Te Quiero.
― Martín quiero pedirte un favor ― manifestó Laura.
― Claro, dime ¿Qué necesitas?
― Quiero que me lleves a la casa de Melissa, le debo una disculpa.
― Esta bien, vamos ― contestó y tomando las llaves salieron.
Desde que salieron del apartamento no pararon de hablar, Laura le comentó a Martín lo agradable que era su amigo, él le contó algunas anécdotas de cuando eran niños, se conocían desde que estaban en el jardín de infancia, por eso eran como hermanos, los padres de Juan eran como unos padres para él, Laura lo escuchaba atenta, le gustaba cuando se comportaba así, tan expresivo, eso le permitía conocerlo más, de pronto Martín fue bajando la velocidad hasta estacionarse frente a una humilde casa.
― Es aquí ¿Quieres que te acompañe?
― No, espérame aquí, no me tardaré.
Bajó del auto y se acercó a la puerta principal de la casa, tocó el timbre y esperó que alguien saliera, escuchó que giraban la manilla y salió Meli que al verla la abrazó de esa única manera en la que una madre abraza a sus hijos, haciendo que Laura se estremeciera al recordar a su madre.
― Meli, discúlpame, no debí comportarme así, sé que te preocupé, no lo volveré a hacer.
― Mi niña, me preocupé demasiado, sé que te sentiste presionada, no volveré a forzarte, cuando estés lista me lo contarás.
― Gracias por entender, mañana estaré sin falta.
Luego de otro largo abrazo Laura volvió al auto, Martín la esperaba y al verla se dio cuenta que tenía los ojos llenos de lágrimas, encendió el motor del auto y salieron a toda velocidad, Martín con su mano derecha tiernamente tomó una mano de ella y entrelazó sus dedos, Laura agradeció el gesto con una leve sonrisa.
Cuando Laura regresó al auto se suponía que tenían que regresar a casa pero quería estar más tiempo con ella, conocerla y así tratar de descubrir qué o quien la tenía tan atormentada.
Laura se dio cuenta desde que el auto comenzó a moverse que no iban de regreso a casa porque aunque no conocía la ciudad sí sabía que el puente los hierros no estaba en la ruta habitual.
─ Laura despierta, llegamos
No supo en que momento se quedó dormida y cuando despertó no supo donde estaban, al salir del auto se percató que hacía más frío de lo normal, Martín se acercó a ella y tomándola de la mano caminaron hacia la salida del estacionamiento y fue cuando pudo ver el hermoso paisaje que la rodeaba.
─ Bienvenida a las Lomas de Cubiro ─ dijo Martín colocándose detrás de ella para que pudiera apreciar la verdadera belleza de aquel lugar.
Frente a ellos todo era verde, grandes lomas se extendían por todo el paisaje, calles de tierra y piedra. Las personas iban y venían disfrutando del agradable clima, la brisa fría que hacía allí apaciguaba los fuertes rallos del sol que fuerte y brillante dominaba el claro cielo. Verdaderamente era un lugar hermoso. Se dejó guiar por Martín que conocía muy bien el lugar y decidieron sentarse en una de las grandes lomas rodeados de niños que jugando corrían por todos lados.
─ Que hermoso es todo esto ─ comentó al tiempo que jugaba con el pasto que se extendía por todo el terreno.
─ Si, Cubiro es una de las ciudades más antiguas de Venezuela, su fundador fue el mismo que fundo la gran caracas.
─ ¿Y cómo es que sabes tanto de este lugar?
─ Mi madre trabajaba como guía turística aquí ─ decidió abrirse un poco a ella, después de todo para recibir primero hay que dar ─ algunas veces cuando llegaba a casa me hablaba de los recorridos que había hecho en el día.
─ Nunca me haz hablado de ellos.
─ No hay mucho que contar, hace tiempo que decidieron irse y yo decidí quedarme. Eso es todo, no hay más que contar.
― Es difícil olvidar el pasado ― comentó Laura rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos ― Vi a mis padres morir, la avaricia de mi tío acabó con mi familia, logré escapar,ellos no saben que estoy viva─soltó todo de golpe─ Soy heredera de un imperio Martín, imperio que destruyo a mis padres y a mi hermano, quiero olvidar todo, pero no puedo, simplemente no puedo.
― Los recuerdos dolorosos deben fortalecernos, no debilitarnos ― habló Martín después de un breve momento silencioso ― lo que quiero decir es que yo creo que debes tomarte tu tiempo, pero nunca renuncies a lo que te pertenece.
― Todo lo que me pertenece es lo que tengo ahora; paz, eso supera cualquier fortuna, no hay cantidad de dinero en el mundo capaz de comprar ni un gramo de paz, soy feliz con lo que tengo ahora, no me hace falta nada más.
― Laura, no tienes mucho y después de todo lo que has pasado te mereces una buena vida
― ¿Estás loco? ¡Claro que tengo mucho! tengo un techo, una cama donde dormir, tengo nuevos amigos, un trabajo que me encanta, tengo a Meli que es como una madre para mí y por si fuera poco, también te tengo a ti, tengo una gran fortuna ¿no crees?
