Capítulo 5

Sam no esperó a ver si Azami le seguía. El jeep era su problema, no el suyo. Ella era una invitada y una a la que se investigaría otra vez muy a fondo antes de que el día acabara, gracias a él. Había resistido bajo el intenso escrutinio de la CIA, Seguridad Nacional, y los propios Caminantes Fantasma. Otros países que compraban sus productos para uso militar también la habían investigado y había salido limpia. Sin embargo, Sam había dudado de que fuera quien decía que era. Tal vez se estaba volviendo loco y todos los empleados de Samurai Telecommunications estuvieran entrenados en técnicas de guerra.

Juró cuando el jeep coronó la pequeña loma, irrumpiendo a la vista, con cinco hombres de pelo oscuro, fuertemente armados, de mirada salvaje y desaliñados. No eran soldados, pero sin duda eran hombres acostumbrados a matar. Su cerebro catalogó la información incluso mientras disparaba metódicamente, eliminando a los dos de su lado y evitando disparar al conductor. Esperaba fuego de vuelta, pero los otros dos soldados se hundieron en el jeep, las armas automáticas cayeron de sus manos inertes al suelo mientras el conductor se largaba a toda prisa con cuatro cadáveres en su vehículo.

Sam volvió la cabeza justo mientras Azami bajaba su arma. Frunció el ceño. Había visto cerbatanas antes, pero como la mayoría de sus armas, esa había sido modificada. Los dardos eran pequeños, no más grandes que un cacahuete con cáscara, la aguja tan fina y pequeña que sabía que sería imposible descubrir el punto de entrada. Habría apostado su último dólar a que el veneno de acción rápida utilizado era indetectable. Las cargas eran diminutas, en pequeñas cámaras individuales que parecían inofensivas. Podía disparar varias veces antes de tener que recargar.

—Veo que no necesitas espada.

—Es muy difícil, en estos días, atravesar los controles de seguridad con ellas —señaló, sin cambiar de expresión.

—Eres extremadamente precisa con esa arma.

—Con todas las armas. Mi padre era un hombre exigente.

—Eres una mujer muy peligrosa, Azami Yoshiie —Sam lo dijo como un cumplido lleno de admiración.

Ella arqueó una ceja. Su boca se curvó y le dedicó una sonrisa de infarto.

—No tienes ni idea de lo peligrosa que soy le devolvió sus propias palabras y él la creyó.

—¿Y eres tan hábil con la espada como con tus otras armas? —preguntó él con curiosidad.

—Más aún —admitió, sin rastro de jactancia, simplemente constatando un hecho—. Te lo dije, ¿no?

Sam giró sobre sus talones y se dirigió hacia ella con decisión.

—Estoy a punto de besarte, señorita Yoshiie. Soy plenamente consciente de que estoy violando todas las leyes que existan sobre etiqueta internacional y legítimamente, podrías clavarme ese cuchillo en las tripas, pero en este momento en particular me importa una mierda.

Ella abrió los ojos como platos, pero no se movió. Él sabía que no lo haría. Era tan valiente como cualquier otro miembro de su equipo. Se mantendría firme.

Thorn se humedeció los labios.

—Podría ser tu corazón —le advirtió ella con sinceridad.

—Aún así, no tengo otra opción. De verdad que no la tengo. Así que tira el maldito trasto y prepárate.

Ella sintió que su cuerpo se volvía líquido por el calor, una reacción aterradora para una mujer de control absoluto.

—Si vas a hacerlo, será mejor que sea realmente bueno, porque muy bien podría ser la última cosa que hagas. No tengo ni idea de cómo voy a reaccionar. En realidad nunca he besado a nadie antes.

El corazón le retumbaba en los oídos, ahogando los sonidos de los insectos que volvían a la vida a su alrededor. Estaba más aterrorizada en ese momento de lo que lo había estado durante los enfrentamientos con los soldados enemigos. No tenía idea de cómo iba a reaccionar. El instinto de conservación era fuerte en ella y Sam la había amenazado a un nivel tan elemental que no tenía forma de saber lo que podía hacer para defenderse.

Con cada paso deliberado que daba, Sam se cernía cada vez más grande. Ella había reconocido que era un hombre grande, fuerte y aguerrido, pero había combatido a su lado, así que no se había preocupado por los atributos físicos. Ahora, podía ver cada detalle. El oscuro propósito oscuro en sus ojos, un deseo creciente que la dejaba sin aliento y débil. No podía ser débil… no ahora, no en su hora más importante.

Tendría que haber dado un paso atrás. Sus dedos se curvaron alrededor de la daga, pero no la sacó. No se movió. Quedó atrapada en esos negros ojos, mirando como crecía su deseo… por ella, por Thorn, la guerrera. Él sabía que ella era mucho más que Azami, la guardaespaldas de su hermano, y la admiraba por ello. No, era algo más que admiración. La deseaba por ello. Deseaba a la guerrera que era ella tanto o más que a la mujer.

