Kulhwch Y Olwen

Kilydd, hijo del príncipe Kelyddon Wledig, quiso una mujer tan bien nacida como él y eligió a Goleuddydd[175], hija de Anllawdd Wledig. Cuando estuvieron bajo el mismo techo, el país rezó para que tuvieran un heredero y gracias a sus rezos nació un hijo. Pero desde que se quedó encinta, se volvió loca y no se acercó a ninguna casa habitada. Cuando llegó el momento del parto, recobró el buen sentido y volvió. Llegó a un lugar donde un porquerizo estaba guardando un rebaño de cerdos y por terror a estos animales la reina dio a luz. El porquerizo cogió al niño y lo llevó a la corte. Le bautizaron y le dieron el nombre de Kulhwch[176], porque lo habían encontrado en el revolcadero de los cerdos. No obstante, el niño era de noble linaje: era primo hermano de Arturo[177]. Entregaron al niño al cuidado de una nodriza.

Después del acontecimiento, la madre del niño, Goleuddydd, hija de Anllawd Wledig, cayó enferma. Hizo venir a su marido y le dijo:

—Moriré de esta enfermedad y tú querrás otra mujer. En estos días las mujeres son las dispensadoras de los dones, pero te perjudicará despojar a tu hijo. Te pido que no tomes mujer hasta que no hayas visto un zarzal de dos cabezas sobre mi tumba.

Él se lo prometió. Entonces ella llamó a su preceptor y le pidió que limpiara su tumba todos los años de forma que nada pudiera crecer encima.

La reina murió. Cada día el rey enviaba a un servidor para ver si crecía algo sobre la tumba. Al cabo de siete años, el preceptor descuidó lo que había prometido a la reina. Un día en que el rey estaba cazando, se dirigió al cementerio; necesitaba ver la tumba porque deseaba tomar mujer. Vio allí el zarzal. En seguida mantuvo consejo para saber dónde encontraría mujer. Uno de sus consejeros le dijo:

—Conozco una mujer que te convendría. Es la mujer del rey Doged.

Decidieron ir a buscarla. Mataron al rey, se llevaron a su mujer y a su hija única y tomaron posesión de las tierras del rey.

Un día la reina fue a pasear y llegó hasta la casa de una vieja que estaba en la ciudad, y a la que no le quedaba más que un diente en la boca. La reina le dijo:

—Vieja, ¿quieres decirme, en nombre de Dios, lo que te voy a preguntar? ¿Dónde están los niños del que me raptó?

—No tiene hijos —dijo la vieja.

—¡Qué desgraciada soy de haber caído en manos de un hombre sin hijos! —dijo la reina.

—Inútil quejarse —respondió la vieja—. Está predicho que tendrá un heredero y lo tendrá de ti, puesto que no lo ha tenido de otra. Por lo demás, consuélate: tiene un hijo.

La princesa regresó gozosa a la casa y dijo a su marido:

—¿Por qué me ocultas a tu hijo?

—No lo haré por más tiempo —dijo el rey.

Envió a buscar a su hijo y lo llevó a la corte. Su madrastra le dijo:

—Harás bien en tomar mujer. Justamente tengo una hija que convendría a cualquier noble del mundo.

—No tengo todavía la edad de tomar mujer —respondió él.

Entonces ella replicó:

—Quiero jurar tu destino: tu costado no chocará jamás contra una mujer hasta que conquistes a Olwen, la hija de Yspadadden Penkawr[178].

El joven enrojeció y el amor de la joven le penetró en todos sus miembros, a pesar de que no la había visto nunca.

—Hijo —le dijo el padre—, ¿por qué cambias de color? ¿Qué es lo que te aflige?

—Mi madrastra ha jurado que no tendré mujer hasta que conquiste a Olwen, la hija de Yspadadden Penkawr.

—Eso es fácil para ti. Arturo es tu primo hermano. Ve a ver a Arturo para que arregle tus cabellos[179]: pídeselo como presente.

El joven partió en un corcel de cabeza gris cenicienta de cuatro inviernos de edad, con los muslos poderosamente articulados, cascos brillantes como conchas y un freno tubular de oro[180] en la boca. Montaba sobre una silla de oro de gran precio. Llevaba dos jabalinas de plata bien aguzadas, una lanza empendonada[181] cuya longitud desde el asta hasta el extremo de la punta de hierro[182] era de un codo, tomando por medida el codo de un hombre corpulento. Le habría sacado sangre al viento: era más veloz que la más veloz gota de rocío cayendo de la punta de la caña al suelo cuando más intenso es el rocío en el mes de junio. De su cintura colgaba una espada con empuñadura de oro y hoja de oro, y se cubría con un escudo labrado en oro del color del relámpago del cielo[183], con brocal de marfil[184].

Delante de él retozaban dos lebreles de pecho blanco y piel moteada, llevando cada uno en el cuello un collar de oro rojo desde la coyuntura de la espalda hasta las orejas. El de la izquierda pasaba a la derecha y el de la derecha a la izquierda, jugueteando así alrededor de él como dos golondrinas de mar. Los cuatro cascos de su corcel iban segando cuatro terrones de hierba, como cuatro golondrinas en el aire por encima de su cabeza, ora delante de él, ora detrás. Encima llevaba una capa de púrpura cuadrangular, con cuatro manzanas de oro rojo en cada uno de los ángulos por valor de cien vaces cada una. En las calzas, estribos y la espada noruega[185] que colgaba desde lo alto del muslo hasta la punta del pie había precioso oro por valor de trescientas vaces. Ni un ápice de pelo se le agitaba, tan ligero era el galope del corcel en su camino hasta la puerta de la corte de Arturo.

El joven dijo:

—¿Hay aquí un portero?

—Sí. Y tu cabeza no debe estar en su sitio para hacer una pregunta así. Soy portero de Arturo cada primer día de enero. El resto del año se ocupan mis sustitutos, Huandaw, Gogigwc, Llaeskenym y Pennpingyon[186], que anda sobre la cabeza para conservar sus pies, no hacia el cielo ni hacia la tierra, sino como una piedra rodando sobre el suelo de una corte.

—Abre la puerta.

—No quiero.

—¿Por qué?

—El cuchillo está en la carne, la bebida en el cuerno y completamente llena la sala de Arturo. No dejan entrar más que a los hijos de rey de un reino reconocido o al artista que trae su arte. Se dará de comer a tus perros y a tus caballos; a ti te ofrecerán rodajas de carne caliente con pimienta, vino en abundancia y una música agradable. Te llevarán comida cincuenta hombres a la hospedería, allí donde comen las gentes de países lejanos y aquéllos que no han ofrecido un arte en la corte del rey Arturo; no estarás allí peor que en la sala de Arturo. Te ofrecerán una mujer para que duerma contigo y los placeres de la música. Mañana a la hora tercia, cuando se abra la puerta a la hueste que ha venido aquí hoy, tú pasarás el primero y podrás elegir el sitio que quieras en la sala de Arturo, desde el extremo más alto hasta el más bajo.

—No haré nada de eso —dijo el joven—. Si abres la puerta, no pasará nada; si no la abres, haré que caiga la vergüenza sobre tu señor y mala reputación sobre ti y lanzaré tres gritos tales[187] en esta puerta que no se podrá oír nada en la cima de Pengwaed, en Kernyw (Cornuailles inglés); ni en las profundidades de Din Sol, en el Norte; ni en Esgeir Dervel, en Iwerddon[188], y todas las mujeres encintas de esta isla abortarán y las demás tendrán una carga dentro de sus vientres de forma que a partir de este día no concebirán jamás.

Glewlwyt Gavaelvawr le respondió:

—Por más que grites contra las leyes de la corte de Arturo no te dejarán entrar antes de que primero haya hablado con Arturo —y Glewlwyt entró en la sala.

—¿Ocurre algo en la puerta? —dijo Arturo.

—Han pasado dos tercios de mi vida y también dos tercios de la tuya. He estado en Kaer Se y Asse, en Sach y en Salach, en Lotor y en Fotor; he estado en India la Mayor y en la Menor; he estado en la batalla de los dos Ynyr cuando los doce rehenes fueron traídos de Llychlyn (de Escandinavia); he estado en Europa (Egrop) y en Africa, en las islas de Córcega (Corsica), en Kaer Brythwch, Brythach y Nerthach. Estuve allí cuando mataste a gentes de la casa de Cleis, hijo de Merin; cuando mataste a Mil Du, hijo de Ducum; estaba contigo cuando conquistaste Grecia en Oriente; he estado en Kaer Oeth y Anoeth; he estado en Kaer Nevenhyr; allí vimos a nueve poderosos reyes, hombres magníficos; pues bien, ¡jamás he visto a nadie tan noble como el que está en la puerta de entrada en este momento!

—Si has venido dando un paseo, vuelve corriendo —dijo Arturo—. Que todos los que ven la luz, que abran los ojos y los cierren, sean sus esclavos; que unos le sirvan con los cuernos de oro y otros rodajas de carne caliente y pimienta, mientras espera que su comida y bebida estén dispuestas. Es una vergüenza dejar bajo la lluvia y el viento a un hombre semejante.

—Por la mano de mi amigo —exclamó Kei[189]—, si se siguiera mi consejo, las leyes de la corte no se violarían por su culpa.

—Estás en un error, querido Kei —dijo Arturo—. Somos hombres nobles en la medida en que se recurre a nosotros. Mayor será nuestra generosidad y mayor será nuestra nobleza, gloria y reputación.

Y Glewlwyt volvió a la entrada y abrió la puerta al joven. Aunque todo el mundo desmontara en el montador de piedra de la entrada, Kulhwch no lo hizo y entró con su corcel.

—¡Salud!, príncipe soberano de esta isla —exclamó—. Saludo tanto a los de arriba como a los de abajo de esta casa. Saludo a tus nobles, a tu séquito y a los conductores de huestes. Que todos reciban por igual mi saludo. Y así como te he saludado, que tu gracia, gloria y lealtad estén siempre en esta isla.

—¡Salud! —dijo Arturo—. Siéntate entre dos de mis guerreros; te ofrecerán los deleites de la música y serás tratado como un príncipe, futuro heredero de un trono. Mientras estés aquí, comenzaré por tu mano cuando distribuya mis dones en esta corte y entre los huéspedes y las gentes de lejos.

—No he venido aquí a buscar alimentos o bebidas —dijo el joven—. Si obtengo el presente que deseo, sabré reconocértelo y celebrarlo. Si no lo obtengo llevaré tu deshonor hasta las cuatro esquinas del mundo, tan lejos como ha llegado tu fama.