― Te quiero Laura― confesó Martín convencido de lo que decía, no tenía dudas, la quería.
Laura no respondió nada, se quedó en silencio tratando de asimilar lo que Martín le acababa de confesar. Luego de un momento comenzaron a hablar de cosas triviales, Laura confesó su fobia a las arañas y Martín aceptó que era pésimo en los deportes, los dos descubrieron su amor por la música y así entre un descubrimiento y otro se les pasó el tiempo, pronto oscureció y decidieron volver a casa.
Llegaron al apartamento y Laura no había dejado de pensar en la confesión que Martín le había hecho horas atrás y aunque lo quería con el alma no fue capaz de contestar nada, sentía que le debía algo, tenía que decirle que ella también se sentía igual, pero no sabía en qué momento retomar esa conversación que de alguna manera había quedado inconclusa entre ellos.
Compartieron un rato más en la cocina y decidieron irse a dormir temprano, caminaron juntos a sus habitaciones, Martín se detuvo y se quedó observándola mientas ella seguía su camino, al llegar ella a su puerta se detuvo, sabía que él seguía allí y de alguna manera comprendió que ese era el momento y con un millón de sensaciones esparcidas en todo su cuerpo, se dio la vuelta, se acercó a él y sin dudas ni miedos depositó un casto beso sobre esos labios que la enloquecían.
― También te quiero Martín ― confesó al fin, no hicieron falta más palabras, sus ojos se decían todo lo que necesitaban y sintiendo aun un tsunami de emociones, entraron cada uno a su habitación.
La noche pasó rápido, Laura pudo descansar, hablar con Martín la había tranquilizado muchísimo, sentía que se había quitado un peso de encima, lo contrario de él que no pudo descansar bien, todo lo que ella le había dicho lo dejó preocupado, además que estaba el hecho de que ella había sido sincera y él aún le ocultaba cosas importantes, recordó que el Don lo llamaría para saber si ya estaba fuera de todo eso o no, despertó temprano, se dio una ducha fría, necesitaba despertarse, se vistió como de costumbre y bajó a la cocina.
― Buenos días, desayunemos rápido ya es tarde – dijo Laura mientras servía los panqueques con miel y zumo de naranja.
― Buenos días Laura, gracias por el desayuno.
― No es molestia, es lo mínimo que puedo hacer.
Desayunaron lo más rápido que pudieron y salieron, Martín manejó muy rápido y llegaron justo cuando Meli estaba abriendo el local, se saludaron y rápidamente cada quien tomó su lugar, él atendía a los clientes, Laura junto a Manu y Alejandro estaban en la cocina y Meli se encargaba de cobrar el pedido de los clientes, así pasaron el día.
Laura le había contado todo a los chicos que estaban súper felices con la noticia, la verdad ellos ya sospechaban algo así, ella aclaró que aun no eran novios y omitió algunos acontecimientos, siempre que Martín entraba a la cocina por alguna cosa se acercaba a ella, le daba un beso en la frente, la cabeza o en la mejilla, todos quedaban sorprendidos con el nuevo comportamiento, se veía feliz, sin duda esta chica les estaba devolviendo al Martín que tanto extrañaban.
Laura escuchó que alguien había llegado, la verdad ya estaba por cerrar, escucho que Meli la llamaba, salió de la cocina y se encontró con una rubia de medidas perfectas.
― Así que tú eres la famosa repostera ― dijo la rubia con tono despectivo.
― Si, soy yo― contestó Laura con mucha seguridad
― De cualquier manera, haré negocios con Martín ¿Vamos a tu oficina o que?
Martín no tuvo más remedio que ir a la oficina dejando a Laura fuera del negocio, no quería hacerlo pero debía poner a Cecilia en su lugar. Tiempo atrás se habría alegrado por su llegada pues siempre que se reunían terminaban haciendo de todo menos hablar, pero ya eso había cambiado.
─ Cecilia ¿Cómo estas? ─saludó algo tenso.
─ ¿No notas que estoy súper bien o es que quieres ver más para estar seguro?
―No me hace falta, aquí las cosas cambiaron y ya los negocios no se tratan conmigo, tendrías que hablar con Meli.
─ Si, lo sé. Siempre ha sido así y siempre he hecho los negocios contigo, antes no te molestaba. Además Meli esta muy ocupada.
─ Pero Laura no, así que hablarás con ella.
─ ¿Laura?
Sin decir una palabra más salió de la oficina y llamó a Laura que estaba algo tensa.
― ¿Voy a hablar temas de dinero con una simple repostera? ─ inquirió la rubia al ver que la tal Laura era la misma que hacía los dulces.
Martín sonrió negando con su cabeza ― Si, todo en esta panadería se habla con ella ― y dándole un beso en la mejilla a Laura salió de la oficina dejándolas a las dos para negociar.
Después de una hora debatiendo llegaron a un acuerdo, los postres los buscarían todos los días a las seis de la tarde, para ser vendidos en el restaurant en las 24 horas siguientes hasta que buscaran el próximo pedido, Cecilia salió de la oficina y Laura la siguió, la rubia estaba molesta mientras que Laura estaba conforme y feliz por la reacción de Martín y el trato que había cerrado.
