Capítulo XII – Respuestas – William

 

 

Llegué sintiéndome, como dijo Nosuë, agotado, cansado, mareado… Me dolía la garganta, y los ojos, pero no era grave.

No era en absoluto como la primera vez que me transformé. Aquello era morir. Esto era… Cambiar.

Abrí la puerta de la mansión y entré, cerrando tras de mí. Me dejé caer contra la pared de al lado, entre la percha y una cajonera, con la cabeza oculta entre las rodillas flexionadas.

No había podido reconocer la actitud de Nosuë. Tan… Extraña. No lograba asimilar todo lo que había sucedido.

Lo había conseguido, sí. Él había podido… Pero…

Eché la cabeza para atrás, apoyándome completamente en la pared. Podía oír el molesto y repetitivo tic-tac de algún reloj del gran recibidor. Era más consciente así de que el tiempo pasaba de forma muy lenta.

Al cabo de un rato, no obstante, la puerta se abrió lentamente, y Nosuë entró en la casa… Manchado de sangre, vistiendo sólo unos pantalones y una camisa sin abrochar.

Dirigí mi mirada cansada hacia él. No sé qué cara puse al verle.

Me miró un momento, de reojo. Parecía… Es difícil de describir. Asustado, retraído, distante, avergonzado, todo a un tiempo.

—Voy a ducharme —murmuró, de forma apenas audible incluso para mí.

—Sí… Creo que… Te hace falta —asentí en voz baja—. ¿Necesitas ayuda?

Nosuë negó lentamente con la cabeza y fue hacia las escaleras.

Me quedé. Realmente no me veía capaz de ir tras él. No podía.

Cerré los ojos para tratar de pensar con claridad, y entonces me acordé…

—Nos.

Se detuvo en el primer escalón.

—¿Dónde está…? —pregunté a medias.

Él movió un poco la cabeza.

—Matarlo habría sido peligroso —respondió en un murmullo—. Está en la azotea, atado. Aún quedan dos horas para el amanecer. Puedes ir si quieres, ya no tiene poder sobre ti.

Negué con la cabeza. No iba a ir tras él, no iba a arriesgar mi vida por verle, por ayudarle. Ni hablar.

Aquel apego que sentí en su día por Danag ya no existía en mi corazón.

Ladeé la cabeza para mirar a Nosuë con los ojos entrecerrados.

—Ojala disfrute del sol.

Él mostró una leve sonrisa trémula que se borró en seguida. Asintió con la cabeza y siguió subiendo al piso superior.

Volví a apoyar la cabeza en la pared. ¿Qué era esa sensación? Sí, definitivamente algo cambiaba en mí, o había cambiado ya. Comenzaba a pensar con claridad otra vez.

Me puse en pie con lentitud y me dirigí a la sala de pinturas. Quizá, cuando Nosuë terminara, iría allí.

Pero pasó un rato. Llegó el amanecer, y con él la muerte de Danag en alguna parte. Me sentí extraño cuando noté que el día había llegado, cuando estuve seguro de que aquel que fue mi padre ya no sería más que un muerto.

Un asesino que ha sido asesinado.

Pero parecía que Nosuë no subía. Era una opción. Seguramente estaría abajo, muy abajo, rodeado de aquel dios estremecedor de existencia clara.

Me levanté del asiento y sin prisas bajé, bajé y bajé hasta dar con el pequeño santuario. Dudé, pero finalmente entré.

Y allí estaba él, con el pelo mojado pegándose a su espalda desnuda, vistiendo sólo unos pantalones negros. Se había arrodillado frente a la estatua, con la frente apoyada en la mesa de madera y las manos rozando la cintura de la figura de su dios.

Estaba inmóvil. No respiraba y no se movía. Parecía otra estatua.

Aquella imagen no me gustó.

Nosuë… Debió pasarlo tan mal. Peor que yo. Él había hecho algo que yo no había podido: aguantar, enfrentarse a él y vencer.

Me acerqué con lentitud y puse ambas manos en sus hombros, suave.

Se movió un poco y ladeó la cabeza para mirarme entre los mechones de su pelo negro.

—Hola —saludó, muy bajo, sin fuerzas.

Bajé mis labios para rozar su mejilla, aspirar su aroma.

Cuánto lo había echado de menos…

—¿Cómo estás? —mi voz también era un murmullo apenas audible.

Nosuë titubeó visiblemente.

—No lo sé —respondió en el mismo tono.

—Ven —pedí—. Deja que te abrace.

Lentamente él se sentó en el suelo, con la espalda contra la mesa, de cara a mí. Tendió un brazo, con la cabeza ladeada. Esperándome. Su rostro era desolador, entra la vergüenza y la tristeza.

Me arrodillé a su lado para rodearle con mis brazos suavemente.

—Sé cómo debes sentirte… —murmuré.

Nosuë rodeó mi cintura con el brazo, aunque el otro permanecía lánguido.

