Cuando Orton se marchó, Mike se volvió y encontró a Lucky en la puerta de la cocina.
—Hemos tenido visita —le dijo.
—Sí, ya lo he oído.
Mike se apoyó contra el mostrador y hundió las manos en los bolsillos, preguntándose cómo era capaz de enfrentarse Lucky a aquellos ultrajes.
—¿Y qué tienes que decir?
—No me acostaría con ninguno de los Small aunque fueran los únicos dos hombres sobre la tierra.
Eso Mike ya lo sabían.
—Smalley está corriendo un gran riesgo.
—¿Por qué dices eso?
—Ayer me dijiste que no habían conseguido lo que habían ido a buscar.
—No, no se llevaron el diario.
—En ese caso, podemos enseñarle el diario a todo el mundo, que es precisamente lo que él pretendía evitar.
Lucky se ajustó el cinturón de la bata.
—En realidad, no podemos.
—¿Por qué no?
—Porque en ese diario se nombra a otros dos hombres que podían ser mi padre.
Más problemas. Mike los sentía acercarse.
—¿Quién?
—Un hombre llamado Eugene Thompson.
—Nunca he oído hablar de él.
—Pero estoy segura de que conocerás al siguiente de la lista, Garth Holbrook.
Mike se quedó boquiabierto. Estaba preparado para cualquier cosa, ¿pero el senador Holbrook? Holbrook era un buen ciudadano, un buen legislador y un hombre de familia, y además el mejor amigo de su padre.
—Tiene que haber un error.
—No, su aventura con mi madre duró dos meses, no hay ningún error.
—Pero… —de pronto, Mike comprendió la llamada que le había hecho Holbrook el día de Navidad.
No era sólo su hijo el que lo preocupaba.
—Gabe idolatra a su padre. Esto lo destrozará.
Destrozaría a todo el mundo, pensó Mike. Holbrook había engañado a su esposa, a toda su familia. ¡Gabe y Reenie podían tener una hermana! Se sentirían heridos, enfadados, traicionados. Aquel escándalo acabaría con el matrimonio y con la carrera política de Garth. No le extrañaba que Lucky quisiera marcharse del pueblo.
—Hay que quemar ya ese diario —le dijo a Lucky.
Lucky no discutió. Pero cuando llegaron a la casa, descubrieron que había sido registrada. Y el diario había desaparecido.
Lucky permanecía junto a Mike fuera de la caravana en la que Jon estaba viviendo; evidentemente, el divorcio le había dejado sin algo más que su esposa. A Lucky le resultaba difícil creer que sólo unas horas antes estuviera pensando en abandonar ese mismo día el pueblo. Si no hubiera sido por la desaparición del diario, ya estaría en ese momento de camino. Pero sabiendo que aquella prueba sobre su pasado había caído en malas manos, tenía la terrible sensación de que estaba a punto de desatarse un infierno.
Jon asomó por fin la cabeza por la puerta.
—¿Qué queréis?
—Hablar con Dave —dijo Mike.
—No está aquí.
—Acabamos de hablar con tu madre y nos ha dicho que sí.
Jon sacudió la cabeza disgustado, dejó la puerta entreabierta y fue a buscar a su padre.
—No sé cómo tienes valor para aparecer por aquí.
El sutil cambio que advirtió Lucky en Mike le indicó que lo consideraba un adversario más peligroso que sus hijos.
—Hemos venido a buscar el diario —dijo Mike.
Evidentemente, Dave estaba demasiado ocupado fulminando a Lucky con la mirada como para prestar atención a las palabras de Mike, porque parecieron pillarle completamente por sorpresa.
—¿Qué has dicho?
—Danos el diario.
—No sé de qué demonios estás hablando. ¿Qué diario? ¿Ésa era la prueba que Lucky tenía sobre mí?
Lucky miró a Mike confundida. Dave parecía sincero.
—¿Jon y Smalley no volvieron anoche a mi casa? —preguntó.
Dave apretó la mandíbula con enfado.
—Jon y Smalley fueron directamente al hospital de Boise. Y, por si acaso todavía no te has enterado, después fueron a la policía.
—No creo que sea un movimiento muy inteligente si pretenden que tengamos la boca cerrada.
—Supongo que no vais a callaros de ninguna de las maneras, así que creo que es mejor que haga todo lo que esté en mi mano.
—Vamos —le dijo Mike a Lucky, y se apartó.
Lucky permaneció donde estaba. Casi podía ver los engranajes de la mente de Mike funcionando, intentando averiguar cuál era la mejor manera de posicionarse a la luz de aquella información.
—Espero que no sea mi padre —le dijo Lucky—, porque me avergonzaría tener que decirlo —lo recorrió de la cabeza a los pies con la mirada y salió con Mike.
—Si tú no tienes el diario y tampoco lo tenemos nosotros, ¿entonces quién lo tiene? —gritó Dave tras ella.