—Puesto que no quieres permanecer aquí —dijo entonces Arturo—, obtendrás el presente que nombren tu boca y tu lengua, tan lejos como seque el viento, moje la lluvia, gire el sol, se estreche el mar, se extienda la tierra, a excepción de Kaledvwlch[190], mi espada; Rongomyant, mi lanza; Gwyneb Gwrthucher, mi escudo; Karnwenhan, mi cuchillo, y Gwenhwyvar[191], mi mujer. Pongo a Dios por testigo, te lo daré con placer. Indícame lo que quieres.

—Quiero que arregles mis cabellos.

—Lo haré.

Arturo cogió un peine de oro, tijeras con los anillos de plata y le peinó la cabeza y le preguntó quién era:

—Siento cómo mi corazón se ensancha frente a ti; sé que eres de mi sangre. Dime quién eres.

—Lo haré —respondió el joven—. Soy Kulhwch, hijo de Kilydd, hijo del príncipe Kelyddon Wledig y de Goleuddydd mi madre, hija del príncipe Anllawdd Wledig.

—Entonces es cierto —respondió Arturo—. Eres mi primo hermano. Dime todo lo que quieres y tendrás todo lo que nombren tu boca y tu lengua.

—¿Lo juras por la verdad de Dios y la verdad de tu reino?

—Sí, te lo daré con gusto.

—Pido que consigas para mí a Olwen, hija de Yspadadden Penkawr[192], y la invoco aquí en nombre de tus guerreros.

Invocó su petición en nombre de Kei; Bedwyr; Greidawl; Galltovydd; Gwythyr, hijo de Greidawl; Greit, hijo de Eri; Kynddelic Kyvarwydd; Tathal Tywyll Goleu; Maelwys, hijo de Baeddan; Knychwr, hijo de Nes; Kubert, hijo de Daere; Percos, hijo de Poch; Lluber Beuthach; Korvil Bervach; Gwynn, hijo de Esni; Gwynn, hijo de Nwyvre; Gwynn, hijo de Nudd; Edern, hijo de Nudd; Garwy, hijo de Gereint; el príncipe Flewddur Flam; Ruawn Pebyr, hijo de Dorath; Bratwen, hijo del príncipe Moren Mynawc; Moren Mynawc; Dalldav, hijo de Kimin Cov; el hijo de Alun Dyved; el hijo de Saidi; el hijo de Gwryon; Uchtrut Arddwyat Kat; Kynwas Kurvagyl; Gwrhyr Gwarthegvras; Isperyr Ewingath; Gallcoyt Govynyat; Duach, Grathach y Nerthach, hijos de Gwawrddur Kyrvach, todos ellos procedentes de las inmediaciones del infierno; Kilydd Kanhastyr; Kanhastyr Kanllaw; Kors Kantewin; Esgeír Culhwch Govynkawn; Drustwrn Hayarn; Glewlwyd Gavaelvawr; Loch Lawwynnyawch; Annwas Adeinawc; Sinnoch, hijo de Seithvet; Gwennwynwyn, hijo de Nav; Bedyw, hijo de Seithvet; Gobrwy, hijo de Echel Vorddwyt twll; el mismo Echel Vorddwyt twll; Mael, hijo de Roycol; Dallweir Dallpenn; Garwyli, hijo de Gwythawc Gwyr; el mismo Gwythawc Gwyr; Gormant, hijo de Ricca; Menw, hijo de Teirgwaedd; Digon, hijo de Alar; Selyf, hijo de Sinoit; Gusc, hijo de Atheu; Nerth, hijo de Kadarn; Drutwas, hijo de Tryffin; Twrch, hijo de Perif; Twrch, hijo de Annwas; Iona, rey de Francia; Sel, hijo de Selgi; Teregut, hijo de Iaen; Sulyen, hijo de Iaen; Bratwen, hijo de Iaen; Moren, hijo de Iaent; Siawn, hijo de Iaen; Cradawc, hijo de Iaen; éstos eran hombres de Kaer Dathal, de la casa del propio Arturo por parte de su padre; Dirmyc, hijo de Kaw; Iustic, hijo de Kaw; Etmyc; hijo de Kaw; Angawd, hijo de Kaw; Ovan, hijo de Kaw; Kelin, hijo de Kaw; Konnyn, hijo de Kaw; Mabsant, hijo de Kaw; Gwyngat, hijo de Kaw; Llwybyer, hijo de Kaw; Koch, hijo de Kaw; Meilic, hijo de Kaw; Kynwas, hijo de Kaw; Ardwyat, hijo de Kaw; Ergyryat, hijo de Kaw; Neb, hijo de Kaw; Llwybyer, hijo de Kaw; Koch, hijo de Kaw; hijo de Kaw, que no prestó jamás homenaje a ningún señor; Samson Vinsych; Teleessin Pennbeirdd; Manawyddan, hijo de Llyr; Llary, hijo de Kasnar Wledic; Ysperin, hijo de Flergant, rey de Llydaw; Saranhon, hijo de Glythwyr; Llawr, hijo de Erw; Annyannawc, hijo de Menw, hijo de Teirgwaedd; Gwynn, hijo de Nwyvre; Flam, hijo de Nwyvre; Gereint, hijo de Erbin; Ermit, hijo de Erbin; Dyvel, hijo de Erbin; Gwynn, hijo de Ermit; Kyndrwyn, hijo de Ermit; Hyveidd Unllenn; Eiddon Vawrydic; Reidwn Arwy; Gormant, hijo de Ricca, hermano de Arturo por parte de su madre, y Pennhynev Kernyw era su padre; Llawnroddet Varvawc; Noddawl Varyv Twrch; Berth, hijo de Kado; Reidwn, hijo de Beli; Iscovan Hael; Iscawin, hijo de Panon; Morvran, hijo de Tegit (nadie le tocó con un arma en la batalla de Kamlan a causa de su fealdad: todos pensaron que era un demonio para ayudar. Estaba cubierto de pelos semejantes a los de un ciervo); Sandee Bryd-angel (nadie le tocó con un arma en la batalla de Kamlan, a causa de su belleza: todos pensaron que era un ángel para ayudar); Kynnwyl Sant: uno de los tres hombres que escapó de Kamlan. Fue el último en separarse de Arturo en su caballo Hengroen; Uchtryt, hijo de Erim; Eus, hijo de Erim; Henwas Adeinawc, hijo de Erim; Henbedestyr, hijo de Erim; Sgilti Ysgawndroet, hijo de Erim (cada uno de estos tres hombres poseía un privilegio: Henbedestyr no encontró jamás a nadie que pudiera seguirle ni a caballo ni a pie; Henwas Adeinawc, a quien jamás pudo cuadrúpedo alguno correr a su lado en una longitud de un acre y mucho menos a una distancia mayor que ésa; Sgilti Ysgawndroet, cuando se le antojaba cumplir una misión de su señor jamás buscó un camino cuyo limite conociera, mientras hubiera árboles por los que trepar hasta las cimas; y en toda su vida jamás se dobló bajo sus pies, y mucho menos se rompió, una brizna de hierba, de tan extraordinariamente ligeros que eran sus pies), Teithi Hen, el hijo de Gwynhan, cuyos dominios fueron inundados por el mar y con dificultad logró él mismo escapar y llegar junto a Arturo: desde que llegó allí su cuchillo tuvo la particularidad de no soportar jamás ningún mango, lo que hizo nacer en Teithi Hen una enfermedad y una languidez que no le abandonaron ya mientras vivió y de la que murió; Karnedyr, hijo de Govynyon Hen; Gwenwenwyn, hijo de Nav Gyssevin, primer guerrero de Arturo; Llygatrudd Emys y Gwrbothu Hen, tíos de Arturo, hermanos de su madre; Kulvanawyd, hijo de Gwryon; Llenlleawc el Gwyddel (irlandés), del cabo de Gámon; Dyvynwal Moel; Dunart, rey de Norte; Teirnon Twryv Bliant; Tecvan Gloff; Tegyr Telgellawc; Gwrdival, hijo de Ebrei; Morgant Hael; Gwysty, hijo de Run, hijo de Nwython; Llwyddeu, hijo de Nwython; Gwydre, hijo de Llwyddeu y Gwenabwy, hija de Kaw, su madre: Hueil, su tío, le hirió y a causa de aquella herida hubo enemistad entre Hueil y Arturo; Drem, hijo de Dremidyt, que veía desde Kelliwic, en Kernyw, hasta Pen Blathaon, en Prydeyn (Escocia), cuando una mosca quería levantarse por la mañana con el sol; Eidyol, hijo de Ner; Glwyddyn Saer, que construyó Ehangwen, la sala de Arturo; Kynyr Keinvarvawc se decía que Kei era su hijo. Había dicho a su mujer: «Si hay algo de mí en tu hijo, su corazón jamás será cálido, jamás tendrá calor en sus manos. Poseerá otra particularidad: si es mi hijo, será testarudo. Poseerá otra particularidad: cuando lleve una carga, ya sea grande o pequeña, no se le verá jamás ni por delante ni por detrás. Poseerá otra particularidad: nadie soportará el agua y el fuego durante tanto tiempo como él, y poseerá otra particularidad: no habrá servidor ni criado como él; Henwas, Henwyneb y Hen Gedymdeith; Gwallgoyc: cuando llegaba a cualquier ciudad, aunque hubiera cien casas, si necesitaba algo, no dejaba que el sueño cerrara los párpados de una sola persona mientras estuviera allí; Berwyn, hijo de Cerenhir; Paris, rey de Francia, de ahí el nombre de Kaer Baris (la ciudad de Paris); Osla Gyllellvawr, que llevaba un puñal corto y ancho (cuando Arturo y sus tropas llegaban delante de un torrente, buscaban un lugar angosto en el agua y colocaban su cuchillo envainado a través del torrente. Así disponían de un puente suficiente para el ejército de la isla de Bretaña y de sus tres islas adyacentes con su botín; Gwyddawc, hijo de Menestyr, que mató a Kei y al que Arturo mató a su vez, al igual que a sus hermanos, para vengar a Kei; Garanwyn, hijo de Kei; Amren, hijo de Bedwyr; Ely; Myr; Reu Rwydd Dyrys; Run Ruddwern; Ely y Trachmyr, jefes cazadores de Arturo; Llwyddeu, hijo de Kelcoet; Hunabwy, hijo de Guryon; Gwynn Gotyvron; Gweir Dathar Wennidawc; Gweir, hijo de Kadellin Talaryant; Gweir Gwrhyt Ennwir y Gweir Baladyr Hir, tíos de Arturo, hermanos de su madre; los hijos de Llwch Llawwynnyawc del otro lado del mar Terwyn (Tirreno); Llenlleawc el Gwyddel (irlandés); Cas, hijo de Saidi; Gwvran Gwallt Avwyn; Gwillennhin, rey de Francia; Gwittard, hijo de Aedd, rey de Iwerddon; Garselit el Gwyddel; Panawr Penbagat; Flendor, hijo de Nav; Gwynnhyvar, mayordomo de Kernyw y de Dyvneint (uno de los nueve que tramaron la batalla de Kamlan); Keli y Kueli; Gilla Goeshydd: saltaba trescientos acres de una vez: era el jefe de saltadores de Iwerddon; Sol; Gwadyn Ossol y Gwadyn Odyeith (Sol podía mantenerse durante todo un día sobre el mismo pie; la montaña más elevada del globo se habría convertido bajo los pies de Gwadyn Ossol en un valle llano; Gwadyn Odyeith hacía salir de la planta de sus pies tantas chispas como el metal calentado al blanco al retirarlo de la forja, cuando tropezaba con algo duro; libró el camino de todo obstáculo delante de Arturo); Hir Erwm y Hir Atrwm (el día que iban a algún banquete se apoderaban de tres cantfres para ellos solos: comían hasta la hora de nonas y bebían hasta la noche. Cuando iban a acostarse, el hambre les hacía devorar las cabezas de los insectos como si jamás hubieran comido nada; cuando iban a un banquete no dejaban nada, ni gordo ni delgado, ni frío ni caliente, ni agrio ni dulce, ni fresco ni salado, ni cocido ni crudo); Huarwar, hijo de Avlawn, que pidió a Arturo como presente su saciedad. Fue una de las Tres Plagas Fuertes de Kernyw hasta que encontró su saciedad; jamás se le veía esbozar una sonrisa, salvo cuando estaba saciado; Gware Gwallt Euryn; los dos cachorros de la perra Rymi; Gwyddawc y Gwydneu Astrus; Sugyn, hijo de Sucnedydd, que podía absorber el mar en el que hubiera trescientos navíos hasta que no quedara más que arena seca en el lugar: tenía un estómago de piedra roja; Kacymwri, servidor de Arturo: si se le enseñaba un granero, ponía en marcha treinta arados, lo trillaba con un mayal de hierro de modo que las vigas, los travesaños y las tablas no corrían mejor suerte que los menudos granos de avena del montón de trigo en el fondo del granero; Llwng y DygyvIwng; Anoeth Veiddawc; Hir Eidyl y Hir Amren, ambos servidores de Arturo; Gwevyl, hijo de Gwestat: cuando estaba triste, dejaba caer uno de sus labios hasta el ombligo y el otro le servía de capuchón en la cabeza; Ychdryt Varyvdraws, que dirigía su barba roja erizada por encima de las cincuenta vigas de la sala de Arturo; Elidyr Gyvarwydd; Yskyrdav y Yscudydd, servidores de Gwenhwyvar, cuyos pies eran tan rápidos como sus pensamientos en la realización de sus misiones; Brys, hijo de Bryssethach, de Tal y Redynawc Du, en Prydein; Gruddwyn Corr; Bwlch, Kyvwlch, Sevwlch, hijos de Cleddyv Kyvwlch y nietos de Cleddyv Divwlch, tres resplandecientes luces eran sus tres escudos; tres puntiagudos punzones sus tres lanzas; tres afilados trinchantes sus tres espadas; Glas, Gleissic y Gleissat…: Kall, Kuall y Kavall eran sus tres perros; Hwyrdyddwc, Drwcdyddwc y Llwyrdyddwc, sus tres caballos; Och, Garym y Diaspat sus tres mujeres; Lluchet, Nevet y Eissiwet sus tres nietos; Drwc, Gwaeth y Gwaethav Oll sus tres hijas; Eheubryd, hijo de Kyvwlch, Gorascwrn, hijo de Nerth y Gwaeddan, hijo de Kynvelyn Keudawt Psyll Nanner Dyn; Dwn Diessic Unbenn; Eiladyr, hijo de Pen Llorcan; Kyvedyr Wyllt (el salvaje), hijo de Hettwn Tarayant; Sawyl Bennuchel; Gwalchmei, hijo de Gwyar; Gwalhavet, hijo de Gwyar; Gwrhyr Gwalstawt Ieithoedd (intérprete de lenguas): sabía todas las lenguas; Kethtrwn Offeirat (el sacerdote); Klust, hijo de Klustveinat: si se le hubiera enterrado a cien codos por debajo de la tierra habría oído a una hormiga levantarse por la mañana a cincuenta millas de distancia; Medyr, hijo de Methredydd, quien desde Kelliwic podía herir a un reyezuelo en Esgeir Oervel, en Iwerddon, exactamente en sus dos patas; Gwiawn Llygat Cath, que podía sacar cualquier cosa del ojo de un mosquito, sin dañar el ojo; Ol, hijo de Olwydd (siete años antes de su nacimiento habían robado los cerdos a su padre; cuando se hizo hombre, siguió su pista y volvió a su casa con los siete rebaños; Bedwini, el obispo que bendecía la comida y la bebida de Arturo.

