CAPÍTULO XXI
Cayden se había alejado unos metros para telefonear a Marcus e informarle de la situación y Flynn a su vez estaba dando instrucciones en privado a sus hombres, de modo que tuve unos minutos para mí misma y los aproveché para repasar mentalmente todo lo que había averiguado esa noche gracias al actual líder del Clan del Trueno. Me costaba hacerme a la idea de que mi padre hubiera sido un ser legendario y mágico que había vivido cientos de años. El recuerdo que tenía de él era el de un hombre inteligente y tranquilo, amante de su familia y completamente normal y ahora, al descubrir cómo era realmente, me asaltaban cientos de preguntas. ¿Por qué mi padre decidiría apartarse del clan, se escondía de alguien o de algo? ¿Por qué me había ocultado su verdadera identidad? Yo le habría guardado su secreto, habría aprendido todo lo posible sobre el clan y la magia, lo que me llevaba a otra pregunta, ¿por qué no me había legado su conocimiento mágico? Si había sido el maestro de muchos de mis congéneres y era mi padre ¿por qué no me había preparado personalmente a mí, iniciándome y enseñándome a usar mis poderes? No dejaba de comerme la cabeza intentando encontrar la respuesta a estas preguntas. Quizás tan sólo quería que mi madre y yo tuviéramos una vida normal y por eso cuando se casaron decidió vivir con ella esa vida humana y después de nosotras seguir con su vida mágica puesto que él era inmortal… Era doloroso pensar así, pero existía esa posibilidad. Otra opción aún más dolorosa era pensar que quizás yo no le parecí capaz de afrontar un destino tan importante y por eso me crio como a una simple humana… Y quizás por intentar protegerme, apartándome de la magia, él se expuso demasiado y Darcey acabó encontrándole y maldiciéndole… Ahora nadie podría decirme cuáles habían sido sus verdaderas razones para ocultarme mi verdadera naturaleza, posiblemente siempre sería un enigma para mí.
De pronto Cayden puso su mano sobre mi hombro y me sobresalté.
–Lo siento, no quería asustarte–murmuró sentándose a mi lado.
–No te preocupes, soy yo la que está de los nervios–admití.
Cayden se quitó su cazadora y la puso sobre mis hombros desnudos y se lo agradecí porque aquí abajo hacía bastante frío. Me rodeó con su brazo y me atrajo hacia sí e inmediatamente me sentí mucho mejor.
–Debería llevarte a casa, es más de medianoche y tu madre debe de estar preocupada–me susurró.
Asentí y nos pusimos en pie, dispuestos a decirles a los demás que era hora de irnos. Entonces uno de los hombres de Flynn irrumpió en el sótano, dirigiéndose al encuentro de su líder.
–Acaban de avisarme de que hay hombres de Darcey en el local. Hay que salir de aquí–nos informó.
–¡Seguidme!–dijo Lance de inmediato.
Se internó hasta el fondo del sótano y comenzó a retirar cajas que estaban apiladas en columnas contra la pared. Todos le ayudamos y pronto descubrimos que tras las cajas había una puerta metálica. Lance la tocó y se accionó un mecanismo elevador, abriéndola para nosotros. Desembocaba en un muelle de carga y nos apresuramos a atravesarlo en busca de una salida al exterior. Flynn se quedó el último y le vi cerrar de nuevo con su magia la puerta automática. Cayden me cogió de la mano y seguimos a los demás hasta la calle. Una vez allí, Flynn nos indicó que nos largáramos y se quedó unos instantes cubriéndonos las espaldas con sus hombres.
–Nos mantendremos en contacto–nos dijo.
Cayden asintió y tomándome de la mano echó a correr por la calle desierta. Teníamos el coche aparcado frente a la entrada del Harlem, de modo que supuse que Cayden se dirigiría hacia allí, pero de pronto me di cuenta de que íbamos en dirección contraria.
–¿Dónde vamos?–le pregunté.
–A ponerte a salvo mientras yo recupero el coche–dijo.
–No, yo voy contigo–dije, deteniéndome en seco.
–No podemos arriesgarnos a que te vean los hombres de Darcey–dijo.
–Cayden, no me voy a separar de tu lado–insistí.
Se quedó mirándome indeciso mientras su respiración se iba ralentizando tras la carrera.
–Tienes razón, es mejor que permanezcamos juntos. ¡Vamos!, pero habrá que estar alerta para que no nos descubran–dijo, reanudando la marcha.
