Branwen, Hija De Llyr

Bendigeit Vran[91], hijo de Llyr[92], había sido coronado rey de toda aquella isla, y enaltecido con la corona de Llundein (Londres). Y una tarde se encontraba en Harddlech[93], una de sus cortes en Ardudwy[94], y estaba sentado en la cima del peñasco de Harddlech mirando las olas del mar, en compañía de Manawyddan[95], hijo de Llyr, su hermano, de otros dos hermanos por partede su madre, Nyssyen y Evnyssyen, y, además, de muchos otros nobles, como convenía a un rey. Aquellos dos hermanos por parte de su madre eran hijos de Eurosswydd, y su madre era Penardim, hija de Beli[96], hijo de Mynogan. Uno de los jóvenes era bueno; sembraba la paz entre las dos huestes cuando la cólera alcanzaba el punto culminante: ése era Nyssyen. El otro enfrentaba a los hermanos cuando más se amaban.

Mientras estaban sentados allí, vieron trece navíos procedentes del sur de Iwerddon (Irlanda) que el viento, detrás de ellos, los acercaba ligera y velozmente.

—Veo navíos allá abajo, que vienen rápidamente a tierra; ordenad a los hombres de la corte que se equipen y vayan a ver sus intenciones —exclamó el rey.

Los hombres se equiparon y descendieron a la orilla. Cuando pudieron verlos de cerca, se convencieron de que jamás habían visto ningunos en mejores condiciones que aquéllos. Bellos estandartes de brocado ondeaban por encima de ellos. De pronto un navío se separó de los otros y vieron alzar un escudo por encima de la cubierta del barco con el brocal hacia arriba en signo de paz[97]. Los hombres de Bran avanzaron hacia ellos con el fin de conversar.

Los extranjeros echaron botes a la mar, se acercaron a la orilla y saludaron al rey. Éste les escuchó desde lo alto del peñasco donde estaba sentado, por encima de sus cabezas.

—Dios os bendiga —dijo—, sed bienvenidos. ¿A quién pertenecen estos navíos y quién es el jefe?

—Señor —respondieron—, Matholwch, rey de Iwerddon, está aquí y sus navíos están con él.

—¿Qué desea? ¿Quiere desembarcar en tierra?

—Sólo lo hará si consigue el objeto de su viaje, pues viene como solicitador.

—¿Cuál es el objeto?

—Señor, quiere aliarse contigo; ha venido a pedir a Branwen[98], hija de Llyr, y si esto te agrada, establecerá entre Iwerddon y la isla de Fuertes[99] un lazo que aumentará su poder.

—Que venga a tierra y deliberaremos a este respecto.

Llevaron esta respuesta a Matholwch.

—Con mucho gusto —dijo él.

Y se dirigió a tierra y fue bien recibido y aquella noche hubo en la corte una gran concentración formada por sus tropas y las de la corte. Al día siguiente mantuvieron consejo y decidieron dar a Branwen a Matholwch, y ella era una de las tres matriarcas de la isla y la joven más bella del mundo. Convinieron que Matholwch se acostaría con ella en Abberfraw[100]. Se pusieron en marcha y todas las tropas se dirigieron a Abberfraw, Matholwch y los suyos por mar, Bendigeit Vran y sus gentes por tierra.

A su llegada a Abberffraw comenzó el banquete. Se sentaron, el rey de la isla de Fuertes con Manawydan a un lado y Matholwch al otro y Branwen junto a éste. No estaban en una casa, sino en tiendas; Bendigeit Vran jamás habría cabido dentro de una casa. Empezaron entonces a beber y así continuaron, conversando, hasta el momento en que fue más agradable dormir que beber y se fueron a acostar y aquella noche Matholwch durmió con Branwen. Al día siguiente, todas las gentes de la corte se levantaron y los administradores comenzaron a discutir la colocación de caballos y palafreneros; los distribuyeron por todas partes hasta el mar.

En esto, el irascible Evnyssyen, del que hemos hablado más arriba, tropezó con los puestos de los caballos de Matholwch y preguntó a quién pertenecían.

—Son los caballos de Matholwch, rey de Iwerddon —le respondieron.

