1. Capítulo 4

       

      Eleanor negó con la cabeza.

      –No, prefiero hablar de Alexei Drakos.

      –Con mi madre no tuviste ningún problema en hablar de ti misma.

      –Eso fue diferente.

      –Porque te gustó desde que la conociste. Conmigo, en cambio, todavía no estás cómoda.

      –Bueno, no me encuentro todos los días con alguien que me amenaza con una demanda.

      –Siempre haré lo que pueda por proteger a mi madre. Cuando te lo dije, ni siquiera te conocía. Desde entonces, las cosas han cambiado y tengo mucho que agradecerte.

      –De acuerdo, lo entiendo –dijo ella–. Entonces, ¿cuándo me vas a dar la entrevista?

      –Mañana mismo, si quieres.

      –Sí, por supuesto.

      En cuanto la escribiera y Alexei la revisara, pensaba mandársela a Ross McLean y tomar el primer vuelo de vuelta a casa. Era un hombre poderoso y atractivo, pero no le gustaba la idea de estar encerrada en esa isla ni quería seguir dependiendo de él.

      –¿Qué estás pensando ahora? –le preguntó Alexei–. Me da la impresión de que no es nada bueno. Tienes un rostro muy expresivo.

      –Te equivocas –replicó ella–. Me alegra que vayas a darme la entrevista mañana mismo. En cuanto la corrijas, tomaré un ferry a Creta y ya no tendrás que estar pendiente de mí.

      –¿No querías pasar una semana de vacaciones? ¿Por qué has cambiado de opinión?

      –En Karpyros podría haberme ido cuando quisiera. Aquí no puedo.

      –No eres una prisionera, solo estás aquí por tu seguridad. Te llevaré a Karpyros en cuanto amanezca si eso es lo que quieres –le dijo él–. Pareces cansada. Te acompaño a tu habitación.

      Se levantó sin aceptar la mano que le ofrecía.

      –Gracias, pero no necesito que me escoltes.

      –Mi intención era únicamente acompañarte hasta la puerta, lo juro –dijo Alexei.

      Una ola de calor inundó su rostro.

      –No pensaba en ninguna otra cosa –replicó rápidamente ella sin poder ocultar un bostezo.

      Sus ojos oscuros la miraron con humor.

      –Primero te ofendo y avergüenzo y ahora te aburro tanto que bostezas... –susurró él.

      –Por supuesto que no –repuso ella sonriendo–. He escuchado con interés cada palabra, como haré mañana durante la entrevista.

      –¿Es eso en todo lo que piensas? –le preguntó Alexei mirándola con suspicacia–. ¿Por eso trataste de rescatar a mi madre? ¿Es tan importante la maldita entrevista como para arriesgar tu vida para conseguirla?

      Eleanor lo miró furiosa. Apretó los puños, se dio la vuelta y fue hasta la puerta. Pero Alexei la abrió antes de que ella pudiera hacerlo. Lo rozó al salir antes que él y fue por el pasillo hasta llegar a su dormitorio. Entró y le dio tiempo a cerrar la puerta en sus narices.

      –¡Abre! –exclamó Alex tan enfadado como ella.

      Lo ignoró y fue al cuarto de baño para no tener que oír sus golpes en la puerta. Le pareció una suerte que Sofia viviera en la planta baja y no pudiera oírlos. Pero se dio cuenta entonces de que no era nada bueno. Después de todo, estaba allí sola con Alexei Drakos y parecía estar fuera de sí. Pero el caso era que también ella estaba enfadada. Decidió darse otra ducha para refrescarse y tratar de calmar sus nervios antes de acostarse.

      Después de la ducha, se metió en la cama para leer un rato, pero no podía concentrarse. A solas en el apartamento de Karpyros se había sentido segura. Pero allí, encerrada en la parte superior de esa fortaleza, sentía todo lo contrario. Creía que la culpa la tenía Alexei Drakos.

      Oyó de repente otro golpe en la puerta.

      –¿Quién es? –preguntó ella.

      –¿Quién va a ser? Abre, por favor.

      –¿Por qué?

      –Quiero hablar contigo.

      De mala gana, salió de la cama y se puso la bata. Abrió un poco la puerta y lo miró.

      –No me gusta que nadie me dé con la puerta en las narices en mi propia casa.

