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¡Menuda escena! Me ha encantado y creo que tiene todos los ingredientes necesarios para que el lector se estremezca.
―Pues a mí no me ha gustado mucho la manera, demasiada sangre, y encima orina…
―Cállate, tú solo eres el personaje, aquí la que escribe soy yo.
―¿Pero podré opinar, no? Al fin y al cabo el que seguramente acabará entre rejas voy a ser yo.
―He dicho que te calles. ¡Fuera! ¡Lárgate de mi cabeza! ¡Ahora!
Me resulta imposible concentrarme así. Cada vez que tengo una trama los personajes se quejan, se meten en mi mente, en mis sueños, ¡Joder, se meten en mi vida! Esta historia me gusta, creo que puedo hacerla bien, tengo tiempo, ganas e ideas, pero si no me dejan en paz, al final acabaré desistiendo. Por si fuera poco, aparte del asesino también pululan por el mismo lugar escenas que ni siquiera he pensado, cada una gritando por su momento de gloria y con sus paisajes, entreteniéndome y no dejándome escribir con tranquilidad todo lo que tengo en mente.
―Toc, toc. ¿Se puede?
Hago lo posible por no escucharlo, pero os puedo asegurar que si no lo hago acabaré gritándole a las paredes.
―¿Qué quieres ahora? En serio, asesino, no puedes aparecer así y…
―Solo será un momento, lo prometo.
―Está bien, habla.
―Pues verás, la escena de mi primer asesinato está currada y eso, pero me parece que la sangre, y la orina, que asco por cierto, son más protagonistas que yo.
―Hay que joderse… Chico, vas a tener mucho protagonismo en esta historia, eres el asesino, ¡por Dios! Solo acabo de empezarla, déjame un poco de tiempo…
―Ya, ya… si eso lo sé, pero bueno, podrías haberme descrito un poco. Alto, fornido, atlético, atrac…
―Para el carro. ¿Quién te ha dicho que eres así?
―Lo digo yo.
―¿Y tu quién eres?
―El asesino.
―¿Y yo quién soy?
―La escritora.
―Bien, creo que te has respondido tú solo. Ahora déjame. ¡Fuera! ¡Ya!
Esto es lo que me pasa cuando escribo algo nuevo y los personajes todavía no entienden qué lugar ocupan. Les he dado vida en mi cabeza para poder escribir la trama, pero el problema es que creo que les cuesta entender que solo viven ahí, en mi mente.
Ya casi es de noche y las ideas parecen volver a fluir, siempre me sucede cuando la oscuridad llega y la mitad del mundo se refugia bajo las sábanas para descansar.
Yo sé que no voy a dormir, ni esta noche ni las que vengan después, de la misma manera que sé que mañana estaré hecha un asco por no haber dormido, pero… ¿qué se le va a hacer? Cuando las ideas aparecen y las ganas de escribirlas son más fuertes que el cansancio, hay que hacerles caso.
Lo mejor que puedo hacer es seguir...