Las nobles doncellas con torques de oro de la isla en cuyo nombre Kulhwch invocó su presente eran: Gwenhwyvar, la reina de Bretaña; Gwenhwyvach, su hermana; Rathtyeu, hija única de Clemenhill; Rhelemon, hija de Kei; Tannwen, hija de Gweir Dathar Tennidawc (el servidor); Gwennalarch, hija de Kvnwyl Kanhwch; Eurneid, hija de Clydno Eiddin; Enevawc, hija de Bedwyr; Enrydrec, hija de Tutuathar Gwennwledyr, hija de Gwaleddur Kyrvach; Erdutvul, hija de Tryffin; Eurolwen, hija de Gwiddolwyn Gorr (el enano); Teleri, hija de Peul; Morvudd, hija de Uryen Reget; Gwenllian Dec, la magnánima doncella; Kreiddvlat, hija de Lludd Llaw Ereint (Mano de Plata), la doncella más majestuosa de la isla de Bretaña y sus tres islas adyacentes. Por su causa Gwythyr, hijo de Greidiawl y Gwynn, hijo de Nudd, luchan cada primer día de mayo y lucharán hasta el día del juicio; Ellylw, hija de Noel Kynn Kroc (vivió tres generaciones); Essyllt Vinwen y Essyllt Vingul. En nombre de todas ellas invocó Kulhwch su presente».

Arturo le dijo entonces:

—Jamás he oído hablar de la doncella que dices, ni tampoco de sus parientes. Con mucho gusto enviaré mensajeros en su búsqueda.

Desde aquella noche hasta la misma noche al cabo de un año, los mensajeros estuvieron buscando a la doncella. Y al cabo de un año, como los mensajeros de Arturo no habían encontrado nada, Kulhwch dijo:

—Todos han obtenido su presente y yo todavía estoy esperando el mío. Me voy y me llevaré tu honor conmigo.

—Príncipe —exclamó Kei—, ¡injustamente reprochas a Arturo! Ven con nosotros, y hasta que tú mismo reconozcas que la joven no se encuentra en ningún lugar del mundo o bien hasta que la hayamos encontrado, no nos separaremos de ti.

Diciendo estas palabras, Kei se levantó. Kei tenía el privilegio de que podía respirar nueve noches y nueve días bajo el agua y permanecer nueve noches y nueve días sin dormir. Ningún médico podía curar una herida de la espada de Kei; además tenía una facultad maravillosa cuando quería: podía ser tan alto como el árbol más alto del bosque. Otro privilegio: cuando más copiosamente caía la lluvia, todo lo que tuviera por encima y por abajo de la mano permanecía seco a la distancia de un palmo, debido a su gran calor natural, y también hacía las veces de combustible para sus compañeros cuando el frío era muy intenso.

Arturo llamó a Bedwyr[193], quien jamás retrocedía ante una empresa en la que Kei participara. Nadie era más noble que él en aquella isla, a excepción de Arturo y de Drych, hijo de Kibddar: y aunque sólo tenía una mano, tres combatientes no hacían salir la sangre con más rapidez que él en el campo de batalla. Poseía otra virtud: su lanza producía una herida al entrar, pero nueve al retirarla.

Arturo llamó a Kynddelic el Guía:

—Ve a esta empresa con el príncipe —dijo. Kynddelic no era peor guía en un país que jamás hubiera visto que en el suyo propio.

Arturo llamó a Gwrhyr Gwalstawt Ieithoedd (intérprete de lenguas), porque sabía todas las lenguas. Llamó a Gwalchmei[194], hijo de Gwyar, que jamás regresaba sin lo que había ido a buscar. Era el mejor de los caminantes y el mejor de los jinetes. Era sobrino de Arturo, hijo de su hermana y su primo hermano. Arturo llamó también a Menw[195], hijo de Teirgwaedd: si llegaban a un país pagano, podía hechizarlos de tal forma que nadie podría verlos y ellos podrían ver a todo el mundo.

Marcharon hasta una vasta llanura en la que vieron un gran castillo fortificado, el más bello del mundo. No descansaron en todo el día y cuando ya se creían muy cerca del castillo, no se habían aproximado más que por la mañana. Continuaron su marcha tres días y con mucho esfuerzo lograron llegar hasta allí. Cuando estuvieron delante, vieron un rebaño de corderos, del cual no se veía ni principio ni fin. Desde la cima de la colina, un pastor vestido con una casaca de piel los guardaba; junto a él había un mastín de pelo erizado, más grande que un semental de nueve inviernos. Tenía la cualidad de no haber perdido nunca un cordero y mucho menos una bestia más grande. Jamás nadie había pasado por su lado sin perjuicio o mortal herida; su aliento quemaba toda la madera seca y los matorrales que había en la llanura.

—Gwhrhyr Gwalstawt Ieithoedd (intérprete de lenguas) —dijo Kei—, ¡ve a hablar con aquel joven!

—Kei —respondió él—, sólo he prometido ir hasta donde vayas tú mismo.

—Entonces iremos juntos —dijo Kei.

—No temáis —dijo Menw, hijo de Teirgwaedd—; lanzaré un encantamiento sobre el perro y no hará daño a nadie.

Se dirigieron al lugar donde estaba el pastor y le dijeron:

—¿Eres rico, pastor[196]?

—Que a Dios no plazca que seáis más ricos que yo alguna vez.

—Por Dios, tú eres el dueño.

—No hay aflicción que pueda dañarme, salvo mi mujer.

—¿De quién son las ovejas que guardas y de quién es aquel castillo?

