6. EL FALSACIONISMO SOFISTICADO, LAS NUEVAS PREDICCIONES Y EL DESARROLLO DE LA CIENCIA

GRADOS DE FALSABILIDAD RELATIVOS EN VEZ DE ABSOLUTOS

En el capítulo anterior se mencionaron algunas condiciones que debe cumplir una hipótesis para que sea digna de consideración científica. Una hipótesis debe ser falsable, cuanto más falsable mejor, y, no obstante, no debe ser falsada. Los falsacionistas más sofisticados se dan cuenta de que estas condiciones por sí solas son insuficientes. Una condición adicional va unida a la necesidad que tiene la ciencia de progresar. Cualquier hipótesis debe ser más falsable que aquélla en cuyo lugar se ofrece.

La concepción falsacionista sofisticada de la ciencia, con su hincapié en el desarrollo científico, traslada el centro de atención de los méritos de una sola teoría a los méritos relativos de teorías enfrentadas. Proporciona una imagen dinámica de la ciencia en lugar de la concepción estática de los falsacionistas más ingenuos. En vez de preguntarse de una teoría: «¿Es falsable?», «¿En qué medida es falsable?» y «¿Ha sido falsada?», resulta más apropiado preguntar: «La teoría recién propuesta, ¿es un sustituto viable de aquélla a la que desafía?». En general, una teoría recién propuesta será considerada como digna de atención por parte de los científicos si es más falsable que su rival y, en especial si predice un nuevo tipo de fenómeno que su rival no mencionaba.

El hincapié en la comparación de falsabilidad de series de teorías, que es consecuencia del hincapié en la ciencia como un conjunto de conocimientos en evolución y desarrollo, permite evitar un problema técnico, ya que es muy difícil especificar hasta qué punto es falsable una teoría. No se puede definir la medición absoluta de la falsabilidad simplemente porque el número de falsadores potenciales de una teoría siempre será infinito. Es difícil encontrar una respuesta a la pregunta: «¿Hasta qué punto es falsable la ley de la gravitación de Newton?».

Por otro lado, a menudo es posible comparar los grados de falsabilidad de las leyes o teorías. Por ejemplo, la afirmación: «Dos cuerpos cualesquiera se atraen mutuamente con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de su distancia» es más falsable que la afirmación «Los planetas del sistema solar se atraen mutuamente con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de su distancia». La primera afirmación implica la segunda. Todo lo que false la segunda falsará la primera, pero no a la inversa. Idealmente, al falsacionista le gustaría poder decir que la serie de teorías que constituyen la evolución histórica de la ciencia está hecha de teorías falsables, siendo cada una en la serie más falsable que su predecesora.

EL AUMENTO DE LA FALSABILIDAD Y LAS MODIFICACIONES AD HOC

La exigencia de que, según progresa la ciencia, sus teorías sean cada vez más falsables y en consecuencia tengan cada vez más contenido y sean cada vez más informativas excluye que se efectúen modificaciones en unas teorías destinadas simplemente a proteger una teoría de una falsación amenazadora. Una modificación en una teoría, tal como la adición de un postulado más o un cambio en algún postulado existente, que no tenga consecuencias comprobables de la teoría sin modificar, será denominada modificación ad hoc. El resto de esta sección se ocupará de mostrar ejemplos destinados a aclarar la noción de modificación ad hoc. En primer lugar consideraré algunas modificaciones ad hoc que el falsacionista rechazaría y después éstas serán contrastadas con algunas modificaciones que no son ad hoc y que, en consecuencia, el falsacionista aceptaría.

Comenzaré con un ejemplo bastante trivial. Consideremos la generalización «El pan alimenta». Esta teoría de bajo nivel, si se explica más detalladamente, equivale a la afirmación de que, si el trigo crece de manera normal, se convierte en pan de manera normal, entonces los seres humanos se alimentarán. Esta teoría aparentemente inofensiva planteó un problema en un pueblo francés en una ocasión en que el trigo creció de manera normal, se convirtió en pan de manera normal y, no obstante, la mayoría de las personas que comieron ese pan cayeron gravemente enfermas y muchas murieron. La teoría «(Todo) el pan alimenta» se vio falsada. Se puede modificar la teoría para evitar su falsación adaptándola de modo que diga: «(Todo) el pan, con excepción de la hornada de pan producida en la aldea francesa en cuestión, alimenta». Ésta es una modificación ad hoc. La teoría modificada no puede ser comprobada de manera que no lo sea también la teoría original. El consumo de pan por cualquier ser humano constituye una comprobación de la teoría original, mientras que las comprobaciones de la teoría modificada se limitan al consumo de pan distinto de esa hornada de pan que produjo resultados tan desastrosos en Francia. La hipótesis modificada es menos falsable que la versión original. El falsacionista rechaza esas acciones de retaguardia.