Se encontró perdida en esos ojos mientras daba un paso más hacia ella, sin vacilación de ninguna clase. Sam curvó los dedos en las solapas de la chaqueta de su traje y tiró los escasos centímetros que los separaban. ¿O había saltado ella hacia él en esa fracción de segundo? Honestamente no lo sabía… sólo que con el primer toque de la agresiva y envolvente energía masculina, sintió una oleada ardiente atravesando todo su cuerpo. En el momento que sus manos se cerraron sobre las solapas, el calor se volvió lava fundida, una explosión en la boca del estómago que le enrojeció la piel. Sentía los pechos hinchados y doloridos, y la humedad invadió su entrepierna.

Él bajó la boca sobre la de ella y al instante el mundo cambió. Por un segundo, Azami aceptó las peculiares sensaciones que la recorrían por la pérdida de aliento, pero luego no pudo pensar en nada más. Sólo sentir. Su piel se volvió eléctrica, sus huesos agua y su sangre fuego. Los labios masculinos eran firmes, fríos y tan exigentes. Abrió la boca y le permitió arrastrarla con él.

Thorn no tuvo más remedio que envolver los brazos alrededor de él y aferrarse mientras el suelo se movía bajo sus pies. Él se vertió en su mente, caliente, fuerte y decidido a reclamarla para él. Sintió como la empuñadura del cuchillo se le clavaba en la palma y la agarró mejor hasta que sintió que él se estaba entregando a ella. Por completo. Todo. Él se abrió a ella. La dejó entrar en su mente. Le estaba dando tanto como estaba tomando.

El mundo que abrió para ella era pura sensación. El placer estalló en su interior como una tormenta de fuego. Sintió que su cuerpo se fundía en el de él, sintió el latido de su corazón, cada vez que respiraba, como si se fueran una sola persona en lugar de dos. Su boca parecía pertenecerle a él en lugar de a ella, le devolvió el beso con una pasión ardiente de la que no se había sabido capaz.

Sam sabía que estaba en territorio peligroso, pero no podía contenerse. Tenía que saborearla. No, si estaba siendo honesto, la terrible necesidad de besarla era mucho más que simplemente saborearla. Necesitaba reclamarla como suya. El impulso había estado creciendo desde el primer momento en que había puesto los ojos sobre ella. Cuanto más estaban juntos en una situación tan extrema, más la admiraba. Se encontraba esperando su sonrisa, la forma en que sus ojos se iluminaban y el sol jugaba creando vetas sobre todo ese pelo liso y negro.

Se encontró necesitando dejarlo caer todo, deshacerse de todos los escudos para dejarla entrar en él, no importaba lo mala que fuera la idea. En el momento que su boca descendió sobre la de ella, supo que era demasiado agresivo, sobre todo con aquella suave admisión, nunca he besado a nadie; hacía que su corazón se acelerara y la sangre caliente fluyera lenta y violenta. Pero no podía detenerse. Ella sabía… a cielo. Todo a su alrededor desapareció, cayó hasta que sólo quedó Azami con su suave piel, el cabello sedoso, y ese aroma escurridizo que le volvía loco.

Esperaba que la mujer le apuñalara en el corazón con la daga. Pudo ver el miedo en sus ojos justo antes de que sus labios cayeran sobre los suyos, y nunca haría nada para asustar a una mujer como Azami Yoshiie. Era una guerrera hasta la médula. El deber y el honor estaban impresos en ella. El control le importaba, exactamente como le pasaba a él, y él les estaba llevando a ambos a un lugar que ninguno podía controlar.

No le importaba arriesgar su vida. Sólo lo hacía besarla. Se fusionó con ella de alguna manera no definida, de modo que la ardiente pasión los atravesara. Deslizó la mano entre esa seda espesa y la cerró, sujetándola inmóvil para él, la otra encontró el esbelto cuello, con los dedos extendidos para disfrutar de su suave piel. Se vertió en ella, la llenó, su lengua se batió en duelo con la suya mientras ambos se ahogaban en la necesidad sensual.

Azami se estremeció, le temblaban los labios y luego le consumió tan agresiva y honestamente como él a ella. Sam la sintió dentro de su mente, corriendo como lava por sus venas, envolviéndose alrededor de su corazón y saturándolo hasta los huesos.

—Esto es una locura —susurró ella contra su boca cuando ambos se separaron para tomar aire. Sus ojos oscuros buscaron el rostro masculino.

Sam no tenía ninguna respuesta. Sabía que ella tenía razón. Podían estar en lados opuestos de una guerra a muerte, pero no podía dejarla ir. Ella encajaba con él. El mundo que los rodeaba estaba fuera de sincronización, pero ellos no.

—Lo sé —admitió mientras descansaba su frente contra la de ella, mirándola a los ojos.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

Una lenta sonrisa curvó la boca de Sam.

