Hubo un pequeño silencio mientras los hombres sentados a la mesa absorbían la idea. Whitney emparejado, tal vez casado con una senadora de los Estados Unidos. ¿Qué tipo de carta blanca tendría para sus experimentos? La idea era sobrecogedora.
—¿Quién es tu informador?
Sam entrelazó los dedos con los de Azami y sostuvo la mano de ella bajo la mesa. Quería acariciarle los nudillos con la boca simplemente para mostrarle que ninguna de las cosas que había dicho importaban. No le tenía miedo a nada de lo que Whitney pudiera haber hecho para emparejarlos. No veía cómo el hombre podría haberlo hecho, no cuando Azami no había visto a Whitney desde que tenía ocho años y él se había unido al programa de los Caminantes Fantasma pocos años atrás.
—Sabes que no puedo darte esa información más de lo que tú podrías dármela a mí —le dijo Azami a Ryland—. Puedes escoger creerme o no, pero el punto es que una vez que Whitney puso las manos de nuevo en Violet, ella dejó de ser leal a Freeman.
Ryland se sentó de nuevo en la silla, evaluando a Azami un largo momento. Sam conocía esa mirada. El hombre la respetaba, incluso le gustaba y estaba empezando a creer en ella.
—No creo que Violet fuera siempre leal a Freeman. Podría haber sido emparejada físicamente con él, pero ella quería poder. Lo ansiaba como una droga. Freeman era un medio para llegar a ese poder y ella obviamente le controlaba. En todos los informes, Violet era diferente a las otras mujeres desde la infancia. Quería un cargo con Whitney y hacía lo que fuera por conseguirlo. Cuanto más trepaba en la escala, más poder quería. Freeman no era un hombre del que ella estuviera enamorada. Era el poder lo que ella amaba. Durante un tiempo creyó que podía separarse de Whitney y obtener las cosas que quería. Si él se emparejó con ella, esa lealtad es cuestión de qué puede obtener y el estatus que puede alcanzar. Si tienes razón, Azami, ella cree que finalmente acabará en la Casa Blanca.
El aliento de Azami salió de sus pulmones en una pequeña ráfaga. Sam se resistió a arrastrarla a sus brazos para sostenerla cerca cuando escuchó ese suave sonido de alivio. Ryland le había dado la seguridad que Sam no podía. Los Caminantes Fantasma, emparejados por Whitney o no, se amaban el uno al otro y sin embargo, bajo ciertas circunstancias extremas, escogerían tomar el camino honorable.
—Gracias —dijo Azami con una elegante reverencia de cabeza hacia Ryland—. No quería pensar que si Whitney ponía las manos encima de uno de nosotros, podía volvernos contra los otros.
—Él quizás crea que puede —dijo Ryland—, pero seriamente lo dudo.
La tensión se drenó de Azami. Sam era consciente que para sus compañeros de equipo ella parecía a gusto. Él era el único en la sala que sabía que estaba ansiosa. No estaba en su mente, pero aún así podía sentir esa ligera alteración de su energía. La mirada levantada hacia su cara, vagando sobre los fuertes contornos, acogiéndolo. Él no era un premio, ciertamente no era el hombre más guapo de la sala, pero sabía sin ninguna duda que ningún otro la entendería o sería más leal a ella de lo que lo sería él.
Azami apretó los labios y entonces su mirada se movió de nuevo a Ryland.
—Es bueno saberlo.
—Si esta información que nos has proporcionado es cierta —dijo Ryland—, Whitney ha estado probablemente surtiendo al campamento de la guerrilla de armas y dinero durante algún tiempo para obtener el control de las minas de diamante. Decenas de miles de personas han perdido sus vidas y todavía no es suficiente. Whitney debe estar decidido a obtener el control, a través de las fuerzas rebeldes, de esa área específica, de esa mina de diamantes en particular.
—¿Puede ese diamante ser tan importante para él? —musitó Sam en voz alta—. Tiempo atrás, cuando Jack y Ken Norton entraron con su equipo para rescatar al senador, nunca creímos que él fuera parte de una coalición que tratara de deshacerse de los Caminantes Fantasma. Supongamos que teníais razón, pero que el senador traicionara a Whitney. Supongamos que Whitney y el senador actuaron inicialmente juntos para conseguir uno o varios diamantes que Whitney quería y que las negociaciones no fueron como planearon porque el senador tenía otras ideas.
Azami se encogió de hombros.
—Eso es totalmente posible. El senador Freeman estaba siendo utilizado como la vía de Whitney hacia la Casa Blanca. Lo emparejó con Violet creyendo que ella le influenciaría para hacer la voluntad de Whitney. Sé que Whitney proporcionaba dinero para sufragar la campaña de Freeman utilizando varias empresas para donarlo.
—El padre del senador Freeman y Whitney fueron juntos a la universidad —le dijo Sam a ella—. Es un hombre poderoso en la banca.
Azami asintió.
—Se comunicaba a menudo con Whitney. Creo que la idea, finalmente, era tomar el control de la presidencia. Prepararían al hijo de Freeman para el puesto, lo emparejarían a Violet y le ayudarían en su carrera política.
—Pero Violet se volvió codiciosa —dijo Sam—. O quizás fue el senador. Ellos rompieron con Whitney y se alinearon con quien sea que esté en la Casa Blanca que quiere deshacerse de los Caminantes Fantasma. Tendría que tener acceso a información clasificada, así que sería alguien…
—¿Cómo el secretario de estado, Bernard Scheffield? —sugirió Azami—. También estaba en la clase de Whitney, pero era su archienemigo.
Ryland giró en redondo para atravesarla con una mirada intensa.
—¿Dónde demonios has obtenido esa información? Sabía que habían ido juntos a la universidad, pero ¿archienemigos? Nunca escuché eso.
Azami se encogió de hombros, mirando con aire satisfecho.
