DEMOCRACIA

6. Técnica

Sistemas de paso, conocimiento como surfing, secuencias sintéticas, experiencias en forma de trayectoria: a estas alturas tendríais ya que reconocer con facilidad las formas y la lógica del movimiento bárbaro. Así podréis comprender una de las pocas objeciones sensatas y fundamentadas que la civilización puede alegar: es únicamente técnica sin contenido. Es decir: se trata de una forma de pericia, de acrobacia, de juego de prestidigitación: no obstante, no genera ningún valor, o principio, o conocimiento. ¿Es eso verdad? Resulta difícil decirlo. Pero es verdad que, en el fondo, para el bárbaro cualquier tesela del mundo se corresponde con cualquier otra: es su viaje, su propio surfing, su secuencia, lo que las hace, de vez en cuando, significativas. Así, leer a Calvino, coleccionar películas de Moana Pozzi, comer comida japonesa, ser hincha del Roma y tocar la viola da gamba se transforman en cosas que, en sí mismas, son equivalentes, que alcanzan un significado particular únicamente gracias al gesto que las encadena a todas, poniéndolas en secuencia, y transformándolas al final en experiencia. En la práctica, el sentido no se encuentra en las cosas: es generado por la técnica de quien las percibe. No es una idea nueva, por supuesto, pero en el caso de los bárbaros resulta bastante inquietante: dado que la técnica está, al fin y al cabo, al alcance de cualquier bárbaro, se hace necesario acostumbrarse a la idea de que la secuencia elaborada por un perfecto idiota sea generadora de sentido y, por tanto, testimonio de una determinada, e inédita, forma de inteligencia. En la práctica, acabaremos dando crédito a cualquier tontería que se dé en forma de secuencia superficial, veloz y espectacular: de la misma manera que en el pasado, por ejemplo, reconocíamos automáticamente como arte cualquier pieza de música culta que se presentara con una forma peregrina e incomprensible. Teniendo en cuenta que somos gente que ha llegado a exponer telas con un corte, y a estudiarlas y a pensar en ellas como una importante encrucijada de la civilización, todos nosotros estamos en lista de espera para reverenciar al primer bárbaro que coloque en secuencia, pongamos, a un niño con las entrañas abiertas, el juego de ajedrez y la Virgen de Fátima. El peligro es real.

Por otra parte, quizá también sería oportuno preguntarse: ¿era tan distinto en otras mutaciones históricas como, por ejemplo, la Ilustración y el Romanticismo? ¿No eran ellas, también, unas técnicas? Y en todas las ocasiones en que fueron utilizadas como técnica pura, virtuosismo, exhibición, ¿no produjeron ellas también cosas deplorables? ¿Y cuántos bobos se convirtieron en héroes por el mero hecho de haber utilizado esa técnica, en el momento apropiado, y en los países apropiados? ¿Tendría esto que inducirnos a condenar la Ilustración y el Romanticismo como mutaciones desastrosas? ¿La música de Clayderman[64] nos dice algo acerca del valor de la de Chopin? ¿La existencia de seres humanos que cuelgan en el salón de su casa puzzles enmarcados de paisajes suizos refuta la grandeza de la percepción romántica de la Naturaleza?

Lástima que éstos sean únicamente principios de pensamientos. Aquí podríamos proseguir entrega tras entrega. Tranquilos, no voy a hacerlo. Eso no quiere decir que no podáis hacerlo vosotros en vuestra habitación.

7. Democracia

¿Y si el advenimiento de la democracia fuera una de las primeras señales de la llegada de los bárbaros? ¡Terreno minado! Podría detenerme aquí, pero en vez de eso continúo adelante, pese al peligro de saltar por los aires.

