Nunca descubrí cómo hacía mi hermano pero comenzaba por sentir una especie de diferencia en la casa y no sé explicarlo, mi hija y mi marido seguían durmiendo y los olores no cambiaban, no cambiaban los muebles, no cambiaba yo, las flores quietas ellas que a la menor presencia un frenesí de tallos, la tapa de la sopera, tan melindrosa, callada, un tubo suspirando en el interior de la pared

(no solo suspiran cuando llega una persona, les molesta

¿Este qué quiere?)

y no obstante un estremecimiento que no soy capaz de definir y una pregunta que ni era pregunta, más o menos lo que pasaba en mi cuerpo hace muchos años en el Barrio cuando me despertaba en plena noche, me encontraba con la manga vacía de mi padre roncando a mi lado

(tal vez el resto del pijama vacío y entonces preguntaba si tengo padre o solo una nariz que se agita y sorbe)

me daba cuenta de los cabrahigos, de la lluvia, de mi madre no sé dónde enfadada conmigo

Ni respeto me tienes

y yo al borde de las lágrimas empequeñeciéndome más, culpándome no entendía de qué

Madre

con las espinas de los cactus atravesándome la barriga, por tanto comenzaba por sentir una especie de diferencia en la casa, el estremecimiento, la pregunta, la certidumbre de que las cosas aunque las mismas

(esta alforja, este tenedor)

con un apelativo que yo desconocía, ni alforja ni tenedor, no me hago idea de en qué se convirtieron ni de cómo llamarlos, una diferencia en la casa, y en el aire a mi alrededor y no obstante todo idéntico señores, me levantaba de la sala no dándome cuenta de que me levantaba, es decir la cabeza no se daba cuenta, los pies sí y al final de la oscuridad una persona aguardándome, no el hombre del vertedero

Nos quedamos con el bebé y te vienes a vivir conmigo a Lisboa

ni el caballito del tiovivo, un ovillo negro en lo negro de la cocina en que el brillo de metal del fogón me calmaba

Estás en casa no te asustes

echando a mi padre, el enfado de mi madre

Ni respeto me tienes

y el Barrio o sea un alumno entre el recreo y el café del hindú y un cabrito en un declive de rocas, al final de la oscuridad el trípode en el que colocaba el pescado cada vez más desnudo fijando en mí su ojo

(¿dónde estaría el otro?)

con una meditación larga y mi hermano con quince años hoy día encaramado en el asiento sin que hubiese oído la cerradura ni los pasos, abría la puerta con un alambre y se desplazaba entre los armarios sin rozar la tarima él a quien yo había dejado con la boca abierta engulléndome o a la carrera tras los escarabajos tirándoles piedras, mi madre

Ni respeto

y la perdía, no desaparezca señora hágame compañía un instante, he vuelto al Barrio no lo ve, le barro el suelo, le traigo agua en el cubo, el caballero de la Policía

Qué te entregaba él cuéntame

no de usted, de tú

Cuéntame

y no entregaba nada se lo aseguro, qué iba a entregar, se quedaba allí mirándome imitando a los cuervos del principio del invierno sin ánimo de volar, si subiésemos a los troncos no huirían de nosotros con los picos tiernos, con fiebre, el lisiado de la muleta aparecía con una escalera y les echaba migas en la garganta

Venga vamos

así como yo a mi hermano

¿Ya has comido?

y mi hermano en el asiento sin impacientarse conmigo

Ni respeto me tienes

indiferente al hombre y a los pantanos del Seixal, debido a las matas de carrizos no se distinguía Lisboa, el caballero de la Policía mojando el dedo debido a un granito en la tapa

Qué te entregaba tu hermano cuéntame

con la lentitud de quien sueña o se ha olvidado de nosotros, atento a estudiar el granito y a librarse de él frotándoselo en el pantalón para despertar poco a poco

Cuéntame

(el empleado del Registro Civil

¿Quiere casarse con ella?

persiguiéndome con el bolígrafo y el bolígrafo un hocico que comenzaba a morderme

¿Quiere casarse con ella?)

