Tercer acto

La sacristía de la iglesia de Salem, que ahora se utiliza como antecámara del tribunal.

Al alzarse el telón la habitación está vacía, si se exceptúa el sol que entra por las dos ventanas altas de la pared del fondo. Se trata de un recinto solemne, casi sobrecogedor. Pesadas vigas sobresalen del techo; tablas de distintas anchuras forman las paredes. A la derecha se ven dos puertas que llevan a la iglesia propiamente dicha, donde se celebran los juicios. A la izquierda, otra puerta conduce al exterior.

Hay un banco de madera a la izquierda y otro también a la derecha y, en el centro, una mesa —más bien larga— para reuniones, con taburetes y un sillón de considerable tamaño muy pegados a ella.

A través de la pared divisoria, situada a la derecha, se oye cómo la voz del juez Hathorne, que desempeña las funciones de fiscal, formula una pregunta; luego una voz de mujer, la de Martha Corey, responde.

(Cae el telón).