Capítulo 10

Un silencio de asombro siguió a la calmada revelación de Azami. Los miembros del Equipo Uno de los Caminantes Fantasma intercambiaron miradas intranquilas y sorprendidas.

Ryland frotó la barbilla sobre la espesa mata de pelo de su hijo, los ojos se cerraron brevemente. Sam no podía imaginar lo que estaba pasando por su mente.

—¿Estás segura? —preguntó finalmente Ryland—. No he visto ninguna evidencia de Daniel teletransportándose.

Azami asintió lentamente con la cabeza.

—Muy segura. Es joven y es todo un arte, pero el aprendizaje puede ser doloroso y peligroso, como bien sabe Sam. El don no empezó a manifestarse en mí hasta los diez años aproximadamente. Me sentía desvanecerme por dentro y descubría que me había movido de una esquina a otra de la habitación sin que pudiera recordar caminar a través de ella. Era aterrador. Durante un tiempo tuve miedo de decírselo a mi padre, temerosa de estar perdiendo la cabeza. Tu hijo es sólo un bebé y ya está experimentando la misma sensación.

Ryland enterró la cara contra el cuello del bebé, apretándolo con los brazos hasta que Daniel se retorció y se vio obligado a aflojar. Levantó la cabeza, los ojos de gris acero encontraron los de Sam.

—¿Tú lo sabías?

—Ni siquiera lo sospechaba, Rye —dijo Sam—. Pero ahora que Azami ha señalado la posibilidad, puedo recordar un par de veces en que Daniel estaba en un lugar y luego a unos pocos metros más allá jugando con mis herramientas, pero yo no sentí el efecto del “desvanecimiento” hasta que tuve casi dieciocho años. Ni tú ni Lily tenéis la habilidad de teletransportaros, así que no se me ocurrió que Daniel la tuviera. Pero claro, no creo que mis padres pudieran hacerlo o habrían ido por todas las televisiones para vender su historia a cambio de dinero para sus drogas. Demonios, Rye. —Sam se frotó el puente de la nariz no sabiendo como reconfortar a su amigo.

Daniel podría muy bien teletransportarse justo en medio de un muro antes de ser siquiera consciente por completo del peligro. Ryland y Lily pasarían un periodo difícil hasta que lo fuera y pudieran dejarlo sólo sabiendo que podía ponerse en medio del bosque, la minas o arriba del tejado. Los dones psíquicos con que ellos habían nacido, y luego realzados por Whitney, eran a la vez una bendición y una maldición. Cada talento podía ser extremadamente peligroso, especialmente en alguien joven e inexperto

—Te colaste por delante de mí, ¿verdad? —acusó Ian— Sabía que no me había dormido.

Sam entendió lo que Ian estaba haciendo: darle a Ryland tiempo para asimilar el peligro para su hijo y hacerse a la idea. Desviaba deliberadamente la atención de su líder.

—Varias veces, de hecho —dijo Azami, dispuesta a sacrificarse para que Ryland pudiera tener un momento para recobrarse y sostener a su hijo cerca—. Hasta te pellizqué la barbilla una vez.

Ian se frotó la barbilla, fulminándola con la mirada.

—Lo hiciste. Lo sentí. Una corriente de aire me golpeó y sentí como si alguien me tirara del pelo de la barba.

—Era rojo y no pude resistirme. Realmente necesitas un afeitado —señaló Azami—. ¿Qué pasa con esa pelusilla roja de tu barbilla de todos modos? ¿Es algún tipo de declaración que no entiendo?

—¿Declaración? —estalló Ian, acariciando la diminuta uve roja de su barbilla—. Esto es varonil, mujer. ¿No lo sabías?

Azami hizo una ligera reverencia, bajando la barbilla y las pestañas con recato, pero no antes de que Sam captara el brillo de sus ojos.

—Perdóname Ian. No sabía que un hombre de tu estatura necesitaba de esa pelusa para sentirse varonil. Sólo puedo alegar ignorancia por esa costumbre.

Los hombres se rieron por lo bajo y le dieron codazos a Ian, Tucker alargó la mano para tocar la pelusilla roja. Ian le dio un puñetazo en el brazo.

—Tucker —dijo Ryland con voz dominante una vez más—. Lleva a Daniel con su madre. Asegúrate de que ella entiende el peligro. Vamos a encontrar la mejor forma de ayudar a comprender a mi hijo los riesgos a los que se enfrenta. Por favor transmítele esa seguridad. —Quédate con ella en todo momento. Estate alerta. Si Azami puede pasar desapercibida a nuestros guardias, es posible que sus hermanos también puedan. Agregó esa orden telepáticamente, sin importarle si su invitada sentía la oleada de energía que acompañaba al don psíquico. Continuó en voz alta—: Estaremos en la sala de guerra. Creo que la señorita Yoshiie tiene una pequeña explicación que dar antes de que vayamos más lejos.

Tucker asintió para indicar que había comprendido y tomó al niño en brazos, pareciendo más grande que nunca con un niño tan pequeño aferrándose a él.