mi hermano en la cocina con las hojas del mirador en la espalda, no me entregaba nada, se quedaba unos minutos frunciéndose en la luz y en esto se acabó la diferencia en la casa porque el asiento desierto, no reparé en la cerradura ni en gente en la escalera, observé desde la ventana y nadie en la calle excepto fachadas, árboles, mi silueta larguísima en la acera de enfrente

(árboles no chopos)

media docena de chicos en el automóvil de un vecino acelerando en la esquina hasta derribar un cubo y al cabo de unos instantes perros venidos no sé de dónde agitando las ancas, explíquenme en qué sitio viven que no los encontramos, no un perro ni cinco, docenas, centenares, por ahí un rucio pelado aullando a las chimeneas, los negros los llamaban con restos de pollo

Bonito bonito

los mataban con una escarda y allí iban las viejas a trompicones con las faldas blandiendo tijeras, tenazas, el caballero de la Policía

Estás desviando la conversación muchacha

de tú y de muchacha cuando yo una mujer casada con un trabajo serio y una hija, no una fulana de esquina recibiendo Chentes por dinero o por vicio, afirmo que eran perros, no cabritos, lo que comíamos, si hablase de ello mi madre

Cállate

ocultándome la cacerola, mi hermano iba y venía como le daba la gana y los chicos que no sé quiénes eran

(¿cómo podía saberlo si me fui del Barrio a los dieciséis años amigo?)

en el arco del garaje con la paciencia de los negros, aguantan días sin mirar el reloj ajenos al tiempo, aquí son los perros que no se averigua en qué lugar viven y en el Barrio los chicos, el lisiado de la muleta

Malvados

porque le perseguían los cuervos con las chaquetas goteando alrededor y pantalones remangados, olisqueaban a los blancos de Amadora y volvían al Barrio con bolsos, collares, el caballero de la Policía encontrando un granito más y conversando con el granito

¿Y después?

había mujeres de calendario en la pared él que aseguraba no tener mujer alguna, una cenita con fruta, el abandono de la ropa y además de las mujeres de calendario con nombres extranjeros, Elsie Samantha Belle

(una de ellas de Papá Noel y nieve simulada que se notaba enseguida)

órdenes de servicio, diagramas, los ojos del caballero más huérfanos

(no va a pedirme que lo abrace ¿no?)

trepando desde el granito hasta mí

¿Y después?

cuando no era

¿Y después?

lo que le apetecía decir era

Quédate conmigo

era

(y yo casi con pena dispuesta a consolarlo

¿Hay quien se ocupe de usted?

imaginando su buzón lleno de prospectos, el pijama al revés engurruñado en el suelo y un envase de leche aplastado sin darse cuenta ¿se ha fijado?)

era el caballero cogiendo los ojos de las mejillas y colocándolos en su sitio

Podríamos ser amigos si no fueses mestiza

perdón me equivoqué era

Deja de lado tus historias y cuenta lo que nos interesa muchacha

tal vez una esposa a su espera quién sabe, la casa en orden y el buzón vacío, una hija

(¿un hijo?)

un hijo profesor de gimnasio o ingeniero informático, ningún ojo en la mejilla endureciéndose hacia mí

¿Y después?

yo pensando en el caballito que daba vueltas en el barro, mi hermano no tiene días fijos

(las mujeres del calendario tan lindas, me conformaría con tener uñas como las suyas)

para visitarme tal como los perros no tienen días fijos para invadirnos la calle, haga la prueba de colocar a los agentes en los andamios de aquella obra, derribe un bidón con el automóvil de un vecino y puede ser que él venga junto con los perros, probablemente llegan del jardín donde está la estatua del santo y con edificios sin balcones ni habitaciones, escaleras que se interrumpen en una confusión de trastos, una tarde un conejo

(no una rata un conejo)

cuyas orejas distinguí en un sofá rasgado

(una derecha y otra torcida)

antes de desaparecer del todo, cuál es el motivo de que no busque a mi hermano como hizo con los compañeros del Barrio ocultándose entre los cabrahigos mientras ellos cruzaban el apeadero sin palomas que los protegiesen dando pistas de ustedes y entonces una ráfaga o dos, alguien desistiendo a gatas y listo, se acabaron las diferencias en la casa sin que cambiasen los olores ni los muebles, de vez en cuando el repique del riñón de mi marido

