Capítulo 31
DESPUÉS DE TI
No.
No es cierto lo de ayer. Era el viento, este mal viento que hoy sigue llenándolo todo. Pero no era cierto. Lo que realmente quiero es sobrevivirte, Cris, sobrevivirte; lo deseo con todas mis fuerzas. Te amo de una forma salvaje como cuando el abrazo casi animal con el que quería liberarte de tu angustia sin oxígeno. Quiero permanecer contigo hasta el final y que mi final dure aunque sea un minuto más que el tuyo. Solo pido un minuto, un minuto para besarte despacio en la frente, en la boca, para acariciar tus mejillas y sentir tus manos entre las mías. Después, nada será igual; pasarán cosas, cosas tal vez hermosas, pero nada será igual.
¿Qué habrá después de ti, hijo? ¿Cómo será la vida sin tu presencia?
Cuando hace unas horas tu madre y yo llorábamos juntos y abrazados, ella no encontraba sentido a la vida si no iba a estar tu mirada entre nosotros, tus gestos que tanto conocemos, tus sonidos. Pero sobre todo tus ojos, esa mirada tuya, tuya, tan tuya.
Y yo le susurraba al oído que tú jamás te irías del todo porque el hueco que ibas a dejar en nuestros corazones sería un vacío negro y a la vez luminoso, una forma rara y permanente de tu presencia cierta. Le decía que cuando eso pasara, teníamos que imaginarte libre, flotando en algún sitio, sobrevolando solo nuestras vidas sin la atadura de la silla de ruedas, sin las cinchas, todo tú ingrávido, sin dolores, sin peso, sin necesidad de más oxígeno, sin
Ay, este viento, Cris, cómo me cala en la conciencia que hoy tengo de par en par abierta al miedo, a un miedo resignado. Hemos hablado de tu futuro en pasado casi sin querer, sin darnos cuenta. Y es cruel esa contradicción llena de lógica.
¿Qué habrá después de ti? ¿Cómo será la vida tan llena de tu ausencia?