ALGUNAS HISTORIAS DE NOMBRES PROPIOS Y, A LA VEZ, COMUNES. VII

ROS

Este nombre, popular entre los crucigramistas, corresponde, según el Diccionario, a un chacó pequeño, de fieltro, con orejeras, y más alto por delante que por detrás. Me parece que es el cubrecabezas que usan los miembros de la Guardia Real española, y digo me parece porque no he tenido ocasión de verlos de cerca y únicamente y en forma muy rápida por la televisión. Su nombre deriva del general Antonio Ros de Olano, militar, político y escritor, nacido en Caracas en 1808 y fallecido en Madrid en 1886. Fue marqués de Guad-el-Jelú y conde de la Almina, y se distinguió en las guerras carlistas y en la de Marruecos, en la que ganó los títulos citados. Seguidor de O'Donnell, contribuyó a la caída de Isabel II y sirvió sucesivamente a Amadeo de Saboya y a Alfonso XII. Es decir, que supo nadar y guardar la ropa. Vicente Vega, en su magnífico Diccionario ilustrado de frases célebres y citas literarias (Ed. G. Gili), explica las anécdotas de Ros de Olano que aquí reproducimos. En 1834, cuando la primera guerra carlista, fue herido, y para pasar sus ratos de descanso forzoso se dedicó a escribir una comedia que tituló Marcha apresurada. No teniendo a quien leerla sino a su ordenanza o asistente, hizo que éste le sirviese de público. El ordenanza siguió impertérrito la lectura, y cuando terminó, Ros de Olano le preguntó si le había hecho gracia:

—Sí, señor, mucha.

—¿Y por qué no has reído?

—¿Y la subordinación, mi teniente?

La obra no llegó a estrenarse, pero pudo apuntarse un éxito sensacional, pues es el caso que Ros de Olano prestó el manuscrito a su amigo Fernando Cotoner y Chacón y éste lo llevaba bajo su guerrera cuando una bala le dio en el pecho, atravesando los papeles y perdiendo fuerza, con lo que salvó la vida.

Otra anécdota curiosa, más bien una frase oportuna, cita Vega en su diccionario. Comentando la guerra de África, en la que tanto se había distinguido, Ros de Olano dijo:

—Ganamos todas las batallas y perdimos la campaña.

Palabras muy justas y certeras.

VERÓNICA

Todos los aficionados a los toros conocen este lance, consistente en esperar el lidiador la acometida del toro presentándole la capa extendida o abierta con ambas manos. Por otra parte, en el santoral aparecen tres santas con este nombre, cuya fiesta se celebra el 13 de enero, el 9 de julio y el 29 de agosto. ¿Existe alguna relación entre el lance torero y las santas en cuestión? Pues no, ninguna. Sí, en cambio, la hay con una antigua leyenda sobre la Pasión del Señor o, mejor dicho, sobre la muerte de Pilato. Puede leerse en la edición de Los Evangelios apócrifos (BAC, 148; pp. 527 y ss.). Dice la leyenda, que probablemente es de origen medieval, que el emperador Tiberio envió un mensajero llamado Volusiano a Pilato, para que buscase un médico capaz de curar las enfermedades con su sola palabra, ya que se había enterado de la existencia de Jesús. Pero cuando llegó el recado a Pilato, Jesús ya había sido crucificado.

«Respondió, pues, Pilato al citado mensajero de esta manera:

»—Aquel hombre era malhechor y llevaba en pos de sí todo el pueblo. Por lo cual, después de celebrarse un consejo entre los sabios de la ciudad, mandé que fuera crucificado.

»Cuando el mensajero en cuestión volvía a su casa, se encontró con cierta mujer llamada Verónica, que había tratado a Jesús, y le dijo:

»—¡Oh, mujer!, ¿por qué dieron muerte los judíos a cierto médico residente en esta ciudad, que con sólo su palabra curaba a los enfermos?

»Mas ella empezó a llorar, diciendo:

»—¡Ay de mí! Señor, Dios y Señor mío, a quien Pilato por envidia entregó, condenó y mandó crucificar.