Avanzamos con precaución por la acera de enfrente del Harlem sin quitar la vista en ningún momento de la entrada del local. No había señales de los hombres de Darcey, de modo que nos lanzamos a cruzar la calle en dirección a nuestro vehículo. Entonces se abrió la puerta del club y ante nosotros apareció un tipo rubio y alto, el mismo Darcey. Cayden estuvo más que rápido y en cuestión de segundos tiró de mí hacia atrás a la vez que abría la puerta de un taxi que esperaba parado a que se abriera el semáforo. Nos introdujimos en el vehículo en el momento exacto en el que el chófer de Darcey aparcaba su vehículo junto al nuestro para recoger a su jefe.
–Al Riverplace, por favor–dijo Cayden mientras mantenía oculto mi rostro sujetándolo contra el suyo en un abrazo.
En cuanto se abrió el semáforo, el taxi emprendió la marcha y nos alejamos en silencio del local y del alcance de Darcey.
Habíamos parado en el apartamento de Cayden lo justo para que me prestara un jersey y una cazadora y para recuperar su moto. Le había prometido a mi madre que volvería antes de la medianoche y ya era casi la una de la mañana, de modo que supe que estaría preocupada y seguramente también bastante enfadada. En vez de llamarla y enfrentarme a ella por teléfono, decidí enviarle un mensaje, asegurándole que ya iba camino a casa con Cayden. Él me llevó hasta allí en su moto.
–¡Quédate conmigo!–le supliqué mientras me apeaba de la moto en la entrada de casa.
–¿Quieres que te acompañe e improvise algo? Se me da bien poner excusas–dijo él acariciando mi rostro.
–No, no es necesario. Además si esto va a seguir así me vendrá bien ir cogiendo práctica–admití.
–Está bien, entonces te esperaré en tu habitación–me dijo.
–Vale, quizás tarde un poco, no sé cómo estará de enfadada–dije incómoda.
–¡Ánimo!–dijo, guiñándome un ojo.
Arrancó la moto de nuevo y rodeó nuestra casa, seguramente para aparcarla en el bosque, fuera de la vista desde la carretera. Me acerqué a la entrada y entonces recordé que no llevaba las llaves, pues todas mis cosas excepto el móvil se habían quedado en la mochila en el coche de Cayden. Podía haber abierto la cerradura con magia, pero en esta ocasión prefería hacer las cosas al modo humano. Inspiré y golpeé la puerta de casa con los nudillos. La puerta se abrió en cuestión de segundos y mi madre me recibió con expresión preocupada.
–Perdona mamá, ¿te he despertado?–me excusé entrando y cerrando la puerta tras de mí.
–¿Crees que dormía? Hace más de una hora que tenías que haber vuelto Rebecca y estaba preocupada por ti–me dijo y se la veía enfadada.
–Lo siento, el coche de Ethan se averió de camino a casa y tuvimos que avisar a la grúa. Cayden vino a recogerme en la moto, pero con las prisas me he dejado todas las cosas en el coche... Te envié un mensaje hace media hora para decirte que venía de camino, ¿no lo has recibido?–le expliqué.
–Sí, lo he visto Rebecca, pero si estabais en apuros podías haberme llamado y yo misma habría ido a buscaros. El caso es que quedamos en que volverías pronto y no lo has hecho. Si la próxima vez que te surja un problema o un imprevisto no me avisas, entenderé que no eres lo suficientemente madura para salir de noche y tendrás que esperar a ser mayor de edad para hacerlo. ¿Me has entendido?–dijo, furiosa.
–Sí, mamá. Lo siento de veras, haré todo lo posible por no volverte a preocupar así–le aseguré, aunque tenía muchas dudas de que pudiera cumplir mi palabra.
–¡Está bien! Es tarde, sube a tu habitación–me dijo, tensa.
–De acuerdo. ¡Buenas noches, mamá!–le deseé y me arrojé a sus brazos sin poder evitarlo.
Casi rompí a llorar… Si ella supiera lo que había averiguado esa noche sobre mi padre también estaría destrozada como lo estaba yo. Pero tenía que ahorrarle más sufrimiento, a partir de ahora yo tomaría las riendas del asunto, me ocuparía de que ella estuviera a salvo y de que el asesino de mi padre pagara por lo que nos había quitado a ambas.
–¡Buenas noches, hija!–se despidió, asombrada por mi reacción y abrazándome con fuerza.
