Capítulo 6

Thorn sujetó la mano de Sam y se apartó el pelo del rostro mientras se acercaba el helicóptero. Le dolía por dentro, la tensión crecía mientras el helicóptero aterrizaba y sus ocupantes se dispersaban. Varios hombres se apresuraron a montar una tienda, mientras otros dos más y una mujer se aproximaban a ella. Se soltó de Sam, poniéndose poco a poco de pie, consciente de todas las armas que llevaba, la mayoría escondidas. Uno de los hombres llevaba una camilla mientras que otro iba a su lado, sin nada en las manos, y con los ojos puestos, no en Sam, sino en ella.

Se le revolvió el estómago, aunque contuvo los nervios. Este hombre era su guardián. Alto, pelirrojo, de constitución sólida, era casi imposible ignorarle. Primero llegó la advertencia de Sam y después la de Ryland Miller, sin duda, les había dicho que la observaran con cuidado. Conocía el procedimiento. Debían ser educados, sonrisas cálidas, fríos ojos alerta y en guardia vigilando cada uno de sus movimientos. Cada uno de estos hombres era un Caminante Fantasma y se reconocían entre ellos. Thorn había sabido, cuando tomó la decisión de entrar en las instalaciones, que estaría en peligro, pero el resultado final, mejorar sus posibilidades de encontrar la localización de Whitney, habría valido la pena. Su breve incursión en la fantasía, fingiendo que podía tener a Sam, había terminado y su muy familiar realidad había regresado.

Lily Miller corrió al lado de Sam, asintió en su dirección con un murmullo educado, pero su atención estaba completamente concentrada en Sam. Thorn puso una mano cerca de su daga. Si Sam Johnson moría por las atenciones de Lily, esta lo seguiría al instante y al diablo con las consecuencias. Thorn desarrolló cada paso en su mente. Mataría a Lily rápidamente, utilizaría la teletransportación para llegar al claro en el que Sam y ella habían saltado por primera vez y luego desaparecería. El equipo de Caminantes Fantasma tendría la ventaja del campo, pero ella tenía confianza, no sólo en sí misma sino en Daiki y Eiji. Podrían no haber sido mejorados o carecer de habilidades psíquicas pero tenían destrezas increíbles y nunca se asustaban.

Thorn mantuvo sus ojos sobre Lily mientras el guardia pelirrojo los tenía sobre ella. Lily evaluó rápidamente las condiciones de Sam. Le entregó a Thorn una bolsa con líquido con un ligero asentimiento.

—Vamos, Sam —murmuró Lily suavemente—. Aguanta así por mí. Dame dos minutos más. Sólo dos. Es todo lo que necesito.

Incluso mientras le susurraba de forma zalamera, le insertó una aguja en el brazo, con el ceño fruncido por la concentración mientras lo intentaba con una vena que parecía difícil de alcanzar.

El enorme soldado arrodillado al otro lado de la camilla estabilizó el brazo de Sam para Lily, su rostro era una máscara de preocupación. Era todo músculo, y sin embargo, la expresión de su rostro revelaba indicios de genuino afecto y cariño… la clase de emoción que un hombre como él mostraría sólo cuando el miedo roía los bordes de su mente. Le dedicó una rápida sonrisa tranquilizadora a pesar de su propia ansiedad.

—Tucker Addison, ma’am. Siento estas circunstancias.

Tucker estaba profundamente preocupado por Sam... todos lo estaban. Eso asustaba aún más a Thorn. Debería haber sabido mucho antes que algo iba mal.

Inclinó la cabeza.

—Azami Yoshiie.

Sam había utilizado demasiada energía teletransportándose, una vez y otra. Sabía por experiencia lo difícil que era para el cuerpo, y él lo había hecho aún herido y resuelto. ¿Era posible que usar la teletransportación hubiera agravado la herida de su cuerpo?

Lily era mucho más fácil de leer que el hombre. Estaba tan nerviosa por el estado de Sam que no tenía tiempo para nada ni nadie, ni siquiera para un potencial enemigo o un invitado de honor. Sam era su única preocupación. Thorn sintió que la tensión enroscada en su cuerpo se relajaba un poco. No había forma de fingir la clase de ansiedad que Lily mostraba.

Lily encontró la vena en el brazo de Sam. Con una rápida eficacia que Thorn no pudo evitar admirar, enganchó una vía intravenosa y luego una segunda. Sangre y suero bombearon dentro de Sam casi antes de que Thorn pudiera respirar por segunda vez.

—¿Lo va a conseguir, Doc?

Thorn enfocó la mirada para centrase en quien hablaba, el hombre estaba a la cabeza de Sam.

Lily frunció el ceño.

—Por supuesto, Kyle. Me niego a permitir otra opción. Ahora es seguro moverle a la tienda.

Lily le lanzó una mirada a Thorn, como si realmente la viera por primera vez. Thorn comprendió que, hasta ese momento, Lily la había visto como poco más que un objeto inanimado donde colgar suministros médicos hasta que había revisado a su paciente.

—Señorita Yoshiie.