—Realmente esperaba que me mataras para no tener que averiguar esa parte.

Ella parpadeó, los abanicos negros de seda espesa que eran sus pestañas revolotearon tan salvajemente como su corazón. Se humedeció los labios.

—No te vas a librar tan fácilmente.

Sam vio dibujarse esa sonrisa, la forma en que su suave boca se curvaba y el calor se extendía por aquellos ojos oscuros con absoluta fascinación.

—Bien. Maldita sea. —Miró alrededor, sintiéndose como si estuviera regresando de una gran distancia—. Tenemos un bosque de cadáveres, un equipo de eliminación en camino, y tú no has hecho ni una sola pregunta, Azami. ¿Esto suele suceder a menudo cuando recibes pedidos por tus satélites?

—La primera vez. Pero siempre vengo preparada. —Había una nota burlona y traviesa en su voz que se coló entre sus defensas y apuntó directamente a su corazón.

Sam sabía que tenía que soltarla, pero una vez que permitiera que su conexión física desapareciera, no estaba seguro de si alguna vez tendría la oportunidad de volver a conectar. Instintivamente, sabía que Azami era esquiva, como el agua que fluye entre los dedos, o el viento entre los árboles. Necesitaba una manera de sellarla a él.

—¿Cómo se corteja a una mujer en Japón? ¿Necesito el permiso de tus hermanos?

Ella parpadeó de nuevo. Conmocionada. Un atisbo de incertidumbre se deslizó en sus ojos. Frunció el ceño, y él inclinó la cabeza para tragarse su protesta antes de que pudiera pronunciarla. La boca tembló debajo de la suya y luego Azami se abrió a él, como una flor, atrayéndolo más profundamente. Deslizó los brazos alrededor de su cuello, presionó con fuerza el cuerpo contra el suyo. Él tensó los dedos en su pelo.

Estaba ardiendo, hasta la médula, de adentro hacia afuera, una fusión ardiente de huesos y tejidos. No había sabido que se sentía sólo, ni siquiera que estaba buscando algo. Había estado completo. Amaba su vida. Era un hombre con compañeros en los que confiaba implícitamente. Vivía en lugares salvajes cuya belleza adoraba. No había considerado que hubiera una mujer que pudiera encajar con él, que le suavizara por dentro y endureciera su cuerpo.

Siente lo mismo, Azami. No levantó la boca, la besó una y otra vez, porque una vez había cometido el error, era enganchado y ¿para qué luchar contra aquello? No cuando se sentía tan malditamente bien.

En algún momento, el beso pasó de agresión pura y mando, a ternura absoluta. El sentimiento por ella se alzó como un volcán, acompañándole, atrayendo alguna parte de él que nunca había sabido siquiera que existiera. Su boca era suave, sus manos sobre ella posesivas, pero amables. Otra demanda, ésta venía de un desconocido pozo profundo.

Siente lo mismo, Azami, le susurró en su mente. Una seducción. Una necesidad. Esperó, algo en él se quedó inmóvil, en espera de su respuesta.

Dime como te sientes tú.

Ella no se había alejado. En todo caso, sus brazos se habían tensado alrededor de su cuello. Sam compartió cada aliento que ella inhalaba, sintió el ligero movimiento de su caja torácica y sus pechos contra él, el aire caliente que intercambiaban.

Como si me estuviera quemando vivo. Ahogándome. Como si no quisiera que este momento terminara. Él no era un hombre que dijera cosas floridas a una mujer, ni siquiera pensaba en ellas, pero compartió la verdad honesta con ella. Como si nos perteneciéramos.

Una vez que la dejó ir, el mundo volvió a la normalidad. Quería que se quedara con él, que le diera una oportunidad con ella.

Ella no dudaba y adoraba eso también. Se entregaba de verdad de la misma manera que él. Ciento lo mismo, pero uno de nosotros tiene que ser sensato.

Ella inició el beso cuando él se retiró un poco, persiguiéndole con su suave boca, clavando los dedos en los pesados músculos del cuello, suspirando cuando los labios de Sam se amoldaron una vez más sobre los suyos. Él se tomó su tiempo, besándola profundamente, una y otra vez, mientras caía más profundamente en su hechizo y esperaba que ella cayera bajo el suyo.

¿Ésta es tu idea de cordura? La haría su realidad. Estaba cayendo en el agujero del conejo y haría que ella fuera su cordura si caía con él.

Su risa suave se le deslizó en el interior del corazón, serpenteando hasta que no hubo modo de quitársela de encima. En realidad no, pero tú tienes que ser el fuerte.

La besó de nuevo. Y otra vez. ¿Y eso por qué?

Porque tú empezaste esto.

