Pido disculpas a quien corresponda por ocupar demasiadas páginas en llegar al final pero con tantos recuerdos hirviendo la cabeza se me va, la oigo remover episodios antiguos cambiando personas y cosas de sitio y repitiendo miserias que creía olvidadas y al final permanecen, mi padrastro, mi madre, el doctor Sabino mientras los tubos de goma del estetoscopio sin reposo en la tapa y seguirán sin reposo después de que me vaya

—Qué viene a hacer aquí ya no puedo ayudarlo soy viejo

la cabeza me trae a mi hija en lugar de a los sospechosos y no la necesito, qué haríamos los dos y qué podría comunicarme aparte de recriminaciones y enfados, lo esperé durante años y usted me hizo falta señor, liberando la blusa al echarse atrás

—Tendré que perder en serio la paciencia para que desista ¿no?

por primera vez mirándome y viendo a una extraña, conozco los edificios de Ermesinde no te conozco a ti, qué tenemos en común cuéntame aparte de lo que ninguno de nosotros recuerda, me esfuerzo y no descubro nada pasado que valga la pena, en el caso de que me mostraras una fotografía tuya de niña la llevaría hacia la luz

—Permiso

acercaría las gafas, pasaría el dedo por la película a la espera de una alegría que no venía y qué alegría se interesaría en venir, me asombraba

—¿Tú?

y devolvía la foto sin sentir nada, sentir qué, escribí unos párrafos atrás que yo sin una gota, me sequé, mi hija con uno de los ojos desviado de la órbita, no es exacto, ambos ojos en mí y por primera vez tampoco de espaldas, ni de perfil, ni de soslayo, de frente y ninguna emoción mientras que en lugar de la fotografía preferiría la ambulancia que estropeaba la tarima, roja y blanca, con el conductor pintado en la ventanilla con un gorro de enfermero, según creía yo, hasta que la vida me enseñó que los enfermeros van con el pelo al aire y sin embargo el conductor un gorro de conductor solo y mi entusiasmo por la ambulancia disminuyó unos grados aunque no lo suficiente para impedir que me entusiasmase si la viese y ahora ahí está uno de los recuerdos que me hierve por dentro, eso y el grupo de boy scouts con el cura uniformado como nosotros con un pito en la boca

(si un compañero no marcaba bien el paso pitaba)

me enseñó a usar la brújula

(aún hoy me exalta el norte magnético, esa obstinación vacilante en el extremo de una aguja que no sé para qué sirve)

a hacer hogueras, a admirar la ardua labor del Ser Supremo al crear el Universo

(—Lo que Él ha sudado muchachos)

y clavando sapos en un palo, sigo preguntándome el porqué de ir a visitar a mi hija si no pienso en ella, falté un domingo debido al trabajo

(un empleado de banca que descuartizó a su mujer y se la envió por paquete postal a sus suegros)

y al siguiente la manta alisada con más fuerza, en lugar de dar golpecitos a los cojines colocó un plato de sopa y una pera en la mesa y me vigiló furtivamente mientras yo comía, por poco no me apoyaba la mano en el hombro y estoy contento de que no lo haya hecho, me sequé con la servilleta sin darle las gracias, regresé a los edificios y al desistir de los edificios no solo la mesa limpia sino una persona no con 3 (tres) o 4 (cuatro) años, 40 (cuarenta) y una frase dispuesta a salir que afortunadamente contuvo, por el alma de quienes allí están ahórrenme las efusiones, si le dijese gotas dispersas incomodándome y qué interesan las gotas, prescindo de ellas, después de tantos años creo que sucias, turbias, la impresión espero que equivocada de que mi hija disimulaba una de las suyas y la falta que me hizo un palillero allí, adivinar el número de palillos, decidir que 12 (doce), dejarlo, las estaciones de servicio con arbustos perfeccionados por el neón me ayudarían a comprender que no solo yo y ella que se las arregle como le venga en gana, que gatee hacia atrás o se encierre en el tendedero con la nariz en los cristales, aplástala el tiempo que se te ocurra siempre que yo no vea, en el regreso de Ermesinde la casa a oscuras intentando convencerme de que cada paso una gota y yo que le conozco los trucos sin prestar atención, al encender la lámpara un plato de sopa y una pera, mentira, antes fíjese

(sentimentalismo de mi parte, ¿antes fuese por qué?)

al encender la lámpara nanay, el agente de primera clase está bien y se lo merece, perdió a casi toda la familia

