Monumentos de humanidad
El sentido y la actitud de humanidad se hallaban aún hoy en casa en Francia más que en ninguna otra parte. Pero los franceses no supieron más al respecto. Lo que se podía leer en sus libros era ideología que cualquiera podía ya reconocer como tal. Lo mejor llevaba aún una existencia propia separada: en la cadencia de la voz, en los modos de hablar, en la comida refinada, en la existencia de los burdeles, en los urinarios de hierro fundido. Pero el gobierno de Blum[a] ha declarado la guerra a semejante respeto al individuo singular, e incluso los conservadores hicieron bien poco para proteger sus monumentos.