—Se desprecian en uno al otro. Whitney frecuentemente habla de él en términos despectivos. Ha llegado incluso tan lejos como para decir que está trabajando con ciudadanos extranjeros para derrocar a los Estados Unidos. Whitney cree en un ejército fuerte y en que cada ciudadano de los Estados Unidos debería ser protegido, algo así como los romanos. Si el daño llega a los ciudadanos de los Estados Unidos, las represalias deberían ser rápidas y brutales.
—¿Quiere que vayamos a la guerra con todo el mundo? —preguntó Ryland.
Azami volvió a encogerse de hombros.
—Whitney cree que Scheffield está asesorando al presidente contra el fortalecimiento de las fuerzas armadas… que quiere cortar los fondos a los militares y siempre, siempre optar por la vía de la diplomacia. Whitney estaba tan furioso cuando los turistas estadounidenses fueron apresados tras la excursión cerca de la frontera iraní, que en realidad discutieron el asesinato del secretario de estado. Whitney le dijo a su ejército privado que todo el mundo sabía que los apresados eran simplemente niños. Afirmó que el gobierno iraní estaba utilizándolos para intentar obligar a los Estados Unidos a darles lo que ellos querían, todo lo cual probablemente era cierto, pero no justifica la intervención militar que Whitney creía debería de haber sido realizada inmediatamente.
—¿Cuánto tiempo ha estado teniendo lugar esa disputa? —preguntó Sam—. ¿No desde que estaban en la escuela?
—Al parecer Bernard Scheffield proviene de una familia de dinero. Mucho dinero. Estaba considerado una gran promesa en la escuela. No sólo tenía dinero y parientes en posiciones elevadas, sino que era el niño más listo en la escuela, hasta que apareció Whitney.
—Así que va de egos, entonces. Ya sabíamos que Whitney tenía un ego enorme —dijo Sam.
—Tenéis a alguien que os provee de un buen servicio de inteligencia —dijo Ryland—. ¿Estás absolutamente segura de que podéis confiar en él? ¿O en ella?
Azami lo miró con ojos fríos. Si él estaba pescando, ella no iba a picar.
—Sí. Absolutamente.
—¿Y no tienes objeciones a que Sam pida permiso para casarse contigo? —preguntó Ryland de repente cambiando de tema.
Sam maldijo entre dientes por ese tono engañosamente suave. Ryland no había terminado.
Azami bajó las pestañas hasta que, ligeras como plumas, los dos abanicos gemelos se encontraron con sus altos pómulos.
—Es la costumbre en mi familia y una muestra de respeto.
—Antes de ir tan lejos, Sam —continuó Ryland—, quizás Azami podría explicar cómo llegó a saber acerca del Zenith de segunda generación y cómo llegó a tener esos parches.
Su ritmo cardiaco aumentó. No hizo mucho más que parpadear, pero la yema del dedo se Sam estaba sobre el pulso y sintió ese salto.
—Te lo dije. Tengo un informador. El trabajo fue robado, pero no sé cómo lo consiguieron ellos. Comprobé el ordenador de tu esposa yo misma y luego Daiki lo volvió a comprobar. Ese ordenador está limpio, pero Whitney tenía su trabajo. Se jactaba ante algunos de sus investigadores de lo inteligente que es su hija.
—¿Tiene el trabajo de Lily sobre el Zenith? —Ryland se abalanzó ante eso—. Ella sólo pone notas de las investigaciones en su ordenador personal. ¿Cómo demonios ha conseguido entrar Whitney en su ordenador sin que ninguno de nosotros lo supiéramos? —Miró ferozmente a Gator—. Pensaba que Flame puso alarmas o algo en el ordenador de ella por esta misma razón.
Gator se encogió de hombros.
—Tendrás que hablar con mi mujer sobre eso, Rye, no conmigo. No tengo ni idea de ordenadores. Ella habla un idioma extranjero cuando empieza con eso.
—Si Whitney ha encontrado un modo de conseguir entrar en nuestros ordenadores otra vez… —Ryland se fue apagando.
—Hicimos un barrido en los ordenadores antes de que instaláramos el software, y Daiki ha creado un programa de protección de virus y troyanos excelente que instalamos de modo rutinario con el software. Os estoy diciendo que su ordenador está absolutamente limpio. No ha conseguido su trabajo de ahí —dijo Azami—. Algún otro tiene su trabajo o tenéis un traidor aquí.
Ryland suspiró y se pasó ambas manos por el cabello, preguntándose claramente como Whitney había logrado poner sus manos sobre la investigación de Lily. Por lo que él sabía, la única otra persona con quien la habían compartido era con su jefe, el general Ranier.
—Así que tu informador te contó sobre el descubrimiento de Lily —apuntó Ryland, renunciando, por el momento, a tratar de entender la tecnología de guerra moderna—. ¿Cómo lo obtuviste?
—Lo cogí de su ordenador, por supuesto —admitió Azami—. Si cruzas espadas informáticas con Daiki conseguirás cortarte. Whitney nos envió una consulta sobre la compra de un satélite y en el email había un virus muy inteligente, uno que sin el nuevo programa de software de Daiki probablemente no hubiéramos sido capaces de detectar. Para Daiki eso fue una declaración de guerra. Replicamos y entramos en su ordenador, tan simple como eso.
—¿Lo sabe Whitney?
—Con el tiempo, podría, pero no será capaz de rastrearlo hasta nosotros. —Se encogió de hombros—. Tiene una mente brillante, ese hermano mío, y puede inventarse métodos increíbles para proteger nuestros sistemas que tardarían años en desentrañar.
—Así que, ¿qué hicisteis con la investigación de mi mujer?
—Nadie más la ha visto. Cogí la fórmula del ordenador de Whitney e hice los ensayos yo misma en mi laboratorio. Demostró ser una gran promesa. Así que cuando estuve segura que ella creía que tenía los problemas resueltos, la probé por supuesto en mi misma.
El aliento de Sam se le atascó en la garganta. La primera generación del Zenith mataba al usuario a no ser que se le diera el antídoto en cuestión de horas. Nunca deberías haber corrido ese riesgo. Era imposible permanecer en silencio. Permitió que la furia se derramase en su mente.
