Epílogo

El timbre de la puerta sonó el miércoles a las diez de la mañana, sorprendiendo a Lucky. Las dos semanas que habían seguido al nacimiento del bebé habían sido un torbellino de emociones y actividad. Habían ido a verlos sus hermanos, y también los amigos y la familia de Mike, y el propio Mike pasaba mucho tiempo en casa. Pero durante los dos días anteriores, el ritmo parecía haberse hecho más lento. Aunque Mike aparecía todos los días a la hora de comer, y normalmente prolongaba el almuerzo porque no soportaba la idea de marcharse, trabajaba por las mañanas y durante la mayoría de las tardes, de modo que Lucky tenía el privilegio de pasar bastantes horas a solas con su hija.

El timbre volvió a sonar. Lucky corrió las cortinas y vio al senador Holbrook en el porche. Durante los meses anteriores, la había llamado en algunas ocasiones para preguntarle qué tal se encontraba. Incluso se había ofrecido a hacerse la prueba de paternidad. Pero había habido tantos cambios positivos en su vida, que Lucky había rechazado la idea. En el fondo, le habría gustado saber la verdad, pero comprendía que Mike estaba preocupado por la posible reacción de Gabe. Ella no quería causarles problemas ni a Gabe, ni a Reenie ni a nadie. Mike y ella eran muy felices juntos. La úlcera contra la que había estado luchando durante más de un año antes de regresar a Dundee había desaparecido. Y tenía mucho más de lo que nunca se había atrevido a soñar.

—Buenos días —le dijo con una sonrisa mientras le abría la puerta.

—Espero no llegar en mal momento.

—No, de hecho, agradezco la compañía. Sabrina ha estado durmiendo durante toda la mañana.

Lo invitó a pasar y el senador se sentó en un sofá antiguo que Lucky y Mike habían comprado en una subasta en Boise.

—Has hecho grandes cambios en la casa —dijo mirando a su alrededor—. Está preciosa.

Lucky experimentó un momento de orgullo cuando se sentó frente a él. Cuando Mike y ella habían ido a vivir a aquella antigua casa victoriana, lo habían considerado como un símbolo de paz que podía unir a ambas familias. Y había sido una buena opción. Lucky por fin se sentía como si perteneciera a algún lugar.

—Gracias, todavía no tengo la capacidad de Celeste para llenar la casa de pinturas y obras de arte, pero lo estoy intentando.

—Estoy seguro que de ella podría ayudarte si te apetece salir algún día de compras con mi mujer.

—Me encantaría.

—A lo mejor podemos salir un día los tres a comer y después ir de compras.

Lucky vaciló un instante. No sabía cómo responder. ¿Los tres?

—Senador…

—Por favor, llámame Garth.

—Garth, entiendo que respondieras como lo hiciste en el pasado. Por favor, no te quedes con la sensación de que me debes algo.

El senador desvió la mirada hacia Sabrina, que dormía en su moisés, y Lucky recordó entonces el día que se había encontrado con Garth durante una de sus primeras salidas al pueblo tras el nacimiento de su hija. El senador la había parado para ver al bebé y parecía conmovido por aquel encuentro.

—Creo que Mike ha hecho lo que debía —dijo el senador, sorprendiéndola al cambiar tan repentinamente de tema.

—¿A qué te refieres?

—Le ha dejado claro a todo el pueblo lo mucho que te quiere y te respeta y no ha dejado que el pasado interfiera de ninguna manera en el futuro.

Lucky le sonrió. El comportamiento de Mike había conseguido mucho más que neutralizar los rumores y los resentimientos. Si alguien se volvía o musitaba algo en su presencia, Mike la rodeaba con el brazo y la miraba con orgullo. Incluso su madre había empezado a ser más amable con ella, sobre todo desde que había nacido el bebé.

—A veces me cuesta creer que me haya casado con él —admitió Lucky—. He estado enamorada de Mike desde que tenía dieciséis años.

—Al principio no lo comprendía, pero estoy empezando a darme cuenta de que es él el afortunado.

—Gracias.

Garth abrió la boca para decir algo más, pero el llanto de Sabrina se lo impidió. Lucky se excusó y se llevó a su hija a la cocina. Cuando volvió, Garth parecía incapaz de dejar de mirar a la niña.

—¿Quieres tenerla en brazos? —le preguntó Lucky.

Garth asintió y Lucky le colocó el bebé en brazos.

—Es preciosa.

Lucky sonrió.

—Mike la adora.

Garth no respondió inmediatamente. Continuaba mirando a la niña, que parecía igualmente encantada con él. A final, alzó la mirada.

—Lucky, quiero hacerme la prueba de paternidad.

—¿Qué?

—Quiero formar parte de tu vida y de la vida de tu hija.

—¿Pero qué dirán Gabe y Reenie? —preguntó Lucky.

—Ya se lo he dicho a Celeste. Con su apoyo, mis hijos podrán asumir la noticia. Ella no para de decirme que los subestimo y que si quiero llegar a conocerte, debería hacerlo. Y creo que tiene razón. Celeste incluso dice que podría venirles bien tenerte como hermana.

Lucky jamás había esperado oír aquellas palabras de los labios de Garth Holbrook.

—Nunca me he sentido tan halagada —contestó—. Pero todavía estás pendiente de las elecciones, ¿verdad? Un escándalo podría costarte la carrera política.

—Es posible, pero… —le dio un beso a Sabrina—. Para mí hay cosas más importantes que un escaño en el Congreso.

Lucky posó entonces la mano en su brazo.

—Ojalá seas realmente mi padre —susurró, y lo decía de todo corazón.

 

* * *