El siguiente ejemplo es menos truculento y más entretenido. Es un ejemplo que se basa en un intercambio que tuvo lugar realmente a principios del siglo XVII entre Galileo y un adversario aristotélico. Después de haber observado la Luna cuidadosamente a través de su recién inventado telescopio, Galileo pudo informar que la Luna no era una esfera lisa sino que su superficie estaba llena de montañas y cráteres. Su adversario aristotélico tenía que admitir que las cosas parecían ser de ese modo cuando por sí mismo repitió las observaciones. Pero las observaciones amenazaban a una noción fundamental para muchos aristotélicos, a saber, que todos los cuerpos celestes son esferas perfectas. El rival de Galileo defendió su teoría frente a la aparente falsación de una manera evidentemente ad hoc. Sugirió que había una sustancia invisible en la Luna que llenaba los cráteres y cubría las montañas de tal manera que la forma de la Luna era perfectamente esférica. Cuando Galileo preguntó cómo se podría detectar la presencia de la sustancia invisible, la réplica fue que no había manera de poderla detectar. Así pues, no hay duda de que la teoría modificada no producía consecuencias comprobables y de que, para un falsacionista, era completamente inaceptable. Galileo, exasperado, fue capaz de mostrar lo inapropiado de la postura de su rival de una manera característicamente ingeniosa. Admitió que estaba dispuesto a admitir la existencia de la sustancia invisible e indetectable en la Luna, pero insistió en que dicha sustancia no estaba distribuida tal y como sugería su rival, sino que en realidad estaba apilada encima de las montañas de modo que eran varias veces más altas de lo que parecían a través del telescopio. Galileo fue capaz de superar a su rival en el inútil juego de la invención de ardides ad hoc para proteger las teorías.

A continuación mencionaremos otro ejemplo de una hipótesis posiblemente ad hoc, procedente de la historia de la ciencia. Antes de Lavoisier; la teoría del flogisto era la teoría clásica de la combustión. Según esa teoría, cuando se quemaban las sustancias, se desprendía de ellas el flogisto. Esta teoría se vio amenazada cuando se descubrió que muchas sustancias aumentaban de peso con la combustión. Una manera de salvar la aparente falsación consistió en sugerir que el flogisto tenía peso negativo. Si esta hipótesis se podía comprobar solamente pesando las sustancias antes y después de la combustión, entonces era ad hoc. No conducía a nuevas comprobaciones.

Las modificaciones efectuadas en una teoría en un intento de salvar una dificultad no necesitan ser ad hoc. A continuación presentamos algunos ejemplos de modificaciones que no son ad hoc y que, en consecuencia, son aceptables desde un punto de vista falsacionista.

Volvamos a la falsación de la afirmación «El pan alimenta» para ver cómo se podrá modificar de una manera aceptable. Un paso aceptable sería reemplazar la teoría original falsada por la afirmación «Todo el pan alimenta, excepto el hecho de trigo contaminado por un determinado tipo de hongo» (seguido de una especificación del hongo y de algunas de sus características). Esta teoría modificada no es ad hoc porque lleva a nuevas comprobaciones. Es contrastable de forma independiente, por usar la expresión de Popper (1972, p. 193). Las posibles comprobaciones incluirán comprobar de qué trigo estaba hecho el pan contaminado para detectar la presencia del hongo, cultivar el hongo en un trigo especialmente preparado y comprobar el efecto alimenticio del pan producido con él, analizar químicamente el hongo para determinar la presencia de venenos conocidos, etc. Todas estas pruebas, muchas de las cuales no constituyen pruebas de la hipótesis original, podrían dar como resultado la falsación de la hipótesis modificada. Si la hipótesis modificada, más falsable, supera la falsación frente a las nuevas pruebas, entonces se habrá aprendido algo nuevo y se habrá progresado.

