EFECTIVOS: ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DE LA GUERRA
Desde 1536, el tercio es considerado una unidad militar integrada teóricamente por diez compañías de trescientos hombres. Felipe II ordenó a finales de 1560 que la infantería desplegada en Lombardía pasase a estar compuesta por un tercio de tres mil efectivos divididos en diez compañías, estando dos de ellas compuestas exclusivamente por arcabuceros. Las restantes serían compañías ordinarias (o de picas), y tendría ciento cincuenta coseletes, cincuenta arcabuceros y cien picas secas. Pero a pesar de esta regulación, en la práctica la tendencia irá cambiando rápidamente debido a tres factores: la reducción de efectivos de las compañías, el aumento del número de estas y el incremento de la potencia de fuego. Lo que a nivel teórico sí que se mantendrá, incluso hasta las ordenanzas de 1632, será la idea de que los tercios continúen teniendo tres mil efectivos, algo que en pocos casos se cumplía.
La realidad solía ser otra, y no siempre estos mantenían dichos contingentes, salvo muy a principios del siglo XVI, ya que el número de efectivos de los tercios y compañías varió con el tiempo, algo que debemos ver como una evolución lógica. Lo que sí que se mantuvo —con escasas variaciones— fue la estructura orgánica y los cuadros de mando. La evolución de cada una de las unidades se fundamentó en la disponibilidad de recursos humanos, su desgaste y los problemas de mando y control. De esta manera, llegó a haber tercios en activo con menos de cuatrocientos efectivos, y otros con más de cuatro mil. En Flandes las unidades perdían fácilmente sus números teóricos en combate, y era muy difícil reemplazar las bajas cuando se combatía a miles de kilómetros de los principales centros de reclutamiento. Por otro lado, conocemos que algunos tercios como el de Nápoles llegaron a contar en algunos momentos con casi seis mil efectivos y más de cuarenta compañías desperdigadas en todo el reino, sin que se creara un nuevo tercio, ya que se reconocía que no convenía, no siendo necesario reducirlo a más unidades al no estar en ese momento combatiendo.
En los dos siglos de historia de los tercios, uno de los pasos fundamentales fue la paulatina reducción del número de soldados teóricos de las compañías —aumentando el número de estas—, algo que también ocurrirá en todos los ejércitos europeos, y que conllevará la reducción del ratio de soldados por cada oficial. Con ello, las unidades eran más manejables, más móviles y era más fácil mantener la cadena de mando, evitándose que una misma unidad tuviera compañías desperdigadas por cientos de kilómetros.
Durante el siglo XVI, era habitual que las compañías pudieran tener trescientos efectivos, pero a finales de siglo la cifra teórica se había reducido a doscientos cincuenta. En la transición entre el siglo XVI y el XVII se comenzará a gestar dicha evolución, de manera lenta —pero firme—, en casi todos los ejércitos europeos. Las ordenanzas de 1598 reorganizaban los tercios en no más de 13 o 15 compañías (de las cuales como mucho 2 podían ser de arcabuceros), cada una de 260 plazas, habiendo 10 oficiales y 250 soldados. Las compañías ordinarias debían tener 130 piqueros, 100 arcabuceros y 20 mosqueteros. Si bien esta era la teoría, la práctica se mostró algo diferente, y nos indica que pocas veces los tercios tenían 3000 efectivos, como nos demuestra la documentación administrativa de la época. Comencemos por el principio, de entre los cuatro tercios de españoles llegados con el duque de Alba (1567), sólo el de Nápoles sobrepasaba los 3000 efectivos en 19 compañías, si bien ninguno de los restantes alcanzaba los 2000, siendo la media de efectivos de todas las compañías unos 180 hombres, poco más de la mitad del contingente teórico. Unos pocos años después, en 1571, la muestra de los cuatro tercios de españoles del ejército de Flandes dio como resultado 7509 hombres en 50 compañías, unos 150 efectivos de media en cada compañía.
Las muestras del Ejército son documentos que podemos encontrar en los archivos y que nos informan de los efectivos del ejército de Flandes. Gracias a esta documentación original podemos conocer la evolución y efectivos de los tercios españoles que combatían allí, distinguiendo —como en este caso— entre oficiales, soldados y oficiales reformados. Archivo General de Simancas.