― ¿Nos vamos, Laura? ―preguntó Martín.
― Si, vámonos ― respondió Laura con una gran sonrisa.
Salieron de allí y fueron a cenar, Martín la llevó a un pequeño restaurant muy sencillo que estaba de camino al apartamento de allí decidieron caminar un poco y luego se fueron directo a casa pues ya pasaban las once de la noche.
El fin de semana pasó demasiado rápido ante sus ojos, habían disfrutado tiempo juntos compartiendo, hablaban de cosas triviales pero cada vez con más confianza, ya no era tan incomodo estar así, era agradable tener compañía todo el tiempo.
Martín, sin darse cuenta se iba abriendo poco a poco ante ella, cada vez la dejaba entrar un poco más en él y hasta había sacado su guitarra y compartido con ella un par de canciones. Laura cada día confiaba más en él, era increíble lo bien que se llevaban, podían hablar de cualquier tema y por más sencillo que fuera siempre resultaba interesante escucharlo, tenía una forma muy particular de ver la vida y no había dudas que cada momento compartido estrechaba un poco más los lazos que comenzaban a formarse entre ellos.
Ya el lunes había llegado y todo fluyó con total normalidad, Martín la dejó en la panadería temprano y se fue a la universidad, los dos estaban un poco nerviosos, él porque tenía que presentar un examen muy importante para su carrera y ella porque tenía que preparar más de quinientos postres para el restaurant.
― Es demasiado trabajo para ti sola mi niña ― le dijo Meli ya que desde muy temprano la estaba observando notando así que era demasiado trabajo para ella sola ― Sin duda debemos contratar a alguien para que te ayude.
― Ahorita no podemos contratar a nadie ─ afirmó la castaña sin dejar de cortar fresas para el almíbar ─ no tendríamos para pagarle un sueldo justo, Meli.
― Lo sé, pero debemos hacer algo, no puedes simplemente trabajar todo esto tu sola.
Se quedó en silencio, sabía que Meli tenía razón pero era imposible contratar a alguien, las cuentas no iban a dar si se debía sacar presupuesto para un empleado más.
― Laura, un chico esta preguntando por ti ― informó Manu.
― ¿Por mí? ― preguntó extrañada -¿Quién podría ser?- Pensó y de pronto supo la respuesta ― por favor dile que en un momento voy.
Tal y como había dicho luego de un momento salió de la cocina, al fin había terminado su trabajo, al salir se dio cuenta que su amigo aun estaba allí esperándola, Luis estaba de espaldas viendo hacia la calle por una de las ventanas, ella se le acercó y se paró a su lado, los dos observaban la concurrida calle, ya eran cerca de las seis de la tarde, el sol hacia magia en el cielo pintándolo todo de un naranja intenso haciéndolo ver hermoso, Luis pasó su brazo sobre los hombros de Laura haciéndola tensar un poco pues sabía que Manu, Alejandro y Meli estaban pendientes de sus movimientos.
― ¿Cómo has estado, pequeña? ― preguntó Luis.
― He estado bien, mi vida no es ni la sombra de lo que era ¿y tú?
― Bien ─ contestó acercándola aun más a él ─ aunque en mi trabajo me han encomendado una misión difícil.
― ¿Una Misión? Hablas como si fueras un agente encubierto de esos que salen en las películas.
― Pequeña, siempre con esas ideas locas en tu cabeza, esta es la vida real por si no lo notas― no quería parecer angustiado pero falló en su intento, Laura lo conocía demasiado bien.
― Luis ¿Qué pasa? entre nosotros no hay secretos, tenemos un pacto, somos hermanos ¿Lo recuerdas?
― Créeme, no lo he olvidado, es solo que…─ dudó por un momento, sabía que no podía decirle nada pero que difícil era ocultarle algo ─ no puedo hablarte de esto, mientras menos sepas mejor, lo que sí debes saber es que no tengo elección y debo hacer lo que se me fue encomendado, aunque no quiera.
― No me gustan tus palabras, suenan llenas de culpa por algo que aun no has hecho... ─ sus ojos eran una mezcla de tristeza y decepción, sintió miedo al imaginarse a su amigo en peligro, era más que su amigo ¡era su hermano! ese que la vida meses atrás le había quitado ─ deja ese trabajo Luis, ven a trabajar conmigo, necesito un ayudante y tu eres perfecto ¿Qué dices?
― Que la vida no es tan fácil como dejar un trabajo y entrar en otro, Laura.
─ ¿Y me lo dices a mí? ─ necesitaba convencerlo de algún modo─ solo quiero tenerte cerca, hay tantas cosas que quiero contarte.
Decidieron sentarse y en la siguiente hora conversaron del nuevo trabajo de su amigo y si, había aceptado. Establecieron horarios y pagos, todo estaba planificado Laura recibió un mensaje de texto y su amigo notó como le brillaban los ojos al leer lo que le habían mandado.
― Era Martin, avisándome que ya viene en camino, me gustaría que lo esperaras, quiero que lo conozcas.
― Ya lo conozco, se quien es Martin Fuentes ─ tal vez debería decirle ─ casualmente él y yo...