1. Capítulo 9

       

      Eleanor se acomodó bajo una sombrilla de la azotea, pero no podía concentrarse en la novela. Estaba cansada, habían sido días muy intensos. Decidió echarse una breve siesta, sabiendo además que no iba a dormir mucho esa noche. Sonrió al pensar en ello.

      Cuando se despertó, se dio cuenta de que llevaba más de una hora durmiendo. Se acercó a la barandilla para contemplar las vistas. Después, miró una última vez al jardín de la azotea y bajó con un suspiro las escaleras. Estaba muy oscuro, sobre todo después de haber estado al sol. Sintió de repente un brazo a su alrededor y sonrió durante un segundo, hasta que le taparon con algo la boca. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era Alex.

      Trató de gritar mientras luchaba con todas sus fuerzas para librarse de su captor. Pero le colocó las manos a la espalda y se quedó inmóvil cuando vio un cuchillo frente a ella. Miró entonces al hombre. Era moreno y tenía el pelo rizado. Su mirada era terrorífica.

      El tipo le quitó el bolso y se lo echó al hombro. Tenía una linterna en una mano y la agarró con la otra para bajar deprisa las viejas escaleras de piedra.

      Se detuvo cuando llegaron a la planta baja y maldijo entre dientes al oír la puerta de un coche y voces en el exterior. Trató de apartarse entonces, pero el hombre tiró de ella hacia atrás y la empujó hasta llegar a las escaleras que bajaban al sótano del kastro. Le hacía ir tan deprisa que temió torcerse un tobillo. Intentó quitarse la pulsera sin que su captor se diera cuenta. Suspiró aliviada cuando por fin lo logró.

      El hombre la llevó por una ruta vertiginosa a lo largo de pasillos y escaleras hasta meterla en una especie de cueva con una estrecha abertura que dejaba entrar la luz suficiente para que viera que estaba tratando de apartar una piedra.

      El hombre la empujó para que saliera por allí. Estaba furiosa y muy asustada.

      Esperaba que Alexei encontrara la pulsera y fuera a buscarla. Intentó quitarse la mordaza que le había colocado, pero le entraron náuseas y temió ahogarse. Gimió desesperada. Él la miró, frunció el ceño y, después de un momento de indecisión, le quitó la mordaza mientras le decía algo. Tomó entonces una gran bocanada de aire.

      –No te entiendo –le dijo ella tratando de recobrar el aliento–. Soy inglesa.

      Él se quedó boquiabierto, parecía estupefacto.

      –Soy periodista, vine para escribir sobre el festival.

      Repitió las palabras más despacio al ver que no la entendía. Pero el hombre negó con la cabeza.

      –No, Alexei Drakos nunca hablar con la prensa. Están amantes, ¿sí? –la acusó el hombre con un inglés casi ininteligible.

      –No –insistió ella–. Por favor, ¿podría desatarme las muñecas? Me duelen los hombros...

      –¿Cree que puede engañarme? –replicó mientras se echaba a reír.

      –No, es verdad. Puede atarme las manos por delante si quiere. Parakaló! –le pidió ella.

      El hombre le mostró entonces el cuchillo y la amenazó con él.

      –Si grita, le corto el cuello.

      Eleanor asintió en silencio. Se quedó muy quieta mientras desataba sus doloridas muñecas.

      –¡Silencio! –le ordenó él–. Así podré sorprender a Alexei cuando venga a rescatarla –agregó mientras se pasaba el cuchillo por la garganta para ilustrar lo que le iba a hacer.

      Eleanor trató de desatarse, pero no consiguió nada. Le daba la impresión de que su captor no era ningún muerto de hambre y que hablaba mejor inglés de lo que le estaba haciendo creer. Pero no era el hombre que había creído ver la noche anterior. Era más grande y no tenía ningún tatuaje en su antebrazo. Tenía un aspecto demasiado limpio y parecía nervioso, como si el plan no le estuviera saliendo como esperaba.

      Cada vez estaba más asustada, pero sabía que no podía dejarse llevar por el pánico, tenía que calmarse.

      –Alexei viene pronto. No gritar hasta yo diga –le dijo con una mirada amenazante.

      –¡Por favor! –repuso con desdén–. Habla bien inglés, ¿por qué finge?