Subí las escaleras con pesar, sintiendo la atenta mirada de mi madre en todo momento. Ella no hacía más que cumplir su papel, preocupándose por mí y yo no hacía más que decepcionarla y mentirla. Me sentía mal conmigo misma por mi comportamiento y sabía que esto iría de mal en peor, cada vez tendría que ocultarle más cosas, le contaría mentira tras mentira para tranquilizarla, hasta que un día ella ya no confiaría en mí. Entré en mi habitación, cerré la puerta y me recosté contra ella, dejándome escurrir hasta el suelo.
–¿Tan duro ha sido?–me preguntó Cayden.
–Me siento fatal por tenerla que mentir una y otra vez–dije, buscándole en la oscuridad.
Él se acercó en silencio y se agachó a mi lado, rodeándome con sus brazos. Acercó su rostro al mío, buscando mis ojos en la oscuridad de la habitación.
–Eres afortunada por tenerla, aunque tenga que ser así. ¡No sabes lo que yo daría por tener a mi madre de vuelta!–susurró.
Me aferré a su cuello y besé con suavidad su cálida garganta.
–Perdona, sólo pensaba en mis problemas–me excusé.
–Eso no es cierto–dijo–. ¡Ven!, tenemos que hablar de lo que ha ocurrido hoy–.
Sentí a mi madre subir las escaleras camino a su habitación y eché el pestillo de mi puerta por si acaso se le ocurría entrar sin avisar. Cuando oí que cerraba su puerta, me senté junto a Cayden sobre la cama. Ninguno de los dos encendimos la luz, parecía bastarnos con los rayos de luna que se filtraban por la ventana de la habitación y que iluminaban en parte nuestros rostros.
–Y bien, ¿cómo te sientes al saber que tu padre era un legendario druida con unos cuantos siglos de vida a sus espaldas?–bromeé para quitar tensión al momento.
–Dímelo tú–respondió Cayden arqueando una ceja.
–¿Crees que tendremos hermanos de todas las edades recorriendo el planeta? Imagínate, cualquiera de ellos podría ser el heredero del legado de nuestros padres y cuando desaparezca Darcey se levantará como un nuevo líder. No dejo de preguntarme por qué en todos estos años mi padre no me mencionó nada sobre el tema, pensé que estábamos muy unidos y que estaba orgulloso de mí… Ni siquiera pensó en dejarme una carta póstuma explicándomelo todo, de modo que eso sólo puede significar que él no pensaría que yo sería la elegida–divagué jugando con la colcha.
Cayden se inclinó hacia mí y me sujetó el rostro con su mano.
–¡Eh!, no te atormentes con eso, ¿vale? Tu padre estuvo contigo hasta su muerte y es cierto que no te involucró en este mundo a propósito, pero si no lo hizo, sus motivos tendría. Aun así se comportó como un buen padre y estoy seguro de que te quiso muchísimo porque en caso contrario tú no le añorarías tanto. Era muy pequeño cuando me quedé huérfano, pero recuerdo que mis padres me amaban. Siempre sospeché que su muerte no fue un simple accidente y en parte siempre me he sentido responsable de lo que les ocurrió por no haber estado con ellos, pero soy consciente de que sólo era un niño y que no habría podido ayudarlos. Si hubiera estado con ellos seguramente yo también habría muerto. Al fin sé que lo que les ocurrió fue responsabilidad de Darcey, como sospechaba. Ahora tenemos un enemigo común y tenemos que vencerle y no sólo por vengar a nuestras familias Rebecca, sino porque el porvenir de los clanes depende de nosotros. No nos irá nada bien si Darcey se hace dueño y señor de nuestra gente, porque no utilizará la magia para nada bueno y acabará por destruir nuestra esencia. Tenemos que descubrirle–me explicó.
–¿Y qué sugieres que hagamos?–pregunté.
–Pues intentaremos hacernos con ese hechizo. Si encontramos dónde esconde Darcey la maldición, tendremos las pruebas que necesitamos contra él–resumió.
–¿Crees que Ethan está al tanto de todo esto?–le pregunté.
–Creo que Christopher no le ha contado nada, hasta su propio hijo renegaría de él si descubriera que es un asesino–me dijo.
–Quizás podríamos poner a Ethan de nuestro lado. Si le contamos todo lo que ha hecho su padre para hacerse con el poder, asesinando a nuestros padres y acabando con todo aquel que le presenta frente, quizás lo entendería y nos ayudaría a pararle los pies–sugerí.
