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Si pensaba que durante el fin de semana estaría entretenida, me equivocaba. Es domingo por la tarde, y por unas cosas o por otras, estoy sola en casa. Siento como las paredes se me caen encima, y como un animal enjaulado, empiezo a caminar por el comedor dando enormes zancadas.
Para variar, solo he recibido mensajes de Franco, al parecer es el único ser en la faz de la tierra que tiene ganas de verme. Y es que la vida es cruel, cuanto más intento alejarme, más se empeña el destino en empujarme hacia él, como si fuera mi único amarre en mar abierto, mi única salida.
No lo soporto más. Cojo el bolso y salgo a la calle para despejarme un poco. Ni siquiera me molesto en peinarme, y mejor no hablamos de la camiseta de estar por casa, o de estas chanclas brasileñas que estuvieron de moda hace tanto tiempo. Hoy mismo, soy todo un esperpento.
Mi problema es que dispongo de mucho tiempo para pensar y debo dosificarlo, así que meto las manos en los bolsillos traseros de mis vaqueros, y camino por la acera arrastrando los pies por las baldosas de piedra mientras medito. Entonces, como en respuesta a mis cavilaciones, encuentro un papel arrugado olvidado en mi bolsillo. Lo despliego con riguroso cuidado y ahí está:
Clases de salsa.
Polideportivo de Sants
Horario de 20:00 a 21:00
Bueno, quizás haya llegado el momento de tomármelo en serio, así que anoto el horario en mi agenda del móvil para que no se me olvide.
De esta semana, no pasa.
Doy media vuelta para regresar a casa y algo chilla junto a mis pies, automáticamente doy un salto hacia atrás y miro aquello que me ha hecho dar un respingo; mi cabeza se ladea con ternura. Un gatito negro de pocas semanas, vuelve a acercarse a mis pies para refregarse en ellos.
—Pobrecito...
Me agacho y lo alzo para mirarle bien. Tiene los ojos amarillos y su pelaje es negro brillante; aunque lo más bonito de su cuerpo es esa patita delantera derecha de color blanco, me recuerda a un calcetín.
Lo miro un buen rato.
—Calcetín desparejado, así voy a llamarte –lo envuelvo entre mis brazos y lo llevo a casa.
No pierdo el tiempo y empiezo a mimarlo, incluso le abro una lata de atún, que vierto sobre un plato de plástico. Miro como devora la comida y me pregunto si no será lo único que ha comido en días.
Las llaves en la cerradura desvían mi atención y la de Calcetín desparejado, que se acerca corriendo a mí para refugiarse tras mis pies.
—¡Hola Anna! ¿Qué te parece?, me he encontrado con estas dos en el ascensor... –mis tres compañeros de piso entran en la cocina al mismo tiempo y me pongo rígida como un palo, Calcetín desparejado lo percibe.
—¡No os mováis! –dice Lore muy serio, extendiendo los brazos para impedir que avancen mis dos amigas–. Por si no fuera poco con aquella araña peluda, ahora tenemos un roedor en la casa.
—¡¡¿¿Qué??!! –chillan nerviosas Elena y Mónica al unísono.
Les hago un gesto con la mano para que bajen la voz, y cojo al gatito para hacer las presentaciones oficiales.
—Se llama Calcetín desparejado, y no es un roedor.
—¡Por Dios, Anna! ¿Has traído un animal a esta casa? ¡¿Sin consultarlo?! –abro la boca por la sorpresa.
—Vosotras habéis traído aquí a vuestros novios y tampoco lo habéis consultado.
—No es lo mismo, esto es mucho más serio –responde Lore.
—¡Pero bueno! ¿Qué más os da a vosotras? A mí me hará compañía.
Además, este gatito es del todo inofensivo y ha prometido ayudarnos con la plaga de arañas.
—¿Plaga de arañas? –pregunta Mónica sorprendida.
—Solo hemos visto una –la tranquiliza Elena.
—Suficiente para que tengamos que tomar medidas –concluyo.
Mis amigos se quedan embobados cuando me acerco la cabecita del animal a mis labios y le planto un tierno beso.
—Solo para que me entere, reina... ¿Ya le has puesto nombre al bicho?
—Sí. Calcetín desparejado.
—Vale. Entonces, ya es oficial. Esta bestia vivirá con nosotros a partir de ahora, ¿no?
—Sí.
—¿Dónde? –miro a mi alrededor.
—Le compraré una camita y una caja para que haga sus cosas.
—¡Dios mío! –Lore se aprieta las sienes con la mano–. Esto es grave. ¡Te estás convirtiendo en la solterona de los gatos!
—¡Oh, vamos! –me echo a reír–. No es para tanto, además, yo no lo he buscado, él me ha encontrado a mí –sus caras de interrogante vuelven a desatar en mí una carcajada–. A ver, chicas, solo es un gato.
—Calcetín desparejado –pretende asegurarse Lore.
—Sí –digo acariciando suavemente su cabecita peluda.
—Solo es una sugerencia, reina, pero... ¿no crees que ese animalejo tiene un nombre un tanto largo?
—No, en absoluto. ¡Y basta ya de quejaros! Me provocáis jaqueca.
Salgo de la cocina con Calcetín desparejado en brazos. Ya he tomado una decisión, y ninguno de ellos va a hacerme cambiar de opinión: él estará a mi lado cuando los demás se vayan con sus parejas, jamás me dejará sola porque para él, soy imprescindible.