Volvamos ahora a la historia de la ciencia en busca de un ejemplo menos artificial y consideremos la serie de acontecimientos que condujeron al descubrimiento del planeta Neptuno. Las observaciones realizadas en el siglo XIX del movimiento del planeta Urano indicaban que su órbita difería considerablemente de la predicha según la teoría gravitatoria de Newton, planteando, por lo tanto, un problema a dicha teoría. Leverrier en Francia y Adams en Inglaterra sugirieron, en un intento por salvar la dificultad, que existía un planeta hasta entonces no detectado cerca de Urano. La atracción entre el supuesto planeta y Urano habría de explicar el alejamiento de este último con respecto a la órbita inicialmente predicha. Esta sugerencia no era ad hoc como iban a mostrar los acontecimientos. Era posible estimar la distancia aproximada del supuesto planeta, si tenía un tamaño razonable y era responsable de la perturbación de la órbita de Urano. Una vez hecho eso, fue posible comprobar la nueva propuesta inspeccionando la región correspondiente del cielo mediante el telescopio. De este modo fue como Galle vio por primera vez el planeta que ahora se conoce como Neptuno. Lejos de ser ad hoc, la acción para salvar la teoría de Newton de la falsación por medio de la órbita de Urano condujo a un nuevo tipo de comprobación de esa teoría, que pudo superar de manera espectacular y progresiva.

LA CONFIRMACIÓN EN LA CONCEPCIÓN FALSACIONISTA DE LA CIENCIA

Cuando en el capítulo anterior se introdujo el falsacionismo como alternativa al inductivismo, se dijo que las falsaciones, esto es, los fracasos de las teorías frente a las pruebas experimentales y observacionales, tenían una importancia fundamental. Se aducía que la situación lógica permite el establecimiento de la falsedad, pero no de la verdad de las teorías a la luz de los enunciados observacionales disponibles. También se sostenía que la ciencia progresaría proponiendo conjeturas osadas, sumamente falsables, como intentos de resolver los problemas, seguidas de implacables intentos por falsar las nuevas propuestas. Junto con esto se sugería que los avances importantes en la ciencia llegaban cuando se falsaban estas audaces conjeturas. Esto es lo que dice el reconocido falsacionista Popper en el trozo citado en la página 63, en el que las cursivas son suyas. Sin embargo, prestar una atención exclusiva a los casos de falsación equivale a representar de manera equivocada la postura del falsacionista sofisticado. El ejemplo con el que concluíamos la sección anterior contiene más de una indicación al respecto. El intento independientemente comprobable de salvar la teoría de Newton mediante una hipótesis especulativa tuvo éxito porque el descubrimiento de Neptuno confirmó la hipótesis, y no porque ésta fuera falsada.

Es un error considerar que la falsación de conjeturas audaces, sumamente falsables, es la ocasión para que avance la ciencia de modo significativo, y Popper debe ser corregido en este punto. Este hecho queda claro cuando consideramos las diversas posibilidades extremas. En un extremo tenemos unas teorías que toman la forma de conjeturas audaces y aventuradas, mientras que en el otro tenemos unas teorías que son conjeturas prudentes, que hacen afirmaciones que no parecen implicar riesgos significativos. Si cualquiera de los dos tipos de conjetura fracasa en una prueba experimental u observacional, resultará falsada, mientras que si pasa tal prueba diremos que está confirmada. Los adelantos importantes vendrán marcados por la confirmación de las conjeturas audaces o por la falsación de las conjeturas prudentes. Los casos del primer tipo serán informativos y constituirán una importante aportación al conocimiento científico, simplemente porque señalan el descubrimiento de algo hasta entonces inaudito o considerado improbable. El descubrimiento de Neptuno y de las ondas de radio, y la confirmación por Eddington de la aventurada predicción de Einstein de que los rayos de luz se curvarían en los campos gravitatorios fuertes, constituyeron adelantos significativos en la ciencia. Las predicciones arriesgadas fueron confirmadas. Las falsaciones de conjeturas prudentes son informativas porque establecen que lo que se consideraba, sin problemas, verdadero es en realidad falso. La demostración que hizo Russell de que la teoría ingenua de conjuntos, que se basaba en lo que parecían ser proposiciones casi evidentes, es incoherente, proporciona un ejemplo de falsación informativa de una conjetura en apariencia libre de riesgo. En contraposición, de la falsación de una conjetura audaz o de la confirmación de una conjetura prudente se aprende poco. Si se falsa una conjetura audaz, entonces todo lo que se aprende es que otra idea loca ha resultado errónea. La falsación de la especulación kepleriana de que la distribución espacial de las órbitas planetarias se podía explicar por referencia a los cinco sólidos regulares de Platón no señaló un hito en el progreso de la física. De modo semejante, las confirmaciones de las hipótesis prudentes no son informativas. Esas confirmaciones indican meramente que se ha aplicado una vez más con éxito una teoría que estaba bien establecida y no se consideraba problemática. Por ejemplo, la confirmación de la conjetura de que las muestras de hierro extraídas de una mena mediante algún nuevo proceso se dilatarán al ser calentadas, al igual que cualquier otro hierro, tendrá poca importancia.