Queda poco por hacer: si los bárbaros son lo que yo he intentado describir aquí, la democracia tiene muchos rasgos típicos del gesto bárbaro. Pensad en la idea de dispersar el sentido (que, en política, es el poder) sobre la superficie de muchos puntos equivalentes (los ciudadanos) en vez de mantenerlo anclado en un único punto sagrado (el rey, el tirano). Pensad en la idea de que el poder sea otorgado no al hombre más noble, ni tampoco al mejor o al más fuerte, sino al que se dirigen más links (más votado). Pensad en la convicción de que el poder no tiene ninguna legitimidad vertical (el rey era el elegido de Dios), sino que tiene una legitimidad horizontal (el consenso de los ciudadanos): de manera que toda la historia del poder se juega en la superficie, donde únicamente valen los hechos actuales y en nada interviene la profundidad, donde, valdría la pertenencia a una dinastía o profesar una determinada religión. Pensad en la histórica, la fisiológica propensión de la democracia a hacer de la medianía un valor, optando sistemáticamente por aplicar las ideas y las soluciones que encuentran el mayor consenso posible. Pensad en la velocidad con que la democracia pone de nuevo en juego el poder, es decir, pensad qué son los cuatro años de las elecciones presidenciales americanas respecto a los siglos de poder de una dinastía o a las décadas de un tirano. ¿No os resulta todo tan característicamente bárbaro? ¿Qué significado tendrá esto? ¿No será acaso que la democracia es uno de los regazos de la civilización bárbara, uno de sus lugares fundacionales? ¿O es tan sólo una ilusión óptica?

Qué útil sería tener a alguien capaz de dar una respuesta. Yo únicamente consigo entrever, a duras penas, la pregunta. Que todavía se me hace más complicada si abandono toda clase de prudencia y me lanzo a señalar hasta qué punto la democracia se asemeja a la barbarie especialmente en sus rasgos degradados. Los que tenemos delante de nuestros ojos. Pongo dos ejemplos. ¿Os acordáis de la nostalgia? Algo que escribí en la entrega anterior: que no se puede comprender nada de los bárbaros si no se comprende que su mutación siempre es imperfecta porque se ve condicionada por una irracional nostalgia por el mundo que están destruyendo. Tal vez incluso por un sutil complejo de culpabilidad. Eso es. ¿Qué tal os suena pensar que, probablemente, en la cúpula de las democracias occidentales, o sea, en USA, quienes hayan ostentado el poder en los últimos años y lo ostentarán en los próximos, son y serán básicamente dos familias, Bush y Clinton? ¿No es una forma perversa de nostalgia por las queridas dinastías de toda la vida? Y decidir democráticamente, como se ha hecho en Italia, dejarse gobernar simplemente por el hombre más rico del país, ¿no es una forma infantil de autorrefutación nostálgica, de tardío replanteamiento? ¿Qué significa esta absurda forma de degradación con la que se rehabilita, de manera enmascarada, al enemigo a quien se había derrotado? ¿No es la misma forma de nostalgia, y de complejo de culpabilidad, que tiñe casi todos los gestos bárbaros? ¿No es el mismo tipo de imprecisión?

Y el segundo ejemplo, el último, luego ya lo dejo. Esta sensación de que la democracia a estas alturas es únicamente una técnica que se mueve sin sentido, celebrando un único valor realmente reconocible, es decir, a sí misma. No sé si es una perversión mía o un sentimiento compartido por muchos. Pero lo cierto es que muy a menudo existe la duda de que hasta los principios de libertad, igualdad y solidaridad que fundaron la idea de democracia se han ido deslizando hacia el trasfondo y que el único valor efectivo de la democracia es la democracia. Cuando se limitan las libertades individuales en nombre de la seguridad. Cuando se debilitan los principios morales para exportar, con la guerra, la democracia. Cuando se reunifica la complejidad del sentir político en la oposición de dos polos que lo cierto es que se disputan un puñado de indecisos que han quedado ahí en medio. ¿No es el triunfo de la técnica sobre los principios? ¿Y no se parece de manera sorprendente al mismo posible delirio bárbaro, que corre el peligro de santificar una mera técnica, convirtiéndola en una divinidad que se apoya en un vacío de contenidos? Mirad a los ojos a la democracia y a la barbarie: veréis la misma inclinación a convertirse en mecanismos perfectos que se disparan sistemáticamente sin producir otra cosa que a sí mismos. Relojes que funcionan a la perfección, pero que no mueven ninguna manecilla.