(sea dicho entre nosotros que no me duele la falta)

resiste de rodillas en los cardos y el corazón más o menos fuera de ese dolorcito en el costado, que el doctor Sabino

—Usted fue hecho para durar un siglo olvídelo

a la espera de los sospechosos para agradar al comando o sea bultos en el apeadero, una tos, un silbido

(uno de ellos silbaba, información número 7 (siete) insuficiente debido a no haberse especificado qué canción)

que nos destrabarían las armas, qué insólita la raza humana en que unos silban, otros se ríen durmiendo y otros en cuya subespecie me incluyo se observan las encías al espejo antes de acostarse y las encías fieles

—Estamos aquí no te asustes

de modo que si en lugar de la pera mi hija un guijarro lo roía en dos tiempos, por lo que preveo haré frente bajo tierra a los gusanos a dentelladas, en el caso de que visite mi tumba y deseo que no, a lo sumo después de dos o tres meses de ausencia

—¿Qué le ocurrió a ese?

mi hija me oirá masticar y no creo que se preocupe y telefonee a la Policía, la gota que disimuló el último que tenía y a partir de entonces le queda el asiento y los edificios, una pera vaya exageración, por un tris no diminutivos, sensiblerías, arrullos, si un vecino observase habría de creer equivocándose que se preocupaba por mí, cuando mi exmujer me daba el brazo en la calle fingía no sentir o la miraba ciego como mi padrastro de los crucigramas, no volveré a Ermesinde, paso los domingos aquí observando mis edificios, 4 (cuatro), el fin de 1 (uno) y después la plazoleta o sea macizos con el borde deshecho y gorriones que los amantes de las aves no alimentan, se alimentan unos de otros y en esto me vino una gota no sé de dónde, me pregunto si reciente o por ahí hace mucho balanceándose de una arista así como me pregunto si en la eventualidad

(académica)

de que mi hija estuviese conmigo repararía en ella, al volver del tendedero no preparó el asiento esperanzada

(no creo que esperanzada, creo que indiferente)

en que me sentase y no me siento, acecha desde el balcón, desea que mis zapatos en el rellano y silencio, se inclina creyendo oír un silbido en los cactus sin entender

—¿Qué cactus?

y se equivocó tal como me equivoqué, una comadreja o una cría de ratón que un mochuelo trituró, mi hija a quien le asustan los pájaros toda codos en alto

—No

con la mano casi rozando la mía, rozando la mía, agarrándola, una extranjera en la cual no sé qué que me pertenece le pertenece qué absurdo, no, una extranjera

(no tenemos un cromosoma en común)

a quien no necesito y no me necesita, después de irme mi mujer me buscó en la Policía, mandé a un guardia para que la expulsara y no me buscó más, llegó una tarjeta de mi hija en Navidad con aquella letra escolar de vocales enormes con un abeto dibujado Felices Fiestas, eso y el nombre de ella completo, no respondí a pesar de un músculo o una vena de la cara

(un músculo, no una vena porque la sangre se acabó)

compré un roscón de reyes solo para mí, comencé a cortar un trozo, me arrepentí del trozo y del roscón y lo tiré intacto, para mi cumpleaños una segunda tarjeta con una mayúscula de cada color Felicidades y ni un liquen lo juro o una claudicación en la gruta, yo tranquilo, nostalgia de ambulancia y fue todo, durante muchos años el buzón desierto, lo cerraba despechado

(—¿No habrá lápices de colores?)

me consolaba con los palillos en nombre de la ambulancia, no de mi hija

(era la ambulancia lo que necesitaba, tumbarme en el suelo a estropear la tarima, por qué motivo me haría falta una mayúscula de cada color o vocales enormes no bromeen)

acabé tocándole el timbre con un árbol de Navidad no con ella en la mente, qué me importaba ella y un intervalo mudo, la tardanza de quien observa por la mirilla y durante la tardanza una

caligrafía de niño, cada garabato desvaneciéndose, cada tracito torcido, dedos tan desmañados señores y la pluma qué tiempo para completar todo aquello, en la mirilla decenas de gotas

—¿Quién es este?

yo con la palma levantada haciendo señas y arrepintiéndome de la palma

—Qué tonto

la cerradura impávida, no me reconoció, la cerradura unos clics, me reconoció y mi hija

(¿me reconoció?)

con uno de los ojos desviado y no es exacto, ambos ojos bien y emoción ni soñarlo, qué emoción, yo decidiendo

