La pobre gente hablaba de su vida mansa, humilde, resignadamente. Me entró la duda de si las quejas eran rituales, eco de lo que han oído a los que se constituyen en sus abogados, o una forma más de nuestra característica quejumbrosidad española, de esta detestable manía de pordioseros de estar siempre lamentándonos de nuestra suerte y la de nuestra patria. Me entró la duda de si todo ello no era sino la voluptuosidad de la queja. Porque es el caso que ellos apenas emigran, y si salen, vuelven pronto a encerrarse allí. ¿Y el secreto de esto? Ya os diré lo que de ello creo.

MIGUEL DE UNAMUNO,

«Las Hurdes», en Andanzas y visiones españolas (1914)