Bien, eso era bastante justo. Sam suspiró mientras levantaba la cabeza. Ella no le puso fácil ser un caballero, pero ya había echado por tierra aquel gran momento, por lo que la sostuvo con las manos en la cintura, mirando esos ojos oscuros.

—Dime cómo cortejarte apropiadamente, Azami. Lo digo en serio. Nunca he cortejado a una mujer antes, pero tú eres única.

Un escalofrío la recorrió. Una sombra se deslizó en sus ojos.

—¿Por qué crees eso con tanta rapidez? Apenas me conoces.

El cerebro de Sam echó el freno, captó la cautela que era demasiado fuerte para ser natural en una mujer que se preguntaba por qué un hombre la encontraba tan atractiva tan rápido. La química chisporroteaba entre ellos, pero ella... la temía. Desconfiaba de ella. Su mente giró rápidamente, arrojando respuestas que no le gustaron.

—¿Has conocido al doctor Whitney? ¿Le conoces?

Azami tragó saliva y dio un paso atrás, sus largas pestañas ocultaron sus ojos.

—Sí, le he conocido. Es un monstruo. Alto coeficiente intelectual, pero para nada como mi hermano. Le miró a los ojos—. O tú.

Sam se dio cuenta que ella le estaba diciendo que le había investigado a fondo. ¿Por qué él? Lily estaba comprando el satélite. ¿Investigaba su compañía rutinariamente a la gente que vivía cerca o alrededor de alguien que les compraba? Eso no tenía sentido.

—¿Por qué sabrías algo sobre mí? —Era un miembro de un equipo militar de élite que operaba completamente bajo el radar. No les daban reconocimientos por ninguna misión. Pocos sabían que existían. Sólo aquellos con la habilitación de seguridad más alta sabrían algo sobre Sam Johnson. Azami Yoshiie no debería conocer ningún dato real de ningún soldado. Esperaba que supiera algo sobre los Caminantes Fantasma porque no quería vender un satélite a cualquier empresa y estaba conectada con el ejército, les había vendido algunos satélites. Pero no había ninguna razón en absoluto para averiguar algo sobre un miembro individual de esa unidad de élite.

Thorn se encogió de hombros, se quedó sin aliento. Ahora se encontraba en aguas turbias. Si había leído mal a Sam, podría echar todo a perder. Era un hombre que podía pasar de estar totalmente relajado a atacar en una fracción de segundo, y ella no tenía ninguna duda de que era un hombre intensamente leal. Estaba consternada al darse cuenta de que quería que fuera leal a ella. No quería que desconfiara de ella, y sin embargo se alegraba enormemente que lo hiciera.

Thorn nunca se había sentido tan en conflicto. Si él no tuviera la inteligencia que poseía, o las habilidades como guerrero, nunca sería capaz de respetarle o sentirse atraída por él. Tenía que sospechar o le descartaría como había hecho con casi todos los demás.

Le contó la verdad, sabiendo que le estaba engañando deliberadamente.

—El doctor Whitney trató de adquirir un satélite de nuestra empresa hace unos dos años. Por supuesto, no hacemos negocios con nadie que no conozcamos. —Eso era cierto, pero Whitney se había negado a la reunión. Había llegado tan lejos como para ofrecer más dinero y dijo que podía manejar la instalación del software y la capacitación de los técnicos para ejecutarlo, lo que hizo que sus hermanos sacudieran la cabeza ante su enorme ego.

—¿Tiene uno de vuestros satélites? —preguntó Sam.

Ella negó con la cabeza.

—No, no seguimos adelante con la venta. Mi hermano no quedó impresionado con él. Su actitud era irrespetuosa. —Otra vez eso era estrictamente verdad, y cualquiera que conociera al doctor Whitney sabía que tenía un ego del tamaño de Europa y era totalmente grosero con cualquiera que consideraba inferior… lo que básicamente significaba todo el mundo.

Sam frunció el ceño. Su expresión no reveló nada y ella tomó nota mental de no jugar al póquer con él. Ella podía mantener su serenidad durante todo el día y muy pocos podían ver lo que estaba sucediendo dentro de ella, pero no iba a apostar su vida o la de sus hermanos, a que Sam no podía leerla. Había sospechado de ella desde el momento mismo en que había puesto los ojos sobre ella.

—¿Te quedaste alguna vez a solas con él?

El corazón le dio un vuelco en el pecho. Los recuerdos inundaron su mente, los gritos silenciosos de una niña pequeña, el dolor de su cuerpo, el cuchillo cortándole el pecho. Su corazón dejando de latir y luego saltando consciente, exactamente como ahora. Cerró la puerta mental con fuerza. Ahí radicaba la locura. Nunca miraba esos recuerdos, a menos que sirvieran a un propósito valioso y ahora no había tal motivo.

—Somos una familia tradicional de muchas maneras —replicó enigmáticamente, evitando una mentira. No le importaba mentir si la misión lo requería, pero no a Sam, no si podía evitarlo.