Sam había sabido que este momento iba a llegar, pero había esperado tener todavía un poco más de tiempo para consolidar su relación con Azami. No quería que sufriera la ofensa de someterse al interrogatorio que estaba seguro que Ryland le haría. Ryland no estaba al tanto de su mente. No podía saber que ella no era una amenaza para Daniel o para su equipo. Tendría que encontrar la tranquilidad por sus propios medios.

Sam miró a Azami. Ella era imposible de desentrañar, su expresión era tan serena como siempre y eso podía significar tanto que había esperado el interrogatorio de Ryland después de su revelación, como que estaba plenamente preparada para abrirse camino hacia el exterior del complejo.

—Señorita Yoshiie — Ryland hizo un gesto hacia la puerta después de cederle su hijo a Tucker—. Después de ti.

Una vez más sus pestañas revolotearon, dos abanicos con forma de media luna, ligeras y hermosas escondiendo su expresión y haciéndola parecer frágil y femenina, cuando Sam sabía que estaba hecha de acero. Sam dio un paso después de Ryland y éste negó con la cabeza.

—No, Sam. Tú quédate aquí.

Era claramente una orden. Sam era en primer lugar un soldado y nunca en la vida había desobedecido una orden de Ryland. Cada músculo de su cuerpo se tensó. Ryland dio media vuelta para seguir a Azami fuera, pero Sam utilizó su velocidad para cortarle el paso. El efecto sobre su cuerpo le robó el aliento pero no le importó. Si Azami iba a enfrentarse a un pelotón de fusilamiento, por así decirlo, no iba a hacerlo sola.

—Con todos los respetos, señor. No puedo hacer eso.

La habitación quedó en silencio. Todos se volvieron para contemplarlo. Él no quitaba los ojos de Ryland.

—Eso no era una petición, soldado —dijo Ryland.

—Soy consciente de ello, señor, pero en este caso siento que no tengo más remedio que asistir a esta reunión y pedir que rescinda la orden.

—Y si no lo hago, ¿piensas desobedecer?

Antes de que Sam pudiera responder, Ryland se acercó a él casi nariz con nariz. Sam no cedió terreno. Se miraron el uno al otro fijamente y en silencio durante mucho tiempo.

Dime lo que ella es para ti.

Ella es mi Lily. Creo en ella, Rye. Respondió a su amigo y comandante de la única forma en que sabía, honestamente. Es una de nosotros lo admita ella o no. He estado en su mente, y ella nunca podría esconderme una amenaza contra nosotros. No está aquí por Daniel.

Ryland continuó mirándolo fijamente unos minutos más antes de asentir con la cabeza y girar en redondo para salir airado de la habitación.

—¿Estás loco? —siseó Ian—. Tienes suerte de estar herido. ¿Alguien ha desobedecido alguna vez una orden?

—Él entiende que no tengo otra opción —dijo Sam, y sacó una camisa de la mesita de noche. No se molestó en coger zapatos y fue caminando descalzo tras Ryland y Azami.

Sus compañeros de equipo lo rodearon casi protectoramente y se encontró agradecido por su camaradería. Podrían no entenderlo, pero le estaban dando su apoyo con la esperanza de que Ryland no le cortara la cabeza, o lo confinara en el cuartel para el resto de su vida.

Sam esperó a que Azami se hundiera con gracia en una silla antes de escoger la que estaba a su lado. Atrapó a los hombres intercambiando miradas rápidas, pero no le importaba. Azami no iba a estar sola cuando Ryland le preguntara. Sam estaba absolutamente convencido de que no era una aliada de Whitney y que no era una amenaza para Daniel. En todo caso querría ayudar al crío.

—Tal vez una taza de té —sugirió Azami—. Si es posible.

Parecía absolutamente calmada… mucho más calmada de lo que él se sentía. Sam quería sujetarla cerca y protegerla de lo que iba a venir, pero claramente no lo necesitaba de escudo. No había temblores de manos nerviosas, las cruzaba pulcramente en el regazo, y simplemente esperó a que todo el mundo tomara asiento. Ryland hizo un gesto con la cabeza hacia Gator, que corrió a preparar una taza de té para Azami.

—Señorita Yoshiie —empezó Ryland.

Ella inclinó la cabeza de esa manera elegante y recatada que tenía.

—Por favor, llámeme Azami. Preferiría adoptar la formalidad americana.

—Azami entonces —dijo Ryland de ningún modo engañado por sus rasgos delicados—. Creo que ya es hora de una explicación, ¿no?

—Por supuesto, se merece una —estuvo de acuerdo ella—. Ha sido más que paciente. El doctor Whitney me llamaba Thorn, espina en inglés. Dio a las chicas nombres de flores y estaciones, un reconocimiento descuidado de que teníamos que ser llamadas por algo más que los números que nos dio en sus archivos. Pensó que yo era bastante menos útil que cualquier otro de sus experimentos, así que en vez de Lily o Rose, yo era Thorn, una espina para él, un dolor constante que le fastidiaba hasta que me tiró a la basura… de vuelta a las calles de Japón. Tenía ocho años.

