DESENLACE

 

(Una semana después)

Estaba deseando llegar al castillo de Connor, las noches en el camino y al aire libre eran horribles, aunque él procuraba taparla bien y darle calor con su propio cuerpo, ella no podía conciliar el sueño. Intentaron aprovechar todas las posadas que estaba en el camino, para evitar pasar la noche a la intemperie. Pero a pesar de todo, Leonor disfrutaba de cada momento al lado de Connor. Su sonrisa le alegraba el corazón y sus ojos negros, mirándola de una manera tan apasionada, le quitaban la respiración.

Amaneció helado. Todo a su alrededor estaba blanco, pero la escena resultaba muy hermosa. Aunque llevaba un vestido de lana, sentía que no era suficiente y el frío se le clavaba hasta en los huesos. Se colocó mejor la capa y procuró taparse las manos con las que sujetaba las riendas de Adaya, las tenía tan rojas y tan frías que pensó que los dedos se le podrían caer en cualquier momento.

–¿Tienes frío? –Le preguntó Connor que no le quitaba la vista de encima.

–Eh... bueno…

No le dio tiempo a contestar. El hombre se acercó hasta ella, la cogió por la cintura y la sentó en su caballo, acomodándola entre sus brazos, tapando su cuerpo con la capa de él. Frotó sus brazos con fruición, intentando que la mujer recuperara el calor y la besó tiernamente en la frente.

–¿Mejor?

–Mmm… mucho mejor, diría yo… –Contestó Leonor.

Connor soltó una carcajada que ella sintió retumbar en el duro pecho masculino. La apretó más fuerte contra su cuerpo y ella se dejó hacer. Estaba muy a gusto y cómoda en esa posición, sin duda más calentita.

El viaje se hizo más ameno.

–Mira, pararemos aquí a comer. –Le dijo Connor– Estamos muy cerca del castillo, esta noche, mi señora, dormiréis plácidamente en vuestra cama.

Desmontó del caballo y la cogió por la cintura. Ella apoyó sus manos en sus hombros y él la deslizó suavemente, casi pegando a su cuerpo, hasta que ella posó los pies en el suelo. El contacto entre ambos fue abrumador.

Leonor se sonrojó y bajó la mirada. Él apoyó una de sus enormes manos en la de ella y se la apretó ligeramente y con la otra le alzó el rostro para que lo mirara.

Se le cortó la respiración al ver la mirada de fuego que desprendían los oscuros ojos de Connor.

Con delicadeza acarició su rostro sin dejar de maravillarse al contemplarla. Su corazón galopaba salvaje y el calor se apoderó de todo su ser.

Lentamente acercó su cara a la de ella y con suavidad la besó en los labios. El dulce sabor de la mujer lo embriagó. Acarició los carnosos labios juguetonamente con la lengua y la sintió suspirar en su boca. El beso, que había comenzado como un delicado roce, tomó fuerza y pasión. Leonor se acercó más a él, apretando sus cuerpos.

Jamás le había molestado tanto ir vestido como un soldado. La cota de malla le impedía poder sentir el cuerpo de su amada, pegado al suyo. La sujetó por la cintura mientras profundizaba el beso y ambos quedaban sumidos en un estado de semi–inconsciencia debido a la pasión que se apoderó de los dos.

Tras unos minutos, Connor se apartó despacio y apoyó su frente en la de ella intentando serenarse. Era un hombre, hecho y derecho, no un jovenzuelo inexperto. No podía dejarse llevar por la pasión aquí, en medio de la nada y con el frío que hacía.

Se permitió disfrutar un poco más del contacto de la mujer y después se apartó dejando un pequeño espacio entre ambos cuerpos, lo suficiente para que pudiera recuperar la cordura que había estado a punto de perder.

La cogió por la mano y depositó un dulce beso en la palma, ella suspiró sonrojada. Después, sin soltarla, la llevó hasta una roca alta.

–Aquí hará un poco de abrigada. Voy a recoger algo de leña e intentaré prender un fuego.

Leonor solo fue capaz de asentir. Aún estaba recuperándose de la impresión de ser besada de aquella manera. Nunca se acostumbraría. Su pulso se aceleraba y perdía totalmente la cabeza, en esos maravillosos momentos estaba segura de que haría cualquier cosas que Connor le pidiera, sin ningún lugar a dudas.

Miró a su alrededor para serenarse. Los caballos estaban tranquilos, intentando comer algunas briznas de hierba que había sobrevivido al frío invernal. Connor había desaparecido.

Se tapó más con la capa apoyando su cuerpo en la dura helada roca, ahora notaba como el gélido aire la golpeaba y la traída de vuelta a la realidad. Estaba a punto de comenzar a tiritar cuando Connor apareció con algunos troncos y ramas. Se arrodilló junto a ella y comenzó a preparar la hoguera, en pocos minutos, la diminuta llama que había conseguido, comenzó a devorar la madera.

Ella se agachó y acercó sus manos al fuego, frotándolas para que entraran en calor. Connor se quitó la capa y se la pasó por los hombros.

–Oh… no hagas eso, te quedarás helado. –Le pidió ella mientras intentaba devolvérsela.

Él se la volvió a colocar y la ató en el cuello.

–Leonor…en serio, ¿me crees tan débil? He vivido a la intemperie en temperaturas más extremas, no temas, soy un hombre fuerte.

Ella le sonrió con dulzura y él sintió como un calor inusual se acomodaba en la boca de su estómago. La acercó más a él y la abrazó con fuerza.

–No deseo avergonzaros, mi señor, solo me preocupo por vos.

–Es de agradecer, mi señora, pero esa es mi misión, cuidaros y protegeros, estoy empezando a pensar que esa es la única razón por la que he venido a este mundo…

Leonor sonrió y lo abrazó. Estaba viviendo un sueño maravilloso del que no deseaba despertar.