—¿Qué hacen aquí? —dijo.

—El rey de Iwerddon está aquí, se ha acostado con tu hermana Branwen, y éstos son sus caballos.

—¡Y es así como han actuado con una joven como ella!, ¡con mi hermana! ¡Entregarla sin mi permiso! No podían haberme hecho mayor afrenta.

Y en seguida se sentó sobre los caballos y les cortó los labios hasta los dientes, las orejas hasta la cabeza, la cola hasta el dorso; y dondequiera que asiera sus párpados, los rasuraba hasta los huesos. Y mutiló los caballos hasta el punto, que era imposible hacer algo con ellos.

La noticia llegó a Matholwch; le relataron que los caballos estaban tan mutilados y estropeados que no se podía sacar ningún partido de ellos.

—Ay, señor —dijo uno de sus hombres—, te han insultado; ésa era su intención.

—Realmente —respondió él—, me parece extraño que si querían ultrajarme me hayan dado a semejante doncella, de tan alto rango y tan amada en sus tierras.

—Señor, así te lo han demostrado. Lo único que puedes hacer es volver a tus navíos —dijo otro.

Después de esta conversación, se creyó en el deber de partir con sus naves. Bendigeít Vran, al enterarse de que Matholwch dejaba la corte sin despedirse, envió mensajeros a preguntarle la causa. Los mensajeros eran Iddic, hijo de Anarawc, y Eveydd Hir. Aquellos hombres llegaron hasta él y le preguntaron cuál era su intención y por qué motivo partía.

—Con toda seguridad —respondió—, si lo hubiera sabido, no habría venido. He sufrido el mayor ultraje y a nadie le ha ocurrido nunca nada peor que lo que me ha ocurrido a mí aquí. Hay algo que me sorprende más que cualquier otra cosa.

—¿Cuál? —le preguntaron ellos.

—Que me haya sido entregada Branwen, hija de Llyr, una de las tres matriarcas de esta isla y la hija del rey de la isla de Fuertes, que me haya acostado con ella y que luego haya sido ultrajado. Me sorprende que no me hayan hecho el intencionado ultraje antes de entregarme a una doncella tan extraordinaria.

—Con toda seguridad, señor, no ha sido con el asentimiento del que posee esta corte, ni con el de nadie de los de su consejo, quien te ha hecho la afrenta. Y si tú te sientes ultrajado, Bendigeit Vran deberá sentir aún más esta afrenta y este engaño.

—Lo creo, pero él no puede librarme del ultraje recibido.

Aquellos hombres regresaron con la respuesta al lugar donde estaba Bendigeít Vran y le transmitieron la respuesta de Matholwch.

—En nada nos favorece que se marche enemistado; no dejaremos que parta.

—Bien, señor, envía de nuevo unos mensajeros junto a él.

—Eso haré. Levantaos, Manawyddan, hijo de Llyr, y Eveidd Hir, Unic Glew Ysgwydd. Id a buscarle y decidle que recibirá un cabello sano por cada uno de los que le han mutilado. Además, le daré en compensación una vara de plata tan gruesa y larga como un dedo meñique y un plato de oro tan amplio como su cara, y hacedle saber qué especie de hombre le ha hecho esto y cuán lejos de mi voluntad estaba, y que el culpable es hermano de parte de mi madre y que no me es posible deshacerme de él ni matarle. Que venga a verme y haré la paz según las condiciones que él disponga.

Los mensajeros fueron en búsqueda de Matholwch y le transmitieron las palabras en forma amistosa. Después de haberles oído, dijo:

—Hombres, vamos a tomar consejo.

Fue a tomar consejo. Pensaron que si rechazaban aquellas proposiciones, resultaría para ellos mayor vergüenza que si aceptaban una reparación tan importante. Y resolvió aceptarlas y se dirigieron a la corte como amigos.

Les prepararon pabellones y tiendas, según la forma de arreglar las salas, y se sentaron a la mesa, y como empezaron a sentarse al inicio de la fiesta, así se sentaron entonces. Y Matholwch y Bendigeit Vran empezaron a conversar, y en la conversación, Bendigeit Vran lo encontró triste y abatido, mientras que antes de todo aquello, Matholwch había mostrado constante alegría. Y pensó que el príncipe estaba dolorido porque estimaba la reparación demasiado pobre para el daño que había recibido.