Lucky no contestó.
—¿Qué pensáis hacer? ¿Mike y tú vais a mantener la boca cerrada? ¿Podemos contar por lo menos con eso?
—Sólo si retira la denuncia —respondió Lucky antes de montarse con Mike en la camioneta.
Cuando Lucky y Mike llegaron a casa del senador Holbrook, Mike casi tuvo que obligarse a llamar a la puerta. No le apetecía enfrentarse a Garth después de lo que sabía. Y todavía era peor tener que encontrarse con Celeste y fingir que no pasaba nada. Pero Lucky había dicho que el senador era la única persona a la que le había hablado del diario. Lo que quería decir que, o bien lo tenía él, o por lo menos tenía derecho a saber que se había perdido.
—Hola, Mike.
Mike ahogó un gemido cuando Celeste abrió la puerta.
—Hola, Celeste, ¿cómo estás?
—Muy bien —miró a Lucky con curiosidad—, ¿no me presentas a tu amiga?
—Celeste, Lucky Caldwell.
—Es un placer conocerte, Lucky.
Mike sabía que Celeste tenía que haber reconocido el nombre, pero sus modales impecables no le permitían expresar su sorpresa.
—¿Estáis disfrutando de las fiestas?
—Sí, por supuesto, ¿y vosotros?
—Claro que sí, es maravilloso tener a Garth en casa.
—Apuesto a que sí —y esperaba que continuara siéndolo, aunque su felicidad dependía de un diario desaparecido—. ¿Entonces está el senador en casa?
—Sí, pasa, por favor, iré a buscarlo.
Mike miró a Lucky. Ésta parecía más nerviosa que cuando habían ido a casa de Dave. Le apretó cariñosamente el hombro para tranquilizarla justo en el momento en el que el senador llegaba desde la parte de atrás de la casa.
—Hola, Mike —su tono era receloso, su expresión vigilante. Miró a Lucky un instante, pero no la saludó—, ¿qué puedo hacer por ti?
Celeste había acompañado a su marido, así que Mike eligió cuidadosamente sus palabras.
—Me gustaría hablar sobre la recaudación de fondos, si tiene un momento.
Los ojos de Garth volaron de nuevo hacia Lucky mientras le decía a su esposa:
—Celeste, ¿tendrías la amabilidad de servirnos un zumo de manzana?
—Por supuesto, querido.
—Gracias.
Cuando Celeste se marchó, el senador los acompañó hasta su despacho. Una vez allí, se reclinó contra la puerta de caoba, esperando a que Mike hablara.
—¿Lo tiene usted?—le preguntó Mike.
—Me temo que no sé de lo que estás hablando.
—El diario de mi madre —dijo Lucky.
—Alguien ha entrado en su casa esta noche y se lo ha llevado.
—Siento enterarme de su desaparición —dijo el senador, pero no parecía en absoluto afectado por la noticia, le cual le indicó a Mike todo lo que necesitaba saber.
—Queríamos avisarlo, por si acaso —dijo Mike y, decepcionado por la actitud de Garth, añadió—: Por el bien de Gabe.
Durante un instante, Holbrook no dijo nada. Pero al final, comentó:
—Mike, yo…
El sonido de los tacones de Celeste por el pasillo lo interrumpió.
—No importa —Holbrook se apartó de la puerta—, gracias por la visita.
Mike asintió y le hizo un gesto a Lucky para que lo siguiera.
Holbrook pareció olvidarse de su papel de anfitrión y ni siquiera los acompañó, pero inmediatamente se encontraron con Celeste por el pasillo, que llevaba una bandeja con las tazas y el zumo.
—¡Oh! ¿Ya os vais?
Mike le dirigió la más amable de sus sonrisas.
—Sólo teníamos que hacerle unas preguntas rápidas.
—¿No vais a quedaros a tomar un zumo de manzana?
—Quizá en otro momento —contestó Mike—. Ahora disfrutadlo Garth y tú, no hace falta que nos acompañes.
—Bueno, gracias por haber venido.
Mike asintió y Celeste desvió la mirada hacia Lucky.
—Te has convertido en una mujer muy atractiva.
—Gracias.
Lucky parecía tener dificultades para sostenerle la mirada y Mike lo comprendía. No era fácil aceptar la amabilidad de Celeste cuando se guardaba tan terrible secreto. Mike pensó que, de alguna manera, podía comprender la deslealtad de Lucky hacia Morris cuando era una niña.
—Disfrutad de las fiestas —les deseó Celeste y los despidió con una sonrisa.
Mike insistió en ayudar a Lucky a ordenar la casa. Lucky sabía que debería marcharse. Con Orton de por medio, la desaparición del diario y la visita a los Holbrook, lo único que iban a conseguir estando juntos era buscarse problemas. Pero Mike no había comentado nada de marcharse y Lucky no quería ser la que sacara el tema cuando en realidad lo único que deseaba era estar a su lado.