Lily inclinó la cabeza con un pequeño asentimiento de respeto.

—Siento que nos hayamos reunido en estas circunstancias tan extremas. Tenemos que llevar a Sam dentro de la tienda. ¿Le importaría llevar esto? —Le tendió las bolsas con sueros—. Necesito tener las manos libres.

Thorn asintió y se acercó de inmediato para tomar las bolsas de Lily. Otro hombre se apresuró a ayudar a Tucker a levantar a Sam en la camilla. Se movieron rápidamente hacia la tienda, con Lily corriendo a su lado. El sentido de urgencia de Thorn revivió con fuerza. Lily había dicho que era seguro mover a Sam, pero si estaban corriendo, no estaba fuera de peligro aún.

A Thorn se le secó la boca y el corazón empezó a golpear con fuerza. Las cicatrices de su pecho latían y ardían. La sangre tronaba en sus oídos. Se humedeció los labios.

—¿Vas a operarle aquí?

¿En una tienda? ¿Fuera? ¿Sin anestesia? Por un horrible momento volvía a tener de nuevo seis años y estaba frenética por el dolor y el miedo. Corrió junto a la camilla, su mirada se negó a concentrarse en el suelo o en cualquier cosa a su alrededor. Podía escuchar a una niña gritar tan alto que no podía pensar, el sonido era agudo y animal. La realidad se retiró hasta que sólo pudo escuchar esa suave voz baja y modulada con una perfecta dicción que enviaba escalofríos a través de ella y que hacía que le diese miedo cerrar los ojos.

»Piensa en la contribución que estás haciendo a la ciencia, Thorn. Whitney hablaba como si ella debiera estar agradecida de que él la operara sin anestesia, y debido a que era una niña con un coeficiente intelectual más bien bajo, él pensaba y sentía que necesitaba hablarle de una forma muy clara y lenta para que ella le entendiera. Cuando acabemos aquí, estaré mucho más cerca de conocer cuánto dolor puede soportar un Caminante Fantasma sin sucumbir a la muerte. Deberías estar agradecida de poder ayudar tanto a los demás.

Whitney permanecía sobre ella, sereno e imperturbable, su expresión era perfectamente razonable e interesada mientras levantaba sobre su cuerpo retorcido de dolor un escalpelo.

Por favor. La suplicante voz de una niña. El sudor perlaba su frente y cubría su cuerpo, un terrible miedo impregnaba la habitación. Ya lo has hecho.

Por supuesto, Thorn. Esa misma suave y razonable voz. Tenemos que repetir el experimento una y otra vez para estar seguros de los hechos. Te lo he explicado. Eres lo suficientemente mayor como para entender lo que espero de ti. Quédate quieta y esta vez, quiero que te concentres en no permitir que tu corazón se detenga. ¿Puedes hacerlo, verdad? «

Thorn presionó la mano sobre su corazón que latía salvajemente. Se sentía magullada, con el pecho tan dolorido que no podía respirar, las secuelas que le había dejado Whitney volvían a su vida una y otra vez. A veces se despertaba en mitad de la noche por el sonido de su corazón muriéndose y el eco de la explosión de una descarga recorriendo su cuerpo.

La mano de Thorn se deslizó hacia su daga e incrementó el ritmo de sus pasos para alcanzar a Lily, se situó detrás de ella, lo suficientemente cerca como para matarla y deslizarse bajo la atenta mirada de su guardián… y él estaba pendiente de ella. Deliberadamente, se apartó unos mechones del rostro, permitiendo que se mostrara la preocupación de su rostro mientras bajaba la miraba a Sam. El momento llegaría cuando entrara a la tienda. El guardián estaría fuera. Podría hundir profundamente la hoja, retorcerla y teletransportarse a través de la estrecha abertura de vuelta al claro que había utilizado antes.

Thorn se arriesgó a echar una mirada dentro de la tienda. Era mucho más grande de lo que había pensado al principio. Todos se detuvieron abruptamente en la primera sección. Detrás de una cortina, puedo ver a dos hombres preparando a toda prisa bandejas cubiertas de instrumental esterilizado. El estómago se le retorcía. No podía tomar aliento, los pulmones estaban en carne viva y ardiendo por falta de aire, con la visión nublada hasta…

»Sus ojos miraron a la niñita, las máscaras cubrían la mitad inferior de sus rostros. Él. Whitney. Tan perfectamente calmado, sacudiendo la cabeza por lo irrazonable y estúpida que era.

Toma aire profundamente, Thorn. Exactamente como cuando estás en la piscina. No es diferente. Debes batir tu último intento. Puedes hacerlo mucho mejor si lo intentas.

Aquella voz firme, razonable y tan completamente imperturbable, los ojos siempre tan brillantes con interés desapasionado. Muy lentamente bajaron la mascarilla de plástico transparente que le privaba de todo el aire. Su corazón tronaba a través de la habitación fría y estéril. Podía sentir su corazón latir con tanta fuerza que le dolía el pecho desde adentro hacia afuera, magullado y maltratado. Le habían afeitado la cabeza porque a Whitney le parecía que podía entorpecer su experimento y tenía que pegar electrodos en su cuero cabelludo. «

Estaba tan cerca de Lily que sentía hasta el ritmo de su respiración mientras entraban en la pequeña área separada por la cortina que había primero y que no era aún la sala de operaciones. Esta sección era toda para la preparación. Tragó con dificultad y forzó al sonido a salir de su garganta repentinamente bloqueada.