El falsacionista desea rechazar las hipótesis ad hoc y estimular la propuesta de hipótesis audaces como mejoras potenciales de las teorías falsadas. Estas hipótesis audaces conducirán a predicciones nuevas y comprobables, que no se siguen de la teoría original falsada. Sin embargo, aunque el hecho de conducir a la posibilidad de nuevas pruebas haga digna de investigación a una hipótesis, no figurará como una mejora de la teoría problemática para cuya sustitución ha sido ideada hasta que haya superado al menos algunas de estas pruebas. Esto equivale a afirmar que antes de que se pueda decir que es un sustituto adecuado de una teoría falsada, una teoría recién y audazmente propuesta debe efectuar algunas nuevas predicciones que queden confirmadas. Muchas especulaciones descabelladas e imprudentes no superarán las pruebas posteriores y, en consecuencia, no se las estimará como contribuciones al desarrollo del conocimiento científico. La ocasional especulación descabellada e imprudente que conduzca a una nueva e improbable predicción, que no obstante queda confirmada por la observación o la experimentación, quedará por ello establecida como un momento culminante en la historia del desarrollo científico. Las confirmaciones de nuevas predicciones resultantes de conjeturas audaces son muy importantes en la concepción falsacionista del desarrollo científico.

AUDACIA, NOVEDAD Y CONOCIMIENTO BÁSICO

Es necesario decir algo más acerca de los adjetivos «audaz» y «nuevo» tal y como se aplican a las hipótesis y a las predicciones, respectivamente. Ambas son nociones históricamente relativas. Lo que se clasifica como conjetura audaz en una etapa de la historia de la ciencia no tiene por qué ser audaz en otra etapa posterior. Cuando Maxwell propuso su «teoría dinámica del campo electromagnético» en 1864 era una conjetura audaz. Era audaz porque estaba en conflicto con las teorías generalmente aceptadas en la época, teorías que incluían el supuesto de que los sistemas electromagnéticos (imanes, cuerpos cargados, conductores portadores de corriente, etc.) actúan unos sobre otros de modo instantáneo a través del espacio vacío y que los efectos electromagnéticos se pueden propagar a velocidad finita solamente a través de sustancias materiales. La teoría de Maxwell chocaba con estos supuestos generalmente aceptados, porque predecía que la luz es un fenómeno electromagnético y también predecía, como después se advertiría, que las corrientes fluctuantes deben emitir un nuevo tipo de radiación, las ondas de radio, que viajan a una velocidad finita a través de un espacio vacío. Por ello, en 1864 la teoría de Maxwell era audaz y la posterior predicción de las ondas de radio era una predicción nueva. Hoy en día, el hecho de que la teoría de Maxwell pueda dar una explicación precisa del comportamiento de una amplia gama de sistemas electromagnéticos es una parte generalmente aceptada del conocimiento científico y no se considerarán predicciones nuevas las afirmaciones acerca de la existencia y propiedades de las ondas de radio.

Si llamamos al complejo de las teorías científicas generalmente aceptadas y bien establecidas en alguna etapa de la historia de la ciencia conocimiento básico de esa época, entonces podemos decir que una conjetura será audaz si sus afirmaciones son improbables a la luz del conocimiento básico de la época. La teoría general de la relatividad de Einstein era audaz en 1915 porque en esa época el conocimiento básico incluía el supuesto básico de que la luz se propaga en línea recta. Dicho supuesto chocaba con una consecuencia de la teoría general de la relatividad, a saber, que los rayos de luz se curvarían en campos gravitatorios fuertes. La astronomía de Copérnico era audaz en 1543 porque chocaba con el supuesto básico de que la tierra está inmóvil en el centro del universo. Hoy en día no se la consideraría audaz.