–Rebecca, ¡no! Ahora no podemos arriesgarnos a que mi hermano conozca nuestro plan y se lo revele todo a Christopher… ¡Confía en mí!, recuperaremos a Ethan a su tiempo, mientras tanto hagámonos con el hechizo, ¿de acuerdo?–me propuso.
Asentí y me quedé mirando sus enormes ojos azules en la oscuridad. Parecía tan seguro de que nuestro plan funcionaría que me infundió valor.
–Debería irme –murmuró entonces, sin dejar de mirarme.
–Vale–dije con resignación, aunque no quería que se fuera.
Deslizó su mano a través de la colcha hasta alcanzar la mía y me acarició el dorso con su dedo índice con suavidad, haciendo que deliciosos calambres recorrieran mis dedos. Me deslicé hasta su lado, alcanzando sus labios y besándole con entusiasmo. Él me rodeó con sus brazos mientras me besaba y entonces incliné todo mi peso sobre él y se dejó caer, de modo que me tumbé sobre él en la cama. De pronto sus manos se colaron por debajo de mi jersey y con un movimiento seguro y rápido me lo quitó, lanzándolo al suelo y acariciando mi cuerpo a través del top sin mangas que había llevado esa noche. No dejó de besarme mientras me acariciaba los hombros y la espalda, apretándome cada vez con más fuerza contra él.
–Me gusta demasiado este top–me susurró al oído, para luego seguir besándome.
Sonreí contra sus labios y esto pareció encenderle, porque me cogió con fuerza por la cintura y de pronto rodamos y ahora era él quien estaba sobre mí y exploraba con sus labios mi cuello y mi clavícula. Su cuerpo se incrustó contra el mío y le sentía por todas partes, duro y pesado, puro músculo contra mí. Su camiseta se había levantado y llevé mis manos hasta su cintura desnuda y comencé a acariciarla y a recorrer su espalda, fuerte y suave y sentí electricidad en las puntas de mis dedos mientras se deslizaban acariciando cada uno de sus músculos. Estábamos usando magia inconscientemente porque todo mi cuerpo parecía desprender energía y absorber a su vez la energía de Cayden, haciéndome sentir plena y anhelante. Él levantó su rostro hacia mí y sus hermosos ojos azules brillaban incandescentes, confirmando mi suposición.
–Tenemos que contenernos un poco u ocasionaremos una sobretensión en el vecindario–bromeó con la respiración agitada.
–Sí, creo que nos hemos dejado llevar un poco por la situación–dije, incorporándome y arreglándome un poco el top.
–Tengo que irme. Mañana quiero ir a ver a Marcus, después de lo que nos ha contado hoy Flynn creo que voy a exigirle una serie de explicaciones–me contó.
–¿Puedo acompañarte?–le pregunté.
–Por supuesto, pasaré a buscarte ¡Qué duermas bien, preciosa!–me deseó, besándome de nuevo.
Le retuve unos instantes más en mis brazos, deleitándome en la calidez de sus labios y finalmente y a mi pesar le liberé y le acompañé hasta la ventana.
–No dejes que te descubran–susurré.
–Descuida, soy difícil de atrapar–dijo, guiñándome un ojo.
Me incliné hacia él, encontrándome una vez más con sus labios y de pronto saltó por la ventana. Aterrizó con facilidad y me dedicó una última sonrisa antes de desaparecer en la oscuridad.
A la mañana siguiente fui de nuevo a ver a Sarah. Continuaba igual, sin evolución, y los médicos no se aventuraban a decir si se recuperaría o no. Les di el relevo a sus padres durante una hora para que se relajaran un poco y comieran algo y me quedé con ella en la habitación, leyéndole mi artículo de la próxima semana como si pudiera escucharme. Estaba claro que no lo hacía, de hacerlo me habría hecho corregir alguna parte del texto en lugar de permanecer en silencio, inconsciente. Cuando me iba, llegaron mis compañeros del periódico, encabezados por Harry y pude comprobar lo afectado que estaba por lo de Sarah, pero era normal puesto que ellos eran grandes amigos. Intercambié unas frases de ánimo con él y me apresuré a salir del hospital puesto que había quedado con Ethan para que me recogiera allí y me llevara a casa. Supuse que tenía algo que contarme y estaba impaciente por saber de qué se trataba. En cuanto trasvasé las puertas automáticas del hospital, localicé el Porsche estacionado junto a la acera. Él salió del vehículo en cuanto me vio y se apresuró a abrirme la puerta del acompañante.