—Señor —le dijo—, esta noche no te muestras tan buen conversador como las anteriores. Si la reparación no te parece suficiente, añadiré a ella lo que tú quieras; y mañana mismo tendrás tus caballos.

—Señor —respondió él—, Dios te lo pague.

—Aumentaré la reparación. Te daré un caldero[101] cuya virtud es la siguiente: si hoy te matan a un hombre, lo metes dentro y al día siguiente estará mejor que nunca, salvo que habrá perdido el poder de hablar.

Matholwch se lo agradeció y tuvo una gran alegría por ello. Al día siguiente le sustituyeron los caballos por otros que incluso estaban ya domados. Después viajaron a otro kymmwt[102] y le dieron potros hasta que el número estuvo completo. Por esa razón el kymmwt llevó en lo sucesivo el nombre de Tal-ebolyon[103].

La noche siguiente, se sentaron juntos.

—Señor —dijo Matholwch a Bendigeit, ¿de dónde procede el caldero que me has dado?

—Me lo dio un hombre que había estado en tu país, pero no sé si fue allí donde lo encontró —respondió Bendigeit.

—¿Quién era? —le preguntó Matholwch.

—Llasar Llaesgyvnewit. Vino aquí desde Iwerddon, con Kymideu Kymeinvoll, su mujer. Escaparon de la casa de hierro, en Iwerddon, cuando ésta había sido calentada al rojo blanco[104]. Mucho me extrañaría que no supieras nada de esto.

—En efecto, señor, lo sabía y te contaré todo lo que sé. Un día estaba de caza en Iwerddon, en lo alto de una colina que dominaba un lago llamado Llyn y Peir (el lago del Caldero), y vi salir a un gran hombre de cabellos pelirrojos con un caldero sobre la espalda. Era de una estatura desmesurada y parecía enloquecido. Le seguía una mujer, y si él era enorme, la mujer era dos veces más enorme que él. Se dirigieron hacia mí y me saludaron. «¿Cuál es vuestro viaje?», pregunté. «Éste, señor —respondió—. Esta mujer concebirá dentro de un mes y quince días y el hijo que nazca de sus entrañas al cabo de un mes y quince días será un guerrero armado de todas las piezas». Me encargué de procurarles mantenimiento y permanecieron conmigo un año sin que hubiera resentimientos. Pero a partir de entonces tuve dificultades por su causa y antes del final del cuarto mes ellos mismos se hicieron odiar al cometer sin moderación excesos en el país, molestando y enojando a hombres y mujeres nobles. A consecuencia de esto, mis vasallos se reunieron y vinieron a requerirme que me separara de ellos, dándome a escoger entre aquellas gentes y mis dominios. Dejé al consejo del país la decisión acerca de su suerte. Ciertamente, ellos no se habrían ido de buen grado y tampoco necesitaban marcharse contra su voluntad a causa de su poder guerrero. En aquel aprieto, mis vasallos decidieron construir una casa de hierro. Cuando estuvo dispuesta, hicieron venir a todos los herreros de Irlanda que tuvieran tenazas y martillos, e hicieron acumular carbón alrededor de toda la casa hasta la cúspide. Dieron abundante comida y bebida a la mujer, al hombre y al hijo y cuando los supieron ebrios, empezaron a poner fuego en el carbón alrededor de la casa y a soplar los fuelles hasta que todo estuvo calentado al rojo blanco. Los extranjeros mantuvieron consejo en la casa. El hombre permaneció allí y esperó a que la pared de hierro estuviera blanca y debido al insoportable calor, golpeó la pared con su hombro, la rompió y salió fuera, seguido de su mujer. No escapó nadie más que ellos dos. Supongo que atravesó el mar y llegó hasta aquí.

—Sin duda fue entonces cuando vino y me dio el caldero —dijo Bendigeit.

—¿Cómo los acogiste? —preguntó Matholwch.