      –Tú equivocas –murmuró algo desconcertado.

      –No, no me equivoco –le dijo señalando su reloj–. Lleva un Rolex de verdad y ropa cara. ¿Quién era el hombre de la máscara de toro?

      El tipo la miró y se pasó la mano por sus rizos oscuros.

      –Era yo.

      –La gramática está bien, pero la respuesta, no tanto. Ese hombre tenía un tatuaje.

      El hombre se apoyó en la pared, parecía enfadado.

      –Él dijo que se desmayó.

      –Sí, me desmayé, pero antes le vi el tatuaje. Soy periodista, siempre me fijo en esos detalles.

      –Es una mujer muy molesta, señora. Por su culpa, Spiro no pudo secuestrar a kyria Talia. Alexei le estará muy agradecido.

      –Entonces, conoce bien a Alexei.

      –Demasiado bien –dijo mirando su reloj–. Ya lo oigo. Pronto vendrá su héroe.

      Eleanor estaba muy angustiada. Le dolía saber que ese psicópata iba a atacar a Alexei.

      –¿Por qué lo odia tanto?

      –Tengo mis razones.

      –¿Y de verdad pensaba hacerle daño a la madre de Alexei si no conseguía el dinero del rescate?

      –No, yo no haría daño a una mujer de su edad. La quería a ella porque era la mejor manera de torturar a Alexei. Pero con usted voy a disfrutar mucho más –le dijo mientras la tocaba.

      –¡Quítame tus sucias manos de encima! –le gritó asqueada.

      –Tiene genio, inglesa. Aunque Markos me dijo que se desmayó del susto cuando apareció con la máscara.

      «¿Markos? ¿El amigo de Yannis?», pensó Eleanor con incredulidad.

      –¿Él es el que le da las órdenes?

      –Nadie me da órdenes –graznó furioso–. Markos es un muchacho ignorante, pero me resultó útil porque es pobre. Le di dinero para que le comprara la máscara a los bailarines.

      –¿Por qué?

      –Quería que te asustara lo suficiente para que decidieras irte y volver a Karpyros. Pero te asustó demasiado y nuestro héroe corrió a rescatarte cuando te desmayaste. Así que Markos huyó y escondió la máscara –le explicó mirando de nuevo el reloj–. Alexei ya sabrá que no está. Cuando venga, grite pidiendo ayuda para traerlo hasta mí. Si no lo hace, disfrutaré haciéndole daño hasta que lo llame a gritos. Fue una suerte que los dioses pusieran a Talia Kazan en mi camino. Me ofrecí amablemente a traerla desde Karpyros. Takis estaba demasiado ocupado ese día. Cuando la vi, se me ocurrió este gran plan. El festival era el mejor momento para secuestrar a su amada madre. Podía esconderla en mi barco y exigirle un rescate. Pero usted lo echó a perder todo, así que ahora tiene que pagar por ello. Y también Alexei.

      –Si lo que quiere es el dinero de Alexei, no conseguirá nada haciéndome daño –le dijo fingiendo más calma de la que sentía–. Por cierto, mi nombre es Eleanor Markham. ¿Cuál es el tuyo?

      –¿Te burlas de mí?

      –No, en absoluto. ¿Cómo te llamas?

      –Marinos –contestó con orgullo.

      Eleanor reconoció rápidamente el apellido.

      –¿Eres pariente de Ari, la amiga de Alexei?

      Sus ojos se estrecharon.

      –¿Qué es lo que sabes?

      –Alexei me habló de unas vacaciones que pasó en Creta con ella.

      –En mi casa familiar, donde todo el mundo amaba a Alexei. Sobre todo, Christina.

      No podía creerlo.

      –¿Quién es Christina?

      –Era mi novia, al menos hasta que conoció a Alexei –le dijo apretando desesperado los puños–. Ella lo siguió como un perrito y se enfadó mucho cuando mi hermana dijo que no podíamos salir a navegar con ellos. Después, me alegré. Arianna estuvo a punto de morir cuando estalló de repente una tormenta y Drakos perdió el control del bote. Afortunadamente, la rescataron. Pero después Alexei abandonó a Arianna y juré vengarme.