Los ojos masculinos se calentaron.

—Así que estamos de vuelta contigo dándome instrucciones sobre la manera correcta de cortejarte. ¿Debo pedir permiso a tus hermanos?

Él le estaba robando el corazón con su sinceridad. Ella sacudió la cabeza.

—No soy una mujer que vaya a ser práctica en tu vida, Sam. Necesitas un hogar y una familia...

Él se echó a reír, interrumpiendo sus palabras cuidadosamente elegidas. El sonido era pura diversión masculina, enviando olas de calor a su cuerpo y haciéndole olvidar todo lo que iba a decir.

—Soy un soldado, Azami. Eso es quién soy. Lo que soy. Mi mujer será mi hogar y mi familia. Más allá de eso, ¿quién sabe? Creo que eres esa mujer.

Thorn tragó con fuerza. Ahora su respiración era demasiado rápida y los pulmones le ardían. Él la sacudía como nadie jamás había hecho con esas crudas admisiones. Su honestidad. ¿Quién en el mundo era como él?

—Eres un intelectual como mi hermano. ¿Qué te impulsa a poner tu vida y tu tremendo cerebro en peligro? No pudo evitar la mordacidad en su voz. Estaba hecho para grandes cosas y sin embargo, elegía el combate.

—Dime —disparó él.

—Tengo un deber que cumplir que es sagrado para mí. Quizás la atracción entre nosotros sea fuerte porque nuestros valores son muy cercanos.

Ella quería que ese fuera el motivo… o que por primera vez en su vida hubiera conocido a un hombre al que no pudiera resistirse. Su atracción por Sam Johnson no tenía nada que ver con Whitney. La idea era simplemente imposible. La había tirado mucho tiempo antes de que Sam se uniera al programa de Caminantes Fantasma. Incluso si Whitney hubiera emparejado a Sam con Thorn, no podría haber emparejado a Thorn con Sam. El estómago revuelto se le asentó un poco. Su atracción por Sam tenía que ser real, no había sido fabricada por un monstruo para sus propios fines.

—Entiendo el deber —dijo Sam. Miró a su alrededor. Un helicóptero derribado. Dos jeeps y muchos soldados muertos. Los equipos de limpieza esperarían poder identificar de donde había venido la amenaza—. ¿Crees que estos soldados venían detrás de tu hermano?

La mirada de Thorn siguió su cuidadoso estudio del campo de batalla. ¿Creía que los soldados habían intentado secuestrar a su hermano? Nada más tenía sentido. Los soldados no habían atacado el complejo donde Lily y su hijo vivían y se habían retirado en el momento que la ayuda llegó. En realidad había sido un ataque muy bien coordinado. No podían saber que el equipo de Caminantes Fantasma de Sam había sembrado el bosque con bunkers ocultos o que Sam y ella serían capaces de teletransportarse tan hábilmente.

—Sí. Creo que alguien con una gran cantidad de dinero ha orquestado el ataque con el fin de secuestrar a Daiki. Es la única explicación posible que encaja. —Esperó un momento y luego en el silencio exhaló su nombre—. Sam. —Era impropio dirigirse a él por su nombre de pila, como él hacía con ella, pero se trataba de circunstancias extraordinarias. Esperó pacientemente hasta que sus ojos se encontraron con los suyos. Tenía que mirar a su alma cuando le respondiera—. ¿Trabajas para el doctor Peter Whitney? ¿Estás aliado con él de alguna manera?

Su ceño fruncido se profundizó.

—El doctor Peter Whitney ha cometido crímenes indescriptibles contra la humanidad con sus experimentos. Está al margen de la ley. El hombre es un criminal y debe ser detenido. Es nuestro mayor enemigo.

—¿Entonces por qué estás trabajando con su hija? —preguntó Thorn, su voz cayó en la acusación.

Sam se pasó una mano por el pelo. Parecía cansado, un gran roble meciéndose en el viento. Casi se había olvidado de su herida y la pérdida de sangre. El Zenith había ayudado, deteniendo la hemorragia y proporcionando la adrenalina necesaria para seguir adelante, pero la droga se estaba disipando y Sam necesitaba atención médica.

—¿Es eso lo que piensas? Estás tan lejos de la realidad. Has venido aquí pensando que Lily sería como su padre. Ella es tan víctima de Peter Whitney como todos los demás con quien ha contactado jamás. Trabaja más duro que nadie para descubrir su ubicación, pero él tiene amigos poderosos que le ayudan a ocultarse.

Ella podía ver que era toda la información que iba a sacarle sobre el tema. Era ferozmente leal a Lily y despreciaba a Peter Whitney. No se había molestado en disimular el desprecio en su voz.

—Es posible que desees sentarte, Sam —aconsejó en voz baja—. El chute de Zenith está desapareciendo y vas a caer con fuerza.