El silencio acogió la revelación que ella había hecho con tanta naturalidad. Ryland puso ambas manos sobre la mesa y se inclinó hacia ella con la penetrante mirada de acero sujeta firmemente en su cara.

—Los Caminantes Fantasma se reconocen de los otros por la energía que nos rodea. No la siento cuando entras en una sala —Ryland lo hizo una declaración. Miró a Kadan buscando confirmación.

Sam se tragó su ira. Rara vez se enojaba, pero Ryland estaba casi llamándola mentirosa.

Kadan negó con la cabeza.

—No puedo sentir nada en absoluto —estuvo de acuerdo él—, pero Sam lo hizo. Desde el primer momento sintió que algo estaba pasando con la familia Yoshiie y con Azami en particular. Fue tan lejos como para escanear sus caras y enviárselas a Lily para hacer correr un programa de reconocimiento facial. —Kadan estaba demasiado inclinado hacia Azami, tenía un ligero ceño en la cara—. ¿Por qué Whitney te encontró sin utilidad para él y el programa cuando estás obviamente dotada?

—Whitney es capaz de reconocer a aquellos con talentos psíquicos, incluso cuando son meros infantes. Por desgracia, no es un hombre tremendamente paciente con los niños. Mi habilidad para teletrasportarme surgió cuando tenía diez años.

—Había una mención a una niña llamada Thorn —dijo Kadan a Ryland—. Jesse, del Equipo Dos, y su esposa Saber me hablaron de ella unas cuantas veces.

Azami permaneció quieta, manteniéndose a sí misma lejos de Sam. Él sabía lo que ella estaba haciendo. Si Ryland no aceptaba las cosas que decía, si esta reunión salía mal, ella no quería meterle en problemas con su unidad o hacer que tuviera que escoger entre ellos.

No te preocupes por mí, Azami. Soy un hombre adulto. Hago mis elecciones y vivo con ellas. Sé exactamente lo que estoy haciendo y por qué.

Ryland giró la cabeza bruscamente.

—Habla en alto para que todos podamos oír si tienes algo que decir, Sam. Por eso estás aquí, ¿no es así?

Sam raramente había escuchado a Ryland utilizar esa voz, y ese tono más que nada, tan bajo y severo como fue, le dijo que estaba sobre arenas movedizas.

—Le he dicho que no se preocupara por mí, que yo tomo mis propias decisiones y que sé exactamente lo que estoy haciendo y por qué. —Sam no estaba por esquivar la verdad.

—Espero que lo sepas —dijo Ryland.

—Tenía reservas acerca de la familia Yoshiie desde el momento en que los conocí, especialmente de Azami. Desde el principio pensé que era posible que ella fuera uno de nosotros, un Caminante Fantasma. No era que sintiera la energía familiar, no podía poner el dedo en lo que era exactamente, pero estaba muy inquieto y se lo indiqué así a Nico y a Kadan además de enviar a Lily las imágenes —informó Sam. Resistió la necesidad de poner su mano sobre las de Azami, cruzadas bajo la mesa—. Por supuesto, mi primera preocupación fue por Daniel.

Era importante que Azami supiera que lucharía hasta su último aliento por el niño contra cualquiera que intentara hacerle daño. Ella tenía que conocer que la lealtad a su equipo, a quienes consideraba familia, era profunda, al igual que su compromiso con ella… y cualquier niño que tuvieran.

—Ella luchó a mi lado, Rye. He estado en su mente. Me salvó allí fuera. Puse mi vida en sus manos y nunca le habría permitido venir aquí si pensara por un momento que era una amenaza para Daniel o que estaba trabajando para Whitney. —Sam lo miró directamente a los ojos—. Si ni siquiera sabes eso de mí, ¿qué cojones estoy haciendo aquí?

Ryland no se inmutó.

—Si no supiera eso de ti, Knight, no estarías sentado en esta mesa. Herido o no, estarías con el culo en el calabozo.

—Señor Miller… —empezó Azami.

Capitán. Capitán Miller —corrigió Ryland.

Sam agachó la cabeza. Ryland estaba soberanamente cabreado. Era difícil sacar al hombre de sus casillas, pero una vez que lo estaba había muy poca vuelta atrás.

—Perdóneme —dijo Azami en tono comedido, con esas largas pestañas descendiendo mientras agachaba la cabeza con gracia—. Es culpa mía. Cuando yo era joven, mi padre me pidió sólo un par de cosas. Pidió que viviera una vida de honor y que descartara por inútiles el odio y la ira. Odiaba a Whitney con la pasión que sólo una cría podía tener. Mi padre me enseñó que era un monstruo, sí, pero que mi odio hacia él le daba un gran poder sobre mí. Llevar a un hombre como Whitney ante la justicia es imposible, pero alguien ha de intentarlo.

