de expresión.
—Sí.
—En ese caso, ¿cómo puede pensar en serio que ella es la espía? —la voz de Allie rezumaba emoción—. No entiendo por qué se niega a creer que Eloise estaba allí con Jerry. ¿Por qué no confía en ella?
—Porque interrogamos a Jerry al respecto —respondió él entre dientes—. Y no estuvo con ella aquel día. Puede demostrar que se encontraba en su aula, corrigiendo trabajos.
Los chicos se miraron entre sí, horrorizados. O bien Eloise los había engañado, o bien el mentiroso era Jerry. Y ninguno de los dos daba el perfil.
Raj se pasó las manos por la cara; no se había afeitado y se frotó el bigote incipiente con los dedos.
—No se puede confiar en alguien solo porque te caiga bien. Esa actitud es propia de niños. Cuando te haces mayor, aprendes a prestar atención para asegurarte de que la vida… de que las circunstancias no han corrompido a tus amigos.
—¿De verdad crees que ha sido ella, papá? —Rachel habló en tono angustiado, casi asustado. Ni por un momento había considerado la posibilidad de que Eloise fuera culpable—. ¿Piensas en serio que pudo colaborar en el asesinato de Jo?
Raj los fue mirando por turnos, escudriñando los semblantes de los alumnos con su penetrante mirada. A continuación, negando con la cabeza como si no se pudiera creer lo que iba a hacer, tendió la mano.
—Dame esa llave. Hablaré con los demás.
Rachel se la tendió y él se la guardó en el bolsillo.
—Os prometo tener en cuenta todo lo que me habéis dicho. Pero, por favor —se puso muy serio— no sigáis investigando por vuestra cuenta. La situación es de extrema gravedad. Corréis un grave peligro.
Al oír aquello, Allie notó que la rabia le hervía por dentro. ¿Que corremos un grave peligro? ¿Se puede ser más paternalista?
Aquello pasaba de castaño oscuro.
—Ya sabemos que corremos peligro —le espetó—. No somos idiotas.
Raj se dio media vuelta y se la quedó mirando como si no pudiera dar crédito a lo que oía. Aunque sospechaba que se había pasado de la raya, Allie no se pudo contener.
—Señor Patel, tienen que volver. Todos. ¿Saben acaso lo que está pasando aquí? Las cosas se han puesto muy feas. Ustedes están en el bosque, jugando a sus estúpidos juegos de guerra —con la mano temblando de la emoción, señaló el aula con un gesto vago—. Pero le digo una cosa: la verdadera guerra se está librando aquí dentro. Vuelvan y ayúdennos a luchar.
—Voy a pasar por alto tu tono —dijo Raj sin alterarse— porque sé que estás disgustada.
Ya, pero alguien tenía que decirlo.
—No estoy disgustada. Los alumnos están al corriente de todo. Han oído hablar de Nathaniel. Saben que sus padres van a venir a buscarlos. Y algunos se niegan a marcharse. Se avecinan graves problemas y les necesitamos aquí. Ahora.
—¿Qué? —Raj miró al grupo como si aguardase una explicación—. ¿Y se puede saber quién los ha informado?
Sylvain tomó la palabra.
—Uno de los alumnos cuyos padres pertenecen al bando de Nathaniel nos ha dicho que esta misma semana se los van a llevar a todos. Los demás… se han enterado.
—Ya, se han enterado… —crispado, Raj desvió la vista un momento. A Allie no le gustaba ni un pelo su expresión—. Vosotros no tenéis ni idea —dijo con frialdad— de lo que está pasando en realidad. No vayáis a pensar que sí, ni por un momento, porque no es así. Solo tenéis dieciséis años —golpeó el escritorio con tanta fuerza que un montón de papeles salió volando para aterrizar después de cualquier manera—. ¿De verdad creéis que os lo hemos contado todo?
—Pues deberían —repuso Allie con voz queda—. Al fin y al cabo, si ustedes se vuelven a equivocar, lo pagaremos con la vida.
Rachel ahogó un grito.
Raj dio un respingo, como si Allie acabara de abofetearlo.
—Allie. Ya basta —Carter parecía asustado.
—No —poniéndose en pie, Sylvain se colocó junto a Allie—. Tiene razón. Raj. Tenéis que volver.