—Me marcho

y no me marchaba debido a que una gota en mí indirectamente

(incorrecto, yo seco)

debido a que una gota en mí indirectamente, de dónde vino esa gota, el guardia a mi exmujer

—Él no está

y los dedos de mi exmujer en el cierre del bolso y un chasquido al abrir y un chasquido al cerrar, un chasquido al abrir un chasquido al cerrar, la vi bajar la calle y no se oían las suelas, se oían chasquidos, cada tacón un chasquido que se abría y cerraba hasta la esquina, me contaron que murió de los ovarios y los chasquidos interrumpidos qué alivio

(no te pierdas en entierros ni prestes atención a las gotas, olvídate)

y por mérito de los palillos, quinientos palillos sumados uno a uno, cuatrocientos noventa y siete, cuatrocientos noventa y ocho, cuatrocientos noventa y nueve, estoy fenomenal, la puerta abierta y una desconocida con ambos ojos bien, los lápices de colores en el escritorio, decenas de tarjetas con Felicidades impresas y en vez de dármelas

—¿Se va a quedar ahí en el felpudo?

ella de espaldas alisando la manta y dando golpecitos a la almohada, me odia no me odia, no me odia la pobre, los chasquidos de vuelta un instante y esfumándose, gateó hacia atrás toda su vida seguro, no pienses que me intereso por ti, no me intereso, vine al norte por trabajo, la certidumbre de que en esta casa un compañero y me equivoqué comprendes, me siento en la silla un minuto

(quinientos palillos, estoy fenomenal)

y me echo a andar, adiós, una inmensidad de estaciones de servicio de aquí a Lisboa animándome, flores iluminadas, no cactus, ningún apeadero, ningún sospechoso, el doctor Sabino mientras los tubos de goma sin descanso

—Va a durar un siglo majadero

yo sesenta y tres años y fenomenal, el páncreas una gloria, no se desvía, funciona, no habrás de verme difunto, vi a mi padrastro difunto, a mi madre difunta, cuando mi padre expiró yo con la ambulancia en el suelo tac tac, mi madre no

—Vas a acabar con mis nervios

muda, si mi jefe la encontrase a la entrada del despacho se golpearía la palma con el lapicero

—Tiene los párpados rojos señora

recomendándole al doctor Sabino y apartándola con un gesto

—La escucho perfectamente desde ahí

y el cierre del bolso ni pío, una furgoneta negra con cristales oscuros y adornos dorados y mi madre y las demás personas atrás de la furgoneta, pasadas dos horas ellos en la sala con una infusión de limón, coronas de flores por los rincones y no diálogos, secretos

—¿Qué estarán diciendo?

dedos compasivos en mi cabeza

—No entiende el infeliz

y la ambulancia más deprisa averiándolo todo, averiándome y las averías no por fuera, la ambulancia atacando paraguas, zapatos, soy infeliz y no entiendo, no me encuentro infeliz, hago tac tac con la lengua, llegué al patio y el manzano no cambió

(¿por qué razón infeliz?)

lancé un pedazo de ladrillo contra una lagartija en el muro y la lagartija la esquivó, no me hablen de grutas ni de gotas que no sé qué son, coger un caracol de las coles, mostrárselo a las visitas

y allí venían los dedos, no dedos de personas, apéndices blancos, helados

—No entiende el infeliz

del mismo modo que la infeliz de mi hija no entiende aquí en los cactus conmigo suponiendo que un pájaro y ella con miedo a los pájaros, un silbido, nosotros y no hay problema tranquilízate, son mestizos que llegan y personas que se van saludando a mi madre, me apuntan el mentón deshaciéndome el pelo mientras la ambulancia los persigue tac tac

—Más pronto de lo que se cree habrá de entender pobre

mi madre discutiendo al día siguiente

(la furgoneta negra estacionada abajo)

con un caballero de luto que exhibía facturas, los párpados menos rojos y el lapicero inmóvil de mi jefe, mi madre con un susurro modesto

—¿El mármol tan caro?

sacando el dinero de dentro de un plástico en una lata de la despensa perdiendo granos de arroz, denme los edificios de Ermesinde rápido, 3 (tres) edificios completos más ½ (la mitad) derecha de otro a la izquierda y ²/5 (dos quintos) de la izquierda de un último a la derecha, ayúdenme a no pensar en mi madre al caballero de luto

—¿Cuántas mensualidades dice?

no un susurro, una voz que crecía, por ahora no mi padrastro

—La ventana

nosotros dos solo, los crisantemos deshojándose en los tapetes, las coronas en el cubo y los olores de la casa de regreso dedicados, fieles, a veces me encuentro con ellos donde vivo e invento a mi madre conmigo, pienso

—Va a reñirme por culpa de la ambulancia

pienso

—Va a preguntar por el mármol tan caro

y me equivoco, la he perdido, tengo una cómoda que le perteneció y no huele a mí, huele a ella, los olores de la casa de nuevo y es así hija, es esto, un feriante se llevó la ropa de hombre y nos dio unos billetes, monedas

(pocos billetes, pocas monedas, solo calderilla, ¿7 (siete), 8 (ocho)?)