—No ha sido… Para tanto—negó—. Estaba muy dispuesto a pasar por todo eso… Con tal de ayudarte.

Subí una mano para acariciarle la mejilla, disfrutando de su tacto tibio y suave, disfrutando de él otra vez. Al fin.

Suspiré.

—Lo sé… Hiciste una locura… Una locura demasiado peligrosa…

Ronroneó de forma leve, muy leve. Quizá demasiado.

—El resultado valía la pena.

—Pero sufría por ti, y aún más cuando no podía hacer nada.

Él ladeó la cabeza y apoyó los labios en mi hombro, silencioso.

—Nosuë —lo llamé en un susurro.

—¿Qué?

—Mírame un momento, por favor.

Él se tomó unos instantes antes de alzar la cabeza y mirarme con sus ojos rojos como la sangre. Entonces yo tomé su rostro con ambas manos y le devolví una mirada fija.

—Te amo con toda mi alma, Nos —dije, serio.

Entrecerró los ojos.

—Y yo a ti, William —murmuró—. Yo también te amo.

Suspiré.

—Eh…

—¿Mm?

Acerqué mis labios a los suyos con lentitud, para rozarlos, aunque no lo besé. Nosuë ladeó un poco la cabeza y ronroneó. Repitió el gesto, rozando nuestros labios sin llegar a un beso.

—Will…

—¿Sí?

—Yo… No…

De pronto soltó un gruñido vibrante y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en la mesa.

—No quería que me vieras así —admitió con dolor en la voz.

Le tomé el rostro otra vez y le obligué a mirarme.

—¿Y qué otra cosa podías hacer? —pregunté con calma.

—Oh, William, no te estoy hablando de lo que… He hecho. Sino de la actitud. De la… Cara de sádico… Que se me puso cuando… Cuando…

Parecía incapaz de expresarse con claridad.

—Repito… —insistí—. ¿Qué otra cosa ibas a hacer? Ese hombre saca de sus casillas a cualquiera.

Nosuë sacudió la cabeza y me abrazó, apoyando la frente en mi hombro. Lo correspondí sin dudar, cariñosamente, porque era obvio que lo necesitaba.

—Me recordó horrores del pasado. Me preguntó si había matado alguna vez… Le dije que no. Y mentí.

—Nosuë, yo también te dije que no… Pero no recordaba lo que hice. Si mentiste fue por algún motivo, fue porque algo te dijo que debías hacerlo.

—Recién convertido en nosferatu maté a seis personas. Una detrás de otra. Sin vacilar y sin remordimientos.

—Tú ya me dijiste… No fue culpa de nadie.

—William, no es lo mismo. Tú… Un cachorro ataca lo primero que ve. Un nosferatu ya ha crecido, ya tiene cierto control.

—Algún motivo tuviste…

—Te lo tomas con tanta naturalidad…

—Porque sé cómo eres.

Esta vez, gracias a dios, creo que logré arrancarle una media sonrisa.

—Eres increíble, William —susurró—. Parece que te de igual lo que haga o diga.

—No, no da igual… Es que te amo y sé que no harías nada que no tuviera una explicación lógica.

—Lógica.

Su voz perdió todo el tono de sonrisa.

—No hubo explicación lógica en esa ocasión —explicó en voz baja—. Mataron a Ritz… Y ella murió mientras yo me transformaba en nosferatu. ¿Por qué crees que tenía que esperar a que tú estuvieras ascendido antes de mandar a Danag a la muerte? La… Sensación… De que el lazo se queda a medio deshacer… No se marcha nunca. Eso me volvió loco. No había nada lógico en lo que hice. Tampoco hoy he hecho nada lógico, William. Lo lógico hubiera sido atarlo, darte su sangre y ponerlo al amanecer. Pero me he vengado. Me he reído de su dolor, le  he herido voluntariamente y me he burlado de él. Y lo peor es que no puedo sentir remordimientos por ello.

—Para mí… Todo esto tiene explicación lógica —lo contradije, entrecerrando los ojos—. La venganza forma parte de nosotros, el dolor que a veces la gente se merece por hacernos daño, o hacer daño a alguien a quien queremos. Es… Algo que llevamos dentro, que a veces sale… Ese lado que nos da miedo sacar a la luz, pero que una vez se activa no puede dejar de funcionar hasta que acaba con su tarea. Hay gente que merece ese tipo de castigo, y hay veces que uno deja de ser como es para llevar a cabo algo que no haría normalmente. La furia y la sed de venganza nos cambia.

Como a mí aquel día, cuando supe que Nosuë estaba allí, con Danag.

Mi vampiro se quedó quieto unos segundos. Después rió por lo bajo.

—Eres increíble.

Se irguió y me besó en los labios, muy dulce, como siempre.

—Te amo.

—Yo también, y por eso voy a hacer esto…

Tomé su rostro con cuidado y lo besé apasionadamente.