Para Voltaire
Tu razón es unilateral —susurra la razón unilateral—: has sido injusto con el poder. Has proclamado a los cuatro vientos —con pasión, conmoción, estrépito y sarcasmo— la ignominia de la tiranía; pero callas el bien que el poder ha creado. Sin la seguridad, que sólo el poder fue capaz de instaurar, el bien no hubiera podido existir jamás. Bajo las alas del poder han jugado la vida y el amor; ellos han arrancado a la naturaleza hostil incluso tu felicidad. —Lo que la apologética sugiere es verdadero y falso al mismo tiempo. Pese a todas sus gestas, sólo el poder puede cometer la injusticia, porque injusto es sólo el veredicto al que se da cumplimiento y no el discurso del defensor que no se traduce en hechos. Sólo cuando tal discurso tiende también a la opresión y defiende al poder, en lugar de a la impotencia, participa de la injusticia universal—. Pero el poder —continúa susurrando la razón unilateral— está encarnado en hombres. Al desenmascarar a aquélla, conviertes a éstos en un blanco. Y tras ellos vendrán otros, quizás aún peores—. La mentira dice verdad. Cuando los asesinos fascistas están a las puertas, no conviene azuzar al pueblo contra el gobierno débil. Pero tampoco la alianza con el poder menos brutal implica la necesidad de callar las infamias. El riesgo que la buena causa puede correr por la denuncia de la injusticia que nos protege del diablo ha sido siempre menor que la ventaja obtenida por este último cuando se le ha dejado a él la denuncia de la injusticia. ¡A qué punto debe haber llegado una sociedad en la que ya sólo los bribones dicen verdad y toca en suerte a Goebbels mantener vivo el recuerdo de los linchamientos que se continúan haciendo alegremente! El objeto de la teoría no es lo bueno, sino lo malo. La teoría presupone ya la reproducción de la vida en las formas que se van determinando en cada caso. Su elemento es la libertad; su tema, la opresión. Cuando el lenguaje se vuelve apologético ya está corrompido: por esencia, el lenguaje no puede ser neutral ni práctico.— Pero ¿no puedes exponer los aspectos buenos y proclamar como principio el amor, en lugar de la amargura infinita?— Hay una sola expresión para la verdad: el pensamiento que niega la injusticia. Si la insistencia sobre los aspectos buenos no es asumida y superada en el todo negativo, no hace más que transfigurar e idealizar su propio contrario: la violencia. En verdad, con las palabras yo puedo intrigar, difundir, sugerir; tal es el rasgo por el que se ven enredadas —como toda acción— en la realidad, y ese rasgo es lo único que la mentira comprende. La mentira insinúa que incluso la oposición contra lo existente está al servicio de poderes en ascenso, de burocracias y déspotas en competencia. En su indecible temor, no puede y no quiere ver más que lo que ella misma es. Todo lo que entra en su ámbito —el lenguaje como mero instrumento— se vuelve idéntico a la mentira, como se hacen idénticas entre sí las cosas en la oscuridad. Pero aunque sea verdad que no existe palabra de la que en último término no pueda servirse la mentira, no es en ella, sino sólo en la firmeza del pensamiento contra el poder, donde aflora también la bondad de este último. El odio sin compromisos al terror ejercido incluso sobre la última criatura es el único y legítimo reconocimiento de aquellos a quienes no ha alcanzado el terror. La invocación del sol es idolatría. Sólo en la mirada al árbol secado por su fuego vive el presentimiento de la majestad del día en que ya no tenga que quemar el mundo que ilumina.