Esos ojos oscuros y exóticos se desplazaron a su cara. Enternecidos. Volviéndose cálidos. No en respuesta a su ira sino con deseo. Todo en su interior se movió para dejarla entrar. Ella no cambió de expresión cuando lo miró, sólo se apreció en sus ojos, pero ella no necesitaba hacerlo. La sentía, fluyendo en el interior de su mente, llenándolo, envolviéndose a sí misma apretadamente alrededor de su mente y corazón.
La deseaba. No sólo con aquel avasallador impulso de lujuria pulsando en su sangre, sino con algo más suave y profundo y mucho más intenso que la pasión física que provocaba tan violentas demandas en su cuerpo. Podía escuchar la sangre atronándole en los oídos y rugiendo a través de sus venas, llenando su polla hasta que palpitaba de deseo, pero aún así, aquella pasión caliente y brillante fluía con una ternura tan pura que no había sospechado siquiera que existiera en él hasta que Azami se había presentado.
—¿Probaste una droga desconocida en ti misma, sabiendo que la primera generación podía matar a quien lo hacía? —Ryland sonó casi tan enfadado como Sam lo estaba.
—No pido a otros que hagan lo que yo no haría —dijo Azami—. Estudié el primer compuesto de la droga así como la versión de tu esposa. Pasé meses analizando los datos. Tu mujer sentía sin duda que había hecho un gran avance y todo lo que Whitney tenía en su ordenador consideraba que su trabajo era de primera clase. Las notas de ella eran detalladas y fáciles de seguir, cuando las de él eran crípticas y difíciles. Él lo codificaba todo. Es un paranoico.
—No trates de desviarme del tema. Fue una absoluta locura probar una droga desconocida en ti misma y tú lo sabes condenadamente bien.
Ella se inclinó hacia Ryland.
—Afortunadamente, no tengo que responder ante nadie —replicó con suavidad, dándole a entender que no estaba bajo su mando.
—¿Tus hermanos no se opusieron?
—No somos dueños los unos de los otros. Les dije lo que iba a hacer y qué hacer en el caso de que algo saliera mal. No les gustó más de lo que te ha gustado a ti, pero la segunda generación del Zenith demostró ser una droga milagrosa cuando uno la necesita.
—Sois dueños de una compañía de satélites, ¿por qué necesitaríais una droga como el Zenith? —preguntó Ryland.
Sam deslizó muy cuidadosamente el pulgar a través del interior de su muñeca en una caricia, advirtiéndola al mismo tiempo. Ryland no era tonto. Sus preguntas formuladas con cuidado estaban diseñadas para echarle la zancadilla, fueran preguntadas informalmente o no.
—Vamos a países peligrosos y con frecuencia debemos protegernos. Otros gobiernos utilizan métodos diferentes para conseguir lo que quieren… y quieren el software de mi hermano y el satélite de alta resolución con las lentes de Eiji. Nuestro trabajo es muy impredecible, especialmente si decidimos no vender a una empresa o país que cree tener derecho a nuestro equipo.
Sam se asombró de su absoluta compostura. Sabía que no debería estarlo; ella había mostrado nervios de acero durante la lucha en el bosque, y desde el momento en que Ryland había comenzado a interrogarla había estado preparada y tranquila. Incluso había mostrado su sonrisa serena a Ryland, como si él no fuera demasiado inteligente y debiera haberse imaginado la respuesta sin molestarla con una pregunta tan obvia.
—¿Siempre actúas como guardaespaldas de tu hermano? —preguntó Ryland.
—Sí. Eiji insiste también, aunque al igual que Daiki, él es demasiado valioso para la compañía. Me gusta pensar que soy tan importante como mis dos compañeros, pero tristemente, no contribuyo de la forma en que ellos lo hacen. Soy la más prescindible.
Los dedos de Sam se tensaron alrededor de su muñeca a modo de protesta. El tono de ella le dijo que le estaba diciendo la verdad tal y como ella la veía.
—Nuestra compañía es pequeña, pero las personas que trabajan para nosotros son nuestras. Dependen de nosotros para su sustento. Eso significa que Daiki y Eiji deben continuar moviéndonos hacia delante. Ambos son innovadores y tienen ideas increíbles para el futuro.
Ryland se reclinó en su asiento y la miró fijamente.
—¿Cómo sabes que se puede confiar en vuestra gente? Crees en ellos, puedo verlo, pero sería imposible asegurar que más que un estrecho círculo fuese leal.
Azami negó con la cabeza.
—Nadie de mi gente nos traicionaría. Les confiaría mi vida.
—¿Les confiarías entonces las vidas de tus hermanos?
Por primera vez ella dudó.
—No confío en nadie con la vida de mis hermanos —susurró ella—. Ellos son todo lo que tengo.
Sam sintió más que oyó esa inseguridad en su voz… la voz de Thorn. La niña que había sido tan descuidadamente descartada por Whitney.
Eso ya no es verdad. Me tienes me hayas aceptado o no. Siempre vendré a por ti, cariño. Seré tu familia. A Sam le pareció extraño que no habiendo dicho nunca esas cosas en alto, se sintiera perfectamente bien enviándolas a su mente. Había una intimidad que transcendía la vergüenza cuando compartían la misma mente. Quiero decir lo que digo, Azami. Siempre podrás contar conmigo.
Claro que iba demasiado rápido. Sabía que Ryland estaba intentando salvarle de caer desplomándose desde un alto precipicio hasta un profundo abismo, pero Sam ya había dado el paso gustosamente y no tenía ningún deseo de echarse atrás. Caer por ella valía la pena. Si al final ella no podía comprometerse con él y le destrozaba el corazón… bueno, sabía el coste antes de haber dado el salto.
Azami negó con la cabeza. Incluso ese ligero movimiento era elegante, todo ese cabello sedoso deslizándose a su alrededor como un halo mientras largos mechones caían artísticamente por la parte de atrás de su esbelto cuello.