—¿Cómo? —preguntó Ryland—. Tienes que tener un plan.

Azami miró alrededor de la mesa.

—Me está pidiendo que confíe en todos ustedes cuando no confían en mí.

—Tú viniste a nuestro hogar con falsas pretensiones —señaló Ryland.

Ella negó con la cabeza, los ojos fijos en los suyos.

—Eso no es así, capitán Miller. Insisto en visitar todas las corporaciones y países que desean comprar uno de mis satélites. Nuestra compañía es legítima y sé que no eligieron a ciegas. Entregamos los mejores del mundo. No hay competencia por el momento. Nuestra lente es superior, como lo es nuestro software, a cualquier otro en el mercado. Ustedes contactaron con nosotros.

Gator puso una taza de té frente Azami.

—Me di cuenta antes de que tomabas el té con leche.

Ella le sonrió.

—Gracias.

—¿Puedo traerte algo más, ma’am… Azami? —preguntó Gator.

Sam se movió en la silla. Estaba contento de que alguien fuera educado con ella, pero de todos los hombres, Gator era el más encantador con las mujeres. Él estaba completamente enamorado de su mujer, pero eso no evitaba que las mujeres cayeran enamoradas de él.

Azami levantó sus largas pestañas y lo miró directamente. El impacto le golpeó como una flecha atravesándole el corazón. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo estaban tan conectados? Él no traicionaría nunca a su familia o equipo, pero lucharía con cada aliento de su cuerpo por ella. Sus ojos se parecían al cielo de medianoche, oscuros y aún así brillando de estrellas, abrazándolo con calor, con algo muy cercano al deseo. Entonces sus pestañas bajaron y estuvo otra vez centrada en Gator.

—No, gracias —dijo Azami educadamente. Tomó un sorbo de té muy refinadamente y puso la taza de vuelta en el platillo antes de mirar de nuevo a Ryland—. Es nuestra política investigar a todos los que desean comprar algo nuestro… eso es bien conocido en todo el mundo. Tres semanas después de que rechazáramos al doctor Whitney, su hija Lily hizo averiguaciones. ¿Era eso una coincidencia o él la estaba utilizando para adquirir nuestro satélite por otra vía? Creo que es una pregunta legítima, y como empresa responsable, teníamos que obtener una respuesta.

Sam supo que estaba cayendo rápidamente. Ella estaba tan serena bajo fuego, tan perfecta en todos los sentidos para un hombre como él. Le gustaba el aspecto que tenía: majestuosa, una princesa japonesa con la etiqueta arraigada en ella, con tal gracia y aplomo, y sin embargo en cualquier momento podía erupcionar en una máquina de matar letal si las circunstancias le requerían hacerlo.

Ryland asintió.

—Supongo que tienes razón. Yo habría hecho lo mismo.

—Sabía que Whitney trataría finalmente de poner las manos sobre uno de nuestros satélites, y era la oportunidad perfecta para llegar hasta él. Tendría que reunirse con nosotros. Su localización está bien escondida y se mueve a menudo. Puede utilizar cualquier base militar estadounidense en el mundo y tiene amigos en las altas esferas ayudándole. Es un fantasma, esquivo e imposible de rastrear en este momento. Nuestros satélites eran el cebo perfecto.

—¿Qué salió mal?

Azami se encogió de hombros.

—Rechazó encontrarse con nosotros en persona. Quería que sus representantes le substituyeran, así que por supuesto nos negamos. Ofreció mucho más dinero, pero reiteramos que teníamos una política y que nunca nos desviábamos de ella. Aún así rechazó el cara a cara. Tres veces trató de sobornar a alguien de mi gente, y una vez intentó el chantaje con la esperanza de ser capaz de duplicar nuestro software y lentes.

—Podría tratar de infiltrar a un espía en vuestra compañía.

—Eso es imposible.

—Nada es imposible Azami, —estuvo en desacuerdo Ryland, utilizando su nombre como señal de paz entre ellos—. No con su dinero. Continuará yendo a por vosotros.

—No tendrá éxito. Aquellos que trabajan para mí han sido ayudados de algún que otro modo por mi padre y le deben lealtad. Fueron entrenados como samurai y ellos no se deshonrarán.

—Si encontró algo con lo que chantajear a una persona, encontrará otra.

Azami envió a Ryland una sonrisa serena y una leve reverencia con la cabeza.

—El hombre al que trató de chantajear vino a mí inmediatamente y confesó lo que pensaba que era vergonzoso. No lo era y él hizo bien, pero hizo que sintiera que no podía vivir con la vergüenza, habría terminado con su propia vida con honor. Ese es nuestro código. Whitney no puede concebir tanta lealtad y eso, en último término, será su perdición.

Sam sabía que Ryland no podía cuestionar esa declaración. Los Caminantes Fantasma muchas veces habían dicho exactamente lo mismo. Whitney había querido una unidad fuerte que pudiera operar independientemente bajo el radar, hombres y mujeres completamente leales a su causa y a nadie más. En eso él había logrado mucho más de lo que nunca había esperado.