Las ordenanzas de 1632 reconocían que los tercios de fuera de España debían tener hasta 15 compañías de 200 hombres, si bien los formados en la península debían alcanzar los 250 efectivos en un máximo de 12 compañías. Incluso se regulaba que los tercios de 15 compañías debían tener como mucho 2 compañías de arcabuceros. Los tres tercios presentes en Flandes en 1633 estaban algo lejos de esos números teóricos, ya que mantenían 4309 oficiales y soldados en 51 compañías, por lo que de media había 1436 hombres por tercio, y 85 hombres por compañía, menos de la mitad de los teóricos. Pero las circunstancias podían cambiar con rapidez ante la llegada de nuevos efectivos desde la península, y la reorganización de fuerzas presentes. Así, tras la llegada de miles de españoles en 1639, la cifra de españoles en los tercios de Flandes había aumentado hasta los 12 219 efectivos distribuidos en 6 tercios y 110 compañías, con una media de 2036 hombres por tercio y 111 por compañía. Pero dichas circunstancias, y un estado de fuerzas tan óptimo, no se solían mantener durante mucho tiempo. En 1659, tras la reciente Paz de los Pirineos con Francia, el estado de los tercios españoles era lamentable ante la reciente guerra, las continuas acciones bélicas, la falta de nuevos reclutas de refresco y la política de no suprimir unidades ni compañías para no perder buenos oficiales. Así, los seis tercios mantenían en 122 compañías 1243 oficiales y 2520 soldados españoles (prácticamente un oficial por cada dos soldados), por lo que de media los tercios tenían 627 hombres, y las compañías 31. Unas cifras muy lejos de las teóricas.
A lo largo de una contienda se puede observar ese desgaste de las unidades, que se acelera con el recrudecimiento de los combates y ante la falta de reemplazos llegados desde España. Un buen ejemplo lo tenemos durante la guerra de Holanda (1672-79), que enfrentó a Francia contra Holanda y su bando de aliados, entre los que se encontraban España y el emperador. Los Países Bajos españoles terminaron siendo un escudo protector de los holandeses ante las ambiciones francesas, teniendo lugar en sus campos los más cruentos combates de la guerra como la batalla de Seneffe (1674). Al comienzo de la guerra, en 1672, había 9 tercios de españoles en Flandes, que contabilizaban 9926 efectivos en 163 compañías, por lo que de media había 1103 hombres por tercio y 61 por compañía. Durante los años siguientes estas cifras irán a la baja, en los primeros años de manera muy poco significativa, ya que continuaron llegando tropas de refresco, como nos confirma la muestra de 1674. En 1676 se empiezan a notar los primeros efectos, reduciéndose la media un 25 %, también en parte por la llegada de más unidades, ya que en ese momento había 12 tercios y 202 compañías que contabilizaban 9361 españoles. Pero los años siguientes fueron muy duros, no pudiendo llegar a Flandes nuevos refuerzos. Las tropas españolas debieron defender las grandes ciudades del país, que pese a estar bien fortificadas no eran suficientemente fuertes para poder detener más que algunos meses la impresionante capacidad de movilización militar francesa, que en la mayoría de los casos multiplicaba por diez las fuerzas defensoras, disponiendo los ejércitos franceses de decenas de miles de hombres y cientos de cañones. En 1677 se perdieron Valenciennes, Cambrai y Saint-Omer, y en 1678 las ciudades de Gante y de Ipres. En ese último año los tercios españoles redujeron sus cifras hasta los 6588 oficiales y soldados en 10 tercios y 153 compañías, por lo que prácticamente la media de los tercios y compañías se había reducido a un 70 % de los de inicios de la guerra (659 por tercio y 43 soldados por compañía). En 1679 el retroceso era todavía mayor al no llegar refuerzos, y ya la media —tras siete años de duros combates— era prácticamente la mitad que al inicio de la guerra, quedando en Flandes 5337 soldados y oficiales españoles.
A nivel orgánico, todos los Ejércitos europeos tendieron a reorganizar sus unidades. Los batallones holandeses quedaron reducidos primeramente a 800 hombres a mediados del siglo XVII, hasta los 550 hombres a finales de la centuria. Si bien los españoles no lo regularían mediante nuevas ordenaciones legales, la práctica fue la misma durante toda la segunda mitad del siglo XVII, teniendo los tercios una media de entre 500 y 700 efectivos, y la compañía unos 50. Las nuevas ordenanzas de 1704 impuestas por Felipe V no se adelantaban a su tiempo, sólo dejaban por escrito lo que ya estaba sucediendo. Estas regulaban que los nuevos regimientos tuvieran 12 compañías de 53 oficiales y soldados.