—¿Tenéis anestesia aquí?

—No voy a correr el riesgo de perderlo. Vamos a operar aquí mismo. Si tiene alguna arteria perforada, tiene problemas. Tenemos todo lo que necesitamos en la tienda. —Lily sonó distraída de nuevo—. Por supuesto que tenemos anestesia.

Los hombres del interior de la cortina vestían ropa quirúrgica e incluso llevaban cubiertos los zapatos. Tucker y sus compañeros pasaron la camilla a través de la cortina a los otros dos hombres. Lily le quitó las bolsas de suero a Thorn y las dejó a un lado de la camilla de Sam. De inmediato le llevaron lejos… subiéndole a la mesa de operaciones estéril que había dentro de la sección grande de la tienda. Thorn dejó que sus dedos soltaran la daga, temiendo, que con esos recuerdos tan cercanos, pudiera cometer un error.

Lily se desinfectó las manos y los brazos con alguna clase de solución de una botella y extendió los brazos, entonces Tucker hizo lo mismo con sus propias manos antes de ayudar a Lily a ponerse los guantes quirúrgicos y vestir el resto del uniforme para operar.

Era obvio que la cirugía a pie de campo se había practicado con frecuencia. Tucker, Lily y los otros eran demasiado eficientes y rápidos como para ser la primera vez que hacían algo así: la tienda levantada, todo el material en paquetes estériles listos para usar, incluso el modo suave en que Tucker había ayudado a Lily a vestir su uniforme. Él le cubrió el cabello con una redecilla.

El suelo se movió bajo los pies de Thorn, los recuerdos brotaron tan rápido que no pudo detenerlos.

»Whitney aproximándose a la mesa y la niña pequeña sabía… sabía… lo que venía a continuación.

—Ya tienes siete años. No eres un bebé, así que deja de actuar como uno. Estoy cansado de tus interminables berrinches. Saber detuvo tu corazón en múltiples ocasiones y estás bien. Esto es lo mismo.

No lo es. No lo es. Esto duele.

Una descarga eléctrica. Un terrible dolor intermitente recorría su cuerpo, haciendo que sus dientes castañetearan tanto que a veces se mordía. Ella intentaba decírselo, pero nada amedrentaba a Whitney. Nada le detenía. Nunca perdía el control. Y nunca paraba.

Lo que importa es la ciencia, Thorn. Es preciso asegurarse de que cada experimento es fiable.

Thorn podía escuchar a la niña chillar, su mente estaba a punto de apagarse, su cuerpo y su corazón estaban agotados, sabía que llegaría el día en que ellos no podrían revivirla, y deseaba que llegara pronto. Esto tenía que terminar. Recientemente había escuchado decir a uno de los asistentes que su corazón se estaba debilitando rápidamente y que el daño era demasiado grande como para continuar y que pronto no les sería de utilidad.

—¿Señorita Yoshiie? —Tucker hizo unas señas indicando que saliera de la tienda—. Por favor, acompáñeme.

Thorn se dio cuenta de que no quería dejar a Sam, lo que no tenía sentido. Su vida estaba en las manos de Lily, y su presencia no tenía ningún impacto en si Sam vivía o moría. Aún así, no quería marcharse. Su reticencia le molestaba porque era muy profunda, casi elemental. Apretó los labios, agradecida por las enseñanzas de su padre. Su rostro estaba tranquilo, incluso sereno. No le temblaban las manos, aunque muy profundamente, su mente se estaba desmoronando en pedazos y su cuerpo estaba destrozado. Su infancia estaba demasiado cerca. Negó con la cabeza, sin importarle lo que Tucker pensara. No se iba a marchar, no aún. Sus piernas parecían de goma, así que no estaba muy segura de poder salir.

Padre.

La niña llamó al hombre que la había tranquilizado y pensado que valía lo suficiente para salvarla.

Ayúdame. Estoy perdida de nuevo. Ayúdame.

Pero él ya no vivía para escuchar su llamada ni aunque gritara con toda la fuerza de sus pulmones. En cambio, estaba sola y abandonada, sin protección.

»Su corazón de ocho años aún seguía resonando en sus oídos, aquel golpe estremecedor que había perdido el ritmo mientras yacía en la caja, mientras arañaba la tapa con las uñas, rompiéndoselas en un esfuerzo por salir. ¿La habrían enterrado viva? No, podía escuchar voces. Estaba tan fría… helada… durante tanto tiempo y le era casi imposible respirar. Se estaba ahogando en esa caja tan pequeña, acurrucada de lado, desesperada por saber si alguna vez podría salir.