Así como las conjeturas se consideran audaces o no por referencia al conocimiento básico relevante, así también se juzgará que las predicciones son nuevas si conllevan algún fenómeno que no figure en el conocimiento básico de la época o que quizás esté explícitamente excluido por él. La predicción de Neptuno en 1846 era nueva porque el conocimiento básico de esa época no contenía ninguna referencia a ese planeta. La predicción que dedujo Poisson de la teoría ondulatoria de la luz de Fresnel en 1818, a saber, que se debía observar una mancha brillante en el centro de una cara de un disco opaco convenientemente iluminado desde la otra, era nueva porque la teoría corpuscular de la luz, que formaba parte del conocimiento básico de la época, excluía la existencia de esa mancha brillante.

En la sección anterior se mantenía que las principales contribuciones al desarrollo del conocimiento científico suceden cuando se confirma una conjetura audaz o cuando se falsa una conjetura prudente. La idea del conocimiento básico nos permite ver que estas dos posibilidades se darán juntas como resultado de un solo experimento. El conocimiento básico consta de hipótesis prudentes precisamente porque ese conocimiento está bien establecido y no se considera problemático. La confirmación de una conjetura audaz supondrá la falsación de alguna parte del conocimiento básico con respecto al cual era audaz la conjetura.

COMPARACIÓN DE LAS CONCEPCIONES INDUCTIVISTA Y FALSACIONISTA DE LA CONFIRMACIÓN

Hemos visto que la confirmación tiene un importante papel que desempeñar en la ciencia, tal y como la interpreta el falsacionista sofisticado. Sin embargo, eso no quiere decir que esté mal puesto el calificativo de «falsacionismo» a su postura. El falsacionista sofisticado sigue manteniendo que las teorías se pueden falsar y rechazar, aunque niegue que se puedan establecer como verdaderas o probablemente verdaderas. El propósito de la ciencia es falsar las teorías y reemplazarlas por teorías mejores, teorías que demuestren una mayor capacidad para resistir las pruebas. Las confirmaciones de las nuevas teorías son importantes en la medida en que constituyen la demostración de que una nueva teoría es una mejora de la teoría a la que reemplaza, la teoría que es falsada por la evidencia descubierta con ayuda de la nueva teoría y que la confirma. Una vez que la audaz teoría recién propuesta logra desbancar a su rival, se convierte a su vez en un nuevo blanco al que se dirigirán las pruebas rigurosas ideadas con la ayuda de otras teorías audazmente conjeturadas.

Debido al hincapié que hacen los falsacionistas en el desarrollo de la ciencia, su concepción de la confirmación es significativamente distinta a la de los inductivístas. La importancia de algunos casos confirmadores de una teoría, según la postura inductivista descrita en el capítulo 4, está determinada exclusivamente por la relación lógica existente entre los enunciados observacionales que son confirmados y la teoría que éstos apoyan. El grado de apoyo que dieron a la teoría newtoniana las observaciones de Neptuno realizadas por Galle no es diferente del grado de apoyo dado por una moderna observación de Neptuno. El contexto histórico en el que obtiene la evidencia no tiene importancia. Los casos confirmadores lo son si proporcionan apoyo inductivo a una teoría, y cuanto mayor sea el número de casos confirmadores establecidos, mayor será el apoyo a la teoría y más probable será que sea verdadera. Esta teoría ahistórica de la confirmación parece tener la consecuencia negativa de que innumerables observaciones realizadas de piedras que caen, posiciones planetarias, etc., constituyen una actividad científica valiosa en la medida en que llevan a aumentar la estimación de la probabilidad de la verdad de la ley de la gravitación.

En contraposición, en la concepción falsacionista la importancia de las confirmaciones depende muchísimo de su contexto histórico. Una confirmación conferirá un alto grado de valor a una teoría sí esta confirmación fue el resultado de la comprobación de una predicción nueva. Esto es, una confirmación será importante si se estima que es improbable que suceda a la luz del conocimiento básico de la época. Las confirmaciones que son conclusiones conocidas de antemano son insignificantes. Si hoy en día confirmo la teoría de Newton tirando una piedra al suelo, no contribuyo con nada de valor a la ciencia. Por el contrario, sí mañana confirmo una teoría especulativa que implica que la atracción gravitatoria entre dos cuerpos depende de sus temperaturas, falsando en el proceso la teoría de Newton, habré realizado una aportación importante al conocimiento científico. La teoría de Newton de la gravitación y algunas de sus limitaciones forman parte del conocimiento básico actual, mientras que no sucede así con la dependencia de la atracción gravitatoria de la temperatura. He aquí un ejemplo adicional en apoyo de la perspectiva histórica que los falsacionistas introducen en la confirmación. Hertz confirmó la teoría de Maxwell cuando detectó las primeras ondas de radio. Yo también confirmo la teoría de Maxwell siempre que escucho la radio. La situación lógica es similar en los dos casos. En cada uno, la teoría predice que se deben detectar ondas de radio y, en cada uno, el éxito de su detección presta un apoyo inductivo a la teoría. No obstante, Hertz es justamente famoso por la confirmación que consiguió, mientras que mis frecuentes confirmaciones son justamente ignoradas en un contexto científico. Hertz dio un importante paso adelante. Cuando escucho la radio sólo paso el tiempo. El contexto histórico es el que establece la diferencia.