Todos empezaron a hablar al mismo tiempo y Raj levantó las manos para hacerlos callar. Se volvió hacia Allie.
—Comprendo que estés preocupada. Y has dejado muy clara tu postura. La he entendido perfectamente, ¿de acuerdo? Yo… veré qué puedo hacer —a continuación, dirigiéndose a todo el grupo, añadió—: Ahora, contádmelo todo. Empezad por el principio.
Al cabo de un rato, abandonaron por fin el aula de ciencias. Nadie quiso quedarse a charlar. Murmurando excusas, se largaron a toda prisa, cada uno por su lado. En vez de animarlos, la charla con Raj los había deprimido aún más. Un regusto amargo se había apoderado del ambiente.
Cuando los demás se marcharon, Allie se quedó atrás con la esperanza de poder hablar a solas con Rachel. Su amiga, sin embargo, se alejó cogida del brazo de su padre y evitó mirarla a los ojos.
—Lo siento —susurró Allie cuando nadie más pudo oírla. Agachó la cabeza.
Mentalmente, oía la voz condenatoria de su madre. «Siempre te pasas de la raya, Alyson. Nunca sabes cuándo ha llegado el momento de decir basta».
Puede que su madre tuviera razón, después de todo.
Tapándose la cara con las manos, trató de ahuyentar la voz materna junto con el dolor y el sentimiento de culpa.
—Es muy duro ser la única que se atreve a llamar a las cosas por su nombre.
Allie se giró de golpe y vio a Sylvain apoyado contra la pared, al otro lado del aula vacía. Estaba muy serio.
—¿Esa soy yo? ¿La que llama a las cosas por su nombre? —preguntó Allie con un nudo en la garganta—. ¿O solo soy una gilipollas? Porque me siento una gilipollas.
—Todos los líderes se arriesgan a quedar como gilipollas de vez en cuando —repuso él—. Esta noche, tú te has comportado como una líder.
Allie no estaba tan segura.
—¿De verdad crees que he actuado bien?
—Si te hubieras comportado como una niña asustada, Raj no nos habría tomado en serio —se encogió de hombros—. Le has obligado a escucharte. Has salido en defensa de otras personas.
A Allie le dolía el pecho de tanto contener las lágrimas.
—Es que… Raj me cae bien. Nunca me perdonará lo que le he dicho.
Sylvain negó con la cabeza.
—Raj, en tu lugar, habría dicho exactamente lo mismo. Te respetará por haber tenido el valor a expresarlo.
Los ojos azules del chico le sostenían la mirada. Aunque no estaba segura de que Sylvain tuviera razón, su apoyo la hizo sentir mejor, más segura de sí misma.
—¿Cómo lo haces? —preguntó Allie.
—¿Hacer el qué?
—Que me sienta valiente.
—Siempre has sido muy valiente —replicó él.
Una ola de calor la inundó.
Si de verdad fuera valiente, le diría de una vez por todas lo que necesitaba decirle.
Cruzó el aula y se apoyó contra un pupitre, delante de Sylvain. El esqueleto se erguía a su lado y Allie tocó los huesos de la mano con aire ausente.
Él la miraba como si quisiera leerle el pensamiento.
—Hay una cosa que te quiero decir —empezó. Incómoda, se dio cuenta de que acababa de pronunciar las mismas palabras exactas que Carter había empleado la otra noche en el bosque—. Desde hace tiempo.
—D’accord —repuso él en francés—. Dîtes moi. Dime.
El efecto fue devastador. Cuando hablaba en su propia lengua, el encanto de Sylvain alcanzaba su máximo apogeo.
Allie inspiró a fondo.
—Desde que Jo murió, te he estado evitando —la mirada de él se endureció un momento, casi como si la avisara de que no fuera por ahí, pero ella prosiguió. Tenía que decírselo—. Evitaba a todo el mundo, pero sobre todo a ti. Estaba hecha polvo y necesitaba estar sola. Día y noche. Para siempre. Me sentía culpable por todo, incluso por tener ganas de besarte. ¿Cómo podía estar pensando en eso si Jo ya no estaba entre nosotros? —apretó la mano del esqueleto como buscando apoyo—. Me parecía una actitud… egoísta andar pendiente de mis cosas mientras que ella lo había perdido todo. Y estaba enfadada porque nadie hacía esfuerzos por capturar a sus asesinos. Pero ahora sé lo mal que te sientes cuando te… tratan como un trapo. Y debió de dolerte mucho que yo estuviera tan fría y… distante.
