11
Los días pasaban y Josep iba comprendiendo cada vez más lo que allí se hacía. El porqué de cada cosa. Continuaban vaciando el ringfort, probablemente estarían haciéndolo durante el tiempo que durara la excavación. Había dos descansos, uno para almorzar y otro para comer, y la gente iba a las cabinas habilitadas para ello donde había té caliente y calefacción. Él solía quedarse fuera, en la zona de los esqueletos. Observaba con admiración los progresos que se hacían y aprovechaba cualquier oportunidad para preguntar. La supervisora del área de la necrópolis se llamaba Aoiffe. Era una irlandesa de unos cincuenta años, doctora en antropología por la Universidad de Boston, donde estuvo investigando desde que se licenció. Al final, renunció a su plaza y volvió a la granja de sus padres donde su marido, que en Estados Unidos era médico, se dedicaba a criar cerdos. Ella solía insistir en que ahora que sólo contaban con su sueldo y con la granja eran más felices que nunca. Josep se ganó su confianza y muchas tardes tomaban cervezas juntos después del trabajo y él aprovechaba para preguntarle sobre todo lo que se le pasase por la cabeza respecto a esqueletos. Una mañana ella se acercó hasta él: —Acompáñame al coche, tengo algo para ti. Espero que te sea útil. La verdad es que yo no suelo usarlo pero le tengo mucho cariño y no me gustaría que se perdiese o se estropease.
—¿A qué te refieres? ¿De qué se trata?
Llegaron al coche y ella sacó una cartera vieja de cuero. Dentro había un libro bastante deteriorado por el uso.
—¡Ábrelo! Te lo presto mientras dure la excavación. Es mi biblia. El mejor manual de huesos que se ha escrito nunca.
Él observaba el manual como si se tratara de las tablas de la ley. En la portada se podía leer Manual de Antropología Física del Doctor Newmann.
—Muchas gracias. No sé qué más puedo decir.
—No digas nada, sólo estudia y trata de devolvérmelo en perfectas condiciones, porque si algo le pasa…
—Tranquila, Aoiffe, nada le pasará, te quiero —dijo antes de abrazarla. Luego le espetó un beso en el pelo.
Brigitte contemplaba la escena desde el montículo de tierra.