Thorn no pudo evitar dar un paso adelante y deslizar un brazo alrededor de su cintura.

—Si llegamos a la línea de árboles, tu gente no sólo puede encontrarnos con más facilidad, sino que también estaremos protegidos. ¿Crees que tienes suficiente fuerza para llegar a la orilla del camino?

Él le rodeó los hombros con el brazo y la atrajo bajo él, pero ella dudaba que el gesto tuviera algo que ver con la debilidad. No parecía débil en absoluto. Su cuerpo no se rendía, los músculos fluían bajo la piel, casi como si estuviera hecho de acero. No se apoyaba en ella, pero no podía alejarse. Caminaron en silencio por el bosque, evitando las áreas donde había cadáveres. Ella no tenía ninguna duda de que los limpiadores no iban a encontrar nada útil para su identificación. Si los hombres del jeep habían vuelto para matar a los dos soldados mexicanos caídos, las huellas dactilares serían inútiles.

—Sabes que dispararon a los soldados para evitar que los interrogáramos dijo Thorn.

Sam asintió con la cabeza, concentrándose en cada paso. No iba a parecer débil delante de ella; después de todo, tenía un poco de orgullo.

—El enemigo no quería dejar atrás a nadie que pudiera ayudarnos a desentrañar la conspiración. —Las primeras balas habían sido para matar a los soldados moribundos, dando a Azami y Sam unos segundos para escapar. Habían tenido suerte—. Tenemos los dientes y las caras, incluso si no hay huellas dactilares. Hemos tenido éxito. Y nadie nos pisa el rastro. Tenemos uno en el jeep y uno en el helicóptero —aseguró Sam—. Somos muy buenos en lo que hacemos.

Thorn levantó la vista hacia su rostro y Sam se quedó sin aliento. El sol se deslizaba a través del espeso follaje y besaba su piel inmaculada. Ella bajó las pestañas, dos medias lunas espesas y su cuerpo se movía contra él en un ritmo que enviaba el ya familiar calor por sus venas.

—Estoy segura que lo sois —respondió ella.

Con otra mujer podría haber considerado que le estaba lanzando una indirecta, pero Azami no coqueteaba. Lo que le había dado de sí misma se lo había sido dado libremente. Ella era extremadamente serena y muy reservada. Se consideraba muy afortunado de que le hubiera respondido.

—Daiki es... Vaciló—. Es importante para el mundo. Su trabajo no es superado por nadie hasta el momento y a muchos países les encantaría ponerle las manos encima. Es virtualmente imposible infiltrarse en nuestra empresa. Nuestro personal es pequeño y se mueve de un país a otro cuando es necesario.

—¿Cómo puede ser la seguridad tan estricta? Tienes que contratar...

Ella ya estaba negando con la cabeza.

—Sam, nosotros somos nuestra propia seguridad. Conocemos a toda persona que trabaja para Samurai Telecommunications desde nuestra infancia. La mayoría fueron entrenados por mi padre desde que eran niños, y después de su muerte, por uno de sus hijos. Contratamos a la familia y a la familia de la familia… si es que tiene sentido.

Sam sabía que era una práctica comercial común en Japón que los empleados trabajaran para la misma empresa durante años y sus hijos y los hijos de sus hijos siguieran su ejemplo. Echó un vistazo a la distancia hasta la carretera. Podría hacerlo sólo si se concentraba y seguía poniendo un pie delante del otro. Había conseguido bloquear el dolor durante un tiempo, pero ahora le estaba golpeando con fuerza, exigiendo reconocimiento. No quería que nada interfiera en la última hora o lo que tuviera a solas con Azami. Una vez que volvieran al complejo, muy bien podrían convertirse en enemigos. Ciertamente, hasta que consiguieran respuestas, tendría que proteger a su equipo.

—Tiene sentido. Y es inteligente. Si Daiki es responsable de lo que yo entiendo que es un software innovador, ¿quien desarrolló la lente óptica? Por lo que entiendo, no hay nada ni siquiera cerca en el mercado,

Azami levantó la mirada.

—Creo que Lily tiene esa información.

—No pensé en preguntarle. Sólo sé que estaban hablando muy animadamente sobre el satélite y lo que podría hacer por nosotros.

Azami se encogió de hombros.

—Está escrito en todas las revistas. No es un secreto. Eiji desarrolló la lente. Entre los dos, no hay mucho que no puedan hacer.

—Así que Eiji es tan valioso como Daiki en la elaboración del sistema más nuevo de satélite. Si cayera en las manos equivocadas, tu compañía pagaría mucho por recuperarlo. O podría ser obligado a reproducir la lente para permitir que otra facción construyera el satélite.

Los árboles que bordeaban el camino parecían estar cada vez más lejos, no más cerca, lo que no tenía ningún sentido. Cada paso era como vadear a través de arenas movedizas, y si recordaba bien, estaba en un bosque no en un pantano.