—No tienes que disculparte por nada —dijo Sylvain en tono amable—. Necesitabas tiempo. Me di cuenta. Nunca te lo he reprochado.
—Y tú me esperaste —le temblaba el labio inferior. Allie se calló un momento para serenarse—. Nunca has pasado de mí. ¿Por qué? ¿Por qué no has renunciado a mí?
Alzó la vista, pero Sylvain bajó la mirada.
—A veces, me sentía tentado. No soy ningún superhombre, Allie. El rechazo me duele tanto como a cualquiera. Pero siempre he pensado que entre nosotros había algo… especial. Algo por lo que valía la pena luchar. Y tenía la sensación de que tú sentías lo mismo —sus ojos azules la miraron directamente. Reflejaban tanta vulnerabilidad que a Allie se le encogió el corazón—. Pero tú elegías a Carter una y otra vez. Y la otra noche, cuando Carter y tú volvisteis del bosque tan raros, como si hubiera pasado algo entre vosotros… me dije, se acabó. Hasta aquí he llegado. Luego tú volviste a acercarte a mí, mirándome con esa carita tuya —dibujó un círculo en el aire con los dedos, como enmarcando el rostro de Allie—. Y aquí estamos.
Allie discurrió una respuesta a toda prisa.
—No estoy con Carter. Tiene novia.
—Ya lo sé —Sylvain se encogió de hombros—. Pero he visto cómo te mira. Y cómo le miras tú.
Ella negó con la cabeza.
—No. Me ha dejado muy claro que va en serio con Jules. Y ahora sé que nunca debimos salir juntos. Lo que siento por él es amor de amigos. Solo eso.
—¿Amor de amigos? —Sylvain enarcó las cejas.
Allie se sonrojó.
—Es una teoría… de Rachel… Mira. Da igual. Lo que importa es que estamos destinados a ser amigos. Nada más —declaró con convicción.
—Ya —Sylvain dio un paso hacia ella, reduciendo a la mitad el espacio que los separaba. Sin darse cuenta, Allie apretó la mano del esqueleto. Ni siquiera recordaba haberla cogido—. Y ahora, aquí estás, libre de tus ataduras con Carter. Porque yo soy tu… ¿cómo se dice? Tu plan B.
Allie se quedó tan sorprendida que estuvo a punto de tirar el esqueleto. El modelo traqueteó como un loco mientras ella lo empujaba para devolverlo a su lugar.
—No —hizo ademán de acercarse a él—. Eso no es justo.
—¿Seguro que no? —con la mirada, Sylvain la desafiaba a mostrarse sincera.
Por desgracia… él tenía parte de razón.
Sylvain llevaba meses tratando de recuperarla. De ganarse su confianza. Y Allie, mientras tanto, se había quedado esperando a que Carter se aclarase.
Allie notó un hormigueo en la cara y tendió el brazo hacia él.
—Sylvain, lo siento muchísimo. No quiero que seas mi plan B. Es que a veces me cuesta saber lo que quiero.
—¿A veces? —lo dijo con voz tan queda que Allie no estaba segura de haberle oído—. Tú nunca has sabido lo que querías.
Igual que había hecho la noche anterior, el chico posó la mano sobre la de Allie. El calor que desprendía su piel le recorrió todo el cuerpo. Sabía cómo se sentía cuando él le acariciaba la cara, el pelo. Cuando la atraía hacia sí.
—Tienes que aclararte, Allie. No quiero que me escojas porque Carter está con otra. Quiero que me escojas porque de verdad me prefieres a mí —sus ojos parecían dos llamas azules; le dolía mirarlos—. Es lo único que he querido siempre: ser el escogido, pero empiezo a pensar que ese momento nunca llegará. No te voy a esperar para siempre; nadie lo haría. Llevamos así mucho tiempo. Duele demasiado…
En el vestíbulo, una voz potente y desconocida gritó:
—¡Toque de queda!
Permanecieron muy juntos durante todo un minuto, mirándose a los ojos. Por fin, Sylvain dio un paso atrás y apartó la mano.
—Es tarde —su voz sonó cansada—. Deberíamos irnos.