VENTAJAS DEL FALSACIONISMO SOBRE EL INDUCTIVISMO

Una vez bosquejados los rasgos básicos del falsacionismo, es el momento de examinar algunas de las ventajas que se pueden adscribir a esta posición en relación con el enfoque inductivista, según el cual el conocimiento científico se deriva por inducción de los hechos dados y que ya discutimos en capítulos anteriores.

Hemos visto que ciertos hechos, especialmente los resultados experimentales, son substancialmente dependientes de la teoría y están sujetos a error. Esto socava la posición de los inductivistas, que exigen que la ciencia posea un fundamento objetivo y no problemático. El falsacionista reconoce que tanto los hechos como las teorías son falibles. Sin embargo, existe para el falsacionista un importante conjunto de hechos que constituyen el campo de pruebas de las teorías científicas. Consiste en las afirmaciones objetivas que han sobrevivido a pruebas severas. Esto tiene por consecuencia que la base objetiva de la ciencia es falible, pero esto no es un problema tan grande para los falsacionistas como lo es para los inductivistas, pues el falsacionista busca sólo el progreso constante de la ciencia, más que demostraciones de la verdad o de la verdad probable.

El inductivista se encontraba con problemas a la hora de especificar criterios para una buena inferencia inductiva y se le hacía, por tanto, difícil responder preguntas relativas a las circunstancias bajo las cuales se puede decir que los hechos sirven de soporte significativo a las teorías. Al falsacionista le va mejor a este respecto. Los hechos proporcionan soporte significativo a las teorías cuando constituyen pruebas severas de ellas. Las confirmaciones de nuevas predicciones son miembros importantes de esta categoría. Esto ayuda a explicar por qué la repetición de experimentos no resulta en un aumento importante en el soporte empírico de una teoría, un hecho éste que el inductivista radical tiene dificultades en asimilar. Un experimento particular pudiera muy bien representar una prueba severa de una teoría y, sin embargo, repeticiones subsiguientes del mismo experimento no serán vistas como una prueba tan dura, y así serán cada vez menos capaces de ofrecerle un apoyo importante. También, mientras que al inductivista se le hace difícil explicar cómo el conocimiento de lo inobservable puede derivarse de hechos observables, el falsacionista no se encuentra con este problema, pues las afirmaciones acerca de lo inobservable pueden ser probadas rigurosamente, y por tanto soportadas, explorando nuevas consecuencias.

Hemos visto que los inductivistas encuentran problemas a la hora de caracterizar y justificar las inferencias inductivas destinadas a mostrar que una teoría es verdadera o probablemente verdadera. El falsacionista pretende sortear estos problemas insistiendo en que la ciencia no incluye la inducción, sino que usa la deducción para revelar las consecuencias de las teorías, de manera que puedan ser probadas, y quizá falsadas, pero no exige que el efecto de sobrevivir a una prueba muestre que una teoría sea verdadera o probablemente verdadera. En el mejor de los casos, los resultados de pruebas semejantes indican que una teoría supone un avance respecto de su predecesora. El falsacionista se conforma con el progreso, más que con la verdad.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

Para las reflexiones de madurez de Popper acerca de su falsacionismo ver su texto de 1983, Realism and the Aim of Science. Schilpp (1974), en la serie Library of Living Philosophers, contiene la autobiografía de Popper, varios artículos de críticos sobre su filosofía y las réplicas de Popper, así como una bibliografía detallada de los escritos de Popper. Panoramas accesibles de los puntos de vista de Popper se pueden encontrar en Ackermann (1976) y O'Hear (1980). La modificación de la visión de Popper incluida en la sección «La confirmación en la concepción falsacionista de la ciencia» se discute con más detalle en Chalmers (1973).