–¡Hola!–me saludó.
–¡Hola!, gracias por venir a buscarme–respondí, instalándome en el interior.
–¿Sigue igual?–se interesó, acuclillándose a mi lado junto al coche.
Asentí, disgustada, y él me apretó con fuerza la mano, dándome ánimos, antes de cerrar la puerta del vehículo y ocupar el lugar del conductor. En cuanto se puso el cinturón emprendimos la marcha.
–¿Has averiguado algo respecto a la noche del accidente?–le pregunté entonces.
–Sí. Efectivamente esa noche había hombres de mi padre en la zona de los muelles tal y como me dijiste–admitió, mirándome con pesar–. He estado haciendo preguntas y he averiguado que seguían la pista de un posible encuentro entre los rebeldes. Parece ser que se está tramando una alianza entre los otros clanes para levantarse contra mi padre, como él temía, y en previsión desplegó a su gente por el puerto para intentar capturar a los cabecillas de la rebelión–me explicó.
–¿Y consiguió atraparlos?–pregunté, sintiendo cómo un sudor frío cubría mi frente.
–No, no encontraron ni rastro de ellos, quizás alguien les puso sobre aviso–respondió–, pero el caso es que Sarah y tú estuvisteis en peligro todo el tiempo. ¡Imagínate que se hubiera desatado una batalla entre los clanes allí mismo!,… ¡habría sido una tragedia!–.
–Ethan, de hecho fue una tragedia. Mi amiga está debatiéndose entre la vida y la muerte en estos momentos y me acabas de dar la razón en una cosa, accidente o no, fueron los hombres de tu padre los que la arrollaron–dije, furiosa.
–No puedo estar seguro, pero tengo que admitir que Sarah estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado–murmuró.
–No pudo ser un accidente, ella me dijo por teléfono que la perseguían y me lo confirma el hecho de que ni siquiera avisaron a una ambulancia para socorrerla–protesté.
–Rebecca, no sé qué decirte, quizás pensaron que estaba con los rebeldes… –dijo Ethan, desconcertado, y parecía sincero.
Leía contradicción en su mirada e intuí que ese muro de seguridad y confianza que siempre le caracterizaba comenzaba a agrietarse. Quizás pidiéndole ayuda con la investigación había conseguido sembrar en él la semilla de la duda respecto a su propio clan, pero no quería forzarlo, no podía presionarle más o terminaría por descubrir que no aprobaba los propósitos de su padre y nuestro plan se vendría abajo.
–¿Sabes quién informó a tu padre sobre el encuentro de los rebeldes?–le pregunté con curiosidad.
–Creo que tiene un topo en uno de los clanes–me explicó.
Volví a sentir pánico con su respuesta. Su suposición tenía que ser cierta porque era demasiada casualidad que Darcey también se personara en el club Harlem el otro día. Tenía que tener un infiltrado en el Clan del Trueno y sabía que debía ponerme en contacto de inmediato con Flynn para ponerle sobre aviso. Sólo esperaba que su informador no nos hubiera implicado a Cayden y a mí en el tema o caeríamos como ratones en la trampa de Darcey.
–Te agradezco de corazón que te hayas interesado en este asunto. Sarah es muy importante para mí–le dije.
–Lo sé, por eso lo he hecho–dijo–. Aunque no puedo asegurarte al cien por cien que mi padre no esté implicado en esto, me atrevería a decirte que él es inocente, que fue alguno de sus hombres el que la arrolló por error y se dio a la fuga. Intentaré averiguar quién fue y le castigaré yo mismo, si eso te hace sentir mejor–.
–No Ethan, no quiero castigar al culpable, sólo quería respuestas. Es cierto que el sentimiento de venganza nos ciega a veces haciéndonos despiadados, pero es fundamental que recordemos que ante todo somos humanos y que matar, aunque sea para vengar a los tuyos, también nos convierte en asesinos–dije, parafraseando a Cayden.
–Sí, tienes razón–dijo él, dedicándome una mirada significativa antes de centrarse de nuevo en la carretera.
Sonreí tímidamente y volví a concentrarme en el paisaje, asimilando que efectivamente Ethan estaba al cien por cien del lado de Christopher como había supuesto Cayden.