—Telas gastadas señora

ni un alma que viese la lluvia que me enteré por la queja

—No se fijan en la lluvia

yo con pena intentando fijarme pero me distraje con la lagartija y mi madre desde las traseras

—¿Quieres pillarte una neumonía?

me dio la impresión de que el hocico del animal, escarbé con un clavo y musgo

(no liquen, no gotas)

mi padrastro una tarde también en un banco el panoli y mi madre una orden a la tarima donde la ambulancia me esperaba

(acerca de mi exmujer ni una palabra disculpen)

balanceando los pendientes que nunca retiraba de la caja donde las cuentas del collar cuyo hilo se rompió

—Saluda al señor sargento muchacho

mientras mi padrastro, igual que yo contigo, observaba los edificios, mi madre sirvió vino

(no bebíamos vino)

y un plato del libro de recetas que le llevó todo el día midiendo cucharas de condimento ella que no le daba importancia a las medidas, pensaba que tu mano mayor hija y al final los huesos tan estrechos, un puño de niña frenándose en las mayúsculas, se adivinaba el peso entero cargando en la pluma, la profesora

—Cuidado

y ninguna gota en ti, solo la dificultad de escribir, Felices Fiestas por qué y una gota en mí

(incorrecto, yo seco)

una gota no en mí, yo seco, ni roscón de reyes ni Navidad, con tantos recuerdos hirviendo la cabeza se me va, la oigo remover episodios antiguos cambiando personas y cosas de lugar y repitiendo miserias que creía olvidadas y al final permanecen, la lata sacada del estante

—¿Cuántas mensualidades dice?

y la ambulancia consolándome tac tac de que la furgoneta negra me robase lo que tenía sin que el infeliz entendiese

—No entiende el infeliz

y el infeliz que no entendía cazando lagartijas en el hueco del muro, cuatro de la mañana en este instante, los cactus que se diría hinchándose y tú riendo en tu sueño, no, tú conmigo en el apeadero y yo suponiéndote con la nariz en el tendedero, en la tierra de mi abuelo en que túmulos celtas hechos de peñascos o acaso moreras tan oscuras que se palpaba la sombra, según mi abuela un ahorcado que pedía agua mostrando la sed de la lengua

—Traigan el cubo del pozo

mi abuelo cargó la escopeta, disparó hacia los árboles

—Aquí está él

y el rumor del ahorcado en busca de charcos, mi tía afligida

—Déjelo descansar señor

colocaba una botella en una losa y por la mañana la botella vacía, en plena noche salida del establo la muía del ahorcado trotaba en la parra con cascos de animal viejo sin posible descanso, los pendientes de mi madre regresaron a la caja cuando mi padrastro se nos instaló en casa

(y el lápiz insistiendo

—Felicidades felicidades

con una lentitud aplicada)

yo con miedo a que la lluvia disolviese la lagartija y mi madre

—Me vi libre del grande aún tengo aquí al pequeño

apenas conocí a mi padre, soy su hijo, no de él, quedó una chaqueta de espantajo oscilando en la percha con una monedita en el bolsillo

—¿Quiere la moneda señora para tener más calderilla?

y por momentos dedos en mi cabeza, un pañuelo que apareció y desapareció apretado con una garrita delgada, huesos de aceituna en número par, estamos a salvo, me sequé la boca con tu servilleta ¿ves?, todo lo que has dado me sirve, la bandeja la sopa la pera, pensar en ti escribiendo mi nombre y la profesora

—¿Cómo se llama tu padre?