No funciono

y al cabo de unos minutos piezas que comenzaban a ajustarse cobrando velocidad y él funcionando qué suerte, si pusiese el meñique en la palma de mi hija lo apretaría enseguida, no me acuerdo de verla interesada por caramelos, cochinillas, juguetes, se apoyaba en la cómoda esperando que le entregase el dedo, ella minúscula y yo grande y por momentos mellizas

(si pudiese quedarme de esa manera durante años me sentiría bien)

si hubiese cuervos al otro lado de los cristales mientras deseaba que creciesen las aguas marrones del Tajo hasta que naufragase la roulotte del Seixal y que se llevase la corriente al hombre que me engañó, yo

No me engañas más

el caballero de la Policía sacudió los granitos casi apretándome la muñeca, no casi, apretándome con fuerza

¿Qué interés tiene tu vida muchacha?

y ahí está lo que digo, la desconsideración, el desprecio, de muchacha y de tú como las infelices de las esquinas y mi madre coincidiendo

Ni respeto me tiene

no le interesa mi vida, le interesa mi hermano en esta casa conmigo sin que la cerradura ni la tarima prevengan

El mestizo

o sea una sombra en el asiento de la cocina menos espesa que las de las plantas en los tiestos, una muchacha planchando en el edificio frente al nuestro, dejaba la plancha vertical en la base metálica, comprobando la temperatura con saliva y la saliva hervía, se arreglaba la cinta que le sujetaba el pelo y se enderezaba palpando las cruces y empinando la barriga, conocí a mi marido en la terraza cerca de la peluquería lidiando con el abrigo mediante operaciones complicadas

(primero la agenda, después el cortaúñas, después un lápiz, después otros tantos chismes)

el tubo de pastillas para endulzar el café

(el cortaúñas en el suelo de forma que nuevas operaciones complicadas con las falanges palpando a ciegas hasta que el camarero ordenaba

Espere

y se lo entregaba con una facilidad de rodillas y vértebras que lo sorprendía mientras mi marido se empujaba hueso a hueso contándolos y comprobando que todos

Ciento uno bien están todos

en la silla)

y siempre una o dos pastillas escapadas del tubo en círculos por la mesa alterándome los nervios y por tanto una tarde cogí una de ellas, la eché en la taza donde desapareció con la rapidez de un guijarro en un pozo y fue así, los agentes sin escribir molestos conmigo, uno de ellos del tipo del hombre del Seixal, la misma altura, las mismas expresiones, los labios agrupándose solo del lado izquierdo al hablar llevándose consigo la nariz y el resto de la cara ocupado en asuntos diferentes, como era de suponer fue luego ese quien imitó al caballero

Estás desviando la conversación muchacha

y la tienda que prolongaba la roulotte y la mujer colgando ropa sin mencionar mi decepción y mi asombro, las cosas en las que creí de joven qué tontería

(¿creo hoy día?)

yo en la mesa de mi marido

(no por dinero aunque algunas monedas se me pegasen a la mano y no lograse desprenderlas)

a fin de impedir que las pastillas me alterasen los nervios, sacándole el tubo del abrigo y ayudándolo, el camarero

Ya has cazado al viejo

(las monedas llegaban a mi bolso y se desprendían solas, qué curioso, sin que yo entendiese la razón)

el viudo un pisito con cortinas de ganchillo y la esposa enferma hace años en una clínica debido a un problema en el cerebro, mi marido de luto antes del fallecimiento de ella, con un crespón en el brazo y todo pero mal cuidado, con manchas, lo que me interesaba no era lo que él tenía, era la angustia que me daban las pastillas girando sin descanso en la tapa y yo

Van a caerse

desplazaba por la casa suelas pesadas y sonoras a un ritmo de escafandra, yo

¿Qué quieres tú?

y la escafandra mirando en derredor perpleja con el tiburón de conchas y la acuarela intentando reconocerlos sin reconocerlos

¿Serán míos?

la cara rodaba hacia mí y me superaba porque yo no existía, existía una pregunta venida de un punto que no localizaba y él a la pregunta

No lo sé

y cuando mi marido

No lo sé

fue la primera vez que reparé en mi hermano en el arco del garaje con los otros chicos, chaquetas y pantalones de payasos, sombreros demasiado grandes encontrados Dios sabe dónde