—Los distribuí por todos los lugares de mis dominios y son muy numerosos y prósperos en todos los lugares; y cualquier lugar donde se encuentren, está fortificado con hombre y armas, las mejores que se hayan visto nunca.

Aquella noche continuaron conversando tanto como quisieron, con música y bebidas. Cuando consideraron que valla más la pena ir a dormir que proseguir la reunión, se fueron a acostar. Así pasaron el tiempo de la fiesta en la alegría y cuando terminó, Matholwch partió con Branwen hacia Iwerddon. Salieron de Aber Menei[105] trece navíos y llegaron a Iwerddon, donde fueron recibidos con grandes demostraciones de alegría. No acudía ni un solo hombre de rango ni una sola mujer noble de Iwerddon a visitar a Branwen a los que ésta no diera un collar, un anillo o una joya preciosa que les concedía un aire principesco cuando salían; y con todo esto pasó el año y logró conquistar completamente gloria y amistad. Sucedió entonces que ella quedó encinta y al cabo del tiempo requerido nació de ella un hijo. Le dieron el nombre de Gwern, hijo de Matholwch y lo enviaron a criar junto a los mejores hombres de Iwerddon.

Al segundo año se oyeron en Iwerddon rumores acerca del ultraje que había sufrido Matholwch en Kymry (Gales) y del vergonzoso engaño a propósito de sus caballos. Sus hermanos de leche y sus parientes más próximos le hicieron abiertos reproches. Entonces se produjo en Iwerddon tal levantamiento que él no podía esperar la paz, si no tomaba venganza del ultraje. Decidieron la siguiente venganza: echaría a Branwen de su habitación, la enviaría a cocinar a la corte y ordenaría al carnicero que después de cortar la carne acudiera junto a ella y cada día le diera una bofetada en la oreja[106]. Éste fue el castigo que se le impuso a Branwen.

—Ahora, señor —dijeron sus hombres a Matholwch—, impide a los navíos y barquillas que vayan a Kymry y encierra en prisión a todos los que vengan de Kymry y no les dejes regresar para que no se sepa nada.

Y así lo decidieron. No menos de tres años permanecieron así.

Durante aquel tiempo, Branwen crió un estornino en el borde de una artesa, le enseñó un lenguaje y le indicó qué tipo de hombre era su hermano, y le entregó una carta donde exponía sus sufrimientos y el injurioso tratamiento que estaba sufriendo. Colocó la carta en el nacimiento de las alas del pájaro y lo envió a Kymry y el pájaro llegó a aquella isla. Encontró a Bendigeit Vran en Caer Seint[107], en Arvon, donde aquel día había convocado la corte. Descendió hasta posarse en su hombro y erizó sus plumas de modo que se pudo ver la carta, y reconocieron que se trataba de un pájaro educado en una casa.

Bendigeit Vran cogió la carta y la leyó. Su dolor fue grande al enterarse de los sufrimientos de Branwen y de inmediato envió mensajeros para reunir a toda la isla, y cuando hubo reclutado las fuerzas de ciento cuarenta y cuatro distritos, se lamentó ante ellos de los sufrimientos que hacían pasar a su hermana, y entonces tuvieron consejo. Se decidió hacer una expedición a Iwerddon y dejar en aquella isla a siete hombres como gobernantes y a Cradawc[108], como su jefe. Eran siete caballeros y se establecerían en Edeirnon y por este motivo llamaron a la ciudad Seith Marchawc (Siete Caballeros). Los siete hombres eran: Cradawc, hijo de Bran; Eveidd Hir; Unic Glew Ysgwydd; Iddic, hijo de Anarawc Walltgrwn (de los cabellos redondos[109]); Ffodor, hijo de Ervyll; Wlch Minascwrn; Llashar, hijo de Llaesar Llaesgywydd y Pendaran Dyvet, que permaneció con ellos como joven criado. Aquellos siete hombres se quedaron como administradores para vigilar la isla; Cradawc, hijo de Bran, era su jefe supremo.