Oscuridad. Un coche circulaba a través de una ciudad extraña llena de extraños. El coche frenó, su puerta se abrió, y había sido arrojada fuera, golpeándose contra el suelo con tanta fuerza que estaba segura de que se le habían roto todos los huesos. Le daba miedo levantar la cabeza para mirar a su alrededor. El olor a basura y orina era muy fuerte. Pequeños ojos rojos la miraban desde la oscuridad. Nunca había estado fuera del recinto donde Whitney realizaba sus experimentos y este lugar era casi más aterrador.

Escuchó unos pasos pesados, un olor dulce y abrumador que aumentó su terror. Cerró los ojos con fuerza. Alguien le dio con la punta de la bota. Unas manos duras se movieron sobre su cuerpo, y el hombre dijo algo en un idioma que ella no pudo entender. Un hombre rio. Ella olió al otro… el hombre al que llegaría a conocer como su padre. El hombre que la salvó. Siempre reconocería ese maravilloso olor.

Llegó sin hacer ruido, como un ángel vengador, completo con una espada y ojos fieros, tan vivos, tan cálidos, y la había hecho sentirse segura, cálida y valiosa. Y ahora se había ido.

Padre. Estoy perdida en esta pesadilla. No puedo cerrar la puerta. ¿Dónde estás?«

El peligro de esta misión siempre habían sido esos horribles recuerdos que con frecuencia eran más intensos que la realidad. Daiki le había advertido de que sus recuerdos saldrían a la superficie e intentarían consumirla, pero no había considerado que iban a ser tan fuertes, que unos simples recuerdos pudieran afectarla psíquicamente. Quería abrazarse a misma y quedarse quieta hasta que pasara el terremoto.

¿Azami?

Thorn dio un paso atrás, mirando frenéticamente a su alrededor. Su nombre había sonado suave, y mal pronunciado, pero muy definido en su mente. ¿Su padre? ¿Habría vuelto de la muerte? Trató de encajar el sonido con la voz inconfundible de su padre. No tenía acento. No importaba lo que ella se esforzaba por hacer que su nombre sonara como si su padre se hubiera acercado a consolarla, no podía conseguir el acento correcto.

El soldado llamado Tucker estaba a unos metros de ella, observándola con intensidad, la curiosidad de sus ojos le dijo a Thorn que no estaba manteniendo su rostro tan sereno como debía. Justo a su derecha estaba en silencio el soldado pelirrojo que estaba segura que había sido designado para protegerla. Estaba a punto de perder la realidad justo enfrente de esta gente. Iba a deshonrarse a sí misma, viviría avergonzada todo el tiempo. Su padre le había enseñado a superar esas cosas. Su cuerpo y su mente podían estar divididos si era necesario. Deshonraría a su padre si no podía unirlos de nuevo.

—¿Señorita Yoshiie? —Tucker se acercó.

El olor a sangre era abrumador. Era muy difícil respirar, pero consiguió tranquilizarse.

—Por favor, llámeme Azami. —Gracias a Dios su voz no temblaba como ella hacía por dentro. Thorn sintió el sudor deslizarse por el valle de sus pechos—. Mis hermanos y yo hemos adoptado un enfoque más occidental que algunos de nuestros compatriotas. No me ofende el que use mi nombre de pila.

—Entonces soy Tucker, ma’am —contestó el hombre alto.

Al igual que Sam, era de piel oscura y con ojos marrones. Parecía la clase de hombre que querías tener guardándote la espalda en una pelea. Esbozó una sonrisa que no alcanzó sus ojos. A pesar de que no daba la impresión de estar atento o suspicaz, sabía que estaba tan alerta como el soldado que tenía detrás. Tan alerta y en guardia como ella estaba.

Thorn necesitaba unos cuantos minutos de soledad para hacer retroceder los recuerdos de una infancia terrorífica. Miró dentro de la tienda y supo en el momento en que lo hizo que había sido un error. Unas luces brillantes iluminaban a Sam. Podía oler la sangre. Podía ver el bisturí ensangrentado en la mano enguantada y manchada de sangre de Lily. Las luces cegaron sus ojos hasta que lo único que vio fue una horrible cuchilla afilada que se dirigía hacia su pecho, cortando su piel, músculo y tejido, penetrando en busca de su corazón.

»Tenía frío. Mucho frío. El hielo había invadido sus venas. Adonde quiera que mirase las luces pinchaban sus ojos y exageraban los rasgos monstruosos de las figuras enmascaradas que se inclinaban sobre ella. El doctor, con sus fríos ojos de reptil, extendió una mano en busca de un brillante instrumento de metal con dos barras unidas por el medio.

No hay nada que temer, Thorn. Es un simple instrumento para separar tus huesos y llegar a tu débil corazón. Seguro que quieres que te lo cure.

El doctor juntó las barras y se inclinó sobre ella. Thorn reprimió un grito, el sudor brotaba de su cuerpo, y su corazón golpeaba tan fuerte que resonaba en aquella habitación tan fría y estéril.«

Azami.

La voz era más confusa que nunca. De un hombre. Barriendo las memorias de la niña aterrorizada. Calmándola. El calor fluía a través de todo ese frío tan terrible.