      –Era eso o reaccionar como lo hice anoche con el secuestrador –le dijo ella.

      –Tienes mucho genio.

      –¿Te extraña? ¡Me acusaste de haber ayudado a tu madre para conseguir la entrevista! Para que lo sepas, kyrie Drakos, solo quería evitar que ese hombre se la llevara. Estaba tan furiosa que podría haberlo matado con mis propias manos.

      –Y casi lo consigues –dijo Alexei–. ¡Supongo que debo darte las gracias por cerrarme la puerta en la cara en vez de matarme! Solo quería disculparme. ¿Puedo pasar?

      De mala gana, abrió la puerta y fue a sentarse en uno de lo sillones.

      –¿Estás ya más tranquila?

      –Estoy en ello.

      –Te pido perdón por lo que insinué antes –le dijo Alexei llevándose la mano al pecho–. Estoy seguro de que tus motivos fueron muy nobles cuando trataste de salvar a mi madre.

      –Espero que de verdad estés seguro porque actué por puro instinto, sin pensar en nada que no fuera ayudar a tu madre. Y, si no me hubiera tirado al mar, le habría dado más golpes aún.

      Alex sonrió al escucharla.

      –Te portaste como una guerrera. Ese hombre no podía creer que hubiera sido una mujer quien lo golpeó. Y te has ganado el respeto de Theo Lazarides. Está muy impresionado contigo, Eleanor.

      –Me alegra ver que alguien me respeta.

      –Yo también lo hago. Aunque lo hubieras hecho para conseguir una entrevista, no puedo menos que respetar a una mujer dispuesta a ir tan lejos para conseguir lo que quiere.

      –Supongo que me tomaré eso como una disculpa –le dijo con una dulce sonrisa–. Y espero que el incidente de la puerta no haya hecho demasiada mella en tu arrogancia masculina.

      –Fue una experiencia nueva, aunque no me gustó –reconoció Alexei–. Siento haber aporreado después la puerta.

      –Y es ya la segunda vez que lo haces hoy.

      –Tendré que deshacerme de ese hábito. Mañana prometo ser dulce y amable todo el día –dijo con una irónica sonrisa–. Al menos me comprometo a intentarlo. Buenas noches.

      –Buenas noches.

       

       

      Alex salió del dormitorio de Eleanor y cerró la puerta tras él.

      –Ahora cierra por dentro –le gritó antes de irse por el pasillo hasta su habitación.

      Suspiró frustrado. No quería irse a dormir. Lo que de verdad deseaba era volver a su habitación y llevársela a la cama. El portazo que le había dado en la cara solo había conseguido despertar aún más su libido y necesitaba urgentemente una ducha fría.

      Sacudió la cabeza desconcertado. No sabía por qué, pero hacía mucho que una mujer no lo atraía tanto como Eleanor. Y como iban a pasarse un par de días metidos en ese castillo y lejos del resto del mundo, le parecía absurdo no sacar el máximo partido posible a la situación.

       

       

      Aunque había cerrado la puerta por dentro, a Eleanor le costó conciliar el sueño y, cuando lo hizo, tuvo terribles pesadillas. Fue un alivio que llegara por fin la mañana. Así podría hacerle por fin la entrevista e irse de allí. Alexei Drakos era un hombre muy atractivo, pero había algo en él que hacía que estuviera en tensión todo el tiempo.

      Se levantó y se aseó. Después, se puso unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta. Se recogió el pelo en una cola de caballo, estaba lista para trabajar.

      Cuando llamaron a la puerta, supuso que sería Sofia con el desayuno, pero se encontró con Alex. Tenía el pelo mojado y todo su cuerpo irradiaba vitalidad, como si llevara horas despierto.

      Kalimera, Eleanor Markham.

      –Buenos días –dijo ella sorprendida–. Pensé que sería Sofia...

      –Le pedí que nos sirviera el desayuno en el salón de la torre. ¿Vienes conmigo?

      –Gracias, pero no suelo desayunar demasiado –le advirtió ella mientras lo seguía.

      –Es una lástima que no pudieras salir a nadar conmigo, eso te habría abierto el apetito. Pero, dadas las circunstancias, no me pareció aconsejable.

      Cuando llegaron a la mesa, apartó su silla para que se sentara. Había bollos calientes, fruta fresca y dos jarras. Alexei le dijo cuál de las dos era la del té.