(¿cómo se llamaba mi padre?)

corrigiendo una consonante en las tarjetas del colegio, me quedaba mirándolas en el buzón y me olvidaba de subir las escaleras y si presto atención me descubro allí, un hombre joven, no un viejo como hoy es decir una guinda que se desliza del budín hacia la muerte, pido disculpas por haber tardado tantas páginas en llegar al término de mi informe pero falta poco tranquilos, dentro de unos minutos el sospechoso a quien llaman Hiena de 13 (trece) años de edad, el que no consigue hablar se desorbita, gruñe, duerme donde puede en contenedores, jardines, la muía del ahorcado pasó el palomar y nunca más la vimos, la botella de agua intacta y mi tía

—Se le fue la sed no nos necesita

de modo que la escopeta de mi abuela descansando en la habitación como yo descansando después de la última frase, le pongo la fecha, firmo y me inclino con el mentón hasta el brazo pensando en los surtidores de gasolina en el regreso de Ermesinde, los he contado, son 8 (ocho), iluminados, cómplices, si dependiese de mí me demoraría en ellos toda la vida hasta las Felices Fiestas no me molesten pero avancemos la conclusión, 4 (cuatro) hojas de papel, las únicas que tengo, numeradas por el comando, no volveré al norte, unos meses y la jubilación, el paseo al mercado dándoles cuerda a las arterias, uno de los zapatos, desanudado, más lento y la ambulancia olvidada

—¿Qué ambulancia?

mi hija es evidente que olvidada también, si me preguntasen acercando la boca a mi oído, el doctor Sabino por ejemplo

—¿Su hija?

frunzo el ceño conjeturando sin entender las palabras, qué quiere decir

—¿Su hija?

y desisto, párpados ni siquiera rojos, inexistentes, una muela ahí atrás desprendiéndose de la carne, 4 (cuatro) hojas de papel de 25 (veinticinco) líneas que se escriben por un solo lado y en 2 (dos) frases se rellenan, pongamos aparte mis problemas incluyendo naturalmente grutas y gotas

(o líquenes)

y despachemos el asunto, acompañado por los 5 (cinco) agentes de segunda clase en los que no creía y los 2 (dos) policías en prácticas en los que creía menos me di cuenta y ya era hora

(4 (cuatro) hojas de papel acuérdate)

a las 4 (cuatro)

(estas coincidencias asustan)

a las 04.49 h (cuatro horas cuarenta y nueve minutos) de la, por así decir, madrugada, me di cuenta de la inequívoca aproximación venida del Barrio 1.° de Maio

(una cuesta que respiraba despacio)

difícil de distinguir en las tinieblas con los tejados subiendo y bajando cada cual según su cadencia, chimeneas que también son gente y travesías y escombros profundizados por la ausencia de la luna cuya claridad, sea dicho entre nosotros, nunca me ayudó salvo a confundir siluetas no solo por el hecho de desplazarse tomando unas casas por otras

—¿Era aquella y no es aquella en la que estoy yo amigos?

pero por la constante e imprevisible interposición de nubes impelidas por el humor del viento y por eso ocultando lo que finge mostrar, estoy seguro de que una niña

(en este caso mi hija)

que se ríe durmiendo, si me acordase de ti y no me acuerdo, me acuerdo de una ropita blanca

no, amarilla o color rosado, color rosado

blanca, me acuerdo de una ropita blanca

(ropa de hombre que se llevó el feriante

—Cosas gastadas señora no valen ni el esfuerzo de abrir la cartera aquí tiene)

con que mi exmujer

(de ese tema no hablo y además el guardia

—Su marido no está)

la vestía o te vestía, como prefieran, para mí es igual, cuántas veces me obligarán a repetir que me sequé hace siglos, yo piedra que se disgrega, yo arena, hay momentos en que me pregunto incluso si habré tenido un nombre, una existencia quién sabe dónde y cuándo, me acuerdo de la ropita blanca con que mi mujer la vestía el domingo

(casi tres páginas solo y por favor no divagues)

el Barrio 1.° de Maio a 150 (ciento cincuenta) o 200 (doscientos) metros de nosotros, puede ser que un poco más, 300 (trescientos), porque al principio chabolas aisladas, un taller de tonelero

(creo que de tonelero, mañana o después lo compruebo)

y el matadero fuera de servicio, me gusta fuera de servicio, sin restos de sangre de cerdos y borregos y tan seco como yo oscureciendo las hierbas, un vertedero con pedazos de periódico, etcétera, no merece la pena extenderme, de vez en cuando hombres de piel oscura

(iba a escribir negros mira qué solemne, hombres de piel oscura)

de vez en cuando mujeres, nunca una ropita amarilla ni color rosado

nunca una ropa blanca de vestir los domingos, ninguna nariz contra el tendedero, nunca tú