Thorn se tensó, presionando la palma de la mano contra la boca.

¿Padre?

Oh, Dios, en verdad estaba perdiendo la cabeza. No podía retroceder y no había ningún lugar donde correr a esconderse, donde estar sola con el fin de replegarse y empujar los recuerdos tras la puerta de acero donde los mantenía encerrados en su mente.

—¿Qué te pasa, Kyle? —espetó la voz de Lily. Imperiosa. Exigente—. Mantenlo inconsciente. ¿Crees que puedo hacerle esto despierto? Vamos a perderlo por el shock si no lo hace por la pérdida de sangre.

—Está luchando contra el sedante —respondió el hombre—. Lo juro. Temo darle más. Podría no despertarse. No es posible sedarlo. Nunca he tenido un paciente que reaccionara así antes.

A través de la cortina, Thorn vio a Lily inclinarse sobre Sam.

—No luches, Sam. Duérmete y déjame cuidar de ti. No pelees conmigo.

Azami.

Aquí estaba de nuevo. Su nombre. Pero era Sam, no su padre quien la llamaba. Era Sam, todavía conectado a su mente, contemplando los recuerdos de su infancia. Viendo a esa niña que había sido utilizada para experimentar de una forma cruel, sanguinaria y tortuosa. Abrían su cuerpo, generalmente sin anestesia, para que el médico pudiera evaluar su capacidad de soportar el dolor. Muchos de aquellos experimentos la privaban del oxígeno, la forzaban a sumergirse bajo el agua en una piscina fría para ver cuánto tiempo podía aguantar y si podían traerla de vuelta. Los realces que Whitney creía eran completos fracasos. Su ADN los falsificaba. Obligaban al resto de niñas a utilizar sus dones sobre ella para perfeccionar sus habilidades.

Contigo no voy a superar mi record, Thorn. Eres una decepción para mí, y te he dado muchas oportunidades… más que a ninguna otra.

Sabía que aunque se tapara los oídos con las manos, nunca detendría esa voz que le decía lo inútil que era su cerebro para él, pero que al menos podía diseccionar su cuerpo y examinarla de forma que evitaría crear inadvertidamente otro sujeto tan inservible como ella de nuevo. Si sólo pudiera comportarse y cooperar, él podría probar nuevas medicinas y procedimientos antes de intentarlo sobre otros sujetos más valiosos.

Whitney la había operado sin anestesia muchas veces para juzgar la capacidad de su cuerpo para aguantar el dolor antes de que dejara de funcionar. Igualmente había detenido y reiniciado su corazón en muchas ocasiones. El corazón de Thorn se había debilitado tanto que el doctor Whitney había creído que iba a morir de todos modos, así que finalmente la había tirado… en el callejón de una de las peores calles donde los traficantes de hombres y los comerciantes sexuales buscaban esclavos.

Sam sabía demasiado. Sabía quién era ella.

Si podía escuchar la voz de Whitney resonando en su mente, también podía Sam. Él estaba compartiendo su mente, sus recuerdos, cada horrible detalle. Tragó con fuerza. El sudor le cubría la piel. Nunca se le había ocurrido, cuando evaluaba todos los riegos de venir a las instalaciones de los Caminantes Fantasma, que alguien pudiera compartir su mente y descubrir su infancia vergonzosa. Aquello terribles años de tormento y vulnerabilidad.

—Tienes que ponerle más. Voy a perderle. —Esta vez había desesperación en la voz de Lily.

—Está girando la cabeza, Lily, está intentado mirar… —La voz se apagó.

Thorn alzó la vista para ver a ambos, Lily y el otro hombre, mirándola a ella siguiendo el lento giro que hacía la cabeza de Sam en su estado apenas consciente. Sabían que la estaba mirando. ¿Para avisarles? Probablemente pensaran eso, pero estaba intentando alcanzarla para ayudarla. Sam era tan generoso como su padre lo había sido.

Mamoru Yoshiie simplemente había salido de la oscuridad, era un hombre pequeño y casi delgado con un quimono gris y pantalones de pernera ancha, calcetines japoneses[1] y sandalias. Tras él había dos chicos, uno de trece y otro de diez. Yoshiie se alzó sobre ella, y negó con la cabeza hacía el pequeño grupo de matones que había empezado a acercarse para ver qué iba a hacer con ella. Después, se enteró de que los matones eran los temidos yakuza, quienes controlaban el tráfico de sexo y drogas en esa parte de la ciudad. Inclinaron ligeramente la cabeza hacia Yoshiie y poco a poco abrieron paso mientras él se inclinaba para levantarla en sus brazos.

Thorn había estado tan asustada. Era pequeña, no pesaba más que una pluma para el anciano. Él la miró a los ojos y la paz descendió sobre ella. Nunca se había vuelto a sentir así con nadie… hasta Sam.

Thorn cerró los ojos. Debía dejar marchar a Sam. Debía estar contenta de que él se estuviera durmiendo. El corazón le golpeó fuerte en el pecho. La cicatriz le ardía como el fuego. La niña no dejaría de gritar. Le dolían hasta las uñas ya que se las había arrancado al intentar salir de la pequeña caja donde la habían tirado para su viaje de regreso a Japón.