Bendigeit Vran y todas las huestes de las que hemos hablado izaron las velas hacia Iwerddon. En aquel tiempo la profundidad del agua no era muy grande y marcharon a lo largo de los bajíos. Había allí dos ríos, llamados LLI y Archan. Luego, las profundidades del agua se extendieron y el agua inundó los reinos[110]. Y Bendigeit avanzó, llevando sobre sus espaldas a todos los músicos[111] y llegó a la tierra de Iwerddon.

Los porqueros de Matholwch estaban en las orillas de las aguas ocupados en sus cerdos. Y a causa de lo que vieron en el mar, acudieron a Matholwch.

—Señor, que disfrutes de salud —dijeron.

—Dios os bendiga —respondió—. ¿Traéis noticias?

—Sí, señor, noticias sorprendentes. Hemos visto un bosque sobre las aguas, en un lugar donde antes jamás habíamos visto un solo árbol.

—Esto es algo sorprendente —respondió—. ¿Habéis visto algo más?

—Además hemos visto, señor, una gran montaña junto al bosque y la montaña avanzaba, y una elevada cresta en la montaña, y a cada lado de la cresta, un lago. Y el bosque, la montaña y todo lo demás avanzaba.

—No hay nadie aquí que pueda reconocer eso, a excepción de Branwen. Interrogadla.

Los mensajeros acudieron junto a Branwen.

—Princesa —dijeron—, ¿qué es todo esto, según tu opinión?

—Aunque no sea princesa, sé de qué se trata —respondió ella—. Los hombres de la isla de Fuertes atraviesan el agua para venir aquí, pues han sabido de mis sufrimientos y deshonor.

—¿Qué es ese bosque que hemos visto sobre las olas? —le preguntaron.

—Son las vergas y los mástiles de los barcos —respondió.

—¡Oh! —dijeron ellos—. ¿Y la montaña que se ve junto a los navíos?

—Es Bendigeit Vran, mi hermano, atravesando el vado. No cabría en ningún barco.

—¿Y la elevada cresta y los lagos a ambos lados de la cresta?

—Es él, lanzando irritadas miradas sobre esta isla; los dos lagos a ambos lados de la cresta son sus ojos, uno a cada lado de su nariz.

Y entonces reunieron apresuradamente a todos los guerreros de Iwerddon y a todos los grandes jefes y se mantuvo consejo.

—Señor —dijeron los nobles a Matholwch—, el único consejo posible es retroceder allende Llinon (río de Irlanda) y dejar el Llinon entre tú y él, y destruir el puente que cruza el río. En el fondo del río hay una piedra imantada y ningún barco o navío puede atravesarlo.

Se retiraron al otro lado del río y destruyeron el puente. Bendigeit llegó a tierra y se dirigió con su flota hasta la orilla del río.

—Señor —le dijeron sus nobles—, tú conoces la peculiaridad de este río; nadie lo puede atravesar, y no tiene puente por encima de él. ¿Cuál es tu consejo con respecto al puente?

—No veo otro que éste: Aquél que es jefe, sea puente. Yo seré el puente —respondió.

Fue entonces por vez primera cuando se pronunciaron estas palabras y aún hoy sirven de proverbio. Bendigeit se tendió encima del río, enlazaron zarzos sobre él y las tropas pasaron por encima de su cuerpo. En el momento en que se levantaba, los mensajeros de Matholwch acudieron a saludarle de parte de Matholwch, su pariente por alianza, asegurándole que en nada había faltado por su propia voluntad.

—Matholwch —añadieron— cede el reino de Iwerddon a Gwern, tu sobrino, el hijo de tu hermana; se lo ofrece en tu presencia, como reparación al daño y las vejaciones que se han infligido a Branwen, y dondequiera que desees, aquí o en la isla de Fuertes, cuidarás del mantenimiento de Matholwch.

—Si yo mismo no consigo adueñarme del reino, puede que tome consejo con respecto a vuestro mensaje —respondió Bendigeit Vran—. No intentéis obtener de mí una respuesta, antes de haberme traído otras proposiciones.

—Te traeremos la respuesta más satisfactoria que recibamos. Espera nuestro mensaje.

—Esperaré, pero regresad pronto —respondió.

Los mensajeros acudieron junto a Matholwch.