—Tienes que admitir que después de tanta insistencia, tras recibir un pedido de la hija de Whitney, sería natural pensar que quizás él estaba detrás de la petición del satélite —continuó Azami.

Ryland tampoco podía cuestionar esa declaración. Él también habría sospechado si la escena se hubiera desarrollado de ese modo. Whitney era un oponente astuto y nunca dejaba de intentar algo una vez se le metía en la cabeza.

—No hay duda de que un satélite de alta resolución le daría la capacidad de rastrear a nuestros hijos más fácilmente —admitió Ryland—. No puedo decir que no hubiera hecho lo mismo.

—Haría cualquier cosa por mantener un instrumento como ese fuera de sus manos —admitió Azami.

—¿Por qué no viniste a nosotros en el momento en que te diste cuenta que Daniel estaba fuera de su habitación y metiéndose en sitios que podrían ser peligrosos? —preguntó Ryland.

Azami tomó otro sorbo de té, sin prisas y serena, con la mente funcionando mientras trataba de decidir cuán lejos podía llegar de modo seguro y sin poner en peligro a nadie. Una cosa era arriesgar su propia vida, pero tenía a alguien en el campamento de Whitney al que proteger. Depositó la taza con delicada precisión y levantó la vista hacia Ryland, mirándolo cuidadosamente a los ojos.

—Tu esposa es la única hija reconocida de Whitney y es una científica que continúa con su labor. Ha heredado su riqueza y sus laboratorios. No era totalmente descabellado preguntarse qué estaba haciendo con su hijo. Cuando me enteré que tenía un bebé aquí, estuve decidida a comprobar que el niño fuera bienamado y no utilizado para experimentar.

No había ninguna disculpa en su voz. Ella había hecho lo que creía que era correcto… y quería dejar claro a todos en la mesa que haría exactamente lo mismo si tuviera que hacerlo de nuevo. No ayudaría a Whitney de ningún modo… especialmente no por dinero.

—¿Y qué has descubierto? —preguntó Ryland bajando la voz una octava.

Sam se estremeció en su fuero interno. Ryland hablando en tono bajo nunca era una buena señal. Cualquier cosa que tuviera que ver con Lily y Daniel lo ponía extremadamente protector. Azami estaba pisando un terreno muy fino sin ningún ápice de disculpa.

—He descubierto que Daniel es un niño encantador, increíble y muy querido por sus padres y todos sus “tíos”. Es muy feliz. Le proporcionan apoyo y estímulo, pero se lo dan de forma equilibrada de modo que no se vea presionado antes de lo que debería. No podría imaginar padres mejores.

—Y sin embargo, no nos dimos cuenta de que podía teletransportarse.

Como padre, Ryland le parecía vulnerable a Azami. Odiaba causarle preocupación.

—Bueno, él realmente no puede teletransportarse aún, gracias a Dios, no más que unos pasos o menos —señaló ella—. Pero podrá pronto y necesita instrucción y reglas firmes o tendrá accidentes. Yo aprendí del modo difícil y sospecho que Sam también. Daniel es demasiado joven para encontrarse en el interior de un muro. —Se inclinó hacia Ryland—. ¿Por qué piensas que podrías reconocer tan pronto las señales en él? Yo entreno a diario y casi las pasé por alto.

—Puedo trabajar con él —se ofreció Sam—. Disfruto pasando tiempo con él, Rye.

La mirada de Ryland se movió a la cara de Sam. Azami podía ver que Ryland estaba definitivamente preocupado porque su hijo tratara de teletransportarse, y sabía que debería estarlo. Era un don extremadamente peligroso, y en un niño, un bebé realmente, el don podía ser letal.

—Gracias, Sam. Lily no va a llevar esto bien. Tenemos que lograr el equilibrio con Daniel y siempre vamos a tientas en cuánto dejarle hacer y su capacidad para comprender las cosas que tratamos de enseñarle. Sospecho que va a ser difícil. Si su inclinación natural es teletransportarse cuando de pronto quiera escabullirse a por una galleta, vamos a tener que estar regañándole constantemente.

Azami esbozó una sonrisita.

—A él le encanta su vida. Es bastante bueno comunicando. Ya comprende que es amado y que ustedes le ponen reglas para mantenerlo a salvo.

—Es una esponja —dijo Ryland—. Absorbe la información muy rápido. No tengo dudas de que hablará varios idiomas, y sus habilidades motoras son ya increíbles. —Se le escapó una pequeña y amplia sonrisa—. Supongo que cada padre piensa eso.

Azami se inclinó hacia él de nuevo, tomando una decisión. Iba a actuar conjuntamente con los Caminantes Fantasma. No dudaba de esta unidad en particular; había pasado los últimos días espiándolos. Incluso tenía cámaras diminutas en varios lugares por toda la casa. Eiji y Daiki eran expertos en montar cámaras en lugares donde nunca nadie las encontraría. Podían atravesar una habitación y colocar una en cuestión de segundos. Sólo tenía que encontrar el equilibrio para proteger a su informador. No arriesgaría su vida, ni siquiera por darse credibilidad.