(para mí no había diferencia si yo seco, si por casualidad menciono un liquen o una manchita no lo crean, líquenes chorradas)

el Barrio 1.° de Maio del cual a las 04.49 h (cuatro horas cuarenta y nueve minutos) de la, por así de, a las 04.49 h (cuatro horas cuarenta y nueve minutos) de la madrugada se nos ocurrió salir rodeando el taller y tomando un sendero tanto cuanto las nubes y la luna me permiten afirmar que sendero y permiten poco atendiendo a que la luna se desplaza

(¿o es el centro de todo?)

y el viento muda las nubes según sus caprichos, por lo que aprendí de él

(voy aprendiendo el viento)

era capaz de poner a mi hija a gatear hacia delante y mi padre al regresar del cementerio experimentando la nariz con las manos

—¿Dónde fue que estuve?

mi madre a mi padrastro dubitativa

—¿Se lo decimos o no se lo decimos?

y no lo decían, claro, el Barrio 1.° de Maio, ese estigma social que no hay modo de que los diferentes poderes, perdóneseme la impertinencia, solucionen

(mi padre señalando a mi padrastro

—¿Aquel quién es?)

encarándolo frente a frente, qué expresión más idiota, podría haberla inventado yo mismo, el Barrio 1.° de Maio del que se me ocurrió salir

(¿culpa del viento?)

girando por la derecha

(¿culpa de las nubes?)

el taller del tonelero y rodeando una senda a 12 (doce) o 13 (trece) metros del lugar en que lo esperábamos en los cabrahigos y en los cactus

(¿cactus o pitas?: comprobando al comprobar el taller debido a la luna que no descansa qué manía, amarilla o color rosado como la ropita de mi hija además no amarilla ni color rosado sino blanca, qué fue de esa ropita blanca, el feriante

—Cosas gastadas señora aquí tiene

y si no fuese por la ausencia de gotas me emocionaría y valdrían

—Tome estos billetes madre y no se agobie con padre que ha de morir otra vez)

en la senda a 12 (doce) o 13 (trece) metros del lugar en que lo esperábamos

(¿por qué escribir, por qué un informe en lugar de la ambulancia, de los palillos, de la gruta aunque de tierra, la pobre?)

el sospechoso al que llamaban Hiena, un mestizo de 13 (trece) años más pequeño y más delgado según destacó la autopsia

(y lo comprobé sin necesidad de destacarlo)

de lo normal a su edad, añadiéndole el adjetivo desnutrido y el adverbio notablemente, notablemente desnutrido, en el número 2 (dos) de las Consideraciones Preliminares antes del examen individualizado de las vísceras con su forma, color, peso, textura y detalles que los técnicos deciden pertinentes y a mí que esas minucias me incomodan dispensables

(se murió está muerto, no malgastemos el dinero, con dinero un estorbo, del Estado, se lo arroja al vertedero y listo)

un mestizo que me atrevo a considerar raquítico, un niño, aduciría yo que hasta planteo la hipótesis de que se reía durmiendo, con una escopeta de cañones recortados mayor que él en la mano, corrijo, colgada del cuello mediante un trozo de correa vieja y una caja

(prueba número 11 (once))

de municiones suplementarias de punta cortada en el bolsillo, uno se interroga y es forzoso que se interrogue cómo es que un chicuelo de las razas inferiores, amarillos pieles rojas hindúes

(no te arrebates, continúa)

un mestizo según el expediente del Instituto de Reinserción donde lo recluyeron meses por orden del Excelentísimo Tribunal de Menores

(curiosa designación)

y del que se evadió, si el verbo no es excesivo tratándose de un chaval y uno vuelve a interrogarse

(vaya cantidad de interrogaciones que haces, andando)

del que se evadió en marzo p. p. en compañía del llamado Guerrillero de 17 (diecisiete) años de edad e identificado como uno de los cabecillas de los sospechosos, por tanto según el expediente del Instituto del cual nos permitimos extraer una serie de indicaciones técnicas aunque el expediente no indique, afirme, dado que nosotros los policías no indicamos, afirmamos

(uno se interroga acerca de la sugerencia de que lo matemos)

la única persona de la que tengo noticia que no afirmaba nada de nada era mi padre sorprendido con el trajecito y la corbata

—¿Dónde he estado?

y mi madre a mi padrastro

—¿Tú sabes cómo se explica que haya estado sepultado?

