Capítulo XXIV
Adiós, zombis, adiós
La limpieza duró hasta altas horas de la madrugada. Tal y como pensaban, no habían encontrado a muchos zombis, apenas unos cien en total. Donde quedaban más era en la zona del parking. Pese a ello, el trabajo fue agotador. Acabaron con todo el cuerpo contracturado por el esfuerzo y la tensión muscular. Los visitantes estaban aquí y allá: uno bajo un coche, otro en la zona de lavabos, debajo de una caja registradora, tras una columna… los encontraron de todas y cada una de las formas posibles. Fueron en todo momento los cuatro juntos, lo que les dio mayores ánimos y fuerza para defenderse de sus enemigos.
Pero no solo encontraron bichos asquerosos en su recorrido por el centro comercial. También dieron con una veintena de supervivientes, algo con lo que no contaba ninguno de ellos. Ese hecho les alegró especialmente el día. En los baños de la tercera planta hallaron a dos niños y dos jóvenes armados con catanas. Habían sufrido bastante y durante todo ese tiempo se habían alimentado con la comida que habían podido sustraer de varias máquinas expendedoras que había para los empleados. En el Club del Gourmet hallaron otras cuatro personas más protegidas por el cristal blindado. Un tercer grupo fue hallado en la bahía de carga de los sótanos.
Xose hizo una lista con sus nombres y se la pasó a Sofía, que empezó a leerla en voz alta:
—Javier Marzá, Pedro J., Alberto Piñeiro, Sergio Kable, Lore, Manuel Mateos, Rosario Rodríguez, Victor Ojuel, Patricio Hernández Baño, Jordi Padilla, Miguel Ángel Linares, Bergoi Oreja, Raquel Álvarez, Mar Ramírez Romero, Irene Sánchez, Alejandro Monjas Solano… Nadie que conozca de momento.
—La mayoría de ellos son clientes y muchos turistas que estaban de compras de última hora aprovechando que el centro cerraba tarde.
—… Antonio Montosa, Eduardo Serradilla, El Chispes, ¿Lexu?, ¿Coco? —siguió leyendo Sofía—. ¿Qué clase de nombres habéis apuntado aquí?
—Bueno, los que nos fueron dando… de todas formas ese de ahí se llama Pedro Peinado García. Hemos tomado nota de lo que nos han dicho para saber cómo llamarles.
—Seguiré mirando la lista luego. Ahora convendría revisar de nuevo todo el edificio de arriba abajo, quiero que estemos bien seguros de que esto está libre de esos bicharracos.
Como eran muchos más, la operación en esta ocasión llevó menos tiempo. En los parkings repasaron todos los coches de uno en uno. Fue una revisión exhaustiva y no encontraron más muertos vivientes. Podían estar tranquilos. Sofía dio entonces por concluida la búsqueda. Faltaban pocos minutos para las tres de la madrugada. Pero aún no tenía tiempo para dormir. Bajó a la planta baja para encontrarse con doña Patri y Laura, que vigilaban la entrada tapiada por los camiones.
Cuando llegó, doña Patri dormía plácidamente, expeliendo algún ronquido que otro.
—Centro limpio y despejado —informó Sofía agotada pero contenta por primera vez en mucho tiempo—. ¿Cómo han ido las cosas por…?
No acabó la frase. Un zombi muerto atrapado en el pequeño espacio que quedaba entre los dos camiones centró su atención.
—Ese hijo de puta intentó atacarnos —informó Laura mientras contenía un bostezo—. Le reventé la cabeza. Pero se quedó ahí encajado y lo tengo que contemplar forzosamente.
—Menos mal que decidimos establecer una guardia —suspiró Xose—. No te puedes fiar ni un pelo de estos cabrones.
—No nos quedan muchas opciones —indicó Sofía—. Mientras no tapemos estos agujeros tendremos que seguir de guardia aquí. Organizaremos turnos de vigilancia. Siempre tiene que fallar algo para que todo salga perfecto.