Verde Esperanza
Sentía la respiración acelerada, sin duda ese hombre era hermoso, con las mejillas un poco rojas decidió salir a ayudar a Meli a atender a los clientes, rápidamente se adaptó a todo, atendía con una rapidez y amabilidad que sorprendió mucho a los tres trabajadores, los clientes salían contentos, muchos comentaban que la nueva chica era muy simpática, así se fue la mañana entre una cosa y otra, Meli se retiró con Laura a la oficina pues es su hora de almuerzo y descanso, entraron al pequeño salón y se sentaron una frente a la otra usando el pequeño escritorio como mesa para su almuerzo.
― Entonces ¿Eres de Caracas? ― quiso saber Meli, tratando de conocer más a la intrigante joven.
― Si, llagué aquí hace dos o tres meses, no estoy segura.
― Se nota que no eres de la calle Laura ¿Qué te paso? ¿Tienes familia? ― La chica se tensó ante tantas preguntas ―solo dime una cosa ¿Puedo confiar en ti?
― Si Meli, puedes confiar en mi ―respondió viéndole a los ojos ― entiendo que tengas muchas preguntas, pero ahorita no quiero hablar de eso, no soy mala, ni ladrona, no te defraudaré, te lo juro.
― Te creo ― tomó sus manos ― puedo ver la sinceridad en tus ojos, si algún día quieres hablar de eso, recuerda que en mi tienes una madre.
― Gracias Meli, es lo mejor que he escuchado en mucho tiempo.
― Bueno, entonces dime ¿Qué sabes hacer? ¿Estudiaste algo?
―Si, estaba estudiando comunicación social, solo tengo dos años aprobados, aún me falta para graduar. Pero sé hacer dulces y sé algo de administración, los puedo ayudar en todo lo que necesiten.
― Entonces usted y yo señorita haremos un gran equipo, tenemos hasta el viernes para demostrarle a Martín que esta panadería se puede rescatar ¿Me ayudas con eso?
― Claro, aunque Martín es algo, intimidante.
― ¿Intimidante? yo diría que lo que es, es guapísimo ― comentó Meli con picardía, notó como Laura se puso nerviosa ― ¿Te gusta verdad?
― ¿A mi? ¿Quién? ― Ya Laura tenía el rostro totalmente rojo.
― No te hagas, que me di cuenta como se miraban esta mañana, pero esta bien, no me tienes que decir nada, el tiempo me dará la razón.
Meli se levantó y salió dejándola sola, Laura no dejaba de pensar en lo que Meli le dijo, la verdad es que Martín la había impresionado desde la mañana cuando escuchó su voz por primera vez, luego al mirar sus ojos, era un hombre hermoso, el sueño de cualquier chica, sin embargo ella no estaba preparada para eso, solo quería fortalecerse para luchar por su futuro, tenia tantas cosas por hacer, necesitaba toda la ayuda posible para lo que se avecinaba.
Todo en la panadería fue de maravilla, Laura había sido de mucha ayuda todo el día ya para la noche estaba muy cansada, ya era la hora de cerrar y no sabía a donde se iría a pasar la noche, si iba al mismo lugar de siempre seguro que querrán robarle las cosas que Meli le había regalado, Meli al verla se dio cuenta de lo que pasaba por la cabeza de la castaña así que decidió ofrecerle que se quedara allí esa noche, no estaba muy segura pero se arriesgaría, le sacó un pequeño colchón inflable que siempre guardaban allí y lo preparó, Laura agradeció mucho poder tener eso para descansar, hacía mucho tiempo que no sabía lo que era dormir en otra cosa que no fuera el frió suelo de la calle, todos se fueron y la castaña decidió limpiar y dejar todo preparado para el día siguiente, entró a la pequeña oficina y arregló todo, organizó los documentos que estaban en el escritorio por carpetas dejándolo todo impecablemente limpio, se dio un baño y se acostó a dormir, a penas tocó el colchón quedó dormida profundamente.
Despertó sobresaltado y sudando, había tenido una de sus ya comunes pesadillas, tenía que hacer algo, se iba a volver loco de tanto pensar, no quería irse con sus padres pero era lo que debía hacer, no quería dejar sus amistades, que aunque no eran muchas, eran como su familia. Se levantó y se dio una larga ducha, se vistió y salió a la panadería un poco más temprano de lo normal, en el camino recordó a esa chica que había conseguido en la puerta de su negocio el día anterior, no podía sacarse de la mente esa mirada que lo desarmaba completamente, la chica era realmente hermosa, ese cabello tan largo y de ese color que no era nada común, sus ojos, su mirada y la seguridad con que le habló lo dejó impresionado e intrigado, tenía que asegurarse que Meli la contratara, aunque fuera por unos días, solo quería volver a verla, al llegar notó que todo estaba impecable, se dirigió a la oficina y quedó pasmado, todo estaba impecablemente limpio, escuchó ruidos en la cocina y sin dudarlo caminó hasta el umbral recostándose en éste para disfrutar del espectáculo, allí estaba ella, concentrada preparando algo, se veía tan hermosa, con un delantal blanco puesto y una malla que recogía todo su cabello, notó que la chica estaba algo delgada y en seguida recordó que vivía en la calle y sintió un dolor en su estomago, más que un dolor era como fuego que lo quemaba por dentro ¿Qué estaba pasando?
Laura se sintió observada y levantó su vista encontrándose con esos ojos verdes con los que había soñado toda la noche, quedó como tiesa al verlo, esperaba que Meli llegara primero.
― Buenos días ― saludé él muy amablemente, acercándose a ella ― ¿Qué haces?
― Hola, yo, emm... preparé esto ― le mostró una torta bien decorada con fresas y almíbar, se veía deliciosa.
― ¿Tú hiciste eso? ― la chica solo asintió, la notó nerviosa ― ¿Me darías? quiero probarla, si sabe tan bien a como se ve, debe ser deliciosa.
Laura nerviosa y un poco torpe le sirvió una pequeña porción en un platico y se lo dio a Martín, éste al saber el efecto que le causaba su cercanía no desaprovecho el momento para rosar sus manos mientras recibía el plato, tomó la pequeña cucharilla y partió un pedazo de dulce, se lo metió a la boca, sin despegar la mirada de esos ojos ámbar, al probar aquel dulce quedo sorprendido, era delicioso ― ¿Lo probaste ya? ― pregunto Martín al darse cuenta que la chica esperaba su impresión, esta solo negó con la cabeza, Martín con una mirada pícara, tomó una pequeña porción y le ofreció dárselo en la boca, la chica algo apenada recibió el bocado, los dos degustaban el dulce viéndose a los ojos, era como si ninguno de los dos pudiera despegar la mirada del otro, dejó el plato, sin nada de dulce en la mesa y se acercó más a ella, la tenía tan cerca que podía sentir su respiración acelerada.
― Delicioso, el postre, esta delicioso ― comentó casi en un susurro.
― Gracias ― alcanzó a responder.
Se miraban con mucha intensidad, Martín veía en ella la paz que necesitaba y ella veía en él la esperanza y las fuerzas para seguir adelante, se acercó aun más a ella.
― ¿Tú también sientes esto que yo siento? ― la chica frunció levemente el seño y ladeo un poco la cabeza ― esto, yo... No sé que me pasa ― escuchó ruidos en la puerta delantera, ya habían llegado los chicos, se separó de ella, le tomó una mano y sin saber bien que debía hacer se la soltó de inmediato― ¡perdón! ― logró decir y sin más salió de allí a toda prisa, tropezando con los chicos que ya entraban a la cocina.