Forzó a que el aire le entrara en los pulmones. No podía dejar que Sam se fuera, ni siquiera para salvar su propia vida. Puede que entre ellos no hubiera ninguna oportunidad, pero Sam Johnson necesitaba estar en el mundo. Rechazó las evaluaciones del Doctor Whitney de que él no valía nada. Ella no lo iba a soltar, no cuando había estado en su interior y sabía que él valía todo el oro del mundo. Su padre no le habría abandonado. Igual que había salvado a Daiki y Eiji y a su querida hija, Azami, también habría arrancado a Sam de cualquier peligro y le habría sacado adelante para que supiera como cuidar de sí mismo.

No Sam. No lo hagas por mí. Ha pasado mucho tiempo. Deja que ellos te curen. Duérmete.

Puedo sentir mucho dolor en ti.

Thorn tomó aire y en lo más profundo de su interior, se calmó.

Su voz la inundó. Le trajo calidez, pero podía sentir la terrible soledad que resonaba en su tono. Lamentablemente sabía como se sentía él. Había estado en ella, todo calor y fuerza, y cuando se marchó, había sido consciente de lo sola que había estado tantos años. No sabía cómo sería posible tenerle en su vida, no cuando no tenía más elección que terminar lo que se había propuesto hacer… pero con él vivo siempre había una oportunidad. En cualquier caso, el mundo necesitaba un hombre tan compasivo, fuerte y comprometido como Sam Johnson.

No me dejes. Por favor, deja que la doctora te cuide.

No podía evitar el pequeño ruego de su voz. Él la sacudía. Avanzó lentamente en su interior. La conmovía cuando pocas cosas, o personas, lo hacían. Acababa de quedarse desnuda y expuesta y más vulnerable de lo que había estado en años. Guardaba sus emociones mucho más que su cuerpo. Confiaba en muy poca gente. Le había llevado años confiar completamente en su padre y hermanos y ahora mismo acababa de entregarse a Sam.

No me dejes.

Para una mujer como Thorn, este era el paradigma de la debilidad. Agachó la cabeza y mantuvo la expresión completamente en blanco.

El calor se deslizó en su mente, llenando los espacios fríos, y empujó con fuerza la pesada puerta de sus recuerdos infantiles. Él estaba salvando su cordura incluso mientras se dormía. Thorn contuvo el aliento, inspiró y espiró, calmando el espantoso temblor interno. Whitney se había ido. Su voz. Sus ojos mirándola. Ella seguía viva y estaba completa.

Sam.

Ella susurró su nombre en la mente de él. Agradecida. Temiendo por él.

—Sácalo —le pidió Lily, había un borde de miedo en su voz. Sonaba casi desesperada.

Lo saben. Todos ellos sabían de ella ahora. Su mirada saltó a Tucker. Ella forzó otra inspiración tranquilizadora. Todos sabían que era telépata, pero no significaba que supieran de su infancia.

¿Podría sacar a Sam? Se movió en el interior de la mente masculina. Definitivamente estaba luchando con la anestesia, por ella. Porque estaba mal y él estaba preocupado por ella. Le tranquilizó y aseguró, y le empujó sutilmente a la aceptación. Supo el momento exacto en que él sucumbía y salía de ella, alejándose, tanto que sintió una dolorosa separación y una vez más, estaba completamente sola.

—Gracias —dijo Lily, con la voz ahogada.

—Sólo sálvale —dijo Thorn, lo suficientemente alto como para que la doctora la escuchara. Se forzó a seguir respirando. Inspiración. Espiración. Presentaba un semblante completamente sereno para cualquiera que estuviera mirándolo, y todos la miraban, incluso más de cerca ahora.

Esta vez, inició la marcha para salir del hospital de campaña. No podía respirar ahí. Tucker y el pelirrojo la siguieron a fuera. Llegó hasta los árboles con las piernas temblorosas y se detuvo, se apoyó contra un tronco sólido y suspiró.

—¿Vas armada? —le preguntó Tucker.

Elevó una ceja.

—Por supuesto que voy armada. Soy la guardaespaldas de Daiki Yoshiie. Recibe más amenazas que vuestro presidente. Tengo permiso de armas incluso en vuestro país.

Habló con gran dignidad, manteniendo su tono de voz bajo, como si la pregunta fuera totalmente ridícula. No estaba muy segura de lo que haría si él le ordenaba que le entregara sus armas. Y de ninguna manera iba a someterse a un registro.

—Derribaste el helicóptero.

Tucker hizo que sonara más como una afirmación que como una pregunta. Ella supuso que lo sabía porque Sam no llevaba ni arco ni flechas y debía haber recibido un informe de quien estuviera limpiando los cuerpos.

Thorn no parpadeó. Ni mostró ninguna emoción.

—Era necesario para nuestra supervivencia.

Tucker sacó una botella de agua de su mochila.

—Debes estar sedienta.