—Tiene un problema mucho más grave que yo, capitán, o que su hijo teletransportándose. Hemos tropezado con alguna información que sugiere que recibirán órdenes de entrar en el Congo para asesinar al general Armine, quien está en lucha con Ezekial Ekabela para hacerse cargo del ejército rebelde. El hermano de Ezekial, el general Eudes Ekabela, fue asesinado por un Caminante Fantasma, y Armine se hizo cargo antes de que Ezekial pudiera tomar el poder. Whitney necesita a Armine fuera del camino para permitir que Ezekial vuelva al poder. Ezekial tiene el control de las minas de diamantes y hay uno de un tamaño en particular que Whitney necesita para una nueva arma en la que está trabajando. El precio que ha exigido Ezekial Ekabela es el asesinato de Armine y un Caminante Fantasma para que pague por la muerte de su hermano. Whitney ha estado de acuerdo con los términos. Puesto que Jack Norton, a quien los rebeldes están desesperados por tener en sus manos, tiene gemelos, Whitney les va a dar a alguien de vuestro equipo.

Azami dio una bocanada y evitó mirar a Sam. Los músculos de su estómago se tensaron y el aire se negó a abandonar sus pulmones. No quería ver la condena en sus ojos. No le había advertido, ni siquiera cuando lo besó, comprometiéndose con él en su corazón. Obligó a salir las palabras.

—Whitney cree que Sam no es útil para su programa y está deseando sacrificarlo a cambio del diamante.

Sam levantó la ceja pero no dijo una palabra. Gator dio un codazo a Tucker, mas una mirada a Ryland detuvo cualquier burla que ellos pudieran haber hecho.

—Cualquier orden que llegara a nosotros estaría clasificada —dijo Ryland, la voz cayendo otra octava—. Y luego está la cuestión del Zenith de segunda generación en el que mi esposa ha estado trabajando, y en que nadie debería de tener siquiera un rumor, y mucho menos un parche de verdad.

Había sabido que eso iba a llegar. Azami reconoció la sospecha inmediata y no podía culparle. Si él viniera a ella con información clasificada de un equipo que no existía para el mundo exterior, de donde iban a ir y de lo que había preparado para ellos, estaría extremadamente recelosa de como esa información había llegado a manos de extraños. Había sabido que en el momento en que revelara lo que sabía, Ryland empezaría en serio con el interrogatorio.

Mantuvo las manos bajo la mesa, cruzadas en el regazo. El estómago estaba como un flan, no porque temiera a estas personas… sabía que podía matar a varios de ellos antes de que llegaran a ella, sino porque tenía que escoger cuidadosamente cada palabra y hacerles comprender que estaba de su lado sin correr el riesgo de comprometer vidas.

—Whitney tiene a varias personas trabajando para él brindando y transmitiendo información, así como ayudándole a avanzar su agenda. Es evidente que los que le ayudan son gente en posiciones de poder. Ellos hacen lo que él quiere. He interceptado sus órdenes a una mujer llamada Sheila Benet. Ella es su correo principal.

Por debajo de la mesa, los dedos de Sam rodearon muy suavemente la muñeca de ella advirtiéndola. No quería que fuera más lejos. Ella disponía de “ojos y oídos” en la sala de guerra y sabía que la unidad de Caminantes Fantasma como conjunto no creía que las tres muertes asociadas a Sheila Benet fueran accidentales, y era obvio que Sam no quería que ella confesara los asesinatos. Desde el momento en que él había aceptado que alguien podía haber utilizado una cerbatana para matar al mayor Patterson, estaba segura de que se imaginaría quién lo había hecho. Había sabido en el momento en que se encontró con él que era demasiado inteligente para ser engañado durante mucho tiempo, y si ella hubiera podido, no le habría mirado dos veces.

—¿La misma Sheila Benet que ha sido testigo de dos accidentes? ¿Uno en el baño de un club nocturno y otro en un restaurante?

—He leído acerca de los accidentes —Azami dijo la verdad. Sus ordenadores ciertamente buscaban determinados nombres que podrían surgir en los artículos de las noticias o en los informativos—. Me pareció interesante que estuviera en ambos escenarios.

La yema del pulgar de Sam se deslizaba atrás y adelante sobre la parte interior de su muñeca en una caricia de la que ella no estaba segura que él fuera consciente… y de la que ella lo era demasiado. Raramente se distraía por nada, pero ese pequeño movimiento hizo que un escalofrío de calor bajara por su espina dorsal. Debería de alejar la muñeca de él, no podía permitirse ninguna distracción, pero no se animaba a hacerlo.

—Nosotros lo encontramos igual de interesante —dijo Ryland—. No creemos que ninguna de esas muertes fuera un accidente. Y hubo una tercera, un accidente de coche asimismo sospechoso.

