Cuarto acto

Una celda en la cárcel de Salem, aquel otoño.

Al fondo hay una ventana alta, enrejada; cerca de ella una puerta muy grande y pesada y dos bancos a lo largo de las paredes.

El escenario —aparentemente vacío— está a oscuras si se exceptúa la luz de la luna que entra a través de la ventana enrejada. Al cabo de un momento se oye ruido de pasos que se acercan por el corredor que hay detrás de la pared del fondo; se oye ruido de llaves y la puerta se abre. Entra Herrick, el alguacil, con un farol.

Está casi borracho y camina pesadamente. Se dirige a uno de los bancos y da un codazo al montón de harapos que hay encima.

(Cae el telón).