(en uno de ellos una boquilla de pipa encajada en la cinta)

cubriendo los ojos que me pregunto si tendrían y zapatos azules y amarillentos de bailarines de teatro, uno de los chicos con un caramelo con palito que no disminuía nunca, las personas del vecindario se desviaban de ellos cambiando de acera, los faros de los automóviles los llevaban y traían colocándolos en el lugar así como hago cuando limpio los bibelots guiándome por las marcas del tapete, me recordaban al caballito a merced de las mareas, ya no persigues a los escarabajos del cementerio hermano mientras padre

¿Cómo te sientes?

con una voz que debía de ser fuerte y llegaba apagada, teníamos que pedirles a las matas que se callasen para poder oírlo, la mano que quedaba buscándonos

He pensado en ti

sin que yo creyese que pensaba dado que no recuerdo que se preocupase por nosotros, se acomodaba con la tartera maldiciendo a la grúa y palpándose la manga con añoranza del brazo, si la cola de las lagartijas vuelve a crecer por qué no el codo juntándose al hombro, mi marido abría un cajón para coger una cuchara al azar intrigado, me encontró antes de perderme

¿Dónde has pillado eso?

y se interrumpió porque una glándula

(el páncreas, la próstata)

No funciono

con los párpados perdidos rumiando recuerdos, la vacuna contra el tétanos que se infectó, un grajo articulando con esfuerzo

Buenas tardes coronel

un viaje en tren a España y dos noches en una pensioncita en Badajoz con el cuarto de baño del pasillo siempre ocupado y cuando al fin libre ni ducha siquiera, un tubo que comunicaba directamente con los desagües

(oían el centro del río llamándolos)

y un fajo de facturas en un clavo de las que no se atrevieron a gastar ninguna, España en definitiva lo mismo que esto, callejoncitos y comercios exiguos, vinieron con un plato que decía Mérida y se rajó en el viaje, allí está él en un armazón de ganchos y cada vez que pasamos cerca se sobresalta anunciando

Dentro de poco me rompo

con un bombero que es un pito de barro

(se sopla por una prominencia de la base)

a la izquierda, tardé en encontrar sus ahorros mitad en una lata de la despensa y mitad en el interior de una pantufla, mi hermano los rechazó desde el borde del asiento

(fue la única frase que le he escuchado hasta hoy)

No los necesito

digo mi hermano pero probablemente las plantas, hortensias, jacintos, tallos repolludos sin nombre, el camarero contando los billetes y doblándolos en el pañuelo sin creer en mí

¿Nada más?

le di un reloj y no creyó tampoco en el reloj

¿Qué oro?

examinando la marca y mi marido en el sofá sin fijarse en nosotros, de vez en cuando el repique del riñón

No funciono

(acompañado por el sobresalto del plato español que se apiadaba de él, en el mostrador de la pensioncita miniaturas de todas las banderas de Europa y un cartel de una corrida de toros deshaciéndose)

el camarero

¿Qué ha sido?

cogiendo la ropa con miedo a que mi marido viniese a la cama a amenazarlo, mi marido

(soy una mujer casada)

saludando al plato

Compañero

y por momentos la expresión de él alerta y yo pensando

Perdona

por cuánto tiempo van a seguir ustedes en el Barrio matándonos, troncos cubiertos de parásitos, orugas que iban dañando las ramas, al llegar a la edad del colegio ya no había colegio, estaba parte del edificio y en el patio hierbas, enseñar qué a mestizos si no aprenden nada salvo a robar a los blancos y por tanto la Policía qué remedio en los cabrahigos, botoncillos que no llegan a frutos, se deshacen en un polvillo gris, las viejas a mí

No los comas

dado que provocan enfermedades en las mujeres y la matriz se les cae, los niños se vuelven demonios por la noche galopando sin descanso en el camino de Sintra en el que después del vertedero el automóvil del hombre y no Lisboa

(Vienes a vivir conmigo a Lisboa)

huertezuelas si mi madre supiese del camarero

Tú no respetas a nadie

y mi hermano en el banco de la cocina sin censuras ni reparos, se parecía a mí creo yo