      Se dio cuenta de que estaba desequilibrado.

      –Cuando Arianna se casó con Dion Arístides, Christina aprovechó la ocasión para acercarse a Alexei y consolarlo. Cuando se cansó de ella, se vengó contándole unas cuantas mentiras a una revista. Ahora ha llegado la hora de que me vengue yo.

      –¡Has tardado mucho en decidirte a hacerlo! –exclamó.

      Por un momento, pensó que había ido demasiado lejos. El hombre levantó una mano para golpearla, pero bajó el brazo cuando oyó algo que lo distrajo.

      –Ya está cerca. En silencio hasta que te diga que grites –le ordenó blandiendo el cuchillo.

      Escuchó entonces los gritos de Alex en la distancia. La estaba llamando una y otra vez.

      –¡Tiene un cuchillo! –gritó ella tan alto como pudo.

      Gimió de dolor cuando el hombre le dio un puñetazo en la mandíbula.

      –Y lo usaré para marcar a tu mujerzuela –rugió Marinos entonces para que lo oyera Alexei.

      –¡Estúpido! ¡Así nunca conseguirás que te dé su dinero!

      Marinos, fuera de sí, se abalanzó sobre ella, pero lo mantuvo a raya bloqueándolo con sus manos y le dio un rodillazo con saña en su entrepierna. Perdió el equilibrio y se cayó al suelo, pero el hombre tampoco podía moverse.

      Se movió en ese momento la piedra y salió deprisa Alexei por el hueco. Fue directo a ella.

      –¿Estás herida? –le preguntó.

      –No, solo las muñecas... ¡Cuidado!

      Esquivó de nuevo a Marinos, que se tambaleaba hacia ella con el cuchillo en alto. Alex agarró su muñeca y la retorció hasta que el cuchillo cayó al suelo.

      –Veo que sigues jugando sucio –le espetó Alex con desprecio–. Ve con Theo –le dijo a ella.

      Eleanor no se movió. Le asustaba lo que Alexei pudiera hacerle a ese hombre.

      –¿Vas a matarlo?

      Alexei se encogió de hombros y se concentró en Marinos.

      –Atacaste a mi madre y a mi invitada. Incluso usando una máscara para asustarla. ¿De verdad crees que dejaré que te vayas sin pagar por esto? También mi padre quiere vengarse de ti.

      –No fue él el de la máscara –apuntó ella–. Pagó a otro para que me asustara.

      –Lo sé. Markos se arrepintió mucho y le confesó a Theo lo que había hecho –le dijo Alexei mientras miraba a Marinos con desprecio–. Vete, Eleanor –le pidió de nuevo.

      Salió al oscuro pasillo del sótano. Cuando vio a Theo, le dio las gracias. Con él estaba Yannis, que la acompañó con una linterna hasta el piso de arriba.

      Sofia los esperaba muy nerviosa en el salón y la abrazó nada más verla. Trató de tranquilizarla, explicándole como pudo que estaba bien. La mujer le puso hielo en la mandíbula y una pomada calmante en las muñecas.

      –Ahora, vaya a darse un baño y le serviré el té –le dijo Sofia–. Supongo que le alegrará irse.

      Eleanor sacudió la cabeza con tristeza.

      Sofia la acompañó al dormitorio. Era agradable no estar sola. Le preparó un baño caliente con aceites aromáticos. Después, le ordenó que se metiera en el agua y tratara de calmarse.

      Era muy agradable, pero no podía relajarse sin saber lo que estaba pasando en el sótano.

      No le gustaba la idea de que Alexei se estuviera peleando con Marinos, pero entendía que quisiera desahogarse de ese modo y castigarlo por lo que había hecho.

      El tiempo se le hizo eterno hasta que por fin oyó el ascensor. Salió disparada de su habitación y corrió por el pasillo hasta los brazos de Alex.

      –Siento haber tardado tanto. Tenía algo que hacer después de terminar con Paul Marinos. Y no te preocupes, no lo he matado, solo le he dado un par de puñetazos. Creo que tú le hiciste más daño, glykia mou –le dijo con una sonrisa.

      –Me alegro –dijo más tranquila–. ¿Dónde está ahora?