      –Mi madre dejó tu marca favorita de té para que lo pudieras tomar –le explicó Alexei.

      –¡Qué amable! –repuso ella.

      Seguía sin acostumbrarse a esa situación. Estaba a punto de desayunar con Alexei Drakos. En un maravilloso salón con vistas al mar Egeo. Después del malentendido de la noche anterior, había esperado encontrarse con un hombre aún molesto, pero no dejaba de sonreír.

      –Debe de ser maravilloso vivir en un lugar como este –comentó ella.

      –Bueno, yo no vivo aquí. Kyrkiros es solo mi refugio, donde vengo para escapar del mundo real.

      –Una casa de vacaciones que además es un castillo y donde tienes un despacho desde el que puedes controlar tu imperio, ¿no?

      –Eso lo hago desde cualquier sitio.

      –¿Y Stefan es el que te informa de todo lo que pasa en Atenas?

      –Stefan es el que dirige mi equipo allí, sí –dijo él–. ¿No deberías estar apuntando todo esto?

      –No, ya me portaré como una periodista de verdad cuando te entreviste.

      –¿No será que estás intentando engatusarme para que te cuente todos mis secretos?

      –Haré todo lo necesario para conseguir mi propósito –repuso de buen humor.

      –¿Será una entrevista muy larga?

      –Supongo que eso depende de ti y de la información que me des.

      –Entonces no será larga –le advirtió Alexei–. Y, cuando termines, quiero mostrarte algo antes de que te pongas a escribirla.

      –¿Me vas a enseñar las mazmorras del kastro? –preguntó Eleanor esperanzada.

      –No, la zona del sótano aún no está arreglada. Pensaba enseñarte el jardín.

      Después del desayuno, Alex la llevó hasta una escalera de caracol de piedra. Supuso que subiría a un ático o algo así.

      –Iré primero –le dijo él–. Ten cuidado, los escalones son desiguales en algunos lugares.

      Eleanor lo siguió intrigada. Cuando llegaron al final de las escaleras, Alex abrió una puerta y el resplandor del sol la cegó.

      –Bienvenida a mi guarida secreta.

      Había un bello jardín en la azotea. Enormes macetas de terracota con plantas florales rodeaban un espacio central pavimentado. Allí había mesas, sillas y sombrillas.

      –¡Qué maravilla! –exclamó ella.

      Había incluso una mampara suspendida entre dos pilares.

      –En un sitio como este, no tienes que preocuparte por mantener tu privacidad, ¿verdad?

      –No. Y cuando sopla fuerte el Meltemi al final del verano, esa mampara es muy necesaria.

      –Yo también tenía que protegerme del viento en la playa cuando era pequeña. ¿A dónde ibas tú?

      –Solía pasar las vacaciones de verano en casa de mi padre, en Corfú.

      –Es verdad. Ahora lo recuerdo. Allí estabas demasiado ocupado nadando y jugando con el ordenador como para necesitar protección contra el viento, ¿no? –comentó ella–. Yo no salí del país hasta que me fui de viaje con mis amigos de la universidad. Uno de los mayores atractivos de mi trabajo es poder viajar.

      –¿Crees que tu jefe te ascenderá o aumentará tu salario cuando le envíes el artículo?

      –No, es poco probable –repuso ella riendo.

      –Si quieres, puedo ponerlo como condición a la entrevista.

      –No, pero gracias.

      –Como quieras. ¿Cuándo quieres empezar?

      –¿Te parece bien dentro de media hora? Voy a por mis cosas.

      Bajaron con cuidado las empinadas escaleras y Alexei le indicó dónde estaba su despacho. Ella volvió a su habitación.

       

       

      Alex la observó mientras se alejaba de él. Lamentaba haber aceptado que le hiciera una entrevista, pero tenía muy claro también que Eleanor merecía su recompensa.

      Creía que, a cambio de esa exclusiva entrevista que llevaba años negando a otros periodistas, él también se merecía una recompensa, la clase de recompensa que una mujer tan atractiva como la señorita Markham podía darle.

      Sonrió al mirar la cantidad de aparatos tecnológicos que tenía en su despacho. Después de una breve conversación con Stefan, se sentó en el sillón que había comprado y le habían enviado desde Londres, guardó todos los documentos que tenía sobre la mesa y se dispuso a esperar.