—Señor —le dijeron—, prepara una respuesta mássatisfactoria para Bendigeit Vran. Nada quiere oír acerca de la que le hemos llevado de tu parte.

—Hombres —dijo Matholwch—, ¿cuál es vuestro consejo?

—Señor —respondieron—, sólo hay un consejo para ti. Bendigeit jamás ha podido estar en una casa. ¡Pues bien!, construye una casa en su honor lo suficientemente grande para que en una mitad entren él y sus hombres de la isla de Fuertes, y deja la otra mitad para ti y tu ejército. Confía tu reinó a su voluntad y préstale homenaje. A cambio del honor que le habremos hecho al construir una casa capaz de contenerle, cosa que jamás ha tenido, hará la paz contigo.

Los mensajeros regresaron con el mensaje junto a Bendigeit Vran. Tomó consejo y en la reunión decidió aceptar y todo se hizo por consejo de Branwen, que quería evitar la ruina de un país que también a ella pertenecía.

Comenzaron a ejecutar las condiciones del tratado y construyeron una casa alta y amplia. Pero los Gwyddyl (irlandeses) imaginaron una estratagema: fijarían clavos a ambos lados de cada columna de las cien columnas que había en la casa, colocarían en cada clavo un saco de piel y en cada saco un hombre armado.

Evnyssyen entró antes que la hueste de la isla de Fuertes, y escudriñó toda la casa con miradas furiosas y malvadas y vio los sacos de piel a lo largo de los pilares.

—¿Qué hay en este saco? preguntó a un Gwyddyl.

—Harina, amigo —respondió.

Palpó todo el saco hasta que encontró la cabeza y la apretó hasta que sintió que sus dedos se encontraban en el tuétano a través de los huesos. Dejó a aquél y puso la mano en otro saco y preguntó:

—¿Qué hay en éste de aquí?

—Harina —respondieron los Gwyddyl.

Se entregó al mismo juego con cada uno de ellos, hasta que de los doscientos hombres sólo quedó uno vivo. Se dirigió a este último y preguntó:

—¿Qué hay aquí?

—Harina —respondieron los Gwyddyl.

Lo palpó hasta que encontró la cabeza y la apretó como había hecho con las otras. Notó que un arma[112] protegía la cabeza de este último. No lo soltó antes de haberlo matado y entonces cantó este englyn[113]:

—Hay en estos sacos harina de la siguiente especie: ligeros combatientes, campeones, guerreros, agresores en batalla contra soldados, preparados para el combate, descendidos al combate; combate preparado antes de los combatientes.

Y en esto entraron las huestes en la casa. Los hombres de la isla de Iwerddon entraron por un lado y los hombres de la isla de Fuertes por otro. En cuanto estuvieron sentados, se hizo la paz entre ellos y el reino fue entregado al hijo de Matholwch. Concluida la paz, Bendigeit Vran hizo venir al niño. De Bendigeit acudió a Manawyddan. Todos los que le veían le tomaban afecto. Estaba con Manawyddan cuando Nyssyen, hijo de Eurosswydd, lo llamó junto a él. El niño se dirigió a él amistosamente.

—¿Por qué mi sobrino, el hijo de mi hermana, no viene, a mí? —exclamó Evnyssyen—. Mucho me agradaría, antes de que sea rey de Irlanda, mostrarte mi afecto.

—Dejadle ir —dijo Bendigeit Vran.

El niño fue hacia él muy contento.

—Pongo a Dios por testigo —se dijo Evnyssyen—, la familia no piensa que pueda cometerse la atrocidad que voy a cometer en este momento.

Se levantó, cogió al niño por los pies y, antes de que nadie pudiera detenerle, lanzó al niño de cabeza en el fuego ardiente.

Y cuando Branwen vio a su hijo en medio de las llamas, quiso lanzarse al fuego desde el lugar en que se encontraba entre sus dos hermanos. Pero Bendigeit Vran la cogió con una mano y asió su escudo con la otra y todos se levantaron por toda la casa y hubo allí el mayor tumulto jamás visto, producido por una hueste en una casa, cuando cada hombre cogió sus armas. Morddwyt Tyllyon[114] exclamó entonces:

—Perros de Gwern, guardaos de Morddwyt Tyllyon.