Miró la botella que le ofrecían con cuidado. Aunque la trataban como a una invitada, en ese instante el guardia, el pelirrojo, estaba definitivamente alerta. Su mirada no la abandonaba sin importarle lo que hubiera a su alrededor.

—Gracias. —Tomó la botella e hizo un gesto hacia el soldado—. ¿Le han asignado para que se asegure de que no me vuelvo loca y mato a todo el mundo? —Inyectó una débil nota de humor en su tono.

Tucker le ofreció una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Ha sido un ataque muy coordinado y bien planeado contra tu hermano, y quizá contra ti también. Sam fue asignado para mantenerte segura. Ian McGillicuddy tiene ese honor ahora.

Ella se giró y le sonrió a McGillicuddy. Era un hombre corpulento, su pelo rojo se derramaba por su frente y sus ojos verdes eran penetrantes e inteligentes. La estaba cuidando bien, pero no necesariamente para mantenerla a salvo. Thorn le saludó con la botella de agua y tomó un largo y refrescante trago.

McGillicuddy asintió, pero no sonrió ni le quitó los ojos de encima.

—Sam dijo que mis hermanos están seguros. Espero que estén bajo una estrecha vigilancia.

. Por supuesto, Kadan y Nico les tienen dentro de las instalaciones. Es una fortaleza. Nadie puede llegar a ellos —dijo Tucker.

El olor concentrado a sangre hizo que el estómago de Thorn se sacudiera, una reacción extraña, tenía que ser consecuencia de los recuerdos que la bombardeaban. Esperaba que esa puerta estuviera firmemente cerrada. Miró hacia la tienda intentando no mostrar preocupación en su rostro.

—Pensé que estaba superado y que él estaba bien.

—No podías conocer la fuerza de Sam —añadió Tucker—. Una vez tuvimos que volver dos veces a por los heridos y nadie se dio cuenta de que a él mismo le habían disparado. No lo supimos hasta que estuvo en el helicóptero rumbo a casa y le dio una especie de desmayo. Así es Sam.

Le gustaba Tucker sobre todo por el genuino respeto y afecto de su voz.

—Era extremadamente eficiente en el combate. Nos sobrepasaban en número ampliamente. El enemigo hablaba en inglés, español y farsi. Dos de los soldados murieron a manos de su propia gente, presumiblemente para evitar que hablaran.

— Las balas estaban concentradas en las bocas, destruyendo dientes y rostros. Los soldados debieron hacer limpieza después de que les matarais, para asegurarse de entorpecer la identificación. ¿Hay amenazas concretas contra tu familia? —preguntó Tucker.

—Siempre hay amenazas —Thorn miró a su alrededor buscando un sitio donde sentarse. Sus piernas empezaban a tener un poco de fuerza, pero ella sabía que necesitaban tiempo para recuperarse—. Me gustaría sentarme, si no te importa.

Lo dijo más bien por McGillicuddy que por Tucker. No quería hacer ningún movimiento brusco y que el hombre le disparara. Forzó a sus piernas a funcionar y se deslizó silenciosamente sobre la vegetación hasta que encontró un lugar adecuado para sentarse en el suelo con gracia.

—Lo siento —dijo Tucker de inmediato, con aspecto arrepentido—. Yo mismo debería haberte encontrado un lugar cómodo de inmediato.

—Creo que ambos tenemos otras cosas en mente —le dijo Thorn con sinceridad—. La adrenalina se ha ido.

—Podemos volver a las instalaciones si estás ansiosa por ver a tus hermanos —Tucker parecía reacio pero dispuesto.

Thorn no le culpó. Estaba claro que quería asegurarse de que Sam iba a vivir. Ella sacudió la cabeza, ofreciéndole una rápida sonrisa.

—Creo que me quedaré por aquí. Ya sabes como es. Cuando combates con alguien, intimas rápidamente. Él era sorprendente. Quiero saber de primera mano que va a superarlo.

—¿Eres telépata?

La pregunta sonó tan despreocupada, igual que el tono en que se formuló, y por un momento casi no lo registró. Tucker Addison era muy suave interrogando sin que pareciera hacerlo. Actuaba como si estuvieran teniendo una conversación inocente. Thorn se tomó su tiempo, ocupándose de las horquillas que sujetaban su pelo, restableciendo una apariencia ordenada, mientras miraba el cielo azul. Todavía quedaban unas horas para la noche, pero se estaba levantando viento empujando unas nubes sobre sus cabezas.

—Sí. No he hablado con otro telépata desde mi niñez. —Esto era estrictamente verdad—. Me pareció emocionante, chocante y un poco aterrador que Sam tuviera una habilidad tan fuerte. Pude escucharle cuando me habló. —Le sonrió un poco y tomó una hoja, examinando las venas que la recorrían—.Es un don muy útil durante una batalla.

—¿Por qué no dejaba Sam que Lily lo sedara ? —Tucker se agachó frente a ella, intentando verle el rostro.

Thorn se encogió de hombros. Siempre era mejor permanecer lo más fiel posible a la verdad.

