EL INTENTO DE QUIEBRA DE LA UNIDAD: JUAN III LA SUBLEVACIÓN DE CATALUÑA

A la muerte de Alfonso V en 1458, llegó al trono de Aragón su hermano Juan, mientras el de Nápoles recayó en su hijo napolitano Ferrante (Fernando).

Juan II tenía en ese momento 61 años. Castilla, Navarra y los estados de la Corona de Aragón habían sido escenarios de su prolongada acción política y en todos ellos tenía partidarios y detractores. El enfrentamiento arrastrado en Navarra con su hijo Carlos (Carlos de Viana), que le reclamaba el trono de su madre, provocando una verdadera guerra civil, se trasladó a Aragón, donde por Fuero a Carlos le correspondía el reconocimiento de heredero y lugarteniente del rey, a lo que su padre no estaba dispuesto, sino que para sucederle en la Corona pensaba en Fernando, nacido en 1452 de su matrimonio con la castellana Juana Enríquez.

La difícil situación familiar fue aprovechada en Cataluña, donde la crisis social y económica ya vieja se solapaba con una alteración política provocada por la división interna de los estamentos en pugna constante por el control de las instituciones de gobierno, levantando la figura del infante, al que no conocían, frente a la del nuevo rey, que había actuado como lugarteniente de Alfonso.

En septiembre de 1461 el príncipe Carlos murió en extrañas circunstancias y en Barcelona se produjo un movimiento popular, alentado por predicadores iluminados que esgrimían mensajes como Sant Karles, primogenit d’Arago e de Sicilia, Jesús beneyt nol’as lexat regnar y acompañado de curaciones milagrosas atribuidas al cuerpo del infante, al que se incorporaron algunos barones, miembros del clero y del patriciado barcelonés, que convirtieron la revuelta en una guerra civil contra Juan II, al que prohibieron permanecer en territorio catalán.

La guerra abierta tuvo su primera expresión de violencia en julio de 1462, cuando las tropas enviadas por la Generalidad de Cataluña y el gobierno municipal de Barcelona atacaron con artillería la fortaleza de Gerona donde estaban la reina Juana y el príncipe Fernando, declararon enemigos públicos de Cataluña a los tres miembros de la familia real y entregaron la titularidad del condado a Enrique IV de Castilla. La unidad de la Corona de Aragón estaba, de hecho, rota.

Juan II tuvo que recurrir a comprar el apoyo militar de Luis XI de Francia; el joven infante Fernando se hizo cargo de dirigir el ejército facilitado por valencianos y aragoneses, con el rey anciano y enfermo (fue operado de cataratas con setenta años), y la reina también enferma (falleció en 1468). Los grupos catalanes más radicalizados se concentraron en Barcelona; cuando Enrique IV de Castilla renunció, eligieron como príncipe a Pedro de Portugal, heredero de los Urgel del Compromiso y a su muerte a Renato de Anjou, representante de la dinastía enemiga de la Corona en los asuntos de Italia.

Con ayuda de las Cortes de Aragón y Valencia, Juan II maniobró para recuperar la iniciativa. En 1469 concertó el matrimonio del príncipe Fernando con la infanta Isabel de Castilla y abrió una línea de alianza con Inglaterra y Borgoña para aislar a Francia, cuyas tropas habían invadido Cataluña. Finalmente, el triunfo militar del rey reintegró el territorio catalán a la obediencia real, pero las secuelas de tan dura guerra tardarían mucho en desaparecer.