Ella no se inmutó.

—Tengo que estar de acuerdo con vuestras sospechas. Con Benet involucrada, estoy segura que esas personas tenían que ser empleados de Whitney. Sería demasiada coincidencia considerando que ambos murieron en cuestión de semanas el uno del otro, aunque cosas más extrañas han pasado.

Ryland estudió su cara con aquellos penetrantes ojos gris acero. No podía imaginar a su hijo a los dieciséis años mintiendo a su padre. Ella no había mentido, pero estaba definitivamente omitiendo hechos. Ryland Miller parecía ver en el alma de uno.

—¿No tienes nada que ver con esas muertes? —preguntó directamente.

Interiormente ella se estremeció. Ahí estaba. Si decía la verdad, ellos podrían tener que arrestarla. Si mentía… Bien, no era una mentirosa. Abrió mucho los ojos y permitió asomar un pequeño ceño, inclinando atrás la cabeza para mirarlo directamente.

—¿Por qué piensa eso? ¿Cómo podría siquiera considerar algo así? —Esas eran preguntas justas y ella había eludido contestar con la verdad.

Si Ryland se preocupaba lo suficiente para comprobarlo, y él podría, encontraría que ella estuvo en los Estados Unidos durante los tres “accidentes”, pero hasta que tuviera ese dato, iba a esquivar cada una de las preguntas incriminatorias en la medida en que pudiera.

Ryland frunció el ceño, estudiando su cara. Ella sabía que parecía inocente. Ese era uno de sus mejores dones, esa habilidad, una natural que su padre adoptivo le había ayudado a perfeccionar. Su tamaño diminuto y delicado y una apariencia casi frágil eran una ventaja. La gente siempre infravaloraba sus habilidades. Ella deliberadamente daba la apariencia de una mujer tímida y recatada que pasaba la mayor parte de su vida a cubierto.

Estos hombres eran dominantes y protectores por naturaleza. Los leía con facilidad. No hacían ningún intento por ocultar lo que eran, guerreros cada uno de ellos, y sin embargo tenían una debilidad por las mujeres y niños. Para ellos representaban por lo que estaban luchando. Las mujeres y los niños eran la razón por la que ponían sus vidas en peligro por la libertad de su país, para mantener a sus seres queridos seguros y protegidos. Ese credo se engendraba en cada uno de sus huesos. Como samurai, ella estaba entrenada para utilizar esa ventaja, y su inocencia parecía ayudarla de formas inesperadas.

Ryland de repente giró la cabeza y sus ojos encontraron los de Sam.

—¿Está hasta arriba de mierda? ¿O es de verdad?

Su estómago dio una voltereta inesperada. Si había una persona sentada en la sala que viera justo a través de ella, ese era Sam. Ryland era su amigo y el líder de su unidad, un hombre al que Sam respetaba y por el que sentía un gran afecto. Azami tuvo que reprimir un gemido. Sam no iba a mentir a Ryland, ni siquiera por ella, y ella no le respetaría si lo hacía. Era una situación de perder-o-perder.

Por primera vez hubo verdadera tensión trepando por su interior. Se obligó a sí misma a respirar con normalidad, a mirar tan calmada y serena como siempre. Esos dedos fuertes acariciando el interior desnudo de su muñeca dejaron de moverse y se asentaron alrededor de su brazo como un grillete.

que ella es auténtica, Ryland —dijo Sam con la voz igual de baja.

Lo que podía significar cualquier cosa. Azami no se atrevía a mirarlo. Su corazón había iniciado un extraño golpeteo, un nuevo ritmo para ella. Tenía el impulso inesperado de inclinarse hacia él y levantar la cara hacia la suya. La voz de él era absolutamente honesta. Su simple frase no significaba nada para Ryland, pero todo para ella.

Los ojos le ardieron un momento, obligándola a bajar las pestañas. Su padre había dado la cara por ella. Sus hermanos estaban en la otra sala escuchando justo en ese momento y si fuera necesario, podían volar en su ayuda y tener así la oportunidad los tres de abrirse camino. Nunca nadie más la había defendido, y Sam no sólo lo había hecho sino que se había puesto delante de ella. Creía en ella hasta el punto de que, aunque no estaba siendo engañoso, aún así estaba desviando el tiro.

Ryland evidentemente conocía a Sam muy bien. Esos ojos de acero se entornaron.

—Eres de una maldita gran ayuda, Knight. En todo caso estás de mierda hasta las orejas.

—Estoy diciendo la verdad absoluta, Rye —confirmó Sam.

—Estoy seguro de que lo haces. ¿Qué cojones está pasando entre vosotros?

Sam se encogió de hombros.

—Tengo la intención de pedirle a sus hermanos permiso para casarme con ella.

Azami dio un grito ahogado, moviendo la cabeza para mirarlo. Una cosa era luchar discretamente por ella, pero él estaba alineándose abiertamente a su lado.

