Segundo acto

La sala de estar de la casa de Proctor, ocho días después.

A la derecha hay una puerta que da al campo. A la izquierda está la chimenea y, detrás, una escalera que lleva al piso alto. Se trata de una de las típicas habitaciones de la época —oscura, de techo bajo y bastante amplia— que sirve, al mismo tiempo, de comedor, cocina y sala de estar. En el momento de alzarse el telón, está vacía. Se oye, desde arriba, cómo Elizabeth canta dulcemente a sus hijos. Al cabo de unos momentos se abre la puerta y entra John Proctor, con una escopeta. Echa un vistazo alrededor mientras se dirige a la chimenea, pero se detiene un instante al oír cantar a su mujer. Luego vuelve a andar, deja la escopeta apoyada contra la pared, saca la olla que está en el fuego y huele; a continuación toma el cazo y prueba el guiso. No parece del todo satisfecho. Se dirige a una alacena, coge una pizca de sal y la echa en la olla. Mientras prueba de nuevo, se oyen los pasos de Elizabeth en la escalera. Proctor deja la olla en el fuego, va hacia una palangana y se lava las manos y la cara. Entra Elizabeth.

cae el telón).[2]