según el expediente del Instituto un mestizo desnutrido, raquítico, no superando la altura que se considera mínima para un individuo de raza blanca

(mi padre a mí

—¿Qué estás escribiendo?)

de 7 (siete) u 8 (ocho) años de edad e incapaz de articular correctamente los sonidos aunque de acuerdo con las pruebas efectuadas

(—Estoy escribiendo un memorando de los que usted sellaba) de inteligencia media

(CI 112 (ciento doce))

incapacidad radicada en deficiencia congénita del paladar

(ausencia de dos tercios de la bóveda palatina por probable enfermedad infecciosa de la madre en el transcurso del embarazo, estoy escribiendo un memorando de los que usted sellaba padre y no aguanto lo que escribo)

que tarde o temprano alrededor de los 20 (veinte), 25 (veinticinco) años dará lugar

(¿cómo rayos sellaba lo que no aguanto escribir?)

a problemas respiratorios irreversibles e impedía

(no selle señor no rubrique)

la comunicación con los compañeros y el personal docente

(unos verdugos seguro)

sustituida por muecas, rictus y movimientos descoordinados de los miembros, hecho que sumado a una fealdad

(¿mi hija fea yo feo?)

notoria

(no me pareció muy feo al examinar el cadáver a pesar de la cabeza parcialmente deshecha, ya voy, ya voy, preferí detenerme en la delicadeza de las falanges que incluso en la falta de higiene me hacían recordar las que estropeaban la tarima con una ambulancia sin ruedas y qué tarima, qué ambulancia, creo que los he perdido Virgen Santa)

lo volvía repugnante

(—No paras de destrozarme los nervios con tu juguete)

ante aquellos que con él convivían

(lo que me obligan a escribir padrecito)

aunque el llamado Guerrillero pareciese entenderlo

(no tuve amigos y no sé si me apetecía tenerlos, es una cuestión que no planteo, siga su curso antes de que una gota, me sentaba en el barreño de la cocina y una gota realmente, mirando las coles solo)

el llamado Hiena

(el viento sopló hacia el norte descubriendo la luna y en esto tan nítidos los cactus, los agentes, los cabrahigos cactus mayores de lo que yo estaba habituado, gordos)

y el taller del tonelero con el hollín del soplete y la encimera con herramientas donde se estiraban gatos, uno de ellos amarillo o color rosado, no, blanco, conté 3 (tres), conté 4 (cuatro) siendo que el cuarto escondido de los demás y desistí de contarlos, me cansé de vosotros gatos y palillos, no me agobiéis, y aquí tenemos la Venda Nova o Benfíca abajo, cuál es la diferencia entre Venda Nova y Benfíca si en ambas las persianas bajadas, silencio, el comando que decida dado que en mi caso el sueño se ha unido al miedo, tanto trabajo por un chico para colmo enfermo señores, las 04.51 h (cuatro horas cincuenta y un minutos) y yo añoso, exhausto, de regreso de Ermesinde tenía que parar en el arcén a masajearme codos y rodillas pensando no llego a Lisboa, no soy capaz, no puedo, pensando que 3 (tres) edificios enteros más ½ (la mitad) derecha de otro a la izquierda más ²/5 (dos quintos) de la izquierda de un último a la derecha no merecían el viaje y concluyendo que nada merecía el viaje, por cierto no mi hija, qué es una hija y en mi caso y dejándonos de exageraciones

(¿por qué estaré tan irritado?)

una gota que no llegó a formarse y mucho menos a caer, un recuerdo sin importancia del que solo una ropita amarilla o color rosado o blanca

(dejé de preocuparme)

perdura, mi madre acabó por decidirse

—Desapareciste hace un año es la vida

el sospechoso

(voy a terminar, perdonen)

nos divisó dado que la mano

(no me queda paciencia para comprobar si me he referido a los dedos y en qué términos lo he hecho)

en la escopeta, las dos manos en la escopeta y ni gorra ni gafas oscuras, una criatura indefensa, iba a escribir que un chiquillo y corrijo, una criatura de raza inferior y la criatura de raza inferior un salto rumbo al Barrio 1.° de Maio donde tal vez lo protegiesen y se cuidase a salvo en compañía del llamado Capitán y del llamado Peque y del llamado Rucio y del llamado Galán y del llamado Perro y del llamado Gordo y del llamado Guerrillero tantos nombres caramba