      –Tuve la tentación de dejarlo encerrado en el sótano. Pero, como es el hermano de Arianna, le dije a Theo que lo dejara en el gimnasio. Pero ahora que veo tu cara, lamento no haberle dado una buena paliza, kardia mou.

      Cuando llegaron a su habitación, Alexei la levantó en sus brazos y se sentó con ella en el sillón, acunándola contra su pecho.

      –¿Te ha hecho algo más?

      –Me duelen un poco las muñecas. Me ató las manos a la espalda y me amordazó. Fue muy desagradable, la verdad, pero me las arreglé para hacerle daño antes de que me lo hiciera a mí.

      –Si se hubiera atrevido, lo habría despellejado. Ahora se encargará Dion de él. No le aprecia demasiado, pero no va a hacerle nada que pueda disgustar a Arianna. Sobre todo, ahora que está a punto de dar a luz.

      –Me parece increíble que esté tan loco y desesperado como para tratar de llevar a cabo algo así. ¿Te dijo que Christina lo ha ayudado?

      –Sí, por eso tardé tanto en volver. Fui a Karpyros para hablar con ella y echarle en cara que incitara a Paul Marinos de esa manera.

      –¿Cuánto tiempo estuviste con Christina?

      –Solo un par de semanas. Ella quería casarse conmigo, yo no.

      –Por eso contó tantas mentiras sobre ti a esa revista. ¡Qué vengativa! Tanto como para idear con Paul un plan para secuestrar a tu madre y después a mí –murmuró ella–. Creo que viene Sofia.

      –Sí. Voy a darme un baño mientras te tomas el té.

       

       

      Alex se metió en la bañera. El agua estaba muy caliente, pero lo necesitaba después del encuentro que acababa de tener con Paul Marinos. Había pasado de ser un caprichoso adolescente a un hombre aburrido y descontento, capaz de asociarse con Christina Mavros para hacerle daño.

      Había sido un placer ir personalmente a hablar con ella y decirle que el plan de Paul había fracasado. Le dijo que se fuera de Karpyros, no quería volver a verla. Y, si se atrevía a decirle alguna mentira más a la prensa, estaba dispuesto a contarle a los medios de comunicación que había participado en dos intentos de secuestro. Ella le había asegurado que era inocente, pero al final había logrado que se fuera en un ferry de vuelta a Creta.

      Pero no quería pensar ni en Paul ni en Christina.

      Salió del baño y se secó deprisa. Se puso una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros. En ese momento, solo tenía en mente cómo conseguir que esa noche con Eleanor fuera maravillosa. Tanto que ella deseara que no fuera la última. De hecho, pensaba adelantar el viaje que tenía que hacer a Londres para poder verla muy pronto.

       

       

      Sofia estaba poniendo la mesa cuando Eleanor llegó al salón de la torre.

      –Le he traído el té, kyria –le dijo la mujer sonriendo–. Tiene mejor aspecto.

      –Gracias, me siento mejor.

      El ama de llaves la miró un momento en silencio, parecía nerviosa.

      –Siento mucho que un amigo de Yannis quisiera hacerle daño, kyria. Markos no es malo, pero sus padres murieron cuando él era muy joven y su vida no es fácil. Le tentó el dinero que le ofreció ese hombre.

      –Lo entiendo, no te preocupes, Sofia.

      –Es una buena mujer. Me entristece que se vaya, vuelva pronto.

      Eleanor sonrió, pero tenía un nudo en la garganta y no dijo nada.

      Cuando llegó Alexei, decidió concentrarse en el presente y no pensar en nada más.

      Sofia les sirvió pez espada a la parrilla y keftedes, albóndigas de cerdo. Les faltó tiempo para empezar a disfrutar de tan suculenta cena.

      –¿Por qué me miras así? –le preguntó ella ruborizándose al ver cómo la observaba.

      –Porque tengo hambre de ti, glykia mou –le contestó con una lenta sonrisa que hizo que se derritiera.

      –Pero tienes que terminártelo todo u ofenderás a Sofia –le recordó Eleanor riendo.

      –Lo sé, pero no tengo demasiado apetito –repuso él–. No puedo dejar de pensar que te vas mañana. Y, antes de llevarte al aeropuerto, tengo que llamar a Dion para que recoja a Paul.

