No te Vayas
Desesperado salió a toda prisa, se subió a su auto y comenzó a manejar a la deriva ¿Qué le dijo Meli para que saliera así? Estaba tan tenso, solo quería encontrarla, saberla bien, la ciudad era tan peligrosa de noche y ya eran las diez. Tenía media hora buscándola cuando recordó que ella se había comprado un teléfono, rápidamente buscó el suyo y la llamó de inmediato, después de 4 repiques al fin contestó.
― ¿Hola?
― Laura ¿Dónde estas?
― Martín no se, tengo mucho rato caminando y no se donde estoy.
― Busca una señal, un negocio, un cartel, algo.
― Hay un bar, se llama “la casona”
― Espérame allí, llego en un momento, por favor no te vayas ¡voy saliendo para allá!
A toda velocidad manejaba hasta donde le había dicho que estaba, era un lugar bastante lejos, a la velocidad que iba llegaría en veinte minutos ¿Cómo fue capaz de caminar tanto?
Laura se sentó en la acera frente al bar a esperar a Martín cuando sintió una mano sobre su hombro, pensó que era él que ya había llegado pero sus ojos se iluminaron al ver al que había sido su único amigo todo el tiempo que estuvo en la calle.
― ¡Laura! ― La saludó el chico lleno de sorpresa y emoción.
― ¡Luis, que alegría verte! ─ saludó abrazándolo.
― Cuéntame todo ¿Cómo te ha ido? ¿Haz vuelto a nuestro refugio? ― preguntó Laura a su amigo.
― Me ha ido muy bien, el trabajo que me dio el Don es bueno, estoy saliendo adelante, si volví a nuestro refugio y no estabas y ahora que te veo ¿Donde has estado? ¡Te ves increíble!
― Nunca subestimes el poder de un baño diario ― citó las palabras que solían usar antes, cuando los dos vivian en la calle ― he estado bien, conseguí un trabajo y conocí personas maravillosas.
― ¿Y que haces aquí, a esta hora? ― preguntó el chico algo confundido.
― Pues… digamos que me dio un ataque y esta vez me alejé mucho.
― Si, se de que ataques me hablas ─ contestó Luis recordando las veces que Laura se enojaba con él y siempre comenzaba a caminar para sacar su mal humor, decía ella ─ siempre me tocaba perseguirte ¿Donde trabajas?
― Ay Luis, no lo sé. Sabes que soy pésima para las direcciones, pero te puedo dar mi número de teléfono ― comentó presumida.
― Ya veo que te va muy bien ― dijo mientras intercambiaban teléfonos y guardaban sus números.
― Ya debo irme, llegaron por mi ― informó Laura a su amigo al ver el carro de Martín estacionarse frente a ellos.
― Si yo también debo irme, te llamo para salir otro día, cuídate ¿Si?─ dijo esto mientras la ayudaba a ponerse de pie.
― Si, me cuidare, tú también cuídate ― se acercó a él y se despidió dejando un beso en su mejilla.
Martín observaba todo desde el auto ¿Quién era ese? Y ¿Por qué ella lo trataba así con tanta confianza? no pudo ver bien el rostro de aquel chico, estaba muy oscuro. Laura subió al auto y Martín sin decir una palabra arrancó a toda velocidad, en menos de veinte minutos ya habían llegado al apartamento, mientras subían el ascensor Martín le avisaba a los chicos que ya estaba en casa, la verdad es que todos quedaron muy preocupados al verla salir esa mañana.
Entraron en el apartamento y él fue directo a la cocina, Ella lo siguió lentamente y lo observo mientras el preparaba un sándwich de queso fundido, sirvió dos en un plato y los puso sobre la mesa con un vaso de jugo.
― Siéntate y come ― ordenó.
― No tengo hambre ― dijo Laura con voz suave
― Estuviste todo el día caminando en la calle, no has comido nada ¿Y me dices que no tienes hambre? ― hizo una pausa mientras la observaba detalladamente ― siéntate y come, por favor.
Laura se sentó y comió todo frente a la mirada fija de Martín, terminó y lavó el plato y el vaso, subió a su habitación se dio una larga ducha y después de ponerse su pijama se acostó a dormir.
Martín después de verla comer, subió a su habitación más tranquilo, estaba molesto con Laura, su comportamiento lo enloquecía ¿Quien era ese hombre con el que hablaba?
Aun con mil preguntas en su cabeza se acostó y al hacerlo el aroma de Laura se esparció por la habitación, tomó la almohada donde la noche anterior ella había apoyado su cabeza y la olió respirando profundamente su agradable olor, sintió algo inexplicable dentro de él, la extrañaba, por su cama habían pasado muchas chicas pero ninguna había dejado su aroma, ninguna logró que él la extrañara, sonrió al darse cuenta que nada con Laura era normal, ella era especial.
Laura no podía dormir, daba vueltas y vueltas en su cama, lo extrañaba, había dormido junto a él una noche y ya extrañaba sentir sus enormes brazos alrededor de su cintura, decidió apartar esos pensamientos y abrazando fuerte su almohada se quedo dormida.
Un grito fuerte y agudo lo despertó, se fijó en el reloj y eran las 3 de la mañana, de pronto otro grito se escucho venia de la habitación de al lado -Laura- reconoció su voz y salió corriendo. Al entrar la vio retorciéndose en su cama, sudando y llorando, -es solo una pesadilla- pensó.
― Laura despierta.
― ¿Mamá, papá?─ preguntó Laura sentándose en la cama aun alterada.
― No bonita soy yo, Martín.
Laura comenzó a llorar y Martín se acercó y la envolvió en un abrazo cálido ― todo esta bien bonita ― le susurraba al oído mientras acariciaba su cabello y espalda ― fue solo una pesadilla, tranquila.
― No fue solo una pesadilla, todo se repite en mi mente como una película todo es fuego, gritos. Esto no va a terminar nunca Martín solo quiero olvidar, para siempre, no quiero recordarlo nunca más ― habló Laura entre sollozos, los recuerdos de esa noche; todo anaranjado, rojo y caliente y el miedo, las amenazas, esa risa burlona, todo se reproducía en su mente, su memoria la traicionaba una vez más.
Martín permaneció allí abrazado a ella, al sentirla dormida la recostó suavemente e intento soltarse pero ella apretó su abrazo para no dejarlo ir, lo necesitaba.
― No te vayas, no me dejes sola, por favor.
― No me iré, ya no vas a estar sola nunca más, ahora me tienes a mí, duerme bonita, descansa ─ susurró henchido de felicidad, nadie lo había hecho sentir así; fuerte, importante. Tenía que protegerla, lo haría; ya no huiría de lo que sentía y haría lo posible por cumplir su promesa de convertirse en su héroe.