Su mente parecía estar lo suficientemente afilada y su concentración permanecía en Azami, cada aliento que tomaba, el olor que le envolvía, el modo en que el pelo suave se deslizaba contra su brazo y pecho. La sintió apretar el brazo alrededor de su cintura. Era sorprendentemente fuerte para ser una mujer tan pequeña. Sacudió la cabeza. No, algo importante se le escapaba, se le deslizaba de la mente tan rápido que no podía agarrarlo lo suficiente como para descubrir qué era.

Se humedeció los labios y bajó la mirada a la coronilla sedosa.

Realmente eres muy hermosa, Azami.

Thorn miró a la cara desprotegida de Sam. Se estaba desmoronando rápidamente. Había perdido demasiada sangre y el Zenith le había mantenido en marcha, pero iba a necesitar atención médica rápida.

—Sam, llama a tu gente ahora. Diles que necesitas un médico y sangre pronunció cada palabra con cuidado—. Diles que estás usando dos parches de Zenith de segunda generación.

Ésa es la información importante le sonrió, como si estuviera feliz porque ella le había ayudado a recordar.

Thorn casi gimió. Él estaba muy ido.

—Sam. Llama a tu gente ahora mismo. Que vengan ahora.

Él se tambaleó y se quedó balanceándose, frotándose las líneas de expresión entre los ojos con la yema del dedo como si eso fuera mucho más importante que sus heridas.

—¿Cómo sabías que existía el Zenith de segunda generación? Sólo nosotros lo sabemos. ¿Y cómo tienes acceso a eso?

Sam usó su voz más severa—. Necesitamos a tu equipo ahora. Llámalos.

Él se derrumbó, un roble gigante al que le cortan el tronco, las piernas cedieron por completo y cayó al suelo, mirando el cielo azul claro a través del espeso dosel de hojas, con los ojos muy abiertos. Thorn se hundió con él, tratando de amortiguar su caída, un hilo de desesperación atravesaba la calma. Debía haber perdido más sangre de la que ella había creído. Debería haberle empujado mucho antes a llamar a su equipo, para hacerles saber que estaba herido. No lo había hecho porque... bueno... no había estado pensando de manera inteligente.

—Sam, abre tu mente a la mía. Déjame entrar. —Utilizó su voz sin vergüenza, un tono de miel caliente que se deslizó en el interior de su mente para establecerse allí. Él tenía que dejarla entrar. Buscó los hilos, cualquier cosa que la pudiera guiar a su equipo. Sabía, sin lugar a dudas, que se había comunicado telepáticamente con ellos. Nunca había intentado entrar en otra mente lo suficientemente profundo para encontrar un camino hacia otra persona. Si no lo hacía, la ayuda podría llegar demasiado tarde.

Entendía que la primera obligación de su equipo sería rescatar a Daiki y Eiji, transportándolos rápidamente a un lugar seguro. El equipo de limpieza podría tomarse su tiempo. Y cualquiera que viniera a recoger a Sam pensaría que podían conducir. Necesitaban un helicóptero y un médico rápidamente. La segunda generación de Zenith no provocaba el colapso del cuerpo y hemorragias como la primera generación había hecho… Sam no necesitaría un antídoto, pero eso no significaba que la pérdida de sangre no le matara finalmente. La droga había obligado a su sistema a acelerar, no a frenar, y cualquier herida interna, y tenía un agujero que le atravesaba, seguiría sangrando internamente.

—Sam. Le agarró por los hombros y puso la boca junto a la suya, así sentía cada cálida respiración que hacía. Su piel se sentía fresca y todo ese calor maravilloso se disipaba poco a poco.

Sus ojos se centraron en ella.

—Bésame.

El susurro fue tan suave que ella podría no haberlo oído, pero sintió que las palabras se formaban contra sus propios labios. Cruzó los escasos centímetros, colocó su boca sobre la suya y abrió la mente a la de él, permitiendo que se deslizara en su interior. Se negó a perderse en su beso, presionó para que abriera su mente más plenamente. En el momento que la barrera bajó, entró con rapidez, con miedo de que si perdía la consciencia, le cerrara la mente. Él era muy disciplinado, estaba muy bien entrenado y dudaba que fuera un hombre que cediera a la tortura, pero su mente estaba desprotegida cuando la besaba.

Encontró el hilo esquivo a su líder. El capitán Ryland Miller… el esposo de Lily Whitney. Estaba avergonzada de sí misma por dudar. ¿Permitiría que Sam muriera por su misión? Tenía que haber una línea que uno no cruzaba. Dejarles conocer sus habilidades complicaría las cosas, pero Sam ya sospechaba demasiado de ella. No podría vivir honradamente si le permitía morir sólo para mantener sus secretos.

