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El presentador se pasa una mano por el pelo, sin reparar en el horizonte que enmarca su imagen mientras se acicala ante el espejo. Un becario deposita un macuto a sus pies; el presentador le da el espejo y, a una señal del productor, aparece ante los concursantes.

—Anoche fue la última vez que os daremos carne —anuncia—, pero los ganadores del próximo Desafío recibirán utensilios para cocinar, de modo que sugiero que os esforcéis a tope. ¿Todo el mundo listo?

Los concursantes lo miran sin decir nada. Zoo levanta el pulgar sin demasiado entusiasmo. Ingeniero se anima a asentir. Nena Carpintera tiene cara de pocos amigos y Camarera parece alicaída.

—Así me gusta —dice el presentador—. Ha pasado un oso por aquí, aquí mismo, hace una hora.

Vuestro trabajo es encontrarlo. Este es un Desafío en Solitario, pero se concederán ventajas en función del orden en que terminasteis el último Desafío en Equipo. —Levanta el macuto—. Para los equipos que terminaron en primer y segundo lugar, tenemos un perfil de vuestro objetivo. —Entrega bolsas con autocierre a Rastreador, Zoo, Médico Negro y Banquero. Cada una contiene una muestra de pelaje y una tarjeta laminada que describe al oso negro e incluye representaciones a escala de sus huellas y excrementos—. Para nuestros terceros clasificados, un perfil menos completo. —Entrega a Fuerza Aérea y a Biología un juego de tarjetas con viñetas sobre el comportamiento del oso negro—. Y para los cuartos y quintos, aquí tenéis. —Lanza un silbato naranja a cada uno de los restantes concursantes—. A lo mejor podéis espantarlo.

Camarera calcula mal y el silbato se le cae de las manos. Rebota sobre la roca y se detiene junto a los pies del presentador, que espera a que la chica lo recoja y añade:

—En realidad, hay dos osos. La mitad perseguiréis a uno y la otra mitad al otro. Necesito que el miembro más mayor de cada equipo se sitúe al norte de mí y el más joven al sur.

Algunos equipos pueden dividirse sin decir nada —Rastreador le saca por lo menos cinco años a Zoo,

Médico Negro tiene una década más que Banquero y Ranchero es el mayor de todos— pero otros tienen

que hablarlo. Fuerza Aérea le lleva unas semanas a Biología, y todo el mundo se sorprende al descubrir que Ingeniero es dos años mayor que Nena Carpintera. Camarera no quiere decir su edad, pero Exorcista, que ronda los cuarenta, finge no tener claro quién de los dos es más joven.

—¡Vale! Tengo veintidós —suelta al final Camarera.

—¡Yo también! —exclama Exorcista.

—No es verdad —tercia Ranchero, que está harto de Exorcista. Todos lo están—. Ponte allí —le dice

a Camarera.

Exorcista se vuelve hacia el presentador.

—Al parecer, sobro.

—Elige un grupo —le dice el presentador.

Exorcista sopesa sus opciones. A la izquierda del presentador se encuentra el grupo norte, formado por Rastreador, Médico Negro, Ranchero, Biología e Ingeniero. A la derecha, el grupo sur, compuesto por Zoo, Banquero, Camarera, Fuerza Aérea y Nena Carpintera.

—Sur —decide Exorcista dedicando una sonrisilla de suficiencia a Camarera.

—Muy bien —responde el presentador—. Entonces irás al norte.

Camarera sonríe por primera vez este día, y Exorcista pone cara de perplejidad. Después asiente.

—Tendría que haberlo visto venir. —Y se va con su grupo.

La charla en el lado sur:

—Debería haber guardado un poco de chocolate —dice Nena Carpintera.

—Tendrás que conformarte con el oso —replica Banquero.

—¿Creéis que será un oso de verdad? —pregunta Zoo.

Nena Carpintera la mira.

—¿Por qué no iba a serlo?

—Nos ha dicho que no pensaban darnos más carne. Y las huellas de ciervo de ayer eran falsas.

—El ciervo que te comiste no —señala Banquero.