Los dedos de Sam apretaban su brazo, pero su mirada estaba clavada en la de Ryland.

—Azami es una Caminante Fantasma. Ella es una de nosotros y más que eso, es la única para mí. Quiero que sepáis eso por adelantado. Así es como de seguro estoy de ella.

—¿Y no crees que existe una posibilidad de que estés cegado por tus sentimientos hacia ella? Acabas de conocerla. ¿No crees que ocurrió un poco demasiado rápido?

Azami se estremeció. Sabía lo que Ryland estaba insinuando. Whitney se las había ingeniado para vincularlos entre sí. Mantuvo la cabeza gacha, las largas pestañas cubriendo sus ojos para evitar que nadie viera la angustia que podrían mostrar.

—¿Así como funcionó para ti, Ryland? —exigió Sam y miró alrededor de la mesa—. ¿Para cualquiera de vosotros con su esposa? —Él encogió sus amplios hombros—. No me importa si Whitney me emparejó con Azami o no, aunque no veo cómo pudo hacerlo, pero sé que encaja conmigo. No hay dudas en mi mente.

Azami sacudió la cabeza. Por mucho que quisiera a Sam para ella, no podía dejar que se sacrificara.

—Vamos a tranquilizarnos. Hay algo que deberíais saber, algo que puede ser muy pertinente para cómo te estás sintiendo justo ahora, Sam. —Sus pulmones se sentían faltos de aire, pero tenía que ser justa con él.

—No necesito saber nada más, Azami —aseguró Sam.

Las lágrimas la quemaron de nuevo y parpadeó rápidamente con la garganta obstruida por un momento.

—Puede que tú no necesites saber nada más —dijo Ryland—, pero yo sí. Por favor, Azami, continúa.

Fue una gran concesión que utilizara su nombre propio otra vez. La voz había estado llena de advertencia hacia Sam. Ella apoyó la mano encima de la suya, una ligerísima medida de advertencia bajo la mesa. No quería meterlo en problemas con su unidad, al menos no antes de que él escuchara lo que tenía que decir.

—Las parejas de Whitney hasta la fecha parecen encajar. He especulado que tal vez eso forma parte de su don psíquico y está claro que tiene uno. Aquellos de vosotros que he tratado de estudiar un poco parecen muy anclados el uno con el otro, pero ninguno ha sido puesto en una posición que pudiera provocar que hicieran algo que no quisieran hacer.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ryland.

—Supón que tienes que escoger entre tu mujer y tu hijo.

—No habría duda en eso. Mi mujer esperaría que eligiera a mi hijo. Él es un niño que necesita ayuda, guía y amor en este momento. Si ella de repente se volviera loca y quisiera deshacerse de él, lo que parece ser que estás dando a entender, entonces por supuesto protegería a mi hijo.

Azami no trató de esconder su alivio.

—Violet Smythe-Freeman no lo hizo.

—¿Ella tenía un hijo? —Ryland miró alrededor de la mesa a sus hombres—. ¿Estás segura?

—Abortó al niño a petición de Whitney. Y mató al senador Freeman. Él estaba programado para la operación. Lo habían llevado al hospital para intervenirlo y Whitney insistió en ver a Violet. Se reunieron en un pequeño aeropuerto privado. Estuvo sólo en el hangar con ella durante varias horas. Parecía haber algún tipo de cirugía de campaña instalada en el hangar, pero mi informador sólo alcanzó a echar un vistazo al interior. Cuando ella salió parecía diferente, muy sumisa hacia Whitney y aún así flirteaba. Ella embarcó en su avión, fue directa al hospital y tiró del enchufe del senador, y después insistió en un aborto.

Ryland frunció el ceño.

—¿Crees que la emparejó con un segundo hombre y que ella inmediatamente mató al senador y a su hijo nonato? Ella era completamente leal a Freeman. Traicionó a todas las mujeres en el complejo para asegurar una alianza con Whitney.

—El senador Freeman no tenía ninguna habilidad psíquica. Su hijo no habría tenido valor para Whitney —señaló Azami—. Violet está muy arraigada en la escena política. Es inteligente y agradable aunque un poco fría. La cámara la adora y hay una grabación de ella en casa del senador. Una viuda llorosa que luchó valientemente por su marido muerto cerebralmente, tratando de encontrar un modo de salvarlo, definitivamente quedaría muy bien delante de una cámara. Y su voz está realzada.

—¿Quién fue emparejado con ella? —preguntó Ryland.

Azami sacudió la cabeza.

—Mi informador no lo sabe. Violet estaba preparada para asumir una posición política en Washington. Whitney la quería en la Casa Blanca. El senador se suponía que iba a ser vicepresidente. Violet hubiera seguido teniendo una gran influencia. Si es elegida para un puesto en el senado y su lealtad es para Whitney, ¿pueden imaginar cómo podría él utilizarla para influir en su programa?

Ryland se levantó de golpe con la comprensión aflorando.

—Crees que Violet Freeman está emparejada al propio Whitney.