Ryland suspiró ruidosamente.
—Esto no nos está llevando a ningún lado. No ha llegado ninguna orden al efecto para nuestra unidad, ni específicamente a Sam, para dirigirse al Congo. El general me da vía libre para seleccionar el equipo más adecuado para una misión. Conozco sus habilidades psíquicas específicas. Ya no documentamos cuando una habilidad se manifiesta. Lily desarrolla ejercicios para fortalecerlas y como equipo practicamos los ejercicios, pero ni siquiera el general tiene un conocimiento específico de lo que hacemos. Sería extremadamente inusual que el general solicitara un individuo concreto para el terreno. Especialmente… —Él se interrumpió.
—Sam —terminó Azami por él—. Soy consciente de que el general fue el responsable de la educación de Sam.
—Él me dio un hogar exactamente como tu padre te dio uno a ti —aclaró Sam.
Ella apretó los labios y agachó la cabeza, cerrándole la mente abruptamente. Sam la miró con dureza. Había algo raro, algo que no estaba queriendo compartir con él. Azami había sido honesta con él casi desde el principio.
—Nuestras órdenes no funcionan así —reafirmó Ryland—. Yo escojo mi propio equipo.
—Es tan fácil como esperar y ver qué órdenes llegan —murmuró Azami.
Ryland miró a sus hombres alrededor de la mesa.
—¿Alguno de vosotros ha escuchado que el senador Freeman muriera? ¿O que su soporte vital fuera retirado?
—Lo oirás pronto —aseguró Azami con voz segura—. Van a hacer una buena historia de ello, para asegurar a la desconsolada viuda la mayor simpatía posible. Si Whitney la entrenó para la Casa Blanca, puedes apostar que utilizará a sus amigos y a aquellos que le adeudan algo para posicionarla para las elecciones. Ese tiene que ser su plan. Quiere ese tipo de poder.
—Quiere continuar con sus experimentos en paz —dijo Ryland—. A él no le importa una mierda la Casa Blanca.
Kadan de repente se echó hacia atrás en la silla, el crujido llamó la atención de Ryland. Se había mantenido en silencio, como todos ellos durante todo el interrogatorio. Kadan hablaba raramente, pero cuando lo hacía, todos, incluido Ryland, escuchaban.
—Ella tiene razón, Rye, sabemos que estaba preparando al senador Freeman para la presidencia. Derrochaba dinero y amigos tras el hombre, y dedicó a una de sus mujeres más dotadas a controlar al hombre. Quiere el respaldo militar. En cierto modo, sería bueno para nosotros porque quién quiera que sea nuestro enemigo en la Casa Blanca, y recuerda que Violet había colaborado con ellos, nos quiere fuera. Si Whitney tiene un amigo allí se asegura de que no seremos enviados a misiones suicidas.
Azami se agitó, pero Sam apretó ligeramente sus dedos.
—Whitney tiene que ser detenido —agregó Kadan—. Está fuera de control. Cualquier hombre dispuesto a hacer el tipo de experimentos que hace con seres humanos es un carnicero. Ha perdido todo contacto con la realidad y la humanidad. Si se ha emparejado con Violet, estamos en verdaderos problemas.
—Creo que ha ocurrido —dijo Azami—. Según mi informador, entró en ese hangar fría y distante y salió coqueteando y animada con Whitney. He estudiado a la mujer. Despreciaba a Whitney y todo lo que hacía. Vio a Freeman como una manera de salir de los Caminantes Fantasma y ella la tomó y protegió a su marido lo mejor que pudo. Trató de mover cielo y tierra para mantenerlo con vida y encontrar un modo de traerlo de vuelta. Lo último que querría hacer sería meterse en la cama de Whitney otra vez, sin embargo no hay duda de que eso es exactamente lo que pasó.
—En sentido figurado —dijo Ryland—. No creo que le gusten ni hembras ni machos.
—Pero se acostaría con Violet si eso cimentara la relación y le diera poder sobre ella —señaló Kadan—. Rye, por mucho que odie admitirlo, creo que Azami tiene razón en esto. Es lo que Whitney haría.
Ryland se frotó el puente de la nariz.
—En serio, ya teníamos suficientes problemas cuando Violet y Whitney se oponían entre sí. Si van a una, estamos en apuros.
—¿Y qué hay de los hombres que me dispararon? —Quiso saber Sam—. ¿Los envió Whitney después de todo?
Kadan suspiró.
—Eso es un poco complicado, Sam. No creo que fueran tras de ti. Creo, otra vez, que Azami tenía razón cuando dijo que iban a por sus hermanos. —Tamborileó los dedos sobre la mesa—. Los soldados iraníes llegaron vía México. El mensaje que conseguimos era que fueron conducidos en los Estados Unidos a través de los túneles de la droga que tiene el cártel. Estos túneles están muy desarrollados e incluso están climatizados en algunos sitios. Los mercenarios adquirieron helicópteros y jeeps. Los soldados fueron llevados a aviones pequeños y los seguimos hasta un pequeño aeropuerto privado.
—El cártel fue utilizado antes —dijo Azami— en un intento de asesinato contra el embajador saudita de los Estados Unidos. ¿Hay alguna facción iraní trabajando con el cártel y tratando ahora de capturar a Daiki y Eiji?
—Dudo de si se trata de alguna facción —dijo Kadan—. Pero cualquier cosa es posible. Al menos sabemos cómo entraron y salieron del país.
—No es la primera vez que el cártel se ha metido en la cama con Irán —dijo Ryland—. Hay rumores de que está entrenando escuadrones de asalto del cártel en tácticas terroristas, pero hasta la fecha no tenemos nada en concreto acerca de eso.
Azami sonrió.
—Un satélite de alta resolución cambiaría eso para vosotros. Tengo fotos de los campamentos.
Ryland se inclinó hacia ella.
—¿Has compartido esa información con alguien?