—¡Sois hombres locos! En todo el universo se sabe que éste es el castillo de Yspadadden Penkawr.

—¿Y tú quién eres?

—Soy Kustenin, hijo de Dyvnedic, y por culpa de mi mujer, Yspadadden Penkawr ha labrado mi ruina. ¿Y vosotros quiénes sois?

—Mensajeros de Arturo, que hemos venido hasta aquí para pedir a Olwen, la hija de Yspadadden Penkawr.

—¡Oh, hombres! ¡Dios os proteja! Por nada del mundo hagáis eso. Ni uno solo de los que han venido a hacer esta petición, ha regresado con vida.

El pastor se levantó y Kulhwch le dio un anillo de oro. Intentó ponérselo, pero como no le iba bien, lo colocó en un dedo de su guante y se fue a la casa.

Dio el guante a su mujer y ella sacó el anillo, y le dijo:

—¿De dónde has sacado este anillo? No encuentras tesoros con frecuencia.

—Había ido a buscar alimentos de mar, cuando de pronto vi un cadáver que lo traían las olas; jamás había visto un cuerpo más bello: en su dedo encontré este anillo.

—Como el mar no deja muerto con joyas, enséñame ese cuerpo.

—Mujer, pronto verás aquí a aquél a quien pertenece el cadáver.

—¿Quién es?

—Kulhwch, hijo de Kylydd Kyleddon Wledig y de Goleuddydd, hija de Anlawdd Wledig, su madre, y ha venido a pedir a Olwen como mujer.

Se apoderaron de ella dos sentimientos: le alegraba la llegada de su sobrino, el hijo de su hermana; también le entristecía, porque jamás había visto salir con vida a nadie de los que habían hecho semejante petición.

Ellos ya estaban llegando a la corte de Kustenin el pastor. Ella oyó el alboroto de su llegada y corrió con alegría a su encuentro. Kei arrancó un leño del montón de madera y en el momento en que ella iba a su encuentro para abrazarles, él le puso el leño entre sus manos. Ella lo apretó hasta que se convirtió en un junco retorcido.

—¡Ay, mujer! —exclamó Kei—, si me hubieras estrechado así, nadie habría necesitado amarme nunca más, ¡peligroso amor el tuyo!

Entraron en la casa y les sirvieron. Después de un rato, cuando todos estaban ocupados, la mujer abrió un cofre de piedra que estaba junto al fuego y un muchacho de cabellos rubios rizados salió de allí.

—Es una lástima tener oculto a semejante muchacho —dijo Gwrhyr—. Estoy completamente seguro que no son sus propias malas acciones las que le castigan así.

—Él es el único que ha quedado —dijo la mujer—. Yspadadden Penkawr me ha matado veintitrés hijos y no tengo más esperanza de conservar a éste que a los demás.

—Deja que sea mi compañero, y sólo lo podrán matar al mismo tiempo que a mí —dijo Kei.

Se sentaron a la mesa.

—¿Para qué asunto habéis venido? —dijo la mujer.

—Hemos venido a buscar a Olwen.

—Por Dios, ya que nadie del castillo os ha visto aún, volved sobre vuestros pasos.

—Dios sabe que no nos marcharemos antes de haber visto a la joven doncella.

—¿Viene ella aquí? —preguntó Kei.

—Viene aquí todos los sábados a lavarse la cabeza. Deja todos sus anillos en el recipiente donde se lava, y jamás vuelve a buscarlos ni tampoco envía a nadie para que lo haga.

—¿Vendría aquí si se enviara a alguien a buscarla?

—Dios sabe que no quiero matar mi alma. No engañaré a nadie que confíe en mí; sólo la haré venir, si me dais vuestra fe de que no le haréis ningún mal.

—La damos —respondieron.

Ella la envió a buscar. La joven acudió allí vestida con ropa de seda de color rojo fuego y alrededor del cuello llevaba un torque de oro rojo en el que había piedras preciosas y rubís. Sus cabellos eran más rubios que la flor de retama, su piel era más blanca que la espuma de la ola, más resplandecientes las palmas de sus manos y sus dedos que el brote del trébol acuático emergiendo con su flor trifoliada del centro de un estanque; ni los ojos del halcón después de una muda, ni los de un gavilán después de tres mudas, eran más claros que los suyos. Sus senos eran más blancos que el pecho del cisne blanco, sus mejillas más rojas que la más roja de las rosas. No se la podía mirar sin sentirse completamente penetrado de su amor. Cuatro tréboles blancos nacían bajo sus pasos por donde quiera que pisara: por esa razón la habían llamado Olwen (rastro, huella, blanca).

Ella entró en la casa y fue a sentarse en el asiento más elevado al lado de Kulhwch, quien tan pronto como la vio la reconoció.

—Doncella —exclamó—, eres realmente tú a quien amo. Vendrás conmigo.

—No puedo hacerlo sin que caiga la culpa sobre nosotros —exclamó—. Mi padre me ha hecho jurarle que jamás me iré sin su permiso, pues su vida acabará cuando tenga un marido. Sin embargo, puedo darte un consejo, si lo quieres aceptar. Ve a pedirme a mi padre. Promete que tendrá todo lo que él te pida y tú me tendrás a mí. Pero si le contrarías en algo, no me tendrás jamás y podrás considerarte con suerte si escapas con vida.

—Se lo prometeré todo y lo conseguiré.

La doncella se retiró a sus habitaciones. Ellos se levantaron para dirigirse al castillo y mataron a los nueve porteros que guardaban las nueve puertas, sin que se oyera ni un solo grito, y a los nueve mastines sin que se oyera ni un solo grito. Y entraron directamente en la sala.

—Salud, Yspadadden Penkawr, en nombre de Dios y de los hombres —dijeron.

—¿A qué habéis venido?

—Hemos venido para pedir a Olwen, tu hija, para Kulhwch, hijo de Kilydd, hijo del príncipe Kelyddon.

—¿Dónde están los truhanes de mis sirvientes? Levantad las horquillas[197] que están bajo mis párpados para que pueda ver a mi futuro yerno.

Hecho esto, les dijo:

—Venid aquí mañana y tendréis una respuesta.

Cuando salían, Yspadadden Penkawr cogió una de las tres jabalinas[198] envenenadas que estaban al alcance de su mano y la lanzó detrás de ellos. Bedwyr la cogió al vuelo y se la devolvió, atravesándole la rótula de la rodilla:

—¡Maldito yerno salvaje! Me dolerá cada vez que ande. Este hierro envenenado me ha hecho sufrir como la picadura del tábano. ¡Maldito sea el herrero que lo fabricó y el yunque en el que fue forjado!

Aquella noche se hospedaron en casa de Kustenin el pastor.

Al día siguiente se dirigieron al castillo en gran boato, con los cabellos cuidadosamente peinados, y entraron en la sala y hablaron así:

—Yspadadden Penkawr, danos a tu hija. Te pagaremos su dote a ti y a sus dos parientes. Si te niegas, te costará la vida.

—Sus cuatro bisabuelos y sus cuatro bisabuelas aún están con vida —respondió—, tendré que mantener consejo con ellos.

—Sea. Vamos a comer.

Cuando se iban, cogió una de las dos jabalinas que estaban al alcance de su mano y se la lanzó. Menw, hijo de Teirgwaedd, la cogió al vuelo y se la devolvió, alcanzándole en el centro del pecho.

—¡Maldito yerno salvaje! —exclamó—. Este duro hierro duele tanto como la mordedura de una gruesa sanguijuela. ¡Maldito sea el horno donde fue fundido y el herrero que lo forjó! Cuando quiera escalar una colina me faltará aliento, me dolerá el estómago y tendré náuseas.

Ellos se fueron a comer. Al día siguiente se dirigieron a la corte por tercera vez.

—No nos lances más jabalinas si no deseas tu propia muerte —dijeron.

—¿Dónde están mis sirvientes? —dijo Yspadadden Penkawr—. Levantad las horquillas, pues mis párpados han caído sobre las pupilas, para que pueda ver a mi futuro yerno.

Se levantaron. En aquel momento, Yspadadden Penkawr cogió la tercera jabalina envenenada y se la lanzó.

Kulhwch la cogió y se la devolvió con todas sus fuerzas agujereándole la pupila, de tal forma que le atravesó la cabeza.

—¡Maldito yerno salvaje! —exclamó—. Mi vista se resentirá de esto, mientras permanezca con vida; cuando ande contra el viento, mis ojos llorarán y cada luna nueva tendré dolores de cabeza y mareos. ¡Maldito sea el horno donde fue fundido! La herida de este hierro envenenado ha sido tan punzante como la mordedura de un perro rabioso.

Ellos se fueron a comer. Al día siguiente volvieron a la corte y dijeron:

—No nos lances más jabalinas; con eso no consigues más que daños y martirios, y aún será peor si persistes en ello. Entréganos a tu hija.

—¿Dónde está el que pide a mi hija? Ven aquí para que te conozca.

Hizo sentar a Kulhwch en un asiento frente a él.

—¿Eres tú quien pide a mi hija? —dijo Yspadadden Penkawr.

—Soy yo —respondió Kulhwch.

—Quiero tu palabra de que obrarás conmigo con justicia y no me buscarás perjuicio alguno. Cuando tenga todo lo que te pida, tendrás a mi hija.

—Con mucho gusto: dime lo que deseas.

—Esto es lo que vas a hacer: ¿ves aquella vasta colina?

—La veo.

—Quiero que todas las raíces sean arrancadas y quemadas hasta la superficie del suelo de modo que las cenizas sirvan de abono; y que en un día sea arado y sembrado, y que también en un solo día el grano esté maduro, de modo que se puedan hacer alimentos y bebidas de trigo, para el festín de tus bodas con mi hija. Que todo esto sea hecho en un día.

—Lo lograré con facilidad, aunque tú lo creas difícil.

—Si lo logras, hay algo que no lograrás. No hay labrador que pueda labrar y preparar esta tierra más que Amaethon[199], hijo de Don. Jamás irá contigo de buen grado, y tú no podrás obligarle.

—Tú lo crees difícil, pero para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay algo que no conseguirás: que Govannon[200], hijo de Don, venga a esta colina a sacar el hierro. No trabaja de buen grado más que para un auténtico rey y tú no podrás obligarle.

—Para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay algo que no conseguirás: los dos bueyes de Gwlwlyd Wineu para arar juntos esta tierra llena de malezas. No te los dará de buen grado y tú no podrás obligarle.

—Para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: quiero tener bajo el mismo yugo al buey Melyn Gwanwyn y al buey Brych.