Y mientras todos se lanzaban a sus armas, Bendigeit Vran mantuvo a Branwen entre su escudo y su hombro. Los Gwyddyl comenzaron a encender el fuego bajo el caldero de la resurrección y echaron los cadáveres en el caldero hasta que estuvo lleno. Al día siguiente se levantaron convertidos en guerreros más temibles que nunca, salvo que no podían hablar. Y entonces Evnyssyen, viendo los cadáveres y sin que hubiera posibilidad de vida para ningún hombre de la isla de Fuertes, se dijo a sí mismo: «Oh, Dios, que las desgracias por haber sido la causa de la destrucción de los hombres de la isla de Fuertes caigan sobre mí. Que la vergüenza caiga sobre mí, si no encuentro un medio de salvación».

Se arrastró entre los cadáveres de los Gwyddyl y dos Gwyddyl con los pies desnudos acudieron junto a él y tomándolo por uno de ellos, lo echaron en el caldero. Él se distendió en el caldero de tal modo, que el caldero estalló en cuatro pedazos y su pecho también estalló y a esto se debió la victoria que obtuvieron los hombres de la isla de Fuertes. En todo caso, no hubo victoria, salvo para los siete hombres que pudieron escapar; Bendigeit Vran fue herido en el pie con una lanza envenenada. Los siete hombres que escaparon fueron: Pryderi; Manawyddan; Gliuieri Eil Taran; Talyessin; Ynawc; Grudyeu, hijo de Muryel, y Heilyn, hijo de Gwyn Hen (el viejo). Y entonces Bendigeit Vran ordenó que le cortaran la cabeza[115].

—Tomad mi cabeza —les dijo—, llevadla a Gwynn Vryn (la Colina Blanca), en Llundein, y enterradla en ese lugar con el rostro vuelto hacia Francia. Transcurrirá mucho tiempo durante el camino. En Harddlech, el banquete durará siete años y los pájaros de Rhiannon[116] cantarán para vosotros y mi cabeza os resultará una compañía tan grata como en los mejores momentos en que estuvo sobre mis hombros. En Gwales de Penvro pasaréis ochenta años y hasta el momento en que os abran la puerta que da sobre Abet Henvelen, hacia Kernyw (Cornualles), podréis permanecer allí y conservar intacta la cabeza. Pero eso resultará ya imposible, en cuanto os abran la puerta; id entonces a Llundein a enterrar la cabeza y pasad al otro lado.

Le cortaron la cabeza y los siete, sin contar a Branwen, partieron hacia el otro lado con la cabeza, y desembarcaron en Aber Alaw, en Talebolyon. Allí se sentaron y reposaron. Branwen dirigió su mirada hacia Iwerddon y hacia la isla de Fuertes; todo lo que la podía divisar:

—¡Qué desgracia, hijo de Dios! —exclamó—. ¡Maldito sea mi nacimiento! ¡Dos islas tan bellas devastadas por mi causa!

Exhaló un gran suspiro y su corazón se quebró. Le hicieron una tumba cuadrada y la enterraron en aquel lugar a la orilla del Alaw.

Los siete hombres se pusieron en camino hacia Harddlech y la cabeza con ellos. Por el camino se encontraron con una tropa de hombres y mujeres.

—¿Qué nuevas traéis? —preguntó Manawyddan.

—Ninguna, salvo que Caswallawn[117], hijo de Beli, ha tomado posesión de la isla de Fuertes y ha sido coronado rey en Llundein —respondieron ellos.

—¿Qué le ha sucedido a Caradawc, hijo de Vran, y a los siete hombres que dejamos con él en esta isla? —preguntaron los siete.

—Kaswallawn los atacó y mató a seis; el corazón de Caradawc se quebró de pena al ver cómo la espada mataba a sus hombres sin saber quién los mataba. Kaswallawn se había vestido con una capa mágica y nadie podía ver quién mataba a los hombres: sólo se podía ver la espada. Pero no quiso matar a Caradawc, porque era su sobrino, el hijo de su primo hermano, y éste fue uno de los Tres Hombres cuyo corazón se quebró de pena. Pendaran Dyvet, que estaba con los siete hombres como joven criado, se escapó por el bosque.