—Cierto, pero... —Zoo deja la frase en el aire. No puede creerse que el programa quiera hacerles rastrear a un oso negro real. Es una especie que suele evitar a las personas pero que puede resultar peligrosa si se le provoca. Además, allí no había ningún oso hace una hora.

—¿Está todo el mundo listo? —pregunta a voces el presentador.

Zoo saca la ficha del oso de su bolsa de plástico, poco satisfecha. Le parece que ganar un Desafío de dos días de duración debería haberle procurado un premio mejor. Esperaba una olla o tal vez un cóctel de frutos secos. Examina la huella de oso, que ya sabe identificar, y después mira a las otras cuatro personas asignadas al sur.

—Si encontráis una huella, no la piséis —dice. No entiende cómo puede funcionar aquello: cinco personas siguiendo al mismo animal pero sin trabajar juntas.

—¡Adelante! —grita el presentador.

Los concursantes se dispersan.

Zoo vacila, observando la desbandada al tuntún de sus compañeros.

—Esto va a ser un desastre —dice, y luego emprende la búsqueda.

Cuando Rastreador se puso a deambular antes, los productores le dijeron que evitase una zona, que es hacia donde se dirige en este momento, por deducción. Exorcista lo sigue. Los demás se van cada uno por su lado. Rastreador ve los indicios casi de inmediato: follaje aplastado y cubierto con pegotes de pelo marrón oscuro. También hay dos huellas perfectas en la tierra. Sabe que un oso nunca sería tan descarado, pero también sabe que no andan detrás de un animal de verdad. Exorcista se pega a él.

—No soy tonto —dice este—. Si existe un atajo, pienso tomarlo.

El rastro lleva hasta una pequeña cueva en la que Rastreador y Exorcista encuentran... nada. Solo arañas y liquen. El rastro era una pista falsa, específicamente diseñada para atraer y retrasar a Rastreador. Fuerza Aérea ha encontrado el rastro correcto, uno menos obvio que comienza muy cerca del punto de partida del Desafío; no se ha creado hasta que Rastreador ha vuelto con el grupo.

Los concursantes están demasiado cansados para reñir.

—Deberíamos haberlo planteado como otro Desafío en Equipo —le susurra el presentador al

productor.

—No pasa nada —replica este—; solo queremos asegurarnos de que se agoten.

El Desafío, silencioso y lento, se comprime a consciencia. Los espectadores verán a varios concursantes abriéndose paso entre matorrales y algún que otro primer plano de ojos enrojecidos y mandíbulas caídas. En el grupo sur, la primera huella de oso es destruida a las primeras de cambio por Banquero, que sin darse cuenta la sustituye por la suya. Un cámara lo capta, y a la toma seguirán más imágenes de tropiezos y torpezas. A todos los integrantes de ese grupo, menos uno, los mostrarán cayéndose, resbalando o golpeándose la cabeza con una rama. Zoo es la favorita del editor y la enseñará ayudando a Nena Carpintera a levantarse, aunque tendrá que cortar cuando se dé contra una rama de pino a la altura del cuello inmediatamente después.

Camarera se acerca a unos arándanos. En cuanto alcanza los arbustos, coge una baya y la hace rodar en la palma de su mano.

—Quiero comerme esto —dice—, pero no sé si es venenoso. A ver, parece un arándano, pero... mejor

que no. Será mejor que me ponga a buscar ese oso y punto. —Suelta la baya y avanza apartando la espesa maleza, que le llega hasta la cintura. Al cabo de unos minutos (segundos) oye un gruñido y se queda petrificada. Esta sola con el cámara; la concursante más cercana es Biología, que se encuentra a unos quince metros—. ¿Eso ha sido el oso? —susurra, y entonces lo ve: a unos tres metros de distancia, al otro lado de un tocón, una masa rechoncha de pelo negro de un metro de altura y un metro ochenta de longitud.

Camarera empieza a temblar.

—Ni de coña, ni de coña, ni de coña... —masculla con voz queda y atropellada.