—¿Con quién iba a compartirla? Tengo una misión, y se trata de cortar el acceso de Whitney a aquellos que le permiten sus brutales experimentos.
—¿Cómo planeabas ocuparte de hacer eso? —preguntó Ryland con tono casi amable.
Una vez más Sam apretó los dedos alrededor de la muñeca de Azami a modo de aviso, aunque no debería de haberse preocupado. Ella encogió sus esbeltos hombros.
—No hay un camino claro —dijo ella, su afirmación era tan enigmática como ella parecía ser—. Pero encontraré uno.
Kadan se echó a reír.
—No vas a sacarle nada a esta mujer, Rye, así que acórtale la tortura, también podrías lanzar la toalla. Te ha batido en tu propio juego.
Azami continuó mirando inocentemente como si no tuviera ni idea de por qué todos los hombres estaban sonriendo.
—Si hemos acabado aquí —dijo Sam—, tengo que ir a hablar con los hermanos de Azami.
—¿Esta noche? —preguntó Ryland—. Sam, necesitas descansar.
—Eso es lo que he estado haciendo últimamente y voy a ir a preguntar antes de que ella cambie de idea.
Ryland miró directamente a los ojos de Azami.
—¿Piensas cambiar de idea?
—Eso tendrá que verse, ¿no? —dijo ella dulcemente—. Si hemos acabado aquí, he de volver a mi habitación y descansar un rato.
—¿Tus hermanos estarán despiertos? —preguntó Sam.
Ella sonrió con su misteriosa sonrisa.
—Por supuesto, ellos no dormirían mientras me está preguntando el capitán Miller. Así de protectores son conmigo y yo con ellos.
La cabeza de Sam se acercó. ¿Han estado escuchando todo este tiempo?
¿Pensabas que me dejarían sin protección? Si el capitán me hubiera considerado peligrosa y hubiera tratado de arrestarme, habríamos luchado por abrirnos camino a la libertad o habríamos muerto en el intento. Los ojos de ella encontraron los suyos. Asegúrate bien de que soy el tipo de mujer con la que deseas pasar tu vida.
Sam miró en el interior de esos ojos oscuros y líquidos. Ella poseía un tipo de magia que ninguna otra mujer ejercía sobre él. Tú eres exactamente el tipo de mujer que quiero. No pienses que vas a salir de esto tratando de desanimarme.
Su boca se elevó en las esquinas, una sonrisa suave que lo significaba todo para él, luego se levantó muy elegantemente de la mesa, hizo una ligera reverencia a Ryland y a los otros y salió de la sala de guerra sin un murmullo de movimiento.
—Santo cielo, Sam. —Gator se abanicó a sí mismo—. Vas a tener más problemas de los que tengo yo si te casas con esa chica.
—¿Tienes alguna idea de en qué te estás metiendo? —exigió Ryland—. Ella no revela nada. Ni muestra emociones en absoluto. ¿Cómo sabes que siente lo mismo acerca de ti? ¿Siente siquiera algo por ti? Porque yo no lo vi.
—Las muestras públicas de afecto van en contra de su naturaleza —dijo Sam—. Créeme. Ella siente.
—¿Qué más se puede pedir, Rye? —reclamó Kyle—. Es hermosa, exótica y rica.
—¿Cómo va a funcionar, Knight? —Ryland preguntó a Sam ignorando a Kyle—. Ella es dueña de una compañía en Japón. Su familia está allí. Tú eres un soldado, juraste proteger a tu país. Eres un Caminante Fantasma y sabes malditamente bien que perteneces a este sitio, con nosotros. ¿Piensas realmente que será feliz viviendo en las montañas? Aquí nieva y apenas podemos salir. Tenemos dinero para hacer la vida más fácil, sí, pero ella está acostumbrada a un estilo de vida totalmente diferente.
—¿Lo está? —preguntó Sam. Se puso en pie con ganas de poner fin a la discusión. Ya había considerado todas las cosas que Ryland estaba diciéndole y no quería volver a ellas otra vez. ¿Qué tenía un soldado para dar a una mujer como Azami? ¿Por qué tenía ella siquiera que mirarlo dos veces?
—No he terminado. Ten la cortesía de escucharme, ya que no puedes obedecer una puñetera orden —espetó Ryland.
Sam apretó la mandíbula, pero se dejó caer de nuevo en la silla. Había sido afortunado que Ryland retirara la orden. Se frotó la mandíbula, considerando a su amigo detenidamente.
—Estoy enamorado de ella, Rye. Conozco todos los peros. ¿Crees que no he pensado yo mismo en todo eso? Sí, ha ocurrido demasiado rápido. He estado en su mente. Sé cómo es ella…
—Sabes lo que ella quiere que sepas. Todos nosotros tenemos la capacidad de abrirnos o cerrarnos y sin lugar a dudas es buena en eso. —Ryland suspiró y se levantó para pasear por el suelo, coger una taza y servirse un café caliente en ella—. Tú y yo sabemos que liquidó a los contactos de Whitney. Asesinó a tres personas.
Sam se encogió de hombros con cuidado ahora, sabiéndose en terreno movedizo y peligroso.
—Quizás. He asesinado a muchísimos más que esos. No estoy exactamente libre para tirar piedras. Ninguno de nosotros.
Estudió el rostro de Ryland. Eran mucho más que amigos. Habían ido juntos a la batalla y se habían cuidado las espaldas mutuamente. Confiaban completamente el uno en el otro. Ryland estaba preocupado por él, eso era evidente y Sam no podía culparlo por ello. No era que Ryland no quisiera verle feliz; demonios, él no había sabido que fuera desdichado. Había estado perfectamente hasta que Azami apareció. No era de extrañar que Rye pensara que estaba loco.