—Para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: los dos bueyes cornudos, uno de los cuales está al otro lado de Ych Brych y el otro en este lado, y traerlos en el mismo arado: son Nynnyaw y Peihaw, que Dios transformó en bueyes por sus pecados.

—Para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás. ¿Ves allí aquella tierra roja cultivada?

—La veo.

—Cuando me encontré por vez primera con la madre de esta joven, sembraron allí nueve sextarios de grano de lino y todavía no ha salido nada, ni blanco, ni negro. Quiero tener este grano de lino para sembrarlo en aquella tierra nueva, de modo que pueda hacerse un velo blanco para la cabeza de mi hija en tus bodas.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: miel que sea nueve veces más dulce que la miel de un enjambre virgen, sin escorias, ni abejas dentro, para hacer la bebida[201] del banquete.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: la copa de Llwyr, hijo de Llwyryon, que contiene penllad[202]; no hay en el mundo otro recipiente que pueda contener este fuerte licor. No te lo dará de buen grado y no podrás obligarle.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: el cesto de Gwyddneu[203] Garanhir (Piernas Largas); aunque el mundo entero se presentara en grupos de tres veces nueve hombres, todos encontrarían allí toda la comida que soñaron. Quiero comer de ahí la noche en que te acuestes con mi hija. No te lo dará de buen grado y obligarle a ello no podrás:

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: el cuerno de Gwlgawt Gogodin[204] para derramar la bebida sobre nosotros esa noche. No te lo dará de buen grado y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: el arpa de Teirtu[205] para distraerme esa noche. Si un hombre lo desea, toca sola; si se quiere que cese, ella sola se calla. No te dará de buen grado ese arpa y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: los pájaros de Rhiannon[206], que velan a los muertos y adormecen a los muertos. Los quiero tener esa noche para que me distraigan.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: el caldero[207] de Diwrnach el Gwyddel (el irlandés), el vigilante de Odgar, hijo de Aedd, rey de Iwerddon, para hervir los manjares de tu festín de bodas.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: tengo que lavarme la cabeza y afeitarme la barba. Necesito el colmillo de Yskithyrwynn Penbeidd (Jefe de Jabalís), con el que yo mismo me afeitaré. Pero de nada me servirá tenerlo, si no se le arranca mientras esté con vida.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: sólo se lo puede arrancar Odgar, hijo de Aedd, rey de Iwerddon.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: sólo confiaré la custodia del colmillo a Kado de Prydein (Escocia), los sesenta cantrem[208] de Prydein están bajo su poder; él no vendrá de buen grado y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: los pelos de mi barba tienen que estar estirados para que se puedan afeitar; pero jamás cederán sin la ayuda de la sangre de la Bruja Gorddu (Negra), hija de la Bruja Gorwenn (Blanca) del Pennant Govut (Valle del Dolor), en las inmediaciones del infierno.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: no quiero esa sangre, si no es caliente; pero no hay recipiente en el mundo que pueda conservar el calor del líquido que se verterá en él, a excepción de las botellas de Gwiddolwyn Gorr (el Enano): aunque se vierta en ellas el liquido en Oriente, la conservarán con su calor hasta Occidente. No te las dará de buen grado y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: hay quienes desean la leche fresca; pero no pretendo conseguir leche para todos, hasta que consiga las bote-llas de Rinnon Rin Barnawt (Barba Tupida), en las que ningún líquido se agria. No te las dará de buen grado y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: no hay en el mundo ni peine ni tijeras que puedan arreglar mi cabello, por lo tupido que es, salvo el peine y las tijeras que se encuentran entre las dos orejas de Twrch Trwyth[209], hijo del príncipe Taredd Wledig. No te las dará de buen grado y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: Drutwyn, el cachorro de Greit, hijo de Eri: no se puede cazar a Twrch Trwyth sin él.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: la correa de Kwrs Kant Erwin (Cien Barras); no hay otra correa en el mundo que lo pueda retener.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: el collar de Kanhastyr Kanllaw (Cien Manos): no hay otro collar en el mundo que pueda retener la correa.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: la cadena de Kilydd Kanhastyr (Cien Asas) para unir el collar a la correa.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: no hay otro cazador en el mundo que pueda cazar con este perro más que Mabon, hijo de Modron[210]; se lo quitaron a su madre a la tercera noche de su nacimiento y no se sabe dónde está, ni si está muerto o vivo.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, hay una cosa que no conseguirás: Gwynn Hygwnn (Crines Pardas), el caballo de Gweddw, tan rápido como el trueno, para cazar a Twrch Trwyth con Mabon. No te lo dará de buen grado y obligarle no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues: esto no lo conseguirás: jamás se podrá encontrar a Mabon, puesto que no se sabe en qué lugar puede estar, si primero no se encuentra a Eidoel, hijo de Aer, su primer pariente. De otro modo, toda búsqueda sería inútil. Es su primo hermano.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: Garselit el Gwyddel, jefe de los cazadores de Iwerddon; jamás se podrá cazar a Twrch Trwyth sin él.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: una correa hecha de la barba de Dillus Varvawc (el Barbudo); no hay otra cosa que pueda sujetar a los dos cachorros y de nada servirá si no se hace con los pelos de su barba mientras esté con vida, que tendrán que ser arrancados con pinzas de madera. Jamás, mientras viva, se lo dejará hacer. Si se le arrancan muerto, la correa no será de ninguna utilidad: será frágil.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: no hay otro cazador en el mundo que pueda sujetar a los dos cachorros de Gast REymi a no ser Kyledyr Wyllt (el Salvaje), hijo de Hettwn Glavyrawc (el Leproso). Es nueve veces más salvaje que la bestia más salvaje de la montaña. Jamás lo conseguirás, y a mi hija tampoco.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: no se puede cazar a Twrch Trwyth hasta que se consiga a Gwynn[211], hijo de Nudd, en quien Dios ha puesto la fuerza de los demonios de Annwvyn para que el mundo no sea destruido. No prescindirán de él.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: no hay caballo en el mundo que pueda llevar a Gwynn a la caza de Twrch Trwyth salvo Du (Negro), el caballo de Moro Oerveddawc.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: hasta la llegada de Gwilenin, rey de Francia, no se podrá cazar a Twrch Trwyth. Sería impropio de él que abandonara su país. No vendrá jamás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: no se podrá cazar a Twrch Trwyth sin Alun, hijo de Dyvet: es hábil en soltar a los perros.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: jamás se cazará a Twrch Trwyth sin Anet y Aethlen, son tan rápidos como el viento: jamás se les ha lanzado sobre una bestia que no hayan matado.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: Arturo y sus cazadores para cazar a Twrch Trwyth. Es un hombre poderoso y jamás te ayudará, porque es uno de mis hombres.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: jamás se cazará a Twrch Trwyth sin Bwlch, Kyvwlch y Syvwlch, hijos de Kilydd Kivwlch y nietos de Cleddyv Divwlch: tres resplandecientes luces son sus tres escudos, tres puntiagudos punzones sus tres lanzas, tres afilados trinchantes sus tres espadas; Glas, Gleissic, Gleissyat, sus tres perros son Kall, Kuall y Kavall; sus tres caballos, Hwyrdyddwc, Drycdyddwc y Llwyrdyddwc; sus tres mujeres, Och, Garam y Diaspat; sus tres hijos pequeños, Lluchet, Nyvet y Eissiwet; sus tres hijas, Drwc, Gwaeth y Gwaethav Oll; sus tres sirvientes: los tres hombres tocarán sus cuernos y todos los demás gritarán: todo el mundo pensará que el cielo se desploma sobre la tierra.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: la espada de Gwrnach Gwar (el Gigante). Nadie puede matar a Twrch Trwyth sin esa espada. Jamás te la dará de buen grado, a ningún precio, ni por generosidad; obligarle a ello no podrás.

—Si tú lo crees difícil, para mí es cosa fácil.

—Si lo consigues, esto no lo conseguirás: mientras busques todas estas cosas no dormirás ni una sola noche. Esto no lo conseguirás, ni, a mi hija tampoco.

—Tendré los caballos y a los caballeros; mi señor y pariente Arturo me lo procurará todo. Y tendré a tu hija y tú perderás la vida.

—Bien, parte ahora. No estarás obligado a proporcionar alimentos ni vestidos a mi hija mientras duren tus búsquedas. Cuando hayas encontrado todas estas maravillas, mi hija te pertenecerá.

Aquel día marcharon hasta el atardecer, hasta que vieron un gran castillo fortificado, el más grande del mundo. Vieron salir de él a un hombre negro más grande que tres hombres de este mundo.

—¿De dónde vienes, hombre? —le dijeron.

—Del castillo que veis allá.

—¿Quién es su dueño?

—¡Sois hombres muy necios! No hay nadie en el mundo que no sepa quién es el dueño del castillo: es Gwrnach Gawr (el Gigante).

—¿Cómo reciben a los huéspedes extranjeros que llegan al castillo?

—Príncipe, ¡Dios te proteja! Ni un solo huésped ha salido de ese castillo con vida. No se permite la entrada a nadie salvo a quien lleva un arte.

Se dirigieron hacia el castillo.

—¿Hay aquí portero? —dijo Gwrhyr Gwalstawt Ieithoedd (Intérprete de Lenguas).

—Sí, ¿y tú por qué me diriges la palabra y tu lengua no se queda muda en tu boca?

—Abre la puerta.

—No la abriré.

—¿Por qué no quieres abrir?

—El cuchillo ya está en la carne, la bebida en el cuerno y todos se divierten en la sala de Gwrnach: a partir de ahora esta noche sólo se abrirá la puerta al artista que traiga su arte.

Entonces Kei dijo:

—Portero, yo sé un arte.

—¿Cuál?

—Soy el mejor pulidor de espadas que hay en el mundo.

—Voy a decírselo a Gwrnach y te traeré la respuesta.

El portero entró.

—¿Alguna novedad en la entrada? —dijo Gwrnach.

—Sí, hay en la puerta una compañía que quiere entrar.

—¿Les has preguntado si traen algún arte?

—Lo he hecho y uno de ellos pretende ser buen pulidor de espadas.

—Le necesito. Hace tiempo que busco en vano a alguien que me limpie mi espada. Déjale entrar, ya que trae un arte.

El portero fue a abrir la puerta. Kei entró y saludó a Gwrnach Gwar (el Gigante). Le hicieron sentar frente a él.

—¿Es cierto eso que dicen de ti que sabes pulir espadas? —preguntó Gwrnach.

—Es cierto —respondió Kei.