»Entonces él, embargado de un profundo dolor, dijo:

»—Lo siento enormemente, porque no voy a poder cumplir el cometido que me había dado mi señor.

»Díjole la Verónica:

»—Cuando mi Señor iba a predicar, yo llevaba muy a mal el verme privada de su presencia; entonces quise que le hicieran un retrato para que, mientras no pudiera gozar de su compañía, me consolara al menos la figura de su imagen. Y yendo yo a llevar el lienzo al pintor para que me lo diseñase, mi Señor salió a mi encuentro y me preguntó a dónde iba. Cuando le manifesté mi propósito, me pidió el lienzo y me lo devolvió señalado con la imagen de su rostro venerable. Si, pues, tu señor mira devotamente su aspecto, se verá inmediatamente agraciado con el beneficio de la curación.»Él le dijo entonces:

»—¿Un tal retrato puede adquirirse con oro o plata?».

Ella respondió:

»—No, sino con un piadoso afecto de devoción. Marcharé, pues, contigo y llevaré la imagen para que la vea el César; después me volveré.

»Vino, pues, Volusiano a Roma en compañía de Verónica y dijo al emperador Tiberio:

»—Aquel Jesús, a quien tú desde largo tiempo vienes deseando, fue entregado por Pilato y los judíos a una muerte injusta y por envidia fue clavado en el patíbulo de la cruz. Ha venido, pues, en mi compañía cierta matrona que trae consigo un retrato del mismo Jesús; si tú lo miras con devoción, obtendrás al momento el beneficio de tu curación.

»Hizo, pues, el César que el camino fuera alfombrado con paños de seda y mandó que le presentaran la imagen. Y, nada más mirarla, recobró su antigua salud».

No queda claro en esta relación qué hizo Jesús con el lienzo. ¿Lo miró solamente? ¿Se cubrió la cara con él? En una variante de esta leyenda se dijo que la Verónica enjuagó la cara de Jesús cuando era conducido al Calvario y que, en agradecimiento al acto caritativo, el Señor dejó su faz impresa en el lienzo. De aquí viene el origen del lance del toro. Algo irreverente, sin duda, pero muy corriente en un pueblo empapado de religiosidad: el toro pasa la cara por la capa como si quisiera dejar su imagen impresa en ella. Y otro detalle. Según algunos, Verónica se llamaba Berenice (Evangelio apócrifo de Nicodemo), y el nombre procedería de las palabras Vera Ikona o verdadera imagen, es decir, reproducción verdadera de la cara de Jesús.

VATIO O WATIO

Cantidad de trabajo eléctrico equivalente a un julio por segundo. El nombre de julio deriva del de un físico inglés llamado Joule. El nombre de vatio, abreviado generalmente con la letra W, deriva del ingeniero escocés James Watt, que hizo práctica la máquina de vapor inventada por Thomas Newcomen quien, a su vez, se había inspirado en los experimentos del francés Denis Papin. Watt nació en Greenock el 19 de enero de 1736, y ya desde niño tuvo afición a la mecánica. A los catorce años decía que su deseo era construir máquinas matemáticas. Un caso de vocación. Aunque el talento de Watt se aplicó al vapor, el Congreso de Electricidad de 1881, antes citado, dio su nombre a la unidad eléctrica. Murió en 1819.

VOLTIO

Unidad internacional de diferencia de potencial, de fuerza electromotriz o de tensión eléctrica. Su nombre deriva de Alejandro Volta, físico italiano nacido en Como en 1745 y profesor de física en la Escuela Real de su ciudad natal. A finales del siglo XVIII descubrió la pila a la que se puso su nombre, y en 1801 fue llamado a París por Napoleón, quien le nombró senador del llamado reino de Italia. Fue todo lo contrario de un niño prodigio. Durante cuatro años creyeron que era mudo o subnormal; dicen que no empezó a articular algunas palabras hasta los siete años, pero entonces sorprendió a todos por su viveza e ingenio. Su padre decía:

—¡Tenía en casa un diamante y no lo sabía!