—¿Crees que el senador se avergüenza de que tú lo sepas? —le preguntó mientras servía el pavo con puré de patatas y judías verdes.
Mike estaba sentado en el sofá del cuarto de estar, observándola.
—Algo tiene que sentir, pero no sé si será vergüenza.
—No te ha pedido que no se lo digas a Gabe.
—Sabe que Gabe es la última persona a la que se lo diría.
—Sí, supongo que eso está claro —metió uno de los platos en el microondas.
—¿Por qué le hablaste a Holbrook de ese diario?
Lucky desvió la mirada para que Mike no pudiera darse cuenta de lo decepcionante que había sido su conversación con Holbrook.
—Quería que se hiciera la prueba de paternidad y me ofreció doscientos mil dólares a cambio de que me fuera.
Mike tardó algunos segundos en responder.
—Lo siento —dijo por fin.
—No pasa nada.
Pero Mike estaba empezando a conocerla. Se levantó, se acercó a ella, le rodeó la cintura con los brazos y la estrechó contra su pecho.
—Soy consciente de que lo que voy a decirte no cambia nada, Lucky, pero quiero que sepas que es él el que más tiene que perder —dijo, besándole el cuello.
—Parece que demasiado. Por lo visto, todo el que se relaciona conmigo tiene mucho que perder, ¿no te parece?
—No es justo para ninguno de nosotros lo que tu madre hizo.
Lucky posó las manos en sus brazos, deleitándose en la sólida fuerza de Mike, en el calor de su consuelo.
—No era tan mala, ¿sabes?
Había pronunciado aquellas palabras en voz tan baja que no estaba segura de haberlas dicho hasta que Mike respondió:
—Cuéntame algo bueno de ella.
Lucky se apoyó en su pecho y cerró los ojos, buscando algún recuerdo feliz.
—Para empezar, nos mantuvo juntos a mis hermanos y a mí. Y, de vez en cuando, me traía a casa algún regalo inesperado… Y el día de mi cumpleaños siempre era una gran fiesta. Me dejaba ponerme todos sus vestidos y sus joyas, y no le importaba que comiera toda la tarta que quisiera. Jamás me hizo sentirme mal por ser incapaz de seguir una dieta… —se le hizo un nudo en la garganta—. Ella me consideraba muy guapa. Estaba orgullosa de mí, a pesar de que era una niña fea y gorda.
—No me gusta oírte hablar mal de ti —le dijo Mike, abrazándola con cariño—. A lo mejor tu madre vio lo mismo que he podido ver yo al final.
—¿Que es…? —le preguntó Lucky.
—La belleza de tu corazón.
El nudo que tenía Lucky en la garganta pareció crecer. Intentó sonreír mientras Mike le alzaba el rostro con un dedo.
—Es posible que tu madre no fuera perfecta —susurró—, pero te quería. Y yo puedo perdonarla por eso.
Había dicho algo muy profundo, algo que le había llegado a Lucky hasta el alma. Le acarició la mejilla con la palma de la mano y lo miró a los ojos.
—¿De verdad, Mike?
Mike asintió.
—Si puedes perdonarla, quizá también yo pueda.
—Merece la pena intentarlo.
Lucky hundió la mano en su pelo y le besó. Sintió la respuesta de su cuerpo y a ella misma se le aceleró el pulso, pero el teléfono los interrumpió.
Con desgana, se secó los ojos y alargó la mano hacia el teléfono inalámbrico que estaba en el mostrador.
—Lucky, soy Josh, ¿está Mike allí?
Lucky no sabía si mentir o no. Mike la miró con curiosidad y ella le tendió entonces el teléfono.
—Es tu hermano.
Mike suspiró molesto antes de llevarse el auricular al oído. Pero su expresión, de pronto cambió.
—¿Qué? Estás de broma… ¿Estás seguro? ¿Cuándo? ¿Qué te hace pensar que es ella? De acuerdo, voy para allá.
Lucky contuvo la respiración, esperando la llegada de malas noticias.
—En el pueblo todo el mundo sabe que estamos juntos. Al parecer, en la peluquería alguien se lo ha contado a mi madre. Estaba muy afectada cuando se ha ido así que Rebecca ha llamado a mi padre para decirle que fuera a su encuentro, pero mi padre no la ha encontrado.
—¿Y dónde crees que está?
—No tengo la menor idea, pero todo el mundo la está buscando y yo también quiero ayudar.
—Por supuesto —Lucky le puso el sombrero que había dejado sobre el mostrador—. Ten cuidado.
Mike la besó, le prometió que la llamaría en cuanto encontrara a su madre y se marchó corriendo. Lucky pensó que iba a tener que esperar mucho tiempo para enterarse de lo que había pasado. Pero quince minutos después, llamaron a la puerta de su casa.