No se fija en que el oso no se mueve, ni para mirarla ni para comerse las bayas que tiene a unos centímetros de la boca; ni siquiera para respirar. Transcurren diez segundos muy largos y entonces el chasquido de los pasos de Biología, que se le acerca, saca a Camarera de su estupor. Aparta las ramas de arándano, se acerca al montaje —sí que es un oso de verdad, lo que pasa es que murió hace mucho y ha sido disecado por una mano experta— y observa con detenimiento la cara, el hocico parduzco, los ojos de cristal que no parpadean y la boca, que enseña sus afilados dientes como si estuviera a punto de rugir.

Y entonces repara en que lleva algo alrededor del cuello: una zarpa de oso que cuelga de un cordel de cuero. Pegado con celo a la correa hay un trozo pequeño de papel que pone: TRAE PRUEBAS.

Al norte, Fuerza Aérea encuentra al segundo oso y se queda su collar de garra. Sin embargo, Camarera llega antes que él junto al presentador, cuyo rostro adopta una vergonzosa expresión de pasmo al verla con la garra de oso. Se recupera enseguida, por lo menos lo bastante para decir:

—Bueno... Enhorabuena.

—Han sido las bayas —explica Camarera más tarde en una confesión a cámara—. No estaba

siguiendo ningún rastro sino paseando, cuando he visto las bayas y he pensado: ¿Los osos no comen bayas? ¡Y allí estaba!

En cuanto Fuerza Aérea regresa, se llama al resto de los concursantes mediante una serie de gritos.

—¡Lo ha encontrado esta! —exclama Exorcista—. Ni de coña.

Camarera le hace una peineta, un gesto que se emitirá pero difuminado, y Exorcista se queda tranquilo porque sabe que aunque ella ha ganado un Desafío, todavía puede sacarla de sus casillas.

—Ahora nuestros ganadores reciben esto —dice el presentador, que sostiene dos macutos idénticos.

Entrega uno a Camarera y el otro a Fuerza Aérea. El sol está bajo. Todos los concursantes parecen agotados, porque lo están. Ha sido un día muy largo. El presentador los mira con expresión seria y añade

—: Buenas noches. —Y se marcha.

Los concursantes intercambian murmullos de incredulidad.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunta Biología.

La expresión de Banquero es indescifrable.

—Supongo que deberíamos construir un refugio... —dice Zoo, que mira a Rastreador y siente alivio al

ver que este le devuelve la mirada.

Fuerza Aérea abre la cremallera de su macuto. Camarera lo ve y hace lo mismo. Un cámara se le acerca para grabar el contenido. Al agacharse junto a ella tose sobre la roca lisa. La tos suena como si tuviera papel de lija en la garganta.

—Espera —le pide a Camarera con voz ahogada. Luego carraspea, escupe y se sienta con cuidado, respirando con dificultad—. Estoy un poco resfriado; perdón, sigue. —Le tiemblan las manos, lo bastante para que la secuencia resulte inservible; el editor tendrá que usar la del cámara que se inclina por encima del hombro de Fuerza Aérea. Los objetos del macuto aparecerán en forma de lista para los espectadores a medida que sean revelados: dos ollas de metal pequeñas con las asas plegables idénticas a la que obtuvo Ranchero en el primer Desafío, una bolsa de caldo de verduras en polvo, un saco de arroz integral de dos kilos, un juego de salero y pimentero de plástico y un rollo de hilo de pescar.

—Aquí arriba hará frío —dice Rastreador. Habla en voz baja; solo Zoo, Nena Carpintera y Médico Negro lo oyen—. Tendríamos que bajar de la cima.

—¿Compartimos un solo refugio? —pregunta Nena Carpintera.

Rastreador asiente, se vuelve y empieza a alejarse de la roca hacia una zona que desciende con una pendiente suave. Zoo y Nena Carpintera lo siguen.

Médico Negro se vuelve hacia los demás y grita:

—¡Esta noche un refugio, por aquí! —Espera a que Fuerza Aérea cierre la cremallera de su bolsa y se

ponga en pie y después se meten los dos entre los árboles.

