PESCA NOCTURNA FRENTE AL LITORAL CARIBEÑO DE LA SELVA TROPICAL MUTANTE

PESCA NOCTURNA FRENTE AL LITORAL CARIBEÑO DE LA SELVA TROPICAL MUTANTE

Robert Frazier y Bruce Boston

Robert Frazier es hijo de una paisajista y de un criptólogo del Ejército que participó en la tarea de descifrar los códigos de los alemanes bajo el Proyecto Ultra, durante la Segunda Guerra Mundial. Estudio creación literaria en la Universidad de Iowa. Después de viajar un tiempo por Estados Unidos, Bob se estableció en los Apalaches con su mujer Karol y su hija Tymaline. Esto sucedió en la época de sus primeras incursiones en la poesía como editor de The Speculative Poetry Review, desde 1977 hasta 1980. Una vez cerrado ese período, trabajó como editor de Star Line, el boletín de la Asociación para la Poesía de Ciencia Ficción. Desde entonces, Bob ha sido publicado en revistas como Night Cry, Weird Tales, The Magazine of Fantasy and Science Fiction, Isaac Asimov’s SF Magazine, y ha participado en antologías como Dragons of Darkness, Thor’s Hammer, The Spear of Mars, The Sword of Orion, Pawn W Infinity, Synergy, The Dark Light Years y Afterlives, y en antologías de poesía como The Umbral Anthology of Science Fiction Poetry, Songs from Unknown Worlds y Poly. También se ha ocupado de la revisión y edición de una antología de poesía de ciencia ficción, Burning With a Vision. Recientemente, Bob ha orientado su quehacer hacia la prosa, y sus cuentos han sido publicados en In the Field of Fire, Amazing Stories, Isaac Asimov’s SF Magazine y en la revista de Rod Serling, The Twilight Zone Magazine.

Bruce Boston es el autor de The Bruce Boston Omnibus (Ocean View Press, 1987), una colección de un conjunto de cinco volúmenes con sus colaboraciones en la prensa en el campo de la ficción y la poesía. En 1988 publicó The Nightmare, una colección de poemas de terror, y en 1989 apareció una colección de cuentos, Skin Trade. La revista Titan Press ha dedicado un número completo a sus poemas inéditos sobre el tema del tiempo. Los cuentos y poemas de Bruce también han sido publicados en Asimov’s SF Magazine, Amazing Stories, The Twilight Zone, Night Cry, 100 Fantasy Short-Short Stories y en la antología de la 21 edición de los premios Nébula. Bob ha sido premiado con el Pushcart Prize for Fiction (1976) y el Premio Rhysling de poesía de ciencia ficción. En colaboración con Robert Frazier, otro poema de la «selva tropical mutante» de ambos se ha hecho acreedor del Premio de Poesía de Ciencia Ficción Odyssey. Bruce tiene su casa en California.

* * *

Más allá de una lengua húmeda y fangosa de costa, donde

los islotes de manglares hunden las narices como navíos sepultados,

más allá de las chabolas de latón donde las mujeres obi

remueven hasta el alba sus espesos caldos de magia azul,

más allá de las osamentas de tortugas marinas y cocodrilos, suspendidos,

amarilleando putrefactos bajo la luz malsana de la luna,

un rincón de la selva tropical mutante se estremece, vivo,

al primer respiro de una ventisca tropical, y ahuyenta a los nativos

que pescan en la noche desde un muelle desvencijado,

y que ahora soplan desesperados, sus conchas del alba,

clamando su horripilante algarabía al oscuro viento que ruge sobre sus cabezas.

Un nativo ha murmurado algo sobre unos duendes

contrahechos, de monstruos velludos de cuatro dedos

volando por la bóveda de la espesura, fugaces,

fantasmas, y «les coh’tan los pulga’es a los inc’hautos»

porque «quieren tanto sé’ iguales a nosot’os, se-ñó».

He oído relatos sobre las fauces descomunales de la gran wulí,

capaz de engullir un jaguar, a un hombre entero,

o de «zampah’se los manatíes» de a tres en su desmesurada panza;

éstas son mutaciones comunes, insiste Campe,

mientras la embarcación avanza entre la escoria de los corales quebrados

y penetramos en el exuberante delta del río Misterioso.

Este mestizo apuesto que en su cayuca hace ondear un gallardete

de plumas, me habla del espantoso «dag’on»,

capaz de impostar a cualquier bicho, de aturdir a su presa

arrojando redes espectrales de disociación.

De mi propia imaginación nacen otros monstruos, formas horrendas,

en insondable multiplicidad, brota una miríada de tétricos

cuerpos antivida, más allá de los dogmas de la biología o la razón,

surgiendo de las profundidades de nuestros sueños animales compartidos.

Las fantasías de Campe me arrullan con su cadencia lírica,

y al dejar el Misterioso serpenteamos por los canales

bajo la espesura de los brotes de la gargantúa escarlata,

entre cadenas entrelazadas de raíces de socratea andante,

sorteando diversas vías sin salida hasta desembocar en una gran laguna.

Su lenguaje melódico sume en un trance mis pensamientos,

los somete a los húmedos latidos del calor y a un eco remoto

de conquistadores antiguos, de capitanes del ron y piratas de la caoba.

Los muertos pasan girando en una vorágine sanguinolenta y arenosa

desnudando los huesos de la avaricia, las venas del morbo,

anclados aún en el suelo profundo de esta tierra cambiante.

De pronto, me hipnotiza un reflejo en el agua

que paraliza mis músculos en un trance cataléptico.

La imagen movediza que Campe describió

bajo la luna no brilla en su luz verdadera

parece más bien una estrella de mar extendida, transfigurada,

flotando hacia arriba, acercándose a mí, y alargándose, retorciéndose

en su forma fluida como una inmensa mano cercenada de múltiples dedos.