Sam miró alrededor de la mesa a sus compañeros que estaban en silencio. Normalmente estarían todos interrumpiéndose y gastándose bromas juveniles. Todos estaban tan preocupados como Ryland. No sabía qué decir para tranquilizarlos. No había una sola parte de él que tuviera duda de que Azami era la mujer para él, sin embargo, ¿qué podía ofrecerle? No podía rebatir a Ryland, no porque no estuviera convencido de su decisión, sino porque no estaba seguro de que ella pudiera escogerlo a él.
—No vas a ser razonable con esto ¿verdad? —preguntó Ryland
—No. He tomado una decisión. Voy a pedirles permiso a sus hermanos. No quiero esperar. La quiero conmigo. Ella sabe que soy un soldado y que pertenezco a aquí. Sé que puedo ayudarla en su trabajo así como ella será una ayuda en el mío.
El ceño de Ryland se profundizó.
—Ella no es parte de este equipo.
—No más que las otras mujeres, Rye, pero es una Caminante Fantasma y nos pertenece. Encaja conmigo.
—¿Vamos a hablar acerca de lo que dijo? ¿Acerca de lo de las órdenes que nos llegarán?
Una vez más Sam se encogió de hombros.
—No será la primera ni la última vez que uno de nosotros ha sido el blanco. Si ella tiene razón, nos ocuparemos.
—Sam… —Ryland empezó a decir algo y de repente corto en seco.
—Dilo —la rabia emergió y miró alrededor de la sala—. Sé exactamente lo que estás pensando. Lo supe en el momento en que Azami mencionó esas órdenes e hiciste ese gran numerito de decirle que escogías tu propio equipo. Ésta no es la primera vez que alguien ha implicado al general en actos traicioneros. Sí, él era el amigo del coronel Higgens. Conocía a Whitney. Conoce a un montón de gente. No me vendería porque un zumbado se lo pidiera. Incluso si se menciona específicamente que vaya yo, Rye, eso no quiere decir que las órdenes provengan de él.
—No estoy diciendo que debas sospechar que el general esté confabulado con Whitney —contestó Ryland con un rodeo—. Simplemente que tengas el buen sentido de vigilar tu espalda. Las personas no son siempre lo que parecen, Sam. La gente en la que podemos confiar es la que está en esta sala, no la de fuera de aquí. —Señaló a la ventana—. Y sólo por si acaso, el general es la única persona con la que compartimos el trabajo de Lily en el Zenith de segunda generación.
Sam contuvo su furia.
—El general ha sido un padre para mí. Me uní al servicio para ser como él. No te quedes ahí y me digas que no sospechas de él, porque has tenido sospechas desde el día en que todo se fue al garete. Eres un paranoico hijo de puta, Rye. Y ahora sospechas de Azami. Crees que todo es una conspiración y que todos están involucrados.
La ceja de Ryland se alzó.
—¿No lo están? ¿No es todo ello una conspiración?
Sam no sonrió porque sabía que Ryland quería que lo hiciera. El general Ranier había caído bajo sospecha varias veces y cada una de ellas había regresado limpio, sin embargo su unidad no había vuelto a confiar por completo en él. Sam quería al general. Había renunciado a un trabajo lucrativo en el mundo civil para seguirlo en el servicio. Quería y respetaba al general más que a cualquier otra cosa en el mundo.
Sam bajó la cabeza. Eso no era cierto del todo. Ryland había llegado para tomar ese lugar, y de alguna manera, el general se había deslizado abajo unas pocas muescas, que era por lo que Sam estaba tan beligerante y a la defensiva cuando el tema había salido a relucir. Se sentía culpable. Simple y llanamente sentía culpa porque más de una vez, él había tenido los pelos de la nuca de punta alrededor del general y no había dicho una palabra a nadie. Era culpable por ambas partes. No decir a su equipo sus extrañas sensaciones y no creer en el hombre que lo había sacado de las calles.
¿Qué le había hecho preocuparse? Sam sacudió la cabeza para aclararla. Cosas pequeñas. Sombras. Susurros. El general siempre había tenido un horario, una rutina fija y él se ajustaba a ella. El último año había habido llamadas telefónicas y reuniones a horas intempestivas. Ranier era responsable de la seguridad de la nación, por lo que una reunión clandestina no debería de haber alzado la alarma, pero Sam había sentido algo diferente en el general, y en dos ocasiones, cuando le había preguntado, Ranier evitó mirarlo a los ojos. Lo que estaba completamente mal.
—¿Qué es, Sam? —preguntó Ryland
Sam detestaba la calmada simpatía del tono de Rye, como si ya hubiera juzgado y condenado al general.
—Nada —dijo Sam—. Nada en absoluto.
—Ella es hermosa —admitió finalmente Ryland.
—Ella es una luchadora increíble —dijo Sam con una pequeña sonrisa, dispuesto a dejar que cambiara de tema—. Será una gran ayuda para trabajar con Daniel, Rye. Aprendió a teletransportarse a una edad más temprana que yo. Cometió más errores y probablemente es más consciente de los peligros para un niño.
Ryland asintió con la cabeza, no aprobándolo del todo. Sam sabía que iba a costar mucho que Ryland y Lily confiaran en un extraño con su hijo. En ese momento no quería detenerse para tranquilizar a Ryland. El corazón le latía con fuerza y tenía la boca seca. Esta noche iba a poner su cuello bajo la hoja de un samurai.
Se levantó de nuevo y se aferró a la mesa hasta que la herida dejó de protestarle y detuvo el persistente latido. No le habría importado un vaso de whisky en esos momentos, pero no iba a volverse atrás. Si pedir permiso a sus hermanos para casarse era lo que tenía que hacer para entrar en su familia, iba a hacerlo. Empezó a salir de la sala y entonces dudó y se giró. Simplemente no podía dejarlos a todos expuestos.
—Cuando nos teletransportamos, necesitamos conocer exactamente donde estamos proyectando nuestro cuerpo. No podemos llegar simplemente al centro de una sala donde podría haber una mesa. Necesitamos tener como mínimo ojos, y a veces, orejas. Yo utilizo cámaras. Cámaras muy pequeñas cuando me voy a teletransportar a una zona muy concurrida. Estudio el terreno antes de llegar. Y en caso de que lo hayáis olvidado, siempre tengo un respaldo. Azami, tan buena como te ha dicho que es, también lo hace.