Soy Azami Yoshiie. Estoy con Sam Johnson. Está herido y necesita un médico inmediatamente. Ha perdido gran cantidad de sangre. Necesitarás varias unidades. Para detener la hemorragia y mantenerle en pie le administré dos parches de Zenith de segunda generación. El pico ha bajado y se ha desplomado por la pérdida de sangre. Su pulso es débil, su piel se está enfriando rápidamente. No ha perdido por completo la conciencia.

El corazón le latía en el pecho. El pequeño silencio pareció durar horas aunque no habían pasado más que unos pocos segundos antes de que una voz profunda le llenara la mente.

Tendremos un helicóptero en el aire en tres minutos. TELL, diez. Médico y sangre a bordo.

Tendría que haberle molestado que no le preguntara mo se las había arreglado para golpear en su mente… eso significaba que era un profesional en toda regla. Ni siquiera le preguntó sobre el Zenith y tenían que estar indignados y sorprendidos de que no sólo supiera sobre él, sino que además lo tuviera.

El médico quiere saber si hay sangrado arterial.

No que yo pueda ver. Creo que podría haber una hemorragia interna.

Roger.

Hubo otro breve silencio. Se dio cuenta de que él se estaba comunicando con alguien más.

Que siga hablando, intenta que se quede contigo. ¿Te ha respondido verbalmente?

No. Thorn estaba frenética. Podía sentirle alejándose. Conocía el camino hacia Ryland Miller, así que no había necesidad de incluir a Sam, pero mientras estuviera en su mente, podía controlar su función cerebral. Está entrando y saliendo.

Es fuerte. La voz era completamente tranquila. Es un soldado. Responderá a las órdenes. Habla con él. Fuérzale a que se quede contigo.

Thorn enmarcó la cara de Sam con las manos y apoyó la frente contra la suya.

—Sam, escúchame. Vienen a por nosotros y no nos queda mucho tiempo. No voy a mostrar afecto por ti en público, al modo occidental. En mi familia, el cortejo no significa nada.

Las pestañas de Sam revolotearon y ella se encontró mirando aquellos ojos oscuros. Estaba bastante segura de que Ryland había querido decir que debía ladrarle órdenes a Sam para mantenerle alerta, pero su relación era mucho más elemental, más primitiva, y él respondía a ella instintivamente, o a ella le gustaba creer eso. En cualquier caso, tenía su atención.

—Sólo una propuesta de matrimonio es tratada con el máximo respeto. Si mi hermano no te corta la cabeza y acepta esa sugerencia indignante, se te considerará de la familia y deberás tratar a mis hermanos de la misma manera. Este arreglo no se toma a la ligera en nuestra familia. No debes hablar de cortejo cuando regresemos con los otros.

Presionó su boca contra la suya.

—Y no más besos.

Por un momento, su corazón casi se detuvo cuando juraría que sus labios se curvaron bajo los suyos, el más ligero de los movimientos, pero ya se estaba desmayando de nuevo. El pánico la inundó.

—No te atrevas a morir encima de mí, soldado —espetó ella, forzando una orden dura en su voz—. Abre los ojos y mírame, Sam.

Sus pestañas revolotearon y soltó un jadeo ahogado. Le estaba perdiendo. El helicóptero y el médico iban a llegar demasiado tarde. Thorn juró en voz baja y se inclinó de nuevo hacia él.

—No me dejes. Te necesito. —Se atragantó con las palabras, horrorizada de que pudiera ser cierto. Apenas conocía a este hombre y, sin embargo le conocía mucho más íntimamente que a nadie en el mundo. Había estado en el interior de su mente. Encajaban, como dos piezas de un puzle. Él aceptaba quién era ella, esa mujer esquiva que estaba de pie en silencio en el interior de la guerrera. La trataba con respeto… como a una igual. No había dudado en ir a la batalla con ella y no había comprobado para asegurarse de que ella estaba haciendo su parte. El mundo no podía perder a este hombre. Era algo muy especial.

Se está desmoronando. Se está desmoronando. Ocultó el borde del pánico de su voz, enviando el mensaje con una calma absoluta mientras se sentía romperse por dentro.

Hubo ese pequeño silencio y luego la voz, casi tan estable como la de ella. Utiliza otro parche de Zenith si tienes. Sólo uno.

Se quedó sin respiración y por primera vez vaciló. Esto podría hacer que se desangrara más rápido si está sangrando internamente.

Obligará a la sangre a llegar al cerebro, evitará el daño cerebral y nos comprará tiempo. Lily lo operará cuando llegue allí. Hazlo.

Lily Whitney… la hija de Peter Whitney. ¿Se atrevería a confiar en ella como hacía Sam? Lily había sido la que había desarrollado el Zenith de segunda generación. ¿Estaba experimentando la nueva droga con Sam? ¿Era como su padre? ¿Consideraba a Sam prescindible, o estaba realmente tratando de salvarle la vida?

Le deslizó un dedo por la cara, inhaló y tomó una decisión.