(no se parecía)

se parecía a mi padre creo yo en abstraerse y en el silencio, no exigía nada, no pedía nada, el camarero no sintió la diferencia en la casa ni que cambiasen los olores, siguió observando el reloj

¿Qué oro?

dudando de mí y la joven que planchaba ausente, al principio chicos y después perros cuando el cubo de la basura

(ningún cubo de la basura esta vez)

cuando el camarero cayó y de inmediato los perros desparramando lo que había dentro, o sea los billetes de mi marido y el reloj de oro, el empleado me buscó aquí arriba en el mirador, no me encontró, desistió, encontró a mi hermano en el asiento haciéndole señas con la manga vacía como si mi hermano

Padre

a pesar de callado, navajas y el empleado olvidando el mirador y olvidándose de mí así como me olvidaré un día, solo no olvido el Seixal y el caballito del pantano, las navajas de los chicos vestidos de payasos

(si al menos la palma de mi hija me apretase el meñique)

en las chaquetas exageradas y en los sombreros antiguos uno de ellos con una boquilla de pipa en la cinta, faltaban los saxofones que tocan en el circo y me estrujan el alma recordando lo que soy, el talón del empleado se encogió y desistió o sea no un talón porque un talón vive, una mancha en la camisa que la hilera de los árboles anuló y en esto mi hermano en la calle con los otros payasos, un automóvil acelerando en la esquina y ustedes en los cabrahigos qué tontos, en el Barrio solo viejas y mi madre entre ellas

No respetas a nadie

el riñón de mi marido

No funciono

me desvió del Barrio, tal vez no soy más que una infeliz de la calle parada en una esquina y si mi hija me apretase el meñique me sentiría mejor, me gustaría que mi padre

He pensado en ti

en el solar de la capilla, he de volver por el camino de Sintra donde nadie nos ve y acuclillarme en el cementerio con las viejas a la espera de sus maridos

¿Cómo te va?

y ni el eco de un sonido, tejones creo y un almacén a lo lejos, conozco tan bien todo y por más que diga que no

(cuántas veces he dicho que no, desde los dieciséis años que digo que no)

pertenezco a este sitio qué horror donde faltan miradores, la certidumbre de que mi hermano

(qué no daría yo por no escribir este relato)

mandó a los payasos a matar al empleado para no tener que matarme y la sombra en el mirador

Puta

disuelta en las hojas, perdón, la sombra muda, fue el plato español o el tubo que suspiraba en el interior de la pared insultando, debería vivir en el Barrio con las personas a las que pertenezco, no en este sitio de blancos, el tiempo que tarde en dibujar mi nombre

(demasiada fuerza en la estilográfica y la pluma torcida)

en el Registro Civil apretando el ramo de flores cuyo lazo se deshizo y al intentar arreglarlo se me fue de las manos, mi hermano no me entregaba nada de nada señor, qué me iba a entregar, trabajaba creo yo

(todos los negros roban)

robaba creo yo, se dice que todos los negros roban así como le robo a mi marido, solo me visitaba, se ocupaba de mí y es curioso que un payaso que apenas te aguanta se ocupe de ti, en la parte de atrás de la casa una plazuela de moreras resecas y hubo

momentos cuando llegaba al alféizar para sacudir la alfombra en que me encontraba con mi hermano en un parterre de césped

(no parterre de césped, un parterre de tierra)

con la boca desde la cuna capaz de engullir lo que se le acercase, nunca lo cogí en brazos ni le puse el meñique en la palma

No me comas los dedos

me agachaba a ver a los cuervos y las nubes mareada por el zumbido de los grillos y de repente una agüilla en mí y yo mujer, el hombre en medio de los olivos

Nos quedamos con el bebé y te vienes a vivir conmigo a Lisboa color gris y amarillos, difuntos, raíces de las que se alzaban pantalones incluso

(¿las rodillas de los muertos?)

me acuerdo de fragmentos de camisa y gemelos oxidados, mi abuela avivando brasas con un palito, no caminaba como nosotros, caminaba como si formase parte del suelo o fuese una prolongación de él, un arbusto, un tallo y una calma en toda la sangre que mi madre no tenía, el humo del cigarrillo de ella no acababa nunca, un día dijo