La comprensión le iluminó inmediatamente. Ryland juró por lo bajo.
—La sala está pinchada.
—Necesitaba tener ojos aquí —dijo Sam—. Y si tú fueras su hermano y ella estuviera a punto de sentarse en el banquillo, ¿qué es lo que harías?
—Encontrad los bichos —dijo Ryland sonando cansado—. Espero por Dios que tengas razón sobre esa mujer, Sam. Gator, ve a despertar a esa mujer tuya. Necesito respuestas. Necesitamos que haga funcionar los ordenadores para nosotros.
—¿Esta noche, Jefe? —Se quejó Gator—. Tenía otras ideas. —Movió las cejas sugestivamente.
—Todos las teníamos. Largo de aquí.
—¿Y qué pasa con Sam? —preguntó Tucker—. Su mujer es la que nos ha metido en esto.
—Estoy herido. —Sam se agarró el abdomen con dramatismo y se tambaleó con pasos largos y rápidos para así llegar a la puerta en tres sencillas zancadas.
Jonas tosió, sonando sospechosamente como si hubiera murmurado “gilipolleces” en voz baja. Kyle le lanzó un cacahuete y Jeff surfeó en calcetines por encima de la mesa para capturarlo antes de que saliera disparado.
—Está enamorado, muchachos, dejadlo marchar. Probablemente sólo conseguirá que nos riamos —dijo Tucker—. ¿Realmente creéis que los hermanos de Azami la van a dejar enrollarse con Sam? Ella es magnífica y él… bueno… torpón.
—Eso duele —dijo Sam girándose.
—¿Habéis mirado bien a esos tíos? Pensaba que los hombres japoneses se suponía que eran de talla corta, pero Daiki es alto y todo músculo y su hermano se mueve como un jodido luchador —añadió Tucker—. Podrían decidir darte una buena paliza por tener la audacia siquiera de pensar que pudieras tener una cita con su hermana, ni qué decir de casarte con ella.
—Sois de flaca ayuda —les acusó Sam—. Me vendría bien un poco de confianza.
Kyle resopló.
—No tienes ni una oportunidad, colega.
—Vas a conocer a tu creador —agregó Gator solemnemente
Jeff se santiguó mientras dejaba colgar los dedos del pie por el borde de la mesa.
—Lo siento, viejo amigo, no tienes ninguna esperanza. Estás a punto de ir a reunirte con una pareja de tiburones hambrientos.
—¿Alguna vez has utilizado realmente una espada? —preguntó Kadan, todo inocencia.
Jonas sacó su cuchillo y comenzó a afilarlo.
—Lo divertido acerca de las hojas, tío, es que siempre les gusta ir a por la garganta. —Sonrió a Sam de oreja a oreja—. Sólo un pequeño consejo. Mantén baja la barbilla.
—Sois todos de una gran ayuda —dijo Sam y dio un paso hacia el pasillo.
Este era el momento más importante de su vida. Si lo rechazaban, estaba perdido. Azami no iría contra sus hermanos. Ella podría seguir su propio camino en la batalla, pero nunca desafiaría a su familia en algo tan importante como un esposo. Él deseaba haberle preguntado algunas cosas más sobre sus costumbres. No tenía ni idea de qué sería un insulto y qué no lo sería.
Sam se desplazó a través de la casa hacia la segunda ala. El hogar de Lily y Ryland contenía todas las oficinas y un laberinto de pasillos que se dirigían a los laboratorios de Lily. El ala de invitados lindaba con las salas de reuniones, dándoles a los huéspedes y a la familia residente plena privacidad. Cada uno de los miembros del Equipo Uno tenía su propio hogar, construido en el bosque pero protegido por los barracones principales. El centro de entrenamiento estaba al otro lado de los laboratorios, un gran complejo donde el equipo podía practicar diariamente. Había una gran piscina cubierta para hacer ejercicio así como una armería, aunque cada casa contenía una armería.
El pequeño hospital estaba conectado a los laboratorios. Sam estaba agradecido de que Lily hubiera optado por tenerle en la habitación pequeña de invitados, que a veces utilizaba de enfermería para los miembros del equipo que se recobraban de una herida y que no necesitaban cuidados intensivos. A Sam no le gustaban los hospitales en principio. Permanecer en casa de Lily era siempre cálido y amistoso. Todos los hombres paraban ahí y le visitaban, e incluso Daniel iba a verlo.
Se detuvo ante la habitación de invitados más grande. Tenía una gran sala de estar y baño privado para los huéspedes de negocios importantes tales como Daiki y Eiji Yoshiie. No se oía nada, pero sabía que estaban allí esperándolo. Habían pinchado la sala de guerra para proteger mejor a su hermana. No tenía dudas que a pesar de que no tenían habilidades psíquicas, ambos hombres eran unos guerreros completamente cualificados.
No podía creer que tuviera las manos húmedas y el corazón le latiera con fuerza. Había entrado en grandes batallas con menos aprensión. Ambos hombres hablaban un inglés excelente por lo que no había ninguna barrera lingüística, y la verdad sea dicha, él hablaba un japonés fluido. En pie ante la puerta se tomó un momento para inspeccionar sus ropas. Iba descalzo, vestía pantalones vaqueros y una camisa abotonada descuidadamente que tenía algunas manchas de sangre pegadas. Maldita sea. Debería de haberse cambiado.
¿Qué demonios estaba haciendo? Debería de habérsela llevado como un hombre de las cavernas. Podía persuadirla de casarse con él. Vino. Sexo. Luz de velas. Sí, el podía arreglárselas. Pero, ¿pedir permiso a esos espadachines de rostro inexpresivo? Estaban probablemente riéndose de su apuro. Él lo estaría si Azami fuera su hermana.
