Capítulo 12

 

El puente colgante

Siempre he sostenido que la vida con Holmes es un poco como caminar sobre un puente colgante sujeto con cuerdas y suspendido sobre un abismo cubierto de árboles. Puede que la adrenalina resulte estimulante, pero uno nunca sabe lo que hay debajo y siempre corre el peligro de caer.

El poco equilibrio que pude haber recuperado tras pasar una noche durmiendo en mi propia cama se esfumó de inmediato con una carrera por la ciudad en un taxi tirado por un caballo, en dirección al Club Diógenes, la peculiar guarida de su aún más peculiar hermano mayor, Mycroft Holmes.

¿Por qué? ¿A qué venía tanta prisa? ¿Por qué el disfraz? ¿Por qué Mycroft nos había convocado a ambos? Holmes me lo explicó en parte mientras se quitaba los dientes y la peluca, se arrancaba la goma de la cara y comenzaba a limpiarse el maquillaje y la suciedad de las mejillas.

—Anoche visité los muelles; bueno, a primera hora de esta mañana, haciéndome pasar por un viejo marinero que no puede mantenerse alejado de la acción, y he llevado un pequeño obsequio como ofrenda de amistad. —Levantó una maltrecha petaca que llevaba oculta entre la ropa.

—¿Y qué has descubierto allí? —pregunté yo—. Te queda un poco debajo de la oreja izquierda.

Holmes se frotó con más fuerza.

—Simplemente esto. Han llegado tres cargamentos y cualquiera de ellos podría haber sido la estatua desaparecida. Sin embargo, uno en concreto parecían vigilarlo más que a los demás, y con gran dificultad he logrado ver por un segundo el contenido. Estoy bastante seguro de que se trataba de nuestra Nike.

—Oh —dije yo mientras digería la información. Todavía no me había tomado el café de por la mañana. Mientras nuestro taxi se tambaleaba por las calles, Holmes terminó su transformación y volvió a su apariencia habitual.

—Pero, ¿qué hay de mademoiselle La Victoire? Creía que estabas más interesado en ayudarla que en el robo.

—La misión de esta mañana no era más que una acotación de la que me he encargado en nombre de mi hermano —aclaró él con cierto resentimiento—. Pondré a Vidocq al corriente de los hechos según me convenga.

—Eso estaría bien —dije yo. Obviamente había una gran competitividad entre ambos. Yo sospechaba que Holmes se había embarcado en aquella exploración nocturna con el único propósito de superar a su colega francés.

—Mis esfuerzos probablemente sean la razón por la que Mycroft nos ha convocado aquí esta mañana.

—Pero, ¿cómo sabía él que habías tenido éxito en tus pesquisas?

Holmes no se molestó en responder a aquello.