Se dirigieron a Harddlech y allí se instalaron. Se proveyeron en gran abundancia de alimentos y de bebida y cuando empezaron a comer y a beber llegaron tres pájaros y empezaron a cantarles una canción, y todas las que habían oído con anterioridad carecían de encanto comparadas con aquéllas. Los pájaros se mantenían a lo lejos por encima del oleaje y, sin embargo, ellos los veían con tanta nitidez como si hubieran estado junto a ellos, y aquel banquete duró siete años.

Al cabo del séptimo año, partieron hacia Gwales, en Penvro. Encontraron allí un lugar agradable y regio que dominaba el mar, y había también una gran sala. Se dirigieron a la sala y vieron abiertas dos de las puertas; la tercera estaba cerrada y era la que daba a Kernyw.

—Ésta es la puerta que no debemos abrir —dijo Manawyddan.

Pasaron allí la noche, en medio de la abundancia y la alegría, y a pesar de las desgracias que habían visto ante sus propios ojos y a pesar de las que ellos mismos habían sufrido, ninguna de ellas acudió a su memoria, así como ninguna otra desgracia del mundo. Permanecieron allí ochenta años de tal modo, que no recordaban haber pasado un tiempo mejor ni más agradable en toda su vida. No se sentían más fatigados que cuando habían llegado y ninguno de ellos podía apreciar en su compañero el largo tiempo que había transcurrido. Y la compañía de la cabeza no les resultaba más dolorosa que si Bendigeit hubiera estado con vida. A causa de estos ochenta años así transcurridos aquello fue designado con el nombre de Fiesta de la Cabeza Sagrada. El tiempo de la expedición en Iwerddon se denomina la Recepción de Branwen y de Matholwch. Pero he aquí lo que un día hizo Heilyn, hijo de Gwynn.

—Que la vergüenza caiga sobre mi barba —exclamó— si no abro esta puerta para saber si lo que de ella se dice es verdad.

Abrió la puerta y dirigió su mirada hacia Kernyw y Aber Henvelen. Y cuando miró, todas las pérdidas que habían sufrido, la muerte de sus parientes y de sus compañeros, todo el mal que les había ocurrido y por encima de todo, la pérdida de su señor, les vino a la memoria tan claramente como si todo hubiera acaecido en aquel mismo momento. A partir de entonces no tuvieron ya reposo y partieron hacia Llundein con la cabeza.

Fuera cual fuese la duración del viaje, llegaron allí y enterraron la cabeza en Gwynn Vrynn (Colina Blanca). Cuando la enterraron, fue el Tercer Buen Escondrijo, y cuando la descubrieron, el Tercer Mal Descubrimiento[118]: en efecto, ninguna plaga podía atravesar el mar hasta aquella isla, mientras la cabeza estuviera escondida en aquel lugar. Eso es lo que dice el cuento. Ésta es la aventura de los hombres que regresaron de Iwerddon.

En Iwerddon no quedaron con vida más que cinco mujeres encintas en una gruta de las tierras desiertas irlandesas. Y de aquellas cinco mujeres nacieron en la misma época cinco hijos. Los criaron hasta que fueron jóvenes y pensaron en las mujeres y desearon poseerlas. Entonces cada uno de ellos se acostó con la madre del otro. Gobernaron el país, lo poblaron y lo dividieron entre ellos cinco: de esta repartición entre cinco resultaron las cinco provincias actuales de Iwerddon[119]. Examinaron el terreno donde habían tenido lugar las batallas y encontraron allí tanto oro y plata que se hicieron ricos.

Es así como termina esta rama del Mabinogi, que trata de la bofetada de Branwen, la Tercera Bofetada Infeliz de la Isla; de la asamblea de Bran cuando fue a Iwerddon con las huestes de ciento cincuenta y cuatro distritos para castigar la bofetada de Branwen; del banquete en Harddlech durante siete años; del canto de los pájaros de Rhiannon y del Festín de la Cabeza que duró ochenta años.