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Cuando llevó el café a Jörg, él ya tenía otros asuntos en la cabeza.
—Demasiado honor —estaba diciendo, declinando una oferta de Ulrich.
Pero Ulrich insistía en que Christiane fuese a buscar el transistor para escuchar el discurso del presidente federal, que empezaría a transmitirse cinco minutos más tarde.
—¿Ya no os acordáis de que el 31 de diciembre siempre veíamos Dinner for One y a continuación el discurso del presidente? Y todos los años nos moríamos de risa.
Andreas era de la misma opinión.
—Te preguntarán qué te ha parecido el discurso del presidente. Es mejor que lo escuches.
Así que fueron a buscar la radio y la sintonizaron. El locutor estaba explicando que cuando el presidente había aceptado la invitación para pronunciar ese año el discurso desde la catedral de Berlín, no había fijado el tema sobre el que versaría. Había apuntado que trataría sobre lo que preocupase a la gente en esos momentos. Y, tras la publicación de la noticia en el Süddeutsche Zeitung de aquella misma mañana, todo el país sabía que el viernes anterior el presidente había concedido el indulto a un terrorista y que ese terrorista había respondido con una declaración de guerra. De todos era conocido que los indultos a los terroristas eran un asunto que había preocupado mucho al presidente en los últimos meses, por lo que no sería de extrañar que ése fuera el tema del discurso. En cualquier caso, el que se hubiera dejado abierto el tema había sido una excelente idea del presidente o de su asesor de comunicación; la expectación era enorme y la catedral estaba a rebosar.
Jörg miró desconcertado a Marko.
—Pero… ¿es que has dado el comunicado a la prensa? ¿El que me enseñaste ayer y sobre el que yo quería reflexionar?
—Sí. Hice que lo examinara un jurista y no puede acarrearte nada malo. En cuanto a si se adapta a tu estado de ánimo o si satisface tus exigencias estéticas o si le complace a tu hermana son cosas que la revolución no puede contemplar. Asúmelo. La alternativa sería que te pusieras en ridículo. —Y, medio en broma, medio en serio, Marko levantó el puño cerrado. En el comunicado no se dice nada que no hayas dicho aquí esta mañana.
Jörg hizo un gesto de cansancio. Quizás Marko tuviera razón, se dijo, y quizás su declaración era lo acertado y la consecuencia necesaria de lo que había dicho aquella mañana. Pero también lo acertado y necesario puede sobrepasarle a uno. Y la verdad era que, desde que había salido de la cárcel, todo le sobrepasaba.
El locutor dejó paso a los últimos compases de la coral, que fueron seguidos por la bienvenida del obispo al presidente. Después habló el presidente.
Habló del terrorismo en Alemania desde los años setenta hasta los noventa, de sus autores y de sus víctimas, de la provocación que había supuesto y de la reafirmación del Estado de derecho liberal; del deber de respetar y proteger la dignidad humana, de que ese deber llevaba al Estado a enfrentarse con rotundidad a quienes lo atacaban, de igual manera que a quienes atacaban a sus ciudadanos y ciudadanas, pero que también estaba dotado de la suficiente fuerza como para tener medida en la administración del orden y, cuando el peligro había pasado, poner fin a la lucha; de que siempre el objetivo final era la pacificación y la reconciliación. Dijo luego que aún había tres terroristas en la cárcel y que les había concedido el indulto a los tres; que con ello había querido destacar que el terrorismo alemán, al igual que las tensiones y desgarros sociales de los que se había rodeado, eran asuntos del pasado; que teníamos ante nosotros nuevas amenazas, también de índole terrorista, a las que queríamos enfrentarnos en paz y reconciliados.
—Me he ocupado de cada caso, los medios ya han informado sobre ese extremo, y también he mantenido un encuentro personal con cada uno de ellos. Los tres han roto con su pasado. Romper con el pasado cuando la vida de alguien sólo ha estado constituida por ese pasado y la cárcel, no es fácil, y a ninguno de los tres se lo parece. Ayer, uno de ellos dio un comunicado a la prensa que hemos podido leer hoy. En ese escrito veo el intento de romper con el pasado, al tiempo que de preservarlo dentro de su propia biografía. Lamento ese comunicado. Pero comprendo que alguien que ya no dispone de mucho tiempo para dar a su vida un nuevo significado haga ese intento desesperado y contradictorio, del mismo modo que antes ya estuvo debatiéndose entre el deseo de presentar una petición de indulto y su obstinada rebeldía.
El presidente hizo una breve pausa, durante la cual se oyeron cuchicheos entre el público y que algunos de los asistentes se levantaban y se iban. Luego continuó su discurso dirigiéndose a los familiares de las víctimas y compartiendo su deseo de que todo quedase aclarado y de que los culpables dieran alguna muestra de arrepentimiento o vergüenza, y lamentando, sobre todo por ellos, el comunicado de Jörg. Y después agradeció a la comunidad la posibilidad que le habían brindado de decir en la catedral lo que tenía que decirles, pues consideraba que era un lugar idóneo para hablar de aquel asunto.
El locutor dijo a continuación que acababan de oír al presidente federal en su discurso anual, que en aquella ocasión había tenido lugar en la catedral de Berlín y en el que había anunciado la concesión del indulto a los tres últimos terroristas encarcelados. Informó también de que habría un debate en televisión sobre el discurso del presidente e indicó la hora y los participantes: la hija de una víctima, un terrorista que se había entregado y había sido excarcelado hacía tiempo, un periodista que había convertido el terrorismo alemán en el tema central de su quehacer profesional, la ministra de Justicia y la presentadora del programa. Y después pasó la conexión a su compañero de Wimbledon.