No tengo fuerzas

se ajustó un pañuelo en la cabeza, se acostó y nos dimos cuenta de que se fue porque se interrumpió el humo del cigarrillo, mi madre desde la puerta

Hay que conseguir una tabla para llevarla al solar

le pusimos una toalla encima

(asomaban las sandalias)

protegiéndola de las moscas y se acabó, ni

¿Cómo te sientes?

ni

¿Cómo estás?

la garganta rota, mi padre cogió el cigarrillo y se quedó palpando la manga vacía, mi madre guardó la toalla para quien se despidiese después y en cuanto mi padre tiró de la punta nunca tuve una abuela, nació en Africa, recibió a mi madre de un mulato

(Nos quedamos con el bebé y te vienes a vivir conmigo a Lisboa)

se quejaba

Qué sitio tan pequeño

con los ojos llenos de campos y aldeas aunque supongo que la miseria idéntica, gente descalza, cabras, veía a mi hermano en la plazuela escoltado por los payasos y los agentes en el edificio en el que la joven apoyaba la plancha y se enderezaba masajeándose las cruces, no interrumpa el trabajo, recójase el pelo con la cinta, mientras sigue no nos sucederá nada malo, vi un armario tapado con una cortina a rayas y encima del armario animalitos de madera, un cocodrilo, un reno, una vaquita

(se siente acompañada por los animales ¿no?)

y los agentes con la joven porque mitad de una cara acechando, mi hermano en la punta de la alameda sin nadie consigo, un chiquillo de tres años, no de quince, que corría tras los escarabajos y espantaba a los cuervos

No le hagan daño a mi hermana

como tal vez con el camarero

Le prohíbo que le haga daño

cuando ni al faltarme al respeto y muchacha y tú me hacen daño tranquilo, no soy una infeliz de la calle, tengo una hija que educar, un trabajo, un marido que en este momento se levanta sin que lo ayude y avanza por la tarima en dirección a la cocina a pesar del páncreas y del riñón repicando al unísono

No funciono

la boca moviéndose antes de lograr una frase y que se seguía moviendo después de la frase acabada, me acerqué para escucharlo pero tan bajo qué cosa, debía de pensar en la energía del viaje a España en una época en que se mantenía sin ayuda, comía sin ayuda y las palabras llegaban sin necesidad de traerlas, yo

Perdona

apenas dándome cuenta de que

Perdona

preocupada por mi marido y él

No me toques

insistiendo en desplazarse

(el cuarto de baño siempre ocupado en la pensioncita de Badajoz y mi marido a la esposa de la que ni su foto conozco

¿Y ahora?

falleció completamente como falleceré completamente espero, líbrenme de ser una rodilla en el solar

He pensado en ti

yo que no pienso en criatura alguna salvo el caballito sin pintura en las crines que la crecida acabará por arrastrar)

mi marido sacudiendo el codo para apartarme de él

No me toques

y no de tú, de usted, más despaciosa que él

No lo toco tranquilo

una pastilla bajo la lengua componiendo el corazón que se balanceaba entre las orejas y las sienes, qué ocurre con mis piernas que desobedecen díganme, la pensioncita de Badajoz y toda la santa noche a través de las paredes insultos, discusiones, música en el restaurante al lado y mi esposa

Virgen Santísima

mi marido entrando en el mirador encallado junto al arcón con alcanfor sin encender la luz, el sonido de los pasos diferentes al cambiar de la tarima a las baldosas y él una niebla así como mi hermano una niebla al encaramarse en el banco, los policías en la calle y los payasos allá junto a la mercería, el hombre del vertedero no paraba de mirarme, no ojos además, dos animales que me impedían huir y yo presa en ellos

cuando no era

lo que me apetecía responder y no obstante

con el cuerpo abierto ensanchándose hacia los animales

los muslos rodeándolo sin percibir que eran míos, era yo quien

mi marido atracó en el mirador a pesar del páncreas que gritaba

(no un repique, un grito)

No funciono

del estómago, del riñón, los policías tengo la certidumbre de que en todas partes y los payasos junto a la mercería o al quiosco cerrado, las farolas adensaban la oscuridad impidiéndome ver