Sam respiró hondo y llamó a la puerta antes de convencerse de lo contrario, un golpe educado cuando lo que quería era aporrear hasta que la puerta cayera abajo y exigir simplemente que se la entregaran. No se iba a ir sin ella. Si se lo pensaba demasiado, cambiaría de idea. ¿Qué mujer sensata no lo haría?
La puerta se abrió lentamente y la amplia silueta de Eiji llenó la entrada. Contempló a Sam inexpresivo, los ojos oscuros y pensativos.
—¿Puedo ayudarle?
Si el hombre fuera un miembro del equipo, Sam le habría dicho que se fuera a la mierda; después de todo, ellos sabían exactamente por qué había ido. En su lugar, hizo una pequeña reverencia y probó con una sonrisa vacilante.
—Por favor, disculpad mi atuendo; no tenía otras ropas conmigo. —Casi gruñó. Eso había sido un pequeño recordatorio de que había ido a la batalla, aunque quizás no fuera tan buena idea. Había sido herido. Podrían pensar que no era un soldado lo suficientemente bueno como para proteger a su hermana—. El asunto es urgente o no os habría molestado tan tarde. Me gustaría hablar contigo y tu hermano.
Eiji le estudió un largo momento y luego dio un paso atrás, las vestiduras flotaron a su alrededor cuando lo hizo, utilizando aquel mismo tipo de movimiento fluido que Sam reconoció en Azami. El apartamento estaba iluminado con velas en lugar de las luces más fuertes del techo. Un juego de Go estaba desplegado entre dos sillas en la mesita de café, y claramente habían estado jugando. No podía dejar de notar la larga espada de samurai a centímetros de la punta de los dedos de Daiki, guardada en su vaina ornamentada.
Daiki se levantó e hizo esa perfecta reverencia estudiada que hacía que los dos hombres pareciera como si fueran guerreros tradicionales de antaño.
—Tenía la esperanza de que sus heridas no fueran tan malas —saludó él—. Gracias por cuidar de Azami.
Sam dejó escapar un suspiro de alivio y se permitió una sonrisa.
—Creo que nos cuidábamos mutuamente.
Daiki le hizo un gesto hacia la silla. Sam casi gimió. Otra silla no. No podía sentarse y levantarse de una sin parecer un anciano al hacerlo. Respiró hondo y decidió jugarse el todo por el todo.
—No sé cómo se hace esto en vuestra familia, así que voy a ir directo al grano. Me gustaría tener vuestro permiso para casarme con Azami. Sé que no soy gran cosa y que tengo un trabajo de alto riesgo, pero nosotros… nosotros… encajamos. Voy a hacerla feliz. Sé que lo haré.
—Su felicidad no es lo que más importa —dijo Daiki—. Su seguridad es nuestra primera prioridad. Azami se arrojaría delante de una bala por aquellos que ama.
Sam escuchó la oscura advertencia en la voz del hermano de Azami. Daiki Yoshiie era definitivamente un hombre en el que se podía confiar. Hablaba con gran inteligencia, la voz culta y suave, sin embargo se movía como el susurro del viento. El hombre se defendería en cualquier pelea… si es que lo veías. Su padre los había entrenado en el camino del samurai y se había convertido en su modo de vida. Escogieron aplicar esos principios en el mundo de los negocios, pero podían utilizarlos con la misma facilidad si los necesitaban para defenderse.
—Como yo haría —dijo Sam. No sabía qué otra cosa decir. Daiki le decía la verdad sobre Azami y Sam sabía que lo era. No habría forma de detener lo que él sabía era la parte básica de su carácter más de lo que podría detener la necesidad de proteger a aquellos que le amaban. Estaba seguro que esa simple declaración era una prueba para ver su reacción. Azami era Azami y no la cambiaría, ni querría hacerlo.
—Ella es dueña de sí misma. La protegeré con mi vida y la amaré y apreciaré el resto de mis días. —Se sentía tonto diciendo la verdad en alto a extraños, aunque esos hombres fueran los hermanos de Azami.
Daiki estudió su rostro durante mucho tiempo antes de dar un paso adelante y abrir la palma.
—Este anillo fue hecho por nuestro padre para el hombre que viera más allá del pasado y le trajera la felicidad. Tú eres su elección.
El anillo era pequeño y delicado como Azami, pero intrincado justo como su personalidad. La flor del cardo anidaba en el centro, rodeada de espinas. A lo largo de la banda estaba grabada una minuciosa espada de samurai. El trabajo había sido hecho por un maestro artesano. Sam contempló ese pequeño símbolo del compromiso de un hombre hacia una mujer y supo que el artista había sido igualmente dotado y detallado a la hora de fabricar armas.
—Me hubiera gustado conocer a vuestro padre —musitó él.
Daiki hizo una reverencia mientras colocaba el anillo en la mano de Sam.
—A él le hubiera gustado haberte conocido.
Sam cerró los dedos alrededor del anillo, una extraña sensación se disparó en su corazón.
—Mi padre nos encontró a mi hermano y a mí en la calle exactamente como hizo con Azami. Varias noches a la semana íbamos a caminar por esas calles con él. Cuando la encontró estaba rodeada por los que la habrían utilizado para el comercio sexual infantil. Ellos le conocían y sabían que habría luchado hasta la muerte por ella. Vio su valentía, allí mismo, en ese callejón horrible, en la luz de sus ojos y, el valor que ella poseía. Tenía un espíritu que ningún monstruo podía matar. Eso es lo que mi padre vio en ella, y sabía que aparecería un hombre que vería ese mismo espíritu. Me alegro de que ese seas tú.
Sam se inclinó ligeramente.
—¿Dónde está? —apenas podía pronunciar las palabras. Necesitaba verla. En ese mismo momento. Exactamente ahora. Había esperado que ella estuviera allí, pero sabía poco de las tradiciones de su familia.
—Creo que ha ido a tu casa a darte la bienvenida —respondió Daiki.
El estómago de Sam dio un salto mortal mientras su corazón se elevaba.