(falta 1 (una) página y ½ (media), unos centímetros más que ½ (media), 1 (una) página y ¾ (tres cuartos), no decepciones al comando que creyó en ti, no desistas, las 04.59 h (cuatro horas cincuenta y nueve minutos), dentro de unos instantes podrás acostarte y descansar)

un salto y mi padre buscándose en los bolsillos con la ilusión de que en los bolsillos otro padre que lo aclarase

—¿Hace un año?

mientras mi padrastro sin soltar el bolígrafo y el crucigrama miraba la ventana en que las tipas del parque intentaban confirmar

—Es verdad

les ordené a los agentes

—No disparen

es decir decidí ordenarles a los agentes

—No disparen

creí haberles ordenado a los agentes

—No disparen

estaba seguro de haberles ordenado a los agentes

—No disparen

y no les ordené

—No disparen

me quedé callado a la espera, uno de los gatos de la encimera creció en una escama de luna, se veía el nudo del sueño recorriéndolo desde la nuca hasta la cola, uno de los policías en prácticas de pie sin respetar las instrucciones

(¿para qué matarlo?)

levantando la pistola y para qué matarlo de hecho, un chiquillo de 7 (siete) u 8 (ocho) años, no 13 (trece), desprovisto de la casi totalidad de la bóveda palatina e incapaz de hablar, quién aparte de mí lo comprendía, mi padre en el rellano

—¿Habré desaparecido en serio?

mi hija completó mi nombre con mayúsculas torcidas y la profesora que vigilaba las maniobras

—No ha sido difícil ¿no?

por pertenecer a esa especie de tímidos

(conozco a muchos de ese estilo)

que elogiaba censurando, me buscó en una ocasión en la Policía, inquieta por los calabozos, los uniformes, un tipo esposado, logró pronunciar

—Su hija

con las orejas moviéndose mientras hablaba y yo pasmado ante las orejas

—Diga su hija por favor

hasta hastiarme del interés por un embrión sin interés gateando hacia atrás y al cual ni un hilo me unía

(ni un hilo me une a ninguna cosa, me sequé)

y decirle

—Váyase

con una voz que me llevó tiempo reconocer como mía, la que tuve hace 10 (diez) años en la época de mi exmujer, no tengo espacio y si lo tuviese por ningún dinero del mundo

(es una forma de expresarse)

volvería a esa historia, las orejas de la profesora continuaban moviéndose y ningún sonido afortunadamente, una señora regordeta mirándome con disgusto y sorpresa

(existen resentimientos que no llego a comprender)

declarando con esfuerzo, con orejas normales

—Usted

los calabozos, los uniformes, el tipo

(un ratero cualquiera)

esposado y sin embargo

—Usted

y el disgusto, la sorpresa, se distinguía una lágrima en ella qué sensiblería al recordar las mayúsculas torcidas, no debía de tener hijos, no debía de tener marido, debía de tener un perro pequeño o algo así

(¿cómo lo trataría?)

y recuerdos difíciles que no me importaban, me niego a pagar por el pasado de los otros, lo que faltaba, líbrense de él como yo me libré del mío y no me agobien con sus grutas y sus gotas, qué mal he hecho yo para tener que soportarlos, desaparezcan, el policía en prácticas de pie, un segundo policía en prácticas de pie, los 5 (cinco) agentes de segunda clase de pie, yo de pie

(no estoy seguro de si yo de pie)

yo de pie y el sospechoso con una enfermedad congénita del paladar causada por enfermedad infecciosa de la madre

(entre paréntesis e interrogantes: ¿rubéola?)

durante los 3 (tres) primeros meses de embarazo

(escribí un memorando de los que usted sellaba padre y detesto lo que he escrito)

intentando un paso hacia los

(no un adulto, un niño)

cabrahigos

(deficiencia que tarde o temprano alrededor de los 20 (veinte), 25 (veinticinco) años dará inevitablemente lugar a problemas respiratorios irreversibles y a una defunción necesariamente precoz)

y desistió del paso, intentó levantar la escopeta de cañones recortados suspendida de la nuca por un pedazo de correa vieja

(yo viejo)

sin ser capaz de levantarla

(oímos la puerta cerrarse cuando mi padre salió)

porque remolineó 1 (una) vez, 2 (dos) veces, se enderezó, se encogió, se enderezó y al inclinarme hacia el mestizo un cuerpo minúsculo vestido con una ropita amarilla o color rosado

(no amarilla ni color rosado, sino blanca)

vestido con una ropita blanca con botones de nácar y cintas y lazos, esas cosas con las que nos gusta adornar a los hijos y que se reía durmiendo.