Aunque los concursantes tardan un tiempo en organizarse, lo próximo que verán los espectadores será

su refugio ya a medio construir. Nena Carpintera toma la voz cantante en la construcción, y el refugio empieza a llevar trazas de que será un bonito cobertizo. Está situado veintitrés metros por debajo de la cima de la montaña, en una zona llana donde las rocas apenas están cubiertas de musgo.

—Que haya menos musgo significa que hay menos agua —explica Rastreador—. De manera que, si llueve, no nos inundaremos.

Lo siguiente que verán los espectadores será a Rastreador acercándose a Fuerza Aérea.

—No puedo cazar suficiente para dar de comer a todos solo con trampas de losa.

—¿Piensas dar de comer a todos?

—Es lo correcto.

—Te ayudaré.

Para cuando anochece, el refugio del grupo mide cuatro metros de largo y tiene un techo bajo e inclinado de ramas de pino. La estructura la forman tres ramas en forma de «Y» bien clavadas en la tierra, con un tronco de apoyo cada una, atravesado sobre la horquilla para formar un trío de uves consecutivas. Un palmo y medio de hojas y agujas de pino caídas alfombran el interior del refugio, mientras que un techo de material parecido y cubierto con el pino cortado lo completa. Construido en dos horas y solo con recursos naturales, el cobertizo presenta un aspecto asombrosamente profesional y acogedor.

A siete metros del cobertizo hay un segundo refugio, que es poco más que una pila de hojas colocadas contra una roca. Exorcista recuerda que anoche estuvo calentito, pero también apretado. Esta noche quiere ver las estrellas. Está tumbado sobre el fino lecho de hojarasca, esperando a que se ponga el sol sin prestar atención a los demás.

Camarera se sienta entre los dos refugios con su saco de arroz, que ya pesa menos porque hay dos tazas en el fuego, junto con la misma cantidad extraída de la reserva de Fuerza Aérea, todo repartido entre las cinco ollitas. Al principio dudaba si compartir, pero la instantánea generosidad de Fuerza Aérea ha aplastado su renuencia; esta noche los concursantes se regalan el estómago con unas espesas gachas de arroz condimentado con sal, pimienta, caldo vegetal y varias tazas de brotes de dientes de león guisados, que han recogido Biología, Médico Negro e Ingeniero mientras Zoo encendía el fuego y los demás recogían leña. Todo el mundo ha aportado su granito de arena esta noche, y todos compartirán el banquete.

Todos menos Exorcista, que lleva horas relajándose por su cuenta. Mientras los otros se sientan alrededor del fuego y empiezan a repartir los vasos de acampada, él se levanta de su colchón de hojas, se estira y luego se acerca y se sienta entre Camarera e Ingeniero.

—¿Dónde te crees que vas? —pregunta Camarera, que sostiene uno de sus vasos y un tenedor de plástico que le ha regalado Ranchero.

—Me muero de hambre —responde Exorcista, dándose unas palmaditas en la barriga—. Pásame un poco de eso de ahí.

—Ni de coña —dice Camarera, a lo que añade lo que los espectadores no oirán—: Tú nos has dejado

tirados y luego te has ido a dormir.

—No digas tonterías —replica Exorcista.

—No dice ninguna tontería —tercia Ranchero desde el otro lado de la hoguera. Tiene en la mano su

propio vaso—. Si quieres comer con el equipo, tienes que formar parte del equipo.

La animosidad de Camarera no sorprende a Exorcista, pero el apoyo de Ranchero sí, al igual que los

muchos asentimientos de cabeza que observa en torno a la hoguera. Por un instante, mira directo al objetivo de una cámara, como si acusara al aparato de haberle puesto en contra a sus compañeros. En realidad, eso es justo lo que piensa; cree que los demás están haciendo teatro, como él. Pero la verdad es que la mayoría de los concursantes en este momento han olvidado que los graban. Se está adueñando de ellos un antiguo instinto, no tanto la mentalidad de que sobrevive el más apto, sino más bien la negativa a cargar con un individuo capaz pero perezoso. Nadie más habría actuado para impedir que Exorcista comiese, pero ahora que Camarera lo ha hecho, los otros están unánimemente de su lado. Casi todos sienten un instante de remordimientos, pero eso no los convence de que estén haciendo nada malo.