Estudió en un colegio de jesuitas, que primero querían persuadirle para que entrara en la orden, pero como él se burlaba abiertamente de tales propósitos, su maestro, el padre Giacomo Bonensi, dictaminó que sería un desgraciado sin oficio ni beneficio. Tuvo que cambiar de colegio. De todos modos, demostró que era hábil pues cuando enseñaba en la Universidad de Pavía sus colegas le acusaban de poco científico, aduciendo que toda su sabiduría y sus descubrimientos eran puramente empíricos, en lo que no les faltaba razón, pues el propio Volta confesaba que sabía pocas matemáticas y que hablaba, en su clase, de ideas generales, pero añadía que, con sus inventos, estaba por encima de los matemáticos envidiosos. Su fama era universal, hasta el punto de que en Viena, donde había órdenes rigurosas de impedir la entrada si no se presentaba una autorización especial, al leer el oficial de guardia en el pasaporte el nombre de Alejandro Volta, decidió infringir aquella disposición. Saludándole, militarmente, dijo:

—¡Qué felicidad, haber conocido a tan gran hombre! Pase, por favor.

Cuando Volta inventó la pila, Napoleón quiso conocerle, le llamó a París y manifestó su deseo de asistir a sus experimentos en la Academia de Ciencias. Propuso asimismo que la Academia condecorara con una medalla de oro al sabio italiano, pero el reglamento lo impedía, dada su condición de extranjero. Pero Napoleón se impuso, y Volta fue condecorado y recibió además un premio de seis mil francos. Era modesto y no comprendía la grandeza de sus descubrimientos.

—Que mis juguetitos interesen a los físicos lo comprendo, pero que la gente en general se interese por ellos me extraña sobremanera. Ya verán como será una moda pasajera.

Cuando se sintió viejo, quería jubilarse, pero Napoleón se lo impidió.

—Si Volta encuentra pesado enseñar, que dé una sola lección al año. Pero que no se jubile. Los buenos generales mueren en el campo de batalla.

Fue Volta quien popularizó en Italia las patatas, cosa que no deja de tener su importancia. Murió en Como, donde había nacido, en 1827. El voltio fue adoptado en el Congreso de Electricidad de 1881.

WINCHESTER

Otro héroe de las películas del Oeste, como Colt. El 10 de noviembre de 1810 nacía en Boston, Estados Unidos, Oliver Fisher Winchester. A los siete años era granjero, a los diez albañil, a los veintitrés tendero y fabricante de camisas, y a los treinta fundó la Winchester and Davies Co., que surtía de camisas a toda Norteamérica. Empleaba a 800 trabajadores en su fábrica y a 5000 a domicilio. En 1855 dedicaba ya buena parte de su dinero a las acciones de la Volcanic Arms, que no tardó en quebrar. Winchester no se desanimó por ello y fundó la New Haven Arms. En 1860 creó la carabina que lleva su nombre. La guerra de Secesión, tan explotada por los filmes norteamericanos —¡y pensar que nosotros no hemos sabido hacer otro tanto con nuestras guerras carlistas!— le dio gran empuje, pero otras carabinas, las Spencer, le ganaron la partida. Incitado por esta competencia, en 1866 Winchester lanzó al mercado la carabina definitiva con la que iba a pasar a la historia, especialmente cuando en Little Big Horn el general Custer y 260 hombres armados con Spencer fueron derrotados por 200 o 300 indios provistos de fusiles Winchester 66. Salieron después los Winchester 73, 76, 86 y así sucesivamente, cada vez más perfeccionados. Hoy se da el nombre de Winchester —aunque está registrado— a cualquier fusil de repetición, añadiendo en su caso, claro está, la marca que corresponda. Winchester murió en 1880, pero su fábrica aún existe, y fabricó y sigue fabricando armas para todo el mundo, desde Buffalo Bill hasta algunos presidentes de los Estados Unidos.