      –No necesito que me lleves a Creta –protestó ella–. Ya no corro ningún peligro. Por cierto, ¿qué tal te llevas tú con Dion?

      –¿Me estás preguntando si le guardo rencor por haberme robado a Arianna?

      –Supongo que sí.

      –Producimos vino juntos y de vez en cuando ceno con ellos, pero nunca seremos grandes amigos –reconoció Alexei–. Su vida está en estas islas, yo tengo una visión más internacional. Después de todo, mi objetivo es llegar a eclipsar a mi padre –añadió sonriendo.

      –Tengo la sensación de que hablas de él con menos hostilidad. ¿Es así?

      –Puede ser. Cuando me enteré de que dudaba de que yo fuera su hijo, me entraron ganas de matarlo. Pero, por otro lado, le debo mucho. Ese odio me ayudó a triunfar en la vida.

      –Pero ahora las cosas están mejor entre los dos. ¿Qué siente tu madre por él?

      –No lo sé. Como te dije el otro día, nunca habla de él. Pero ya los viste el día del festival, aún hay algo entre ellos –murmuró Alexei.

      –Puede ser. Y creo que tú también le importas mucho a tu padre, Alex.

      Él se levantó suspirando.

      –Bueno, ¿qué te parece si llevamos los postres a la habitación y nos olvidamos del mundo?

      –Me parece fenomenal –dijo Eleanor mientras miraba la bandeja con té y dulces–. Voy a echar mucho de menos a Sofia cuando vuelva a casa.

      –¿Y a mí? ¿Me echarás de menos?

      –Sí, por supuesto –le dijo ella con sinceridad.

      Fueron hasta el dormitorio y Alexei cerró tras él la puerta.

      –Mi vida en Inglaterra me parecerá aún más aburrida después de lo vivido aquí. Fue genial poder explorar las islas griegas, aunque no voy a poder contar todo lo que me ha pasado en esta isla o me demandarás, claro.

      –No tendré que demandarte. De eso estoy seguro. Confío en ti –le confesó Alexei–. De hecho, confío en pocas personas como confío en ti.

      La llevó hasta la cama y colocó tras ella las mullidas almohadas.

      –Lo de hoy ha debido de ser muy traumático, deja que te sirva yo mismo el té y unos pasteles. Y esto no lo hago por nadie más.

      –¿Ni siquiera por tu madre?

      –No, en Inglaterra tiene un ama de llaves que está siempre pendiente de ella. Es inteligente, leal y tiene buena puntería. Mi madre está en muy buenas manos. Me encantaría que tuvieras a alguien así en tu vida.

      –Yo no necesito ayuda doméstica en casa y menos aún a una con buena puntería.

      Alex se sentó a su lado en la cama y trazó con un dedo el moretón en su mandíbula.

      –Cuando volví y no estabas, pensé que te habías ido con alguien a Karpyros.

      –Pero ¿por qué iba a hacer algo así?

      –No lo sé. Pero entonces fui a tu habitación y vi que todas tus cosas estaban allí.

      –Pasé mucho miedo a manos de ese loco, pero sabía que irías a por mí.

      Había pensando que Alexei querría hacerle el amor en cuanto estuvieran solos, pero parecía feliz de poder simplemente hablar con ella.

      –¿En qué estás pensando? –le preguntó Alexei.

      –En lo agradable que es estar así contigo, hablando.

      –Otros hombres en mi lugar aprovecharían esta situación para hacer otras cosas, ¿no?

      –La verdad es que no he conocido a nadie con quien me imagine así.

      –Es que me gusta hablar contigo. Han sido días duros y difíciles, pero sé que los recordaré con cariño por haber tenido el extraordinario privilegio de tu compañía.

      –Gracias por decirme algo tan bonito –susurró ella emocionada.

      –Es la pura verdad.

      Eleanor lo besó entonces de forma apasionada.

      –Pero si quieres dejar de hablar durante un buen rato, tampoco me importaría, Alexei.

      Sintió que se aceleraba su respiración.

      –¿Me estás pidiendo que haga el amor contigo?

      –¿Te lo tengo que pedir?

      –No, por supuesto que no.

