Nota sobre el rigor histórico de esta obra

Esta pieza no es historia en el sentido en el que utiliza ese término el historiador profesional. Las necesidades dramáticas han exigido a veces que muchos personajes se fusionasen en uno; se ha reducido el número de muchachas que participaron en las denuncias; la Abigail histórica era más joven que el personaje teatral; aunque en realidad hubo varios jueces de similar autoridad, Hathorne y Danforth simbolizan a todos ellos. Creo, no obstante, que el lector encontrará aquí los elementos esenciales de uno de los capítulos más extraños y espantosos de la historia de la humanidad. El destino de cada personaje es exactamente el de su modelo histórico; y en el drama escénico no hay nadie que no desempeñara en la vida real un papel parecido y, en algunos casos, idéntico.

En cuanto a la manera de ser de los protagonistas, poco se sabe de la mayoría, si se exceptúa lo que puede conjeturarse gracias a unas pocas cartas, a las actas de los juicios, a ciertos pliegos sueltos publicados en la época y a las referencias a su conducta en fuentes de desigual fiabilidad. Se los puede considerar, por tanto, creaciones mías, dibujadas —lo mejor que he podido— de acuerdo con lo que se sabe de su comportamiento, sin otras excepciones que las indicadas en los comentarios que he preparado para este texto.