—Estaba preocupado por mí. Luchamos juntos y creo que pensó que yo era responsabilidad suya… al menos eso me hizo sentir. Se interpuso entre los soldados y yo en muchos momentos distintos. Le dije que estaba bien y que me quedaría cerca. Eso pareció satisfacerle.

Thorn volvió a los juegos de ingenio y su confianza estaba volviendo. Sabía cómo ser Azami Yoshiie, por dentro y por fuera. Era una samurai hasta la médula. Era la hija de su padre. La niña de ocho años, con tantas inseguridades y recuerdos terribles, estaba encerrada detrás de la puerta. Azami sólo tenía que mantenerla allí.

Hasta el momento, Tucker estaba teniendo una conversación educada, deslizando preguntas inteligentes por aquí y por allá, pero no le había hecho la pregunta importante, ¿donde había conseguido Zenith de segunda generación? Nadie lo sabía. Así que ¿mo lo había adquirido ella? Una buena pregunta que requeriría respuestas reales. Thorn sabía que él esperaría hasta que ella estuviera dentro de las instalaciones donde el equipo de Caminantes Fantasma tendría la sartén por el mango fácilmente.

—Creo que una buena taza de té sería excelente ahora mismo —dijo Thorn. Adoraba el ritual del té que su padre solía utilizar para calmarla cuando era una niña y era incapaz de descubrir su centro. Sólo pensar en su padre la reconfortaba y le infundía confianza.

Los blancos dientes de Tucker relampaguearon en una sonrisa.

—Eres la segunda mujer que sugiere un té en una situación como esta. Tengo que admitirlo, me lo bebí con ella, pero soy un hombre de café.

—El ritual del té es siempre reconfortante —dijo ella—. Siempre es agradable después de una batalla.

Tucker elevó las cejas.

—¿Luchas con frecuencia?

—Fui entrenada desde mi niñez tal como los samurais por mi padre. Es una forma de vida, y el uso de armas y el combate cuerpo a cuerpo es parte de mi estilo de vida. Por supuesto, junto con las armas tradicionales y las técnicas de lucha, hemos aprendido las artes de la guerra moderna y de sus armas. Así que, supongo que puede decirse que lucho a menudo. Debemos mantener nuestras habilidades. Nuestra compañía ofrece esta formación a los empleados. Mis hermanos y yo frecuentemente nos instruimos y entrenamos para mantenernos en forma.

—Tu padre debió ser un hombre excepcional.

Thorn asintió.

—El más extraordinario y maravilloso. Le echo de menos a diario. —Su voz suave estaba llena de la calidez de millones de recuerdos.

El recuerdo de su padre le aportó incluso más confianza y desató por completo el último de los nervios de su estómago. Daiki y Eiji eran ambos hombres de honor, como su padre. Ella nunca había pensando en encontrar un hombre que pudiera vivir de acuerdo a lo que su padre y hermanos eran… hasta que conoció a Sam. Conocía su mente íntimamente. Sacrificaría su propia felicidad por el bien del equipo. Habría sacrificado voluntariamente su vida por la de ellos. Sam sabía lo que era el deber y el honor y se mantenía para ambos.

Thorn encontró extraño que cuando finalmente se había decidido a poner en marcha su plan para localizar a Whitney y ajusticiarlo o al menos minimizar sus partidarios y hacer que huyera, había encontrado un hombre en el que podía creer… uno en el que podía confiar.

—La vida es muy extraña —murmuró en voz alta.

—Así es —coincidió Tucker—. No teníamos ni idea de que íbamos a ser barridos por un asalto a gran escala sobre nuestros huéspedes. No siempre utilizamos este camino. Es uno privado que hicimos nosotros. En invierno es completamente intransitable. Utilizamos motos de nieve o vehículos de invierno en el camino público. Es curioso que montaran una emboscada ahí. ¿Cómo es posible que supieran que íbamos a utilizar esta ruta para traeros a ti y a tus hermanos a las instalaciones?

Thorn le dio vueltas a la pregunta en su mente.

—¿Hay dos rutas y nunca escogéis una con antelación?

Tucker negó con la cabeza.

—No tenemos un patrón cuando viajamos, a propósito.

—Quizá este es el por qué ellos tenían un segundo helicóptero que llegó tarde a la fiesta —especuló ella—. Debían tener un comité de bienvenida en ambos caminos. Un helicóptero y dos vehículos por itinerario. Una vez que conocieron la ruta pudieron llamar a los otros para que se les unieran. No estaban demasiado lejos. Un jeep puede atajar a través del bosque y el helicóptero sólo tiene que volar como un pájaro en línea recta.

Tucker asintió.

—No está mal.

Ella le sonrió brevemente.

—¿Es una prueba? ¿O no está mal para una chica? Ya lo sabías, ¿verdad?

Él le sonrió.

—Nuestras mujeres están en el bando pendenciero, exactamente como tú. Te sientas allí, muy recatada y dulce, pero eres un lobo con piel de cordero. Si Sam se preocupa por ti, se está preocupando por la mujer equivocada.

Thorn inclinó la cabeza.

—Deberías decirle eso cuando despierte.