      Alexei la desnudó rápidamente y sin dejar de besarla.

      Pero sonó entonces el teléfono de Alexei y oyó que maldecía entre dientes. Se disculpó rápidamente y contestó. Le oyó hablar en griego, pero lo hacía con demasiada rapidez para que lo entendiera.

      –Buenas noticias –le dijo cuando colgó–. Arianna acaba de dar a luz y los dos están bien. Pero no va a poder venir en persona para recoger a Paul como me prometió. No quiere decirle a su mujer lo que ha hecho su hermano hasta que se recupere del parto.

      –¿Cómo te sientes? ¿Estás algo celoso? No me extrañaría que lo estuvieras. Después de todo, Arianna era tu novia antes de conocer a Dion.

      –No, lo nuestro no fue nada serio. Su relación con Dion es completamente diferente. Y, como te dije el otro día, en cuanto conoció a Dion, no tuvo ojos para nadie más.

      Eleanor conocía perfectamente esa sensación. Una mirada a Alexei y se había enamorado por completo. De otro modo, no estaría en esos momentos en sus brazos, aprovechando al máximo cada momento hasta que volviera a casa.

      –¿En qué estás pensando ahora? –le susurró Alex acariciando su espalda.

      –Estoy contando los minutos que me quedan antes de irme –reconoció con tristeza.

      –¡No lo hagas! Sé que debes irte ya mañana, pero no es un adiós. Voy a ir a verte muy pronto a Inglaterra.

      Alexei la besó entonces de una forma que le dejó muy claro cuánto la deseaba. Recorrió después con su boca cada centímetro de su cuerpo, murmurando contrariado cuando encontraba algún hematoma.

      –Eleanor, ¿estás segura de que quieres hacer el amor esta noche? Lo entendería si no te apeteciera después de lo que te ha pasado.

      –No se trata de hacer el amor sin más, Alexei. Lo que quiero es hacer el amor contigo –le dijo con sinceridad.

      Lo deseaba tanto que su encuentro fue rápido y apasionado. Se dejaron llevar por la urgencia de su deseo. Después, siguieron entrelazados durante mucho tiempo, ninguno de los dos quería moverse.

      Unos minutos más tarde, Alex se incorporó un poco y la besó.

      –¿Tienes sed, kardia mou?

      –Sí, pero no quiero que te muevas. Quédate donde estás –le rogó ella.

      Alexei se rio entre dientes.

      –Como quieras, pero ya sabes lo que puede pasar...

      –No me importa, todo lo contrario.

      Le sonrió con picardía cuando sintió que su miembro volvía a endurecerse dentro de ella.

      Se besaron apasionadamente y Alexei comenzó a acariciar todo su cuerpo. Sentía que, con él, cada centímetro de su piel era una palpitante zona erógena.

      Eleanor le acarició la espalda, deleitándose en sus fuertes músculos y en la suavidad de su piel bronceada por el sol. Se movieron al unísono. Al principio, muy lentamente. Después, se fue incrementando el ritmo, en búsqueda de la perfección. Él la abrazó con fuerza mientras ella se quedaba sin aliento en medio de un espectacular orgasmo. Se dejó llevar por completo hasta caer rendidos el uno sobre el otro.

      Más tarde, Eleanor permaneció despierta en los brazos de Alex durante mucho tiempo. Quería saborear cada momento de esa mágica noche, ya dormiría cuando llegara a casa.

      –Debes de estar muy cansada, glykia mou –le dijo Alex al oído–. ¿No puedes dormir?

      –No quiero dormir –repuso ella.

      –Esta cama va a parecerme vacía cuando vuelva a dormir en ella, aunque no sé cuándo será.

      –¿A dónde tienes que irte?

      –Lo más urgente es Atenas. Stefan me necesita allí. ¿Y tú? ¿Empiezas ya a trabajar?

      –No, pasaré un día o dos con mis padres. Después, trabajaré en los artículos de viajes para terminarlos a tiempo –le dijo entre bostezos.

      –Necesitas dormir, kardia mou –murmuró Alexei riéndose.

      Quería seguir despierta, pero después de un día tan lleno de acontecimientos, el sueño pudo con ella y se quedó profundamente dormida entre los seguros brazos de Alexei Drakos.