(cuando faltó la luz en la pensioncita de Badajoz una vela en un plato pegada por la propia estearina amontonándose alrededor del pabilo y mi marido y la esposa inmensos en las paredes, cada gesto hinchado y las voces mucho menores que los gestos

¿Estás ahí?

asombrados por el tamaño de sí mismos, sin comprender la lengua, añorantes de casa)

impidiéndome ver a mi hermano entre los cabrahigos

no, impidiéndome ver a mi hermano que abandonaba las moreras con la mente fija en el edificio, mi hermano en el cajón de la cuna y yo con miedo de él

Va a abrir la boca y me va a comer

las pistolas de los agentes y la pistola del caballero que me faltaba al respeto tratándome de muchacha y de tú

Aquí tienes el fin de tu historia muchacha

como si yo una infeliz de las esquinas en lugar de una mujer casada, educo a mi hija, me ocupo de mi casa, trabajo, el camarero satisfecho conmigo

Has cazado al viejo

no haga caso a lo que he dicho, me equivoqué, mis compañeras preocupadas y las dientas a la espera hacia delante y hacia atrás en las revistas mientras mi bata

(siempre quise llevar trenzas pero mi pelo no vale para eso, dos días después de planchado vuelve a rizarse qué lata)

en la percha con los guantes del tinte en el bolsillo y mi nombre bordado

(lo bordé con hilo morado y quedó bonito ¿no?)

con la misma lentitud torcida con la que firmé en el Registro Civil, el camarero

Cuidado con la pluma

en el momento del primer borrón que quitó con una especie de cola

Pon el nombre más abajo si eres capaz de repetir

y esta vez sin ningún borrón

(casi ningún borrón)

y las letras unas sobre otras porque no había colegio, había parte de la construcción, hierbas

(¿un pedazo de tobogán?

ningún pedazo de tobogán, la caja de arena en que caíamos y nos entraba en las medias)

el aula siete u ocho barrotes y un mapa descolorido en el que Portugal apenas una rayita, para qué gastar con mestizos, no aprenden más que a robarles a los blancos que para eso sirven, el dinero de mi marido en la despensa y en el interior de una pantufla y yo con pena de él

Perdona

nunca me faltó al respeto, nunca me trató mal, solo

No me toques

con la boca moviéndose en el mirador un buen tiempo antes de lograr una frase y que se seguía moviendo después de la frase acabada, una diferencia en la casa que no sé explicar porque no cambiaban los olores ni los muebles ni cambiaba yo y no obstante una pregunta que ni era pregunta, más o menos lo que ocurrió hace muchos años en el Barrio al despertar en plena noche y la manga vacía de mi padre roncando a mi lado

(tal vez el resto del pijama vacío y entonces preguntaba ¿tengo padre no tengo padre o tengo solo una nariz que se agita y sorbe?)

me daba cuenta de los cabrahigos y de la lluvia, de mi madre quién sabe dónde señalando a mi marido

No tienes ni consideración por él

que se inclinaba desde el mirador observando a mi hermano corriendo hacia nosotros como a los tres años tras los escarabajos con una piedra en la mano, reparando en los agentes y después, es natural, un cubo que cae, no él, por qué razón él, un cubo que cae

(se adivinaba que un cubo por la tonalidad del sonido, mi hermano no haría un ruido así al caer y cuervos y palomas y cactus y la miseria del Barrio cayendo también)

de forma que me reuní con mi marido sin que mi marido

No me toques

aceptándome

(en el mostrador de la pensioncita de Badajoz todas las banderas de Europa y una vela en una habitación sin luz que no paraba de arder)

mi marido y yo inclinados hacia la parte de la acera donde cayó el cubo

(pienso que un ruido metálico porque la escopeta guardada en la camisa cayó con mi hermano junto con los cañones, el gatillo, la culata y las partes que no sé cómo se llaman de las que están hechas las escopetas)

los agentes conversando unos con otros, el caballero que me faltaba al respeto telefoneando desde el automóvil y mi marido y yo uno al lado del otro

(por primera vez uno al lado del otro)

retrocediendo hacia dentro para no presenciar la llegada de los perros y en este punto me despido, tal vez vuelva en otro libro no lo sé.