—Me moriré de hambre —protesta Exorcista.

—El cuerpo humano puede resistir un mes sin comer —le informa Rastreador, que se cuenta entre los

que no sienten remordimientos.

—Ve a buscar lombrices —le suelta Camarera. Después se toma un bocado de arroz, cierra los ojos y

emite un murmullo de placer.

Exorcista se lanza hacia delante y le arranca de las manos el vaso de metal. Camarera abre los ojos

como platos y se abalanza sobre Exorcista, que rueda por el suelo mientras el arroz sale volando.

Camarera lo abofetea con toda su escuálida fuerza. Exorcista se tapa la cara y se hace un ovillo en el suelo, para aguantar los golpes. Ingeniero se acerca a la refriega: intervención ineficaz. Un segundo más tarde, Banquero levanta a Camarera por la fuerza y la aleja.

—¡Suéltame! —chilla ella.

Y entonces Biología se acerca a Camarera y empieza a frotarle los brazos y a calmarla. De entre las

muchas cosas que le dice, la única frase que se reproducirá para los espectadores es:

—Ese tío no vale la pena.

Nena Carpintera también acude a consolar a Camarera, mirando a Exorcista con cara de pocos amigos.

Zoo observa la escena y piensa: Eso es lo que se espera que haga, ofrecer consuelo. Pero no piensa permitir que su sexo defina su papel. En vez de salir corriendo para reconfortar a Camarera, mete un palo en el fuego y descompone un trozo de madera brillante que está debajo, partiéndolo en varias ascuas independientes contorneadas de rojo y naranja.

Exorcista se revuelve de rabia y vergüenza, todavía en el suelo.

—¡Me ha pegado! —grita—. ¡El contrato dice que no se puede pegar a nadie!

Uno de los cámaras habla por la radio. El productor dice desde el otro lado: «Jesús, vaya día. No pasa nada, mientras haya terminado. Y... dime que lo has grabado». Más tarde, hablando con el compañero que se ha quedado en los estudios, añadirá: «Por lo menos esto sí podemos usarlo. Putas autorizaciones».

Volviendo a la hoguera, Médico Negro hace una puntualización.

—Los contratos solo prohíben pegar a la gente en la cabeza, la cara o los genitales.

Exorcista se levanta con un esfuerzo y señala su propia cara.

—¿Y a esto como lo llamas?

—A mí me ha parecido que solo te daba en las rodillas y en los brazos.

—Es verdad —confirma Fuerza Aérea—. Has adoptado una posición fetal defensiva muy lograda.

Zoo se ríe; Exorcista la fulmina con la mirada.

—No me mires así —le espeta ella—. Te lo has ganado a pulso. —Su tono despectivo sorprende a Ingeniero, que pensaba que Zoo actuaría de pacificadora. Ninguno de los cámaras capta la expresión de leve decepción con que la mira.

Exorcista levanta las manos y se retira a su precaria yacija. Los demás cenan en silencio. La secuencia terminará con una batería de breves confesiones.

Nena Carpintera, muy editado:

—Se lo merecía.

Banquero:

—El tío se ha echado una siesta mientras los demás montábamos el campamento. Me da un poco de pena, pero ¿por qué tenemos que cargar con él? Además, no ha sido decisión mía. Yo no gané el arroz. Si acaso estoy agradecido por haber recibido un poco.

Camarera:

—Lleva dos días chinchándome sin parar, ¿y luego me roba la comida? Ni de p... coña. Así se muera

de hambre.

Exorcista:

—Toda sociedad necesita sus parias; el hecho de que esta sea una sociedad pequeña no cambia esa realidad. —Se pasa una mano por su grasiento cabello pelirrojo mientras atiza las llamas. El segundo episodio de A oscuras terminará así, con su promesa—: ¿Quieren que sea el malo de su película? Pues vale; seré su malo.