Le trajeron la espada de Gwrnach. Kei sacó de debajo de su brazo una piedra de afilar y le preguntó cómo prefería que puliera la empuñadura, en blanco o en azul.

—Hazlo como si la espada te perteneciera —dijo Gwrnach.

Kei limpió la mitad de un lado de la hoja y se la puso en la mano diciendo:

—¿Te parece bien así?

—Me gustaría más que todo lo que hay en mis dominios, si toda entera estuviera del mismo modo. Es una lástima que un hombre como tú no tenga compañero.

—Señor, tengo uno, a pesar que desconozca este arte.

—¿Quién es?

—Deja que el portero salga. Le reconocerá por estos signos: la punta de su lanza se desprenderá del asta, sacará sangre al viento y de nuevo descenderá sobre el asta.

Se abrió la puerta y Bedwyr entró.

—Bedwyr posee un maravilloso don, aunque no practique este arte —dijo Kei.

Una gran discusión se produjo entre los hombres que se habían quedado fuera a causa de la entrada de Kei y de Bedwyr. Uno de ellos, un joven, el hijo único de Kustenin el pastor, logró entrar y sus compañeros le siguieron; atravesó los tres patios y llegó al interior del castillo. Sus compañeros le dijeron entonces:

—Eres el mejor de los hombres.

Desde entonces le llamaron Goreu[212] (el mejor), hijo de Kustenin. Se dispersaron en las diferentes estancias para poder matar a los que se encontraban en ellas, sin que el Gigante se enterara.

Cuando la espada estuvo completamente pulida, Kei la puso en manos de Gwrnach Gwar (el Gigante) para ver si el trabajo le complacía.

—El trabajo es bueno y mucho me complace —dijo el gigante.

—La vaina ha estropeado la espada —dijo Kei—. Dámela para que le quite sus accesorios de madera y haga unos nuevos.

Cogió con una mano la vaina y con la otra la espada; se acercó y alzó la espada como si quisiera envainarla. Entonces la hundió en la cabeza del gigante y de un tajo se la cortó. Devastaron el castillo y se llevaron todas las riquezas y joyas que quisieron. En el día señalado al cabo de un año, llegaban a la corte de Arturo con la espada de Gwrnach Gwar (el Gigante). Contaron a Arturo su aventura. Arturo les preguntó entonces cuál de las maravillas era mejor buscar primero.

—Lo mejor será buscar primero a Mabon, hijo de Modron, pero no lo encontraremos antes de haber encontrado a Eidoel, hijo de Aer, su pariente —respondieron ellos.

Arturo partió con sus guerreros de la isla de Bretaña en búsqueda de Eidoel y llegaron ante el castillo fortificado de Glini, donde Eidoel estaba encerrado. Glini estaba en la muralla del castillo y exclamó:

—Arturo, ¿qué quieres de mí ahora? ¿Ni siquiera puedo vivir en paz en este pico rocoso? Aquí no hay bienes, ni placer, no tengo trigo ni avena, y todavía quieres perjudicarme.

—No he venido aquí para causarte mal alguno, sino para buscar a tu prisionero —respondió Arturo.

—Te daré al prisionero, aunque no estaba dispuesto a dárselo a nadie. Además tendrás mi ayuda y mi apoyo.

Los hombres de Arturo le dijeron entonces:

—Señor, vuelve a casa; no puedes ir a la cabeza de tu ejército buscando cosas tan insignificantes como ésta.

—Gwrhyr Gwalstawt Ieithoedd (Intérprete de Lenguas) —dijo Arturo—, a ti corresponde esta misión: conoces todas las lenguas, sabes incluso conversar con ciertos pájaros y ciertos animales. Eidoel, a ti te corresponde ir con mis hombres en busca de tu primo hermano. Kei y Bedwyr, siempre he confiado en que todo lo que vosotros busquéis será conseguido. Marchad, pues, por mi a esta búsqueda.

Marcharon hasta que encontraron al Mirlo de Cilgwri. Gwrhyr le preguntó:

—En nombre de Dios, ¿sabes algo de Mabon, hijo de Modron, que fue arrebatado a su madre la tercera noche de su nacimiento?

El mirlo respondió:

—Cuando vine aquí por vez primera había un yunque de herrero y entonces era un pájaro joven. Desde entonces no ha habido allí otro trabajo que el que hiciera mi pico cada tarde. Ahora no queda de él más de lo que hay en una nuez; que Dios me castigue si alguna vez he oído hablar del hombre por el que me preguntáis. No obstante, haré lo que es justo y propio hacer por los mensajeros de Arturo. Existe una raza de animales que Dios creó antes que a mí: os guiaré hasta ellos.

Fueron hasta él lugar donde se encontraba el Ciervo de Redynvre.

—Ciervo de Redynvre, hemos venido hasta ti, mensajeros de Arturo, porque no conocemos animal más viejo que tú. Dinos, ¿sabes algo respecto a Mabon, hijo de Modron, que fue arrebatado a su madre la tercera noche de su nacimiento?

El ciervo dijo:

—Cuando vine aquí por primera vez sólo tenía dos púas a ambos lados de mi cabeza y aquí no había más árbol que un joven roble que creció hasta convertirse en un roble de cien ramas; el roble cayó y ahora no queda nada de él, salvo una cepa roja y podrida. Desde aquel día hasta ahora he estado aquí. Nada he oído acerca del hombre por quien preguntáis. No obstante, puesto que sois mensajeros de Arturo, seré vuestro guía hasta el lugar donde se encuentra un animal que Dios creó antes que a mí.

Llegaron al lugar donde estaba el Búho de Kwm Kawlwyt.

—Búho de Kwm Kawlwyt, aquí están los mensajeros de Arturo: ¿sabes algo de Mabon, hijo de Modron, que fue arrebatado a su madre la tercera noche de su nacimiento?

—Si lo supiera os lo diría. Cuando vine aquí por vez primera, el gran valle que veis estaba cubierto de bosque y vino una raza de hombres que lo devastó. Creció un segundo bosque y éste es el tercero, y en lo que a mí respecta, mis alas son simples muñones. Desde aquel día hasta ahora, jamás había oído hablar del hombre por el que me preguntáis. Sin embargo, quiero ser guía de los mensajeros de Arturo, hasta que lleguemos al lugar donde está el animal más viejo de este mundo y que ha volado sobre los lugares más lejanos, el Aguila de Gwernabwy.

Gwrhyr dijo:

—Aguila de Gwernabwy, nosotros, los mensajeros de Arturo, hemos venido hasta aquí para preguntarte si sabes algo respecto a Mabon, hijo de Modron, que fue arrebatado a su madre la tercera noche de su nacimiento.

El águila dijo:

—Hace mucho tiempo que llegué aquí y cuando llegué por vez primera había una roca desde cuya cima picoteaba los astros cada noche; ahora sólo tiene un palmo de altura. Estoy aquí desde entonces y, sin embargo, nada he oído del hombre por el que me preguntáis. No obstante, una vez fui a buscar alimentos a Llynn Llyw y cuando llegué allí clavé mis garras en un salmón pensando que con él tendría comida por mucho tiempo; pero me arrastró a las profundidades y sólo con grandes esfuerzos pude desembarazarme de él. Mis parientes y yo nos reunimos para intentar despedazarlo, pero envió mensajeros para hacer la paz conmigo y vino en persona para entregarme cincuenta arpones de carne de su espalda. Si él no sabe nada de lo que buscáis, no conozco a nadie que pueda saberlo. En todo caso os guiaré hasta el lugar donde se encuentra.

Cuando hubieron llegado al lugar donde estaba, el águila dijo:

—Salmón de Llynn Llyw, he venido hasta aquí con los mensajeros de Arturo para preguntarte si sabes algo respecto a Mabon, hijo de Modron, que fue arrebatado del lado de su madre la tercera noche de su nacimiento.

—Os voy a decir todo lo que sé. Cada marea remonto el río hasta los muros de Kaer Loyw y fue allí donde me ocurrió la mayor calamidad de mi vida. Montad dos de vosotros sobre mis hombros y nos dirigiremos allí para que me creáis.

Kei y Gwrhyr Gwalstawt Ieithoedd (Intérprete de Lenguas) montaron sobre los hombros del salmón y cuando llegaron junto a la muralla del prisionero, pudieron oír quejas y lamentaciones desde el otro lado de la muralla.

—¿Quién se lamenta en esta casa de piedra? —dijo Gwrhyr.

—El que está aquí tiene motivos para lamentarse. Mabon, hijo de Modron, está en la prisión. Nadie ha sido tan cruelmente encerrado en una prisión como yo, ni siquiera Lludd Llaw Ereint[213] (Mano de Plata), ni Greit, hijo de Eri.

—¿Tienes esperanzas de lograr la libertad a cambio de oro, plata o las riquezas de este mundo, o la conseguirá por combate y batalla?

—Si la consigo, tendrá que ser por combate.

Se marcharon y retornaron junto a Arturo. Le contaron dónde estaba prisionero Mabon, hijo de Modron. Arturo convocó a los guerreros de aquella isla y se dirigió a Kaer Loyw, donde Mabon estaban prisionero. Kei y Bedwyr montaron sobre los hombros del salmón y, mientras los soldados de Arturo atacaban el castillo, Kei abrió una brecha en las paredes de la prisión y sacó al prisionero sobre su espalda. Los hombres continuaron combatiendo y Arturo regresó con Mabon liberado.

Arturo dijo:

—¿Cuál de las otras maravillas debemos buscar primero?

—Lo mejor sería buscar los dos cachorros de Gast Rymhi.

—¿Se sabe en qué lugar está?

—Está en Aber Deugleddyv[214] —dijo uno.

Arturo se dirigió a casa de Tringat, en Aber Deugleddyv, y le preguntó si había oído hablar de ella y bajo qué forma se encontraba.

—Se encuentra bajo la forma de una loba —dijo— y sus dos cachorros van con ella. Muchas veces ha matado mi ganado. Está allá abajo, en Aber Cleddyv, en una cueva.

Arturo envió una parte de sus tropas por mar, en su barco Prytwenn[215], y otra por tierra, para cazar a la perra, y de esta forma la cercaron, a ella y a sus cachorros. Por favor a Arturo, Dios les devolvió su forma natural. Entonces la hueste de Arturo se dispersó.

Y cuando Gwythur, hijo de Greidiawl, estaba un día franqueando una montaña, oyó gritos y atroces lamentos y eran éstos horribles ruidos de oír. Se precipitó hacia allí y cuando llegó al lugar desenvainó su espada y aplastó el hormiguero hasta el nivel del suelo, salvándolas así del fuego.

—Llévate contigo la bendición de Dios y la nuestra y lo que ningún hombre podría recuperar, nosotras iremos y lo recuperaremos para ti —dijeron las hormigas.

Éstas no tardaron en regresar con los nueve sextarios de grano de lino que Yspadadden Penkawr había pedido a Kulhwch, sin que faltara nada más que un solo grano. Antes de anochecer la hormiga coja trajo el grano que faltaba.

Un día, Kei y Bedwyr estaban sentados en la cima de Pumlummon[216], en Karn Gwylathyr, en medio del mayor viento del mundo, y mirando a su alrededor vieron a lo lejos y en el Sur una gran humareda que el viento no desviaba lo más mínimo.

—Por la mano de mi amigo —dijo Kei—, mira allá abajo el fuego de un guerrero.

Se dirigieron a toda prisa hacia el lugar de la humareda y se acercaron con mucha precaución hasta que vieron de lejos a Dillus Varvawc (el Barbudo) que estaba cociendo un jabalí. Era el mejor de los guerreros, que siempre había huido de Arturo.

—¿Le conoces? —preguntó Bedwyr.

—Le conozco. Es Dillus Varvawc (el Barbudo). No hay correa en el mundo que pueda sujetar a Drutwyn, el cachorro de Greit, hijo de Eri, salvo una correa hecha con la barba del hombre que ves allá abajo; de nada servirá, si no se le extrae pelo por pelo de la barba con pinzas de madera mientras esté con vida; si está muerto, la correa se romperá —respondió Kei.

—¿Cuál es tu consejo? —dijo Bedwyr.

—Dejémosle que coma carne hasta saciarse; después se dormirá.

Mientras comía hicieron las pinzas de madera. Cuando Kei estuvo seguro de que dormía, cavó bajo sus pies el agujero más grande del mundo, le golpeó con terrible fuerza y lo encerró en el agujero hasta que hubieron terminado de arrancarle toda su barba con las pinzas de madera. Después lo mataron y se fueron a Kelli Wic, en Kernyw (Cornualles), con la correa hecha de la barba de Dillus Varvawc (el Barbudo). Kei se la dio a Arturo y entonces Arturo cantó este englyn:

Kei ha hecho una correa

de la barba de Dillus, hijo de Eurei:

si él hubiera vivido, esto habría sido tu muerte.

Kei se irritó de tal modo que los guerreros de aquella isla tuvieron grandes dificultades para que hiciera las paces con Arturo. Después de esto Kei no volvió a hacer nada por Arturo, pues cuando lo necesitó, no le ayudó ni mató a ningún otro hombre por él.

Arturo dijo entonces:

—¿Cuál de las otras maravillas es mejor buscar primero?

—Hay que buscar a Drutwyn, el cachorro de Greit, hijo de Eri.

Poco antes de todo ésto, Kreiddylat, hija de Lludd Llaw Ereint (Mano de Plata), se había ido como mujer con Gwythyr, hijo de Greidiawl. Antes de que se acostara con ella, llegó Gwynn, hijo de Nudd, que se la llevó por la fuerza. Gwythyr, hijo de Greidiawl, reunió un ejército y fue a combatir a Gwynn, hijo de Nudd. Y Gwynn venció y encerró a Greit, hijo de Eri; a Glinneu, hijo de Taran, y a Gwrgwst Letlwm (Medio Desnudo), y a Dyvnarth, su hijo. También encerró a Penn, hijo de Nethawc, y a Nvwython y a Kyledyr Wyllt (el Salvaje), su hijo. Mató a Nwython, le sacó el corazón y forzó a Kyledyr a comer el corazón de su padre; por esta causa, Kyledyr se volvió loco. Arturo, al oír estas noticias, se dirigió al Norte, ordenó a Gwynn, hijo de Nudd, que pusiera en libertad a sus nobles y restableció la paz entre Gwynn, hijo de Nudd, y Gwythyr, hijo de Greidiawl, con la condición de que la doncella permaneciera en casa de su padre, sin ser molestada por ninguno de los dos, y cada primer día de mayo[217], hasta el día del juicio, habría batalla entre Gwynn y Gwythyr y aquél que fuera vencedor el día del juicio se quedaría con la doncella.

Después de que los dos señores se hubieron reconciliado, Arturo consiguió a Gwynn Mygdwnn (Crines Pardas), el caballo de Gweddw, y la correa de Kwrs Kant Erennn (Cien Garras).

Después, Arturo se dirigió a Llydaw (Armórica) con Mabon, hijo de Mellt, y Gware Gwallt Euryn (Cabellos de Oro), para buscar los dos perros de Glythmyr Lledewic (el Armoricano). Después de haberlos conseguido, Arturo marchó hasta el oeste de Iwerddon para buscar a Gwrgi Severi, en compañía de Odgar, hijo de Aedd, rey de Iwerddon. Luego se dirigió al monte, donde se apoderó de Kyledyr Wyllt (el Salvaje) y fue en búsqueda de Yskithyrwynn Pennbeidd (el Principal jabalí), y también fue Mabon, hijo de Mellt, que sujetaba a los dos perros de Glythvyr Lledewic y a Drutwynn, el cachorro de Greit, hijo de Eri. Arturo en persona tomó parte en la cacería, con su perro Kavall, Kaw de Prydein montó sobre Lamrei, la yegua de Arturo, y fue el primero en acorralar al jabalí, y entonces Kaw de Prydein, armado con una fuerte hacha, se abalanzó sobre el jabalí con la mayor valentía y le rompió la cabeza en dos y Kaw se apoderó del colmillo. No fueron los perros que había nombrado Yspadadden Penkawr a Kullhwch los que despedazaron el jabalí, sino Kavall, el perro de Arturo.

Después de haber matado a Yskithyrwynn Pennbeidd, Arturo y su hueste se dirigieron a Kelli Wic, en Kernyw. Desde allí envió a Menw, hijo de Teirgwaedd, para ver si los tesoros estaban entre las dos orejas de Twrch Trwyth, pues habría sido inútil combatir con él si ya no tenía los tesoros. En todo caso estaba seguro de que se encontraba allí: acababa de devastar la tercera parte de Iwerddon. Menw fue en su búsqueda y lo vio en Esgeir Oervel, en Iwerddon. Menw se transformó en pájaro, se posó en su cubil e intentó quitarle uno de sus tesoros, pero sólo consiguió una de sus cerdas. El jabalí se levantó vigorosamentey se sacudió de tal forma que un poco de su veneno alcanzó a Menw. A partir de entonces, Menw no volvió a estar bien nunca.

Después de esto, Arturo envió un mensajero a Odgar, hijo de Aedd, rey de Iwerddon, para pedirle el caldero de Diwrnach el Gwyddel (Irlandés), su vigilante, Odgar rogó a Diwrnach que se lo diera.

—Dios sabe que aunque fuera el mejor, con sólo mirar el caldero no lo obtendría —respondió Diwrnach.

El mensajero de Arturo regresó de Iwerddon con esta negación. Arturo partió con una tropa ligera en Prytwenn, su barco, y llegó a Iwerddon. Una vez allí se dirigieron a casa de Diwrnach el Gwyddel. Las gentes de Odgar repararon en sus fuerzas. Cuando hubieron bebido y comido suficientemente, Arturo pidió el caldero. Diwrnach respondió que no se lo daría a nadie, pues había dado su palabra a Odgar, rey de Iwerddon. Después de esta negación, Bedwyr se levantó, cogió el caldero y lo puso en las espaldas de Hygwydd, servidor de Arturo, hermano de Kachamwri por la misma madre, servidor de Arturo también: su misión consistía siempre en llevar el caldero de Arturo y encender el fuego debajo. Llenlleawc el Gwyddel cogió a Kaletvwlch, le hizo dar vueltas y mató a Diwrnach y a toda su hueste. Las huestes de Iwerddon acudieron y combatieron con ellos. Después de haberles derrotado completamente, Arturo y sus hombres partieron en seguida en su barco, llevándose el caldero lleno de tesoros de Iwerddon. Desembarcaron en casa de Llwyddeu, hijo de Kelcoet, en Porth Kerddin, en Dyvet. Allí está la Medida del Caldero.

Arturo reunió entonces a todos los guerreros que estaban en la isla de Bretaña y sus tres islas adyacentes y a todos los que estaban en Francia, Llydaw (Armórica), Normandía y en el País del Verano[218] a los mejores perros y a todos los caballos de fama. Partió con todas estas huestes hacia Iwerddon y por su llegada hubo gran miedo y estremecimiento en Iwerddon. Cuando Arturo desembarcó, los santos de Iwerddon fueron a pedirle protección y él les ofreció protección y ellos le dieron su bendición. Los hombres de Iwerddon acudieron junto a él y le presentaron víveres. Arturo avanzó hasta Esgeir Oervel, donde se encontraba Twrch Trwyth con sus siete cerdos. Lanzaron los perros desde todas partes sobre ellos. Aquel día los Gwyddel (irlandeses) combatieron con él hasta la noche y, sin embargo, devastó una de las cinco provincias de Iwerddon. Al día siguiente, las gentes de la casa de Arturo lucharon con él; pero sólo recibieron golpes y no sacaron ningún provecho. Al tercer día, el propio Arturo entabló con él un combate que duró nueve noches y nueve días; pero sólo logró matar a uno de sus cerdos. Los hombres de Arturo le preguntaron entonces cuál era la historia de aquel jabalí. Les dijo que era un rey al que Dios había transformado en jabalí por sus pecados.

Arturo envió a Gwrhyr Gwalstawt para que intentara hablar con el animal. Gwrhyr fue allí con forma de pájaro y se posó en el cubil donde se encontraba con sus siete cerdos.

—Por aquél que te dio esta forma —le dijo—, si tú y los tuyos podéis hablar, pido que uno de vosotros venga a hablar con Arturo.

Le respondió Grugyn Gwrych Ereint (Cerdas de Plata). Como hilos de plata eran sus cerdas y brillaban tanto que se le podía distinguir en medio del bosque o campo. Ésta fue su respuesta:

—Por el que nos dio esta forma, no haremos nada de eso; no hablaremos con Arturo. Dios nos ha causado ya bastante mal dándonos esta forma, sin que vosotros vinierais a combatirnos.

—Sabed que Arturo lucha con vosotros por el peine, la navaja y las tijeras que se encuentran entre las dos orejas de Twrch Trwyth.

—Si primero no le quitáis la vida, no conseguirás esos tesoros —respondió Grugyn—. Mañana nos iremos de madrugada, marcharemos al país de Arturo y le causaremos todo el daño que podamos.

Los cerdos partieron por mar en dirección a Kymry (Gales). Arturo embarcó a bordo de Prytwen con sus huestes, sus caballos y sus perros y en un abrir y cerrar de ojos, los pudo ver. Twrch Trwyth atracó en Porth Kleis[219], en Dyvet. Aquella noche Arturo avanzó hasta Mynyw. Al día siguiente le hicieron saber que habían pasado por allí y les encontró matando el ganado de Kynnwas Kwrr y Vagyl, después de haber matado a todos los hombres y animales que había en Deu Gleddyv. Cuando llegó Arturo, Twrch Trwyth huyó hasta Presseleu. Arturo se dirigió allí con sus huestes. Envió en su persecución a Eli y a Trachmyr, que llevaban a Drutwyn, el cachorro de Greit, hijo de Eri, y Gwarthegyt, hijo de Kaw, sujetaba a los dos perros de Glythmyr Lledewic; Bedwyr sujetaba por la correa a Kavall, el perro de Arturo. Arturo alineó a todos sus guerreros alrededor de Glynn Nyver[220]. También acudieron allí los tres hijos de Kleddyv Divwlch, que había conquistado mucha gloria por haber matado a Yskithyrwynn Penbeidd. El puerco salió de Glynn Nyver y se detuvo en Kwn Kerwyn[221], donde fue acorralado. Allí mató a cuatro campeones de Arturo: a Gwarthegyt, hijo de Kaw; a Tarawc d’Allt Clwyt; a Reidwn, hijo de Eli Adver; a Iscovan Hael (el Generoso). Después de haber matado a aquellos hombres, mató a Gwydre, hijo de Arturo; a Garselit el Gwyddel; a Glew, hijo de Yscawt, y a Yscawyn, hijo de Panon; pero también lo hirieron.

Al día siguiente por la mañana algunos de los hombres de Arturo lo alcanzaron. Entonces mató a Huandaw, a Gogigwc, a Pennpingon, a los tres servidores de Glewlwyt Gavaelvawr (Fuerte Garra) y Dios sabe’que no le ha quedado en el mundo ningún servidor, a excepción de Llaesgenym, del que nunca nadie estuvo satisfecho. Mató además a muchos hombres del país, entre otros a Gwlydyn Saer, el jefe de los carpinteros de Arturo. El propio Arturo lo alcanzó en Pelumyawc y entonces mató a Madawc, hijo de Teithyon; a Gwynn, hijo de Tringat, hijo de Nevet, y a Eiryawn Pennlloran, y de allí se dirigió a Aber Tywi[222]. Allí fue acorralado de nuevo y mató a Kynlas, hijo de Kynan, y a Gwilenhin, rey de Francia. Siguió después hasta Glynn Ystu y entonces hombres y perros perdieron su rastro.

Arturo hizo venir a Gwynn, hijo de Nudd, y le preguntó si sabía algo con respecto a Twrch Trwyth. Respondió que no sabía nada.

Todos los cazadores fueron a cazar al puerco hasta Dyffrynn Llychwr[223]. Grugyn Gwallt Ereint (Cerdas de Plata) y Llwyddawc Govynnyat les ofrecieron resistencia y mataron a todos los cazadores a excepción de uno solo, que logró escapar. Arturo y sus huestes llegaron al lugar donde estaban Grugyn y Llwyddawc. Entonces lanzaron sobre ellos a todos los perros que habían sido nombrados con tal fin. Cuando los jabalís estuvieron acorralados, Twrch Trwyth acudió en su defensa: no le habían vuelto a ver desde que habían cruzado el mar de Iwerddon. Hombres y perros cayeron sobre él. Logró llegar a Mynydd Amanw[224] y allí mataron a uno de sus cerdos. Le devolvieron vida por vida. Twrch Lawin también murió, así como otro de los cerdos, llamado Gwys. Llegó hasta Dyffrynn Amanw y allí murieron Banw y Benwic. De todos los cerdos sólo se escaparon vivos Grugyn Gwallt Ereint (Cerda de Plata) y Llwyddawc Govynnyat.

Huyeron de allí hasta Lwch Ewin, donde Arturo los alcanzó. Le acorralaron y mató a Echel Vorddwyt Twll, a Garwyli, hijo de Gwyddawc Gwyr, y a muchos hombres y perros. Después de esto fueron a Llwch Tawy[225]. Entonces Grugyn Gwallt Ereint (Cerda de Plata) se separó de ellos. Primero se dirigió a Din Tywi, luego a Keredigyawn[226], seguido de Eli y Trachmyr y muchos otros. Luego llegó a Garth Grugyn y allí Grugyn fue muerto. Llwyddawc mató a Ruddvyn Rys y a muchos otros hombres y huyó hasta Ystrad Yw[227], donde los hombres de Llydaw se enfrentaron con él. Mató a Hirpeissawc, rey de Llydaw, a Llygatrudd Emys y Gwrbothw, tíos de Arturo, hermanos de su madre, y él mismo fue muerto.

Twrch Trwyth pasó entonces por Tawy y Euyas[228]. Arturo ordenó a los hombres de Kernyw (Cornualles) y de Dyvneint (Devon) que se enfrentaran con él en la desembocadura del Havren[229]. Arturo dijo a los guerreros de aquella isla:

—Twrch Trwyth ha matado a muchos de mis hombres. He jurado por el valor de mis hombres que no llegará a Kernyw, si sigo con vida. No le perseguiré más lejos, pero le opondré vida por vida. Vosotros haced lo que tengáis que hacer.

Su plan consistía en enviar una partida de caballeros con los perros de aquella isla hasta Euyas y hacerle volver hasta Havren; allí le cortaría el paso con todos los guerreros que hubiera en la isla, y le empujaría por la fuerza hasta el río. Mabon, hijo de Modron, lo siguió hasta Havren montado en Gwynn Mydwnn (Crines Blancas), el caballo de Gweddw, así como Goreu, hijo de Kustenin; Menw, hijo de Teirgwaedd, entre Llynn Lliwan y Aber Gwy. Arturo cayó sobre él con los campeones de la isla de Bretaña. Osla Gyllellvawr (Gran Cuchillo). Manawyddan[230], hijo de Llyr; Kachmwri, servidor de Arturo; Gwyngelli, se echaron todos sobre él y lo cercaron. Lo cogieron primero por los pies y lo sumergieron en el Havren, hasta que el agua corrió por encima de su cabeza. Por un lado Mabon, hijo de Modron, espoleó su caballo y le quitó la navaja. Por otro lado Kyledyr Wyllt (el Salvaje), montado en otro caballo, se sumergió en el Havren y se apoderó de las tijeras. Pero antes de que le pudieran quitar el peine, los pies del puerco tocaron tierra y desde aquel momento ni perro, ni hombre, ni caballo pudieron seguirle antes de que hubiera llegado a Kernyw. Les costó más sacar a los dos guerreros del agua e impedir que se ahogaran, que lo que les había costado apoderarse de los tesoros. En el momento en que sacaban a Kachmwir del agua, fue arrastrado hasta las profundidades por dos muelas de molino. Al correr tras el puerco, Osla Gyllellvawr había dejado caer su cuchillo de su vaina y lo había perdido; la vaina se había llenado de agua y cuando lo sacaban fuera, ésta lo arrastró al fondo.

Arturo marchó con sus huestes hasta que alcanzaron al jabalí en Kernyw. Fueran cuales fuesen las calamidades que habían sufrido hasta el momento, éstas resultaron sólo un juego comparadas con las que habrían de sufrir para conseguir el peine. Pero conquistaron el peine a fuerza de una calamidad tras otra. Luego lo expulsaron de Kernyw y lo empujaron hasta el mar. Desde entonces nadie ha vuelto a saber de él, ni a dónde fue con Anet y Aethlem[231].

Arturo regresó a Kelliwic, en Kernyw, para bañarse y reposar de sus fatigas.

—¿Queda todavía alguna maravilla que debamos conquistar? —dijo Arturo.

—Sí, dijo uno de los hombres, la sangre de la Bruja Gorddu (Negra), hija de la Bruja Gorwenn (Blanca), de Penn Nant Govut (Valle del Dolor), en los confines del infierno.

Arturo partió hacia el Norte y llegó a la cueva de la bruja. Gwynn, hijo de Nudd, y Gwythyr, hijo de Greidiawl, le aconsejaron que enviara a Kachamwri y a hermano Hygwydd a luchar con la bruja. Cuando entraron en la cueva, la bruja los agarró, cogió a Hygwydd por los cabellos y lo tiró al suelo debajo de ella. Kachamwri, a su vez, la agarró por los pelos y la sacó de encima de Hygwyd. Ella se volvió hacia Kachamwri, le golpeó y luego los desarmó y los echó fuera a puntapiés y puñetazos. Y Arturo se enfureció al ver a sus sirvientes medio muertos y pensó en entrar él mismo en la cueva.

—Nada nos gustaría ni complacería verte luchando con una bruja. Envía a Hir Amren y a Hir Eiddyl a la cueva —le dijeron Gwynn y Gwythyr.

Allí fueron, y si los dos primeros habían salido malparados, éstos dos no corrieron mejor suerte, de modo que Dios sabe que ninguno de los cuatro habría podido moverse de allí si Lamrei, la yegua de Arturo, no hubiera cargado con los cuatro. Entonces Arturo se precipitó a la puerta de la cueva y desde la entrada apuntó a la bruja con su cuchillo Karnwennan y la alcanzó en medio del cuerpo. Kaw de Prydein recogió la sangre de la bruja y la guardó.

Entonces Kulhwch, acompañado de Goreu, hijo de Kustenin, y de todos los que querían mal a Yspadadden Penkawr, regresó a su corte con los objetos maravillosos. Kaw de Prydein fue a afeitarle la barba, la carne y la piel hasta los huesos de una oreja a la otra.

—¿Estás ya afeitado, hombre? —le dijo Kulhwch.

—Lo estoy —dijo él.

—¿Me pertenece tu hija ahora?

—Te pertenece y no necesitas agradecérmelo; agradéceselo a Arturo, que la ha conquistado para ti. Por mi propia voluntad jamás la habría entregado. Ha llegado el momento de perder la vida.

Entonces Goreu, hijo de Kustenin, le cogió por los cabellos, le arrastró hasta un monte, le cortó la cabeza y la clavó en una estaca del patio[232]. Luego tomó posesión del castillo y de sus dominios.

Aquella noche Kulhwch se acostó con Olwen y mientras vivió, ella fue su única mujer. Las huestes de Arturo se dispersaron para volver a su país.

De esta